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Zinemaldia 2016. Día 1. De Zidanes y Pavones
Carlos Fernández, 17/09/2016
¿Cuántas veces hemos escuchado (e incluso dicho) aquello de ‘cómo pasa el tiempo’? La relatividad del tiempo es algo bastante curioso: en la última semana los relojes se detenían y parecía que, como si nos encontrásemos en una cápsula del tiempo de Dragon ball, los minutos se convertían en horas. Todo tenía una explicación, se acercaba el Festival Internacional de Cine de San Sebastián y las ganas de volver a la ciudad de La Concha y el Kursaal provocaba que el tiempo casi se detuviera.
Volver a San Sebastián es reencontrarse con los rompecabezas para cuadrar horarios, con las carreras entre sesiones, con los pequeños hurtos a nuestras horas de sueño para poder ver una película más, con las comidas sobre el teclado para que el artículo esté listo antes de que el proyeccionista le dé al play al proyector y, sobre todo, es el reencuentro con todos esos compañeros de batallas festivaleras que poco a poco se van convirtiendo en amigos. Y es que después de 10 años acreditado en el festival os engañaría si no reconociese que es muy difícil separar esa parte sentimental de la propiamente objetiva, aunque lo intente en gran media.
Cuando uno echa cuentas de los 10 años en el festival, el número de películas vistas, las fotos con famosetes, las anécdotas, se da cuenta de algo que año a año pasa un poco desapercibido: mientras uno va ganando experiencia (que nos hacemos viejos), aparece una nueva generación de informadores o periodistas en cuyas ganas y emoción por cubrir el festival podría verme reflejado yo mismo hace una década. Ellos son la cantera de la información cinematográfica en España.
Y si los jóvenes periodistas están poco a poco haciéndose hueco, las jóvenes promesas de la dirección cinematográfica buscan su sitio. Ahí este año el Zinemaldia ha dado un paso adelante y ha decidido apostar por algo que le hizo diferente y le otorgó estatus años atrás: descubrir nuevos talentos, mientras otros festivales recurren a los mismos ‘cromos’ de siempre (con resultado dispar). Y no sólo lo hace a través de la sección Nuevos Directores, sino dándoles un papel de relevancia en la Sección Oficial donde hasta 5 óperas primas entran a competición. Pelearán por la Concha de Oro con nombres ya consagrados como Sang-soo Hong, Alberto Rodríguez, Bertrand Bonello o Emmanuelle Bercot. Veremos si al final del festival y en los años venideros estos ‘pavones’ acaban despuntando en las grandes ligas de festivales cinematográficos.
Habrá que esperar un par de días hasta que los nóveles entren en competición. Una sección que hoy ha dado el pistoletazo de salida con una inauguración un tanto inusual. En los últimos años el Zinemaldia nos tenía acostumbrados a películas inaugurales con grandes nombres, apoyadas en una fuerte campaña publicitaria y siempre con títulos fuera de concurso. Este año esa tradición se ha roto con la elección de La Doctora de Brest, una película francesa basada en hechos reales que cuenta la batalla legal de una neumóloga contra una farmacéutica, al descubrir que su medicamento contra la diabetes estaba provocando problemas cardíacos y hasta la muerte a aquellos pacientes que lo consumían.
Emmanuelle Bercot inaugura San Sebastián tras hacer el año pasado lo propio con Cannes y ha logrado que en ambos casos la recepción de su película haya sido muy tibia (siendo benevolentes). En ningún momento Bercot parece dar con la tecla correcta del tono, rompiendo el ritmo dramático de la historia en varias ocasiones, lo que provoca un desarrollo de ‘encefalograma plano’ que no activa al espectador en ningún momento. Un tono que tampoco define la banda sonora, que se mueve entre la música electrónica típica del porno de los años 90 y ciertas composiciones con arreglos orquestales.
