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Zinemaldia 2022 (V). Memoria y duelo
Carlos Fernández, 21/09/2022
Tras un par de jornadas en las que en la Sección Oficial a concurso se sucedían películas intrascendentes que no dejaban ningún tipo de poso por fin hemos podido ver al menos dos películas que elevan el nivel de la competición y en uno de los casos se coloca como mi favorita de esta 70 edición del Zinemaldia.
Escribí hace unos días que estábamos viendo muchas películas en las que el elemento central era un personaje femenino o que la historia giraba alrededor de ese universo femenino. Además, y quizás como consecuencia de haber sufrido una pandemia y las pérdidas de vidas humanas que se han producido, estamos viendo muchas historias que relatan el duelo y las diferentes formas de vivirlo. En la sección oficial hemos podido ver dos ejemplos de ello y con resultados muy dispares.
RESTEN AF LIVET / FOREVER () empieza casi como una película costumbrista de la vida de los cuatro miembros de una familia danesa acomodada, sus tradiciones, sus hobbies, su relaciones personales se van desarrollando durante los primeros minutos de la cinta sin que sepamos muy bien si habrá algo más. Y de repente algo sucede, un cambio de plano, una elipsis temporal y un tono más frío de la fotografía nos hace entender que algo ha pasado, la familia prepara el funeral del hijo mayor.
Frelle Petersen dota a su película de una propuesta visual que liga a la perfección con los personajes y el ritmo de la cinta. Un tono sobrio, contenido, en el que la emoción se va acumulando escena a escena, donde no hay lugar para los gritos y los excesos. Para muchos esta decisión podría parecerles fría e incluso hacer que no lograsen empatizar con los protagonistas y sus diferentes formas de llevar el duelo, pero que finalmente son comportamientos en los que muchos podríamos vernos reflejados, desde el aislamiento absoluto, hasta la negación pasando por el exceso de recuerdo. Diferentes puntos de vista, que generarán el desgaste de la familia y la aparición de las primeras grietas, y es que ¿cómo van a seguir viviendo como siempre si no es lo mismo?. ¿Cómo seguir adelante si ya no tienes al hermano confidente en el que apoyarse mientras luchabas por tener un hijo? ¿Cómo no sentir un vacío cada vez que abres la tienda en la que trabajabas codo a codo con tu hijo? ¿Cómo volver a montar a caballo sin que tu hijo galope a tu lado?.
Ante la pérdida parece que el mundo se detiene para alguno de los personajes y el director danés lo potencia haciendo un uso de la cámara muy estático queriendo casi parar el tiempo y apoyándose en el montaje y en el maravilloso trabajo actoral para ir provocando el in crescendo emocional. El apostar por un drama contenido en el que no se cargan las tintas contra la pérdida ni se busca la lágrima fácil la película encuentra su mejor baza pues donde en otras propuestas nos acercaríamos al pornosentimentalismo aquí tenemos una visión más humanista en la que a pesar de las dificultades, lo duro del viaje y las subidas y bajadas de esta montaña rusa que es la vida los protagonistas siempre tendrán una luz al final del túnel.
Con resultado y tono totalmente opuesto se ha presentado LE LICÉEN / WINTER BOY (), en la que a sus 17 años, Lucas verá cómo su adolescencia se hace añicos en un abrir y cerrar de ojos. Con la muerte de su padre verá como su vida se desmorona y luchará por salir adelante junto a un hermano afincado en París y una madre con la que ahora vive solo. Si en la propuesta danesa todo era contención, diálogos justos, dejando más espacio a que hablasen los silencios y las miradas, en el caso que nos ocupa nos encontramos unos personajes de verborrea incontrolable, con un lenguaje que suena totalmente impostado para un joven de 17 años, y situaciones que fuerzan el drama para hacer caer lo máximo posible al protagonista en una miseria psicológica de la que no pueda salir. Aquí sí hay una pornomelancolía que deja al espectador extasiado ante esa búsqueda constante por la lágrima y el exceso de situaciones dramáticas.
Christophe Honoré que en un principio parece que coquetea con el género documental, las entrevistas, la cámara en mano, a medida que avanza la cinta recurre a ciertos elementos visuales y decisiones artísticas excesivas, recargadas y chirriantes (casi como la propia película) que no terminan de encajar y que a más de uno podrá sacar de la película si tienen la suerte de conectar con ella en algún momento. Sin ninguna duda la peor película a competición de las que llevamos vistas y para quien esto escribe es la peor de las vistas en el festival.
