El ministro y yo

Mateo Melgarejo es un escribano publico que trabaja con su máquina de escribir en una plaza de un humilde barrio del norte de Ciudad de México, dónde abunda el analfabetismo. Mateo se hospeda en la casa de doña Estrellita, dónde suele acudir un amigo que ha recibido una notificación de expropiación de unos terrenos que posee. No estando seguro si el precio es justo, solicita ayuda a Mateo, quien voluntariosamente se presta a ayudarlo en sus pesquisas.
Para sorpresa de ambos, en la delegación del gobierno federal se encuentran un verdadero laberíntico burocrático gobernado por la confusión y la incompetencia. Enfadado por el trato recibido, Mateo redactará una carta al señor ministro explicando su problema. Tal misiva gozará de gran suerte llamando la atención del ministro en persona. En su entrevista, convencido de la valía de Mateo, el ministro le ofrece trabajar en su departamento y mientras tanto también tratan una venta de unos sellos muy valiosos que Mateo posee y que el ministro, aficionado a la filatelia, codicia.
En su paso por el ministerio, Mateo comprobará de cerca los motivos de tanta ineficacia y los endiablados entresijos de los mecanismos del estado. Por otra parte, también hallará cosas positivas como la amistad del servicial Romeritos, cuya sobrina sordomuda necesita asistencia médica.