En esa indefinición del tono, y totalmente perdida, encontramos a Sidse Babett Knudsen, quien en más de una ocasión roza peligrosamente la sobreactuación en su papel de doctora deslenguada y decidida luchadora de las causas (a priori) perdidas. Un personaje que recuerda constantemente, por algunas excentricidades, al interpretado por Julia Roberts en Erin Brockovich, lo que realmente también le hace un flaco favor, pues en todas las comparaciones La Doctora de Brest sale perdiendo.
Ante el desastre que es la película, en términos generales, hay que reconocerle aciertos a la hora de encontrar el ritmo perfecto tanto en la narración de los hechos como en la forma de presentarlos, consiguiendo que en ningún momento de sus más de dos horas caiga en el tedio, y que a pesar de la gran cantidad de nombres y datos todos sean fácilmente asimilables. En definitiva, una cinta plana y sin pegada, todo lo contrario de lo que se espera de una historia de denuncia social, que ha recibido aplausos y algún que otro silbido al terminar la proyección.
Aprovechando la incursión de directores noveles en Sección Oficial, voy a intentar seguir más de cerca la otra sección donde compiten los debutantes (o casi debutantes). Hoy en Nuevos Directores hemos podido ver dos películas que podrían ser las dos caras de una misma moneda: las dos presentan una historia muy interesante, pero mientras una falla en su desarrollo, la otra consigue salir airosa a pesar de (o gracias a) transitar por lugares comunes. Lo más emocionante de esta sección es que es difícil prepararte para lo que vas a ver, ya que la mayoría de los directores no tienen trabajos previos, no han pasado por festivales y ya sabemos que tampoco nos podemos fiar mucho de los tráilers, por lo que lo mejor es entrar en la sala, sentarse en la butaca y dejarse llevar.
En Park, que he visto en un casi desierto pase de prensa mientras la mayoría de compañeros seguían con Sección Oficial y con Toni Erdmann (que desgraciadamente no voy a poder recuperar), nos hemos dejado llevar hasta la Villa Olímpica de Atenas doce años después que la ciudad acogiese los Juegos Olímpicos, para mostrarnos el retrato de una generación perdida de jóvenes que crecen entre las ruinas de lo que fue el sueño olímpico. Una generación sin futuro, rodeada de pobreza y podredumbre, donde en muchas ocasiones la violencia es la única válvula de escape para salir adelante, o al menos intentarlo.
Con un punto de partida interesante y potente (y con unos diálogos casi inexistentes), la película narra el día a día de estos jóvenes, sus rutinas y sus relaciones, rozando el cine documental. La cinta se sigue con interés hasta que a partir de la primera hora vuelve a transitar por terrenos ya mostrados, situaciones que se repiten llegando a provocar el aburrimiento al espectador y dejando claro que muchas veces menos es más y que con veinte minutos menos la cinta sería mucho más redonda. Es una lástima que al final quede un regusto de cinta interesante pero desaprovechada.
Si con Park hablamos de película alargada, en el lado contrario estaría Waldstille, segunda película a competición en Nuevos Directores del día. Desde los Países Bajos nos llega este sólido drama sobre un reencuentro paterno-filial que, si bien nos puede sonar a ya vista, contiene varios aciertos y variantes que la convierten en una película muy disfrutable.
Estamos ante una propuesta en la que el mayor fuerte es acercarse lo máximo a la realidad, sin forzar ninguna situación y dejando fluir las acciones de los personajes, lo que desemboca en un notable desenlace alejado totalmente del drama exagerado que busca la vuelta de tuerca para sorprender al espectador. La realizadora Martijn Maria Smits no juega a juzgar a sus personajes, no hay buenos ni malos, ni héroes en busca de redención, simplemente personas normales en situaciones extraordinarias que nos hacen plantearnos a nosotros mismos qué grado de moralidad nos aplicaríamos si nos viésemos envueltos en ellas.
Por los aplausos escuchados y por algunas notas vistas en las urnas del jurado joven puedo decir que la recepción ha sido muy positiva. Habrá que ver con qué puntuación se coloca en el Premio de la Juventud.
