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Zinemaldia 2025. Leiva al desnudo
Carlos Fernández, 25/09/2025
Hoy, 25 de septiembre, el Velódromo de San Sebastián se convertirá en un templo para los fans de Leiva. Con capacidad para 3.000 personas, el espacio se transformará en una sala gigante donde vivir una experiencia única, no solo viendo un documental, sino sintiendo al artista como nunca antes. Y os lo digo de primera mano: el que esto escribe es fan de Leiva, de aquellos que pasaron parte de su juventud desgastando los discos de Pereza y que reconoce a José Miguel Conejo Torres como uno de los mejores músicos y letristas de nuestro país.
“Hasta que me quede sin voz” no es un documental al uso. Es una carta abierta del cantante madrileño a quien quiera escucharle, un confesionario de 90 minutos donde el artista se muestra cercano, vulnerable, humano. No hay filtros: miedos, nervios, enfermedades, excesos y cotidianeidad, todo queda reflejado con una honestidad brutal que conecta con cualquiera que alguna vez haya sentido inseguridad o presión por cumplir expectativas.
El documental arranca con Leiva recordando su infancia y cómo perder un ojo de pequeño marcó su forma de enfrentarse al mundo. Se describe a sí mismo como “un niño muy trasto, siempre con heridas y huesos rotos”, y esa hiperactividad, vital y creativa, le acompañará toda su vida. La cinta se centra en los meses finales de la gira “Mientras te muerdes el labio”, con tres Wizink seguidos y conciertos en Latinoamérica, mientras convive con una lesión en las cuerdas vocales que le obliga a pasar por quirófano y a permanecer en silencio durante meses, mostrando el lado más humano y frágil de un artista acostumbrado a llenar estadios.
Visualmente, el documental recuerda al estilo de Made in Spain, que hemos visto en Esta ambición desmedida y La guitarra flamenca de Yerai Cortés, combinando material en celuloide y digital, con un enfoque cercano que nos permite ver a Leiva como un tipo de barrio de clase media, comiendo croquetas de su madre, reuniéndose con amigos, lejos de los escenarios y sin pretensiones. La música no es la protagonista principal: las canciones aparecen fragmentadas, en construcción, reflejando al artista que crea y vive su arte, no solo al que está sobre un escenario.
El montaje es otro de los grandes aciertos: dinámico, ágil y potente, condensando 90 minutos sin que parezca apresurado. Los juegos visuales en los conciertos y la combinación de escenas íntimas con actuaciones en vivo logran mantener el interés y la emoción a flor de piel. Y como colofón, Leiva se guarda una canción inédita, banda sonora de su momento vital actual y que funciona casi como un bonus track de su último disco, Gigante: una declaración de valentía y autenticidad.
Ver “Hasta que me quede sin voz” en el Velódromo no será como ver un documental en cualquier sala. Será sentir la música, la vulnerabilidad y la pasión de Leiva en un espacio gigante, rodeado de fans, compartiendo cada confesión, cada sonrisa y cada nota retenida. Es una experiencia que va más allá del cine y que, os aseguro, merecerá cada minuto.
Este documental no solo nos acerca al músico, sino también a la persona, recordándonos que detrás de cada canción hay un ser humano con dudas, miedos y sueños, y que a veces para seguir creando hay que desnudarse completamente. “Hasta que me quede sin voz” es, como su título indica, una entrega total, un acto de sinceridad que deja claro que Leiva seguirá haciendo música aunque se quede sin voz, y que un servidor estará allí para escucharlo.