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ZINEMALDIA 2020 (VII). De madres e hijos de...
Carlos Fernández, 26/09/2020
Tras ocho días de cine podemos decir que hemos llegado al último día del final. Un final que, como todos los años, se presenta agridulce por un lado las ganas de dormir del tirón más de cinco horas y recuperar el sueño perdido y por otro la tristeza de saber que habrá que esperar un año para volver a disfrutar de la mejor experiencia del mundo que es vivir viendo películas durante los nueve días que dura el Zinemaldia.
En este año raro, del que hablaré en el artículo resumen de la edición, la emoción de volver a San Sebastián a disfrutar de un evento que, para mí, es una parte importante de mi vida y que espero con nerviosismo su llegada cada año, y que ha conseguido alegrar un poco este gris 2020. Pero antes de las despedidas y a pocas horas de que se conozca el palmarés voy a repasar las dos últimas películas que entraron en competición. Dos propuestas asiáticas alejadas en temática y estilo pero que me dejaron sensaciones muy positivas.
Estamos acostumbrados, en el llamado nuevo cine chino que nos llega, a ver la constante lucha entre la tradición y la modernidad, además de una crítica al egoísmo del capitalismo salvaje como elemento destructor de una sociedad donde se empieza a perder el sentimiento de pertenecer a una comunidad en pos del individualismo.
De todo eso también se habla en WUHAI () en la que Yang Hua, incomodado por las diferencias de nivel económico entre su familia y la de su mujer, se asocia con su amigo Luo Yu en un negocio de préstamos comerciales, pero desafortunadamente fracasa y termina ahogado en deudas.
Aunque en un primer momento la película se descubre como un drama sobre una ruptura de pareja, en la que esas deudas son parte culpable de esa crisis, a los pocos minutos se descubren sus verdaderas cartas, un thriller entenedísimo con momentos excéntricos que se integran perfectamente en la trama de la película. En su desarrollo, la propia película, es consciente del género que toca y a medida que la situación de peligro para el protagonista aumenta también lo hacen los momentos de tensión y confrontación que desembocan en un final que se mueve peligrosamente en el filo de navaja entre lo cruel y lo ridículo.
Con un grandísimo manejo de la cámara, Ziyang Zhou en su segunda película, y apoyado en una magnífica fotografía que, apostando por las imágenes granuladas y saturadas como metáfora de las diferentes tierras, rocas y arenas por las que se mueve el protagonista, consigue crear imágenes realmente icónicas y de una belleza enorme que contrastan con lo turbio y oscuro del mundo de créditos, cobradores, extorsiones y deudas al que el personaje de Yang Hua deberá hacer frente.
Además de la en la dirección y de la fotografía la película tiene una buena baza a entrar en palmarés en el trabajo de su actor protagonista, Xuan Huang, como ese personaje, de trasfondo oscuro que sobrepasado por la situación tendrá que llevar hasta las últimas consecuencias sus decisiones.
Y de China a Japón y del thriller al drama. Antes de empezar a comentara hablar de ella tengo que decir que no suelo conectar con el cine de Naomi Kawase el cual me suele aburrir bastante y del que desconecto en cuanto se pone naturalista. Dicho esto TRUE MOTHERS () me parece no solo la segunda mejor película de la Sección Oficial sino además es de las mejores películas vistas durante esta edición, en ella Kawase cuenta como Satoko y su marido, tras una larga e insatisfactoria lucha por quedarse embarazada y convencida por una asociación de adopción, deciden adoptar a un niño. Años después, su familia se tambalea con la amenaza de Hitari, una chica desconocida que dice ser la madre biológica.
Kawase vuelve a conectar su historia con la naturaleza, aunque en este caso no me molesta, y más concretamente con el mar como elemento que nos une y nos separa, en el que las olas y su vaivén marcan el propio desarrollo de la película con avances y retrocesos en el tiempo para hacer llegar al espectador la emoción en pequeñas dosis. Una emoción que se muestra en el primer tercio con tanta fuerza que de seguir a ese nivel podría haber resultado cargante pero que kawase sabe suavizar a tiempo para desviar la atención y volver tiempo después para rematar una historia que no solo habla de las alegrías y tristezas de ser madre, de la adopción o de la aceptación de los errores en la vida, si no que habla de la sororidad y de como apoyándose unas en otros consiguen salir adelante. En esa doble lectura tenemos, para lo bueno y para lo malo, una puesta por la emoción con momentos bonitos y “almibarados” que para el espectador que no conecte con ellos podrán a ser llegar cargantes y una excusa para alargar en exceso la película pero que son un verdadero regalo para los espectadores que llegados a ese punto totalmente entregados, como en mi caso.
Nunca pensé que escribiría tan bien sobre una película de Kawase pero este 2020 sigue haciendo de las suyas aunque en este caso ha sido para bien.