Mañana toca día potente con cuatro películas a competición oficial y, si da tiempo, repasaremos las dos primeras joyitas que nos ha dejado este Zinemaldia. Mientras llegan los artículos podéis seguir las cuentas de @ibb219 , @CINeol y @charlyr2d2 en Twitter.
(más fotos en la galería de fotos del Festival de San Sebastián 2016)
Volver a San Sebastián es reencontrarse con los rompecabezas para cuadrar horarios, con las carreras entre sesiones, con los pequeños hurtos a nuestras horas de sueño para poder ver una película más, con las comidas sobre el teclado para que el artículo esté listo antes de que el proyeccionista le dé al play al proyector y, sobre todo, es el reencuentro con todos esos compañeros de batallas festivaleras que poco a poco se van convirtiendo en amigos. Y es que después de 10 años acreditado en el festival os engañaría si no reconociese que es muy difícil separar esa parte sentimental de la propiamente objetiva, aunque lo intente en gran media.
Cuando uno echa cuentas de los 10 años en el festival, el número de películas vistas, las fotos con famosetes, las anécdotas, se da cuenta de algo que año a año pasa un poco desapercibido: mientras uno va ganando experiencia (que nos hacemos viejos), aparece una nueva generación de informadores o periodistas en cuyas ganas y emoción por cubrir el festival podría verme reflejado yo mismo hace una década. Ellos son la cantera de la información cinematográfica en España.
Y si los jóvenes periodistas están poco a poco haciéndose hueco, las jóvenes promesas de la dirección cinematográfica buscan su sitio. Ahí este año el Zinemaldia ha dado un paso adelante y ha decidido apostar por algo que le hizo diferente y le otorgó estatus años atrás: descubrir nuevos talentos, mientras otros festivales recurren a los mismos ‘cromos’ de siempre (con resultado dispar). Y no sólo lo hace a través de la sección Nuevos Directores, sino dándoles un papel de relevancia en la Sección Oficial donde hasta 5 óperas primas entran a competición. Pelearán por la Concha de Oro con nombres ya consagrados como Sang-soo Hong, Alberto Rodríguez, Bertrand Bonello o Emmanuelle Bercot. Veremos si al final del festival y en los años venideros estos ‘pavones’ acaban despuntando en las grandes ligas de festivales cinematográficos.
Habrá que esperar un par de días hasta que los nóveles entren en competición. Una sección que hoy ha dado el pistoletazo de salida con una inauguración un tanto inusual. En los últimos años el Zinemaldia nos tenía acostumbrados a películas inaugurales con grandes nombres, apoyadas en una fuerte campaña publicitaria y siempre con títulos fuera de concurso. Este año esa tradición se ha roto con la elección de La Doctora de Brest, una película francesa basada en hechos reales que cuenta la batalla legal de una neumóloga contra una farmacéutica, al descubrir que su medicamento contra la diabetes estaba provocando problemas cardíacos y hasta la muerte a aquellos pacientes que lo consumían.
Emmanuelle Bercot inaugura San Sebastián tras hacer el año pasado lo propio con Cannes y ha logrado que en ambos casos la recepción de su película haya sido muy tibia (siendo benevolentes). En ningún momento Bercot parece dar con la tecla correcta del tono, rompiendo el ritmo dramático de la historia en varias ocasiones, lo que provoca un desarrollo de ‘encefalograma plano’ que no activa al espectador en ningún momento. Un tono que tampoco define la banda sonora, que se mueve entre la música electrónica típica del porno de los años 90 y ciertas composiciones con arreglos orquestales.
En esa indefinición del tono, y totalmente perdida, encontramos a Sidse Babett Knudsen, quien en más de una ocasión roza peligrosamente la sobreactuación en su papel de doctora deslenguada y decidida luchadora de las causas (a priori) perdidas. Un personaje que recuerda constantemente, por algunas excentricidades, al interpretado por Julia Roberts en Erin Brockovich, lo que realmente también le hace un flaco favor, pues en todas las comparaciones La Doctora de Brest sale perdiendo.