Por suerte, y cuando todo lo demás falla, siempre podemos confiar en el cine asiático que se proyecta en el Zinemaldia y en esta ocasión desde Japón nos ha llegado la que para mí es la mejor película que he visto este año.
HYAKKA / A HUNDRED FLOWERS () supone el debut en la dirección de Genki Kawamura productor de películas notables de animación como son El Niño y la bestia, Belle, Your Name o El Tiempo contigo, películas (sobre todo las dos últimas) que sorpresivamente dialogan bastante bien con su ópera prima. Para su primera película Kawamura adapta su propia novela publicada en 2019 en la que La mente de Yuriko comienza a deteriorarse rápidamente. Sin embargo, para su hijo Izumi, los recuerdos de su madre permanecen tan nítidos como cuando vivió la experiencia que los originó, un recuerdo de una vivencia que lo persigue y atormenta.
Desde el primer plano, un breve plano secuencia, vemos que algo no está bien, un acto que se repite, pero que el espectador puede dudar de si realmente es lo mismo. En ese juego de repeticiones, desdoblamientos, dos versiones de un mismo hecho y medias verdades, la película consigue una efectos y momentos visuales realmente impactantes pero Kawamura no deja que esos destellos de excelente planificación y grandes movimientos de cámara se coman la película si no que le ayudan a construir un sólido relato sobre el Alzheimer y sobre la relación madre-hijo y lo hace (como en la película danesa) apostando por la sencillez, los pequeños gestos, la contención y esa sensibilidad tan característica del cine japonés que, incluso en la tristeza de la enfermedad, se siente como un abrazo al espectador.
Además del apartado visual hay que destacar un excelente guión que juega muy bien con la dualidad entre el el no poder y el no querer recordar. Dos posiciones que se van descubriendo en dosificación perfecta de la información que consigue que poco a poco la emoción vaya filtrando todas las capas que componen la película para llegar a un desenlace tan bonito, poético y sensible ante el que es imposible no emocionarse, levantarse de la butaca, aplaudir y abrazarte con la persona que tengas más cerca.
Una auténtica joya de las que pocas veces tenemos la suerte de disfrutar en una Sección Oficial y que quiero que el sábado reciba algún premio. Mientras esperamos a que eso suceda en los próximos artículos seguiremos comentando las películas que podrían hacerle sombra pero hasta entonces nos vemos en los cines.
Este año también comentaré más películas en el Podcast de Cinema Manifesto y como todos los años podéis leerme en la cuenta de twitter Charlyr2d2.
Escribí hace unos días que estábamos viendo muchas películas en las que el elemento central era un personaje femenino o que la historia giraba alrededor de ese universo femenino. Además, y quizás como consecuencia de haber sufrido una pandemia y las pérdidas de vidas humanas que se han producido, estamos viendo muchas historias que relatan el duelo y las diferentes formas de vivirlo. En la sección oficial hemos podido ver dos ejemplos de ello y con resultados muy dispares.
RESTEN AF LIVET / FOREVER () empieza casi como una película costumbrista de la vida de los cuatro miembros de una familia danesa acomodada, sus tradiciones, sus hobbies, su relaciones personales se van desarrollando durante los primeros minutos de la cinta sin que sepamos muy bien si habrá algo más. Y de repente algo sucede, un cambio de plano, una elipsis temporal y un tono más frío de la fotografía nos hace entender que algo ha pasado, la familia prepara el funeral del hijo mayor.
Frelle Petersen dota a su película de una propuesta visual que liga a la perfección con los personajes y el ritmo de la cinta. Un tono sobrio, contenido, en el que la emoción se va acumulando escena a escena, donde no hay lugar para los gritos y los excesos. Para muchos esta decisión podría parecerles fría e incluso hacer que no lograsen empatizar con los protagonistas y sus diferentes formas de llevar el duelo, pero que finalmente son comportamientos en los que muchos podríamos vernos reflejados, desde el aislamiento absoluto, hasta la negación pasando por el exceso de recuerdo. Diferentes puntos de vista, que generarán el desgaste de la familia y la aparición de las primeras grietas, y es que ¿cómo van a seguir viviendo como siempre si no es lo mismo?. ¿Cómo seguir adelante si ya no tienes al hermano confidente en el que apoyarse mientras luchabas por tener un hijo? ¿Cómo no sentir un vacío cada vez que abres la tienda en la que trabajabas codo a codo con tu hijo? ¿Cómo volver a montar a caballo sin que tu hijo galope a tu lado?.
