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Zinemaldia 2022 (I). Vuelta a la normalidad

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Carlos Fernández, 17/09/2022

Una hoja en blanco, un puntero parpadeando y aquí estoy yo, un año más, a pocas horas de haberse inaugurado oficialmente el Festival Internacional de Cine de San Sebastián escribiendo entre los pocos huecos que tenemos entre película y película para contaros las primeras sensaciones de lo que vamos viendo en las pantallas. Lo más complicado de todo es trasladar a palabras la emoción que supone para cualquier amante del cine poder estar en un festival, 24 horas rodeados de actores, directores, conversaciones sobre una u otra película, comentarios buenos y malos, carreras para llegar a los pases (aunque esto gracias a los nuevos sistemas de retirada de entradas se ha eliminado y podemos ir mucho más tranquilos) y, este año sí, salas LLENAS. Después de dos años con aforos reducidos la mayor alegría en esta 70 edición del Zinemaldia es poder volver a ver las salas sin un asiento vacío y las largas colas de gente para entrar a las proyecciones.

Aunque un festival de cine dure 9-10 días empieza bastante antes cuando toca hacer el horario de películas que ir a ver. Planning en el que hay que tomar decisiones bastante duras ¿ver una película a la que le tengo muchas ganas pero que se estrenará una semana después de acabar el festival u otra que no sé casi ni de qué va pero que probablemente nunca la pueda recuperar? Y esas decisiones difíciles son las que hacen que por ejemplo este año no vaya a ver la película de inauguración, Modelo 77, un thriller dirigido por el siempre interesante Alberto Rodríguez, basado en la historia real de Cárcel Modelo. Barcelona en 1977, donde Manuel, un joven contable, encarcelado y pendiente de juicio por cometer un desfalco, se enfrenta a una posible pena de entre 6 y 8 años. Allí, junto a su compañero de celda, Pino, se une a COPEL, un colectivo de presos que luchará por los derechos de los presos comunes y la amnistía iniciando una guerra por la libertad que hará tambalearse al sistema penitenciario español.
La película llegará a los cines el 23 de septiembre (un día antes de terminar el festival) por lo que el no tener que esperar mucho para verla en salas comerciales me ha llevado a inaugurar mi Zinemaldia con una película coreana de la Sección New Directors. JEONG-SU () lleva una vida ordenada y rutinaria, trabaja en el turno de noche en una fábrica de alimentos, dónde tiene que lidiar con un jefe joven que la trata con arrogancia y desdén, e intenta mantener una estrecha relación con su hija, la cual prepara su inminente boda mientras que deja de lado un poco a su madre. Algo cambiará en la vida de Jeong-Su cuando empiece a trabajar un compañero nuevo, Young-soo, un extrabajador de la construcción que se muestra atento, afable y cariñoso con ella desde el primer momento un compañero de trabajo, se acerca a ella.

Con todos esos elementos la directora debutante, Jeong Ji-Hye, construye una película que en su primera mitad apuesta por ser una drama romántico con ciertos toques de denuncia social sobre la situación de invisibilidad o sumisión de la mujer madura en la sociedad coreana. En esta primera mitad en que todos los elementos de la historia se ponen sobre el tablero la narración errática, la evolución temporal a trompicones, la reiteración de ciertas acciones y lo alargado de dicha presentación hace que por momentos parezca que no va a conseguir contar nada de interés. Por suerte esto cambia cuando el relato se centra en la figura de Young-soo y como en su afán por ser aceptado por el grupo de hombres jóvenes de la fábrica acabará llevando a cabo un acto denunciable y que pone de manifiesto algo demasiado común en nuestros días, como es lo mal avenidas que están la intimidad con las nuevas tecnologías.
En esa segunda mitad la historia consigue alzar el vuelo con un guión mucho más centrado en lo que quiere contar y consiguiendo un gran retrato de las consecuencias de compartir un vídeo íntimo tanto en la persona que lo hace como en la que lo sufre. Reflejando muy fielmente las jerarquías de poder existentes en nuestra sociedad y como los actos de “hombres haciendo de hombres” en muchos casos llegan a quedar impunes ante la impotencia y la burocracia necesaria para penalizarlos.
En cuanto la película consigue enfocar su denuncia todos los elementos que en un principio nos parecían carentes de interés entran en juego como podría ser el personaje de la hija de la protagonista (Geumseona Yoon) que va ganando importancia y peso dramático para regalarnos varias escenas madre-hija en el que las dos actrices demuestran su gran talento (lo cual beneficia también al resultado final de la película pues esos momentos consiguen elevar bastante el nivel general de la cinta).
Si bien las sensaciones al finalizar la proyección eran bastante agradables podrían haber sido mucho mejores de no ser por una escena casi final en el que el tono de la misma, a pesar de ser consecuente con el desarrollo del personaje de Jeong-Su, puede resultar chocante y no encajar como debería en algunos espectadores. A pesar de ello nos encontramos con un debut bastante solvente y prometedor.
Otro debut ha sido el encargado de dar el pistoletazo de salida a la Competición Oficial, RUNNER (), que cuenta la historia de Haas quien tras la muerte súbita de su padre tendrá que recorrer los vastos parajes de Estados Unidos para enterrarlo. En ese viaje conocerá a Will otro joven, que como ella, busca su lugar en el mundo.

Si tuviésemos que hacer un esquema de la película típica que nos encontramos en un festival Runner cumpliría todos los requisitos. Una fotografía muy potente convierte la pantalla en una sucesión de postales casi inmóviles de planos generales que sirven para remarcar la insignificancia de los personajes frente a los paisajes. Unos personajes de muy pocas palabras y pocas acciones que provocan que durante gran parte del metraje nos lleguemos a preguntar si realmente está pasando algo, y es que este, en teoría, retrato sobre la pérdida que es a su vez un viaje por encontrarse a uno mismo y convertirse en adulto a pesar de tener secuencias interesantes, todo el tramo final es muy potente y el cierre de la historia a mí me parece sobresaliente pero, se acaba quedando más en la forma que en el fondo ya que la falta de profundidad en la definición de los personajes así como el letargo que provoca su montaje pausado de planos larguísimos hacen que sus escasos 76 minutos acaben por hacerse largos.
A pesar de todo es de esas películas que también acaban en el palmarés de un festival y en este caso fotografía y dirección son dos premios a los que podría optar fácilmente.
Mañana hablaremos de más películas a competición y de las dos primeras joyas que hemos podido ver este año, Broker y Un Año, una noche. Hasta entonces nos vemos en los cines.
Este año también comentaré las películas en el Podcast de Cinema Manifesto y como todos los años podéis leerme en la cuenta de twitter Charlyr2d2.