En el próximo artículo hablaremos del palmarés y comentaremos alguna de las películas que nos han quedado en el tintero. Hasta entonces ¡Nos vemos en el cine!
Twitter Carlos Fernández
En este año raro, del que hablaré en el artículo resumen de la edición, la emoción de volver a San Sebastián a disfrutar de un evento que, para mí, es una parte importante de mi vida y que espero con nerviosismo su llegada cada año, y que ha conseguido alegrar un poco este gris 2020. Pero antes de las despedidas y a pocas horas de que se conozca el palmarés voy a repasar las dos últimas películas que entraron en competición. Dos propuestas asiáticas alejadas en temática y estilo pero que me dejaron sensaciones muy positivas.
Estamos acostumbrados, en el llamado nuevo cine chino que nos llega, a ver la constante lucha entre la tradición y la modernidad, además de una crítica al egoísmo del capitalismo salvaje como elemento destructor de una sociedad donde se empieza a perder el sentimiento de pertenecer a una comunidad en pos del individualismo.
De todo eso también se habla en WUHAI () en la que Yang Hua, incomodado por las diferencias de nivel económico entre su familia y la de su mujer, se asocia con su amigo Luo Yu en un negocio de préstamos comerciales, pero desafortunadamente fracasa y termina ahogado en deudas.
Aunque en un primer momento la película se descubre como un drama sobre una ruptura de pareja, en la que esas deudas son parte culpable de esa crisis, a los pocos minutos se descubren sus verdaderas cartas, un thriller entenedísimo con momentos excéntricos que se integran perfectamente en la trama de la película. En su desarrollo, la propia película, es consciente del género que toca y a medida que la situación de peligro para el protagonista aumenta también lo hacen los momentos de tensión y confrontación que desembocan en un final que se mueve peligrosamente en el filo de navaja entre lo cruel y lo ridículo.
Con un grandísimo manejo de la cámara, Ziyang Zhou en su segunda película, y apoyado en una magnífica fotografía que, apostando por las imágenes granuladas y saturadas como metáfora de las diferentes tierras, rocas y arenas por las que se mueve el protagonista, consigue crear imágenes realmente icónicas y de una belleza enorme que contrastan con lo turbio y oscuro del mundo de créditos, cobradores, extorsiones y deudas al que el personaje de Yang Hua deberá hacer frente.
Además de la en la dirección y de la fotografía la película tiene una buena baza a entrar en palmarés en el trabajo de su actor protagonista, Xuan Huang, como ese personaje, de trasfondo oscuro que sobrepasado por la situación tendrá que llevar hasta las últimas consecuencias sus decisiones.
Y de China a Japón y del thriller al drama. Antes de empezar a comentara hablar de ella tengo que decir que no suelo conectar con el cine de Naomi Kawase el cual me suele aburrir bastante y del que desconecto en cuanto se pone naturalista. Dicho esto TRUE MOTHERS () me parece no solo la segunda mejor película de la Sección Oficial sino además es de las mejores películas vistas durante esta edición, en ella Kawase cuenta como Satoko y su marido, tras una larga e insatisfactoria lucha por quedarse embarazada y convencida por una asociación de adopción, deciden adoptar a un niño. Años después, su familia se tambalea con la amenaza de Hitari, una chica desconocida que dice ser la madre biológica.
Kawase vuelve a conectar su historia con la naturaleza, aunque en este caso no me molesta, y más concretamente con el mar como elemento que nos une y nos separa, en el que las olas y su vaivén marcan el propio desarrollo de la película con avances y retrocesos en el tiempo para hacer llegar al espectador la emoción en pequeñas dosis. Una emoción que se muestra en el primer tercio con tanta fuerza que de seguir a ese nivel podría haber resultado cargante pero que kawase sabe suavizar a tiempo para desviar la atención y volver tiempo después para rematar una historia que no solo habla de las alegrías y tristezas de ser madre, de la adopción o de la aceptación de los errores en la vida, si no que habla de la sororidad y de como apoyándose unas en otros consiguen salir adelante. En esa doble lectura tenemos, para lo bueno y para lo malo, una puesta por la emoción con momentos bonitos y “almibarados” que para el espectador que no conecte con ellos podrán a ser llegar cargantes y una excusa para alargar en exceso la película pero que son un verdadero regalo para los espectadores que llegados a ese punto totalmente entregados, como en mi caso.
Nunca pensé que escribiría tan bien sobre una película de Kawase pero este 2020 sigue haciendo de las suyas aunque en este caso ha sido para bien.
En el próximo artículo hablaremos del palmarés y comentaremos alguna de las películas que nos han quedado en el tintero. Hasta entonces ¡Nos vemos en el cine!
Twitter Carlos Fernández