Ante la pérdida parece que el mundo se detiene para alguno de los personajes y el director danés lo potencia haciendo un uso de la cámara muy estático queriendo casi parar el tiempo y apoyándose en el montaje y en el maravilloso trabajo actoral para ir provocando el in crescendo emocional. El apostar por un drama contenido en el que no se cargan las tintas contra la pérdida ni se busca la lágrima fácil la película encuentra su mejor baza pues donde en otras propuestas nos acercaríamos al pornosentimentalismo aquí tenemos una visión más humanista en la que a pesar de las dificultades, lo duro del viaje y las subidas y bajadas de esta montaña rusa que es la vida los protagonistas siempre tendrán una luz al final del túnel.
Con resultado y tono totalmente opuesto se ha presentado LE LICÉEN / WINTER BOY (), en la que a sus 17 años, Lucas verá cómo su adolescencia se hace añicos en un abrir y cerrar de ojos. Con la muerte de su padre verá como su vida se desmorona y luchará por salir adelante junto a un hermano afincado en París y una madre con la que ahora vive solo. Si en la propuesta danesa todo era contención, diálogos justos, dejando más espacio a que hablasen los silencios y las miradas, en el caso que nos ocupa nos encontramos unos personajes de verborrea incontrolable, con un lenguaje que suena totalmente impostado para un joven de 17 años, y situaciones que fuerzan el drama para hacer caer lo máximo posible al protagonista en una miseria psicológica de la que no pueda salir. Aquí sí hay una pornomelancolía que deja al espectador extasiado ante esa búsqueda constante por la lágrima y el exceso de situaciones dramáticas.
Christophe Honoré que en un principio parece que coquetea con el género documental, las entrevistas, la cámara en mano, a medida que avanza la cinta recurre a ciertos elementos visuales y decisiones artísticas excesivas, recargadas y chirriantes (casi como la propia película) que no terminan de encajar y que a más de uno podrá sacar de la película si tienen la suerte de conectar con ella en algún momento. Sin ninguna duda la peor película a competición de las que llevamos vistas y para quien esto escribe es la peor de las vistas en el festival.
Por suerte, y cuando todo lo demás falla, siempre podemos confiar en el cine asiático que se proyecta en el Zinemaldia y en esta ocasión desde Japón nos ha llegado la que para mí es la mejor película que he visto este año.
HYAKKA / A HUNDRED FLOWERS () supone el debut en la dirección de Genki Kawamura productor de películas notables de animación como son El Niño y la bestia, Belle, Your Name o El Tiempo contigo, películas (sobre todo las dos últimas) que sorpresivamente dialogan bastante bien con su ópera prima. Para su primera película Kawamura adapta su propia novela publicada en 2019 en la que La mente de Yuriko comienza a deteriorarse rápidamente. Sin embargo, para su hijo Izumi, los recuerdos de su madre permanecen tan nítidos como cuando vivió la experiencia que los originó, un recuerdo de una vivencia que lo persigue y atormenta.
Desde el primer plano, un breve plano secuencia, vemos que algo no está bien, un acto que se repite, pero que el espectador puede dudar de si realmente es lo mismo. En ese juego de repeticiones, desdoblamientos, dos versiones de un mismo hecho y medias verdades, la película consigue una efectos y momentos visuales realmente impactantes pero Kawamura no deja que esos destellos de excelente planificación y grandes movimientos de cámara se coman la película si no que le ayudan a construir un sólido relato sobre el Alzheimer y sobre la relación madre-hijo y lo hace (como en la película danesa) apostando por la sencillez, los pequeños gestos, la contención y esa sensibilidad tan característica del cine japonés que, incluso en la tristeza de la enfermedad, se siente como un abrazo al espectador.
Además del apartado visual hay que destacar un excelente guión que juega muy bien con la dualidad entre el el no poder y el no querer recordar. Dos posiciones que se van descubriendo en dosificación perfecta de la información que consigue que poco a poco la emoción vaya filtrando todas las capas que componen la película para llegar a un desenlace tan bonito, poético y sensible ante el que es imposible no emocionarse, levantarse de la butaca, aplaudir y abrazarte con la persona que tengas más cerca.
Una auténtica joya de las que pocas veces tenemos la suerte de disfrutar en una Sección Oficial y que quiero que el sábado reciba algún premio. Mientras esperamos a que eso suceda en los próximos artículos seguiremos comentando las películas que podrían hacerle sombra pero hasta entonces nos vemos en los cines.
Este año también comentaré más películas en el Podcast de Cinema Manifesto y como todos los años podéis leerme en la cuenta de twitter Charlyr2d2.