Ante el desastre que es la película, en términos generales, hay que reconocerle aciertos a la hora de encontrar el ritmo perfecto tanto en la narración de los hechos como en la forma de presentarlos, consiguiendo que en ningún momento de sus más de dos horas caiga en el tedio, y que a pesar de la gran cantidad de nombres y datos todos sean fácilmente asimilables. En definitiva, una cinta plana y sin pegada, todo lo contrario de lo que se espera de una historia de denuncia social, que ha recibido aplausos y algún que otro silbido al terminar la proyección.
Aprovechando la incursión de directores noveles en Sección Oficial, voy a intentar seguir más de cerca la otra sección donde compiten los debutantes (o casi debutantes). Hoy en Nuevos Directores hemos podido ver dos películas que podrían ser las dos caras de una misma moneda: las dos presentan una historia muy interesante, pero mientras una falla en su desarrollo, la otra consigue salir airosa a pesar de (o gracias a) transitar por lugares comunes. Lo más emocionante de esta sección es que es difícil prepararte para lo que vas a ver, ya que la mayoría de los directores no tienen trabajos previos, no han pasado por festivales y ya sabemos que tampoco nos podemos fiar mucho de los tráilers, por lo que lo mejor es entrar en la sala, sentarse en la butaca y dejarse llevar.
En Park, que he visto en un casi desierto pase de prensa mientras la mayoría de compañeros seguían con Sección Oficial y con Toni Erdmann (que desgraciadamente no voy a poder recuperar), nos hemos dejado llevar hasta la Villa Olímpica de Atenas doce años después que la ciudad acogiese los Juegos Olímpicos, para mostrarnos el retrato de una generación perdida de jóvenes que crecen entre las ruinas de lo que fue el sueño olímpico. Una generación sin futuro, rodeada de pobreza y podredumbre, donde en muchas ocasiones la violencia es la única válvula de escape para salir adelante, o al menos intentarlo.
Con un punto de partida interesante y potente (y con unos diálogos casi inexistentes), la película narra el día a día de estos jóvenes, sus rutinas y sus relaciones, rozando el cine documental. La cinta se sigue con interés hasta que a partir de la primera hora vuelve a transitar por terrenos ya mostrados, situaciones que se repiten llegando a provocar el aburrimiento al espectador y dejando claro que muchas veces menos es más y que con veinte minutos menos la cinta sería mucho más redonda. Es una lástima que al final quede un regusto de cinta interesante pero desaprovechada.
Si con Park hablamos de película alargada, en el lado contrario estaría Waldstille, segunda película a competición en Nuevos Directores del día. Desde los Países Bajos nos llega este sólido drama sobre un reencuentro paterno-filial que, si bien nos puede sonar a ya vista, contiene varios aciertos y variantes que la convierten en una película muy disfrutable.
Estamos ante una propuesta en la que el mayor fuerte es acercarse lo máximo a la realidad, sin forzar ninguna situación y dejando fluir las acciones de los personajes, lo que desemboca en un notable desenlace alejado totalmente del drama exagerado que busca la vuelta de tuerca para sorprender al espectador. La realizadora Martijn Maria Smits no juega a juzgar a sus personajes, no hay buenos ni malos, ni héroes en busca de redención, simplemente personas normales en situaciones extraordinarias que nos hacen plantearnos a nosotros mismos qué grado de moralidad nos aplicaríamos si nos viésemos envueltos en ellas.
Por los aplausos escuchados y por algunas notas vistas en las urnas del jurado joven puedo decir que la recepción ha sido muy positiva. Habrá que ver con qué puntuación se coloca en el Premio de la Juventud.
Mañana toca día potente con cuatro películas a competición oficial y, si da tiempo, repasaremos las dos primeras joyitas que nos ha dejado este Zinemaldia. Mientras llegan los artículos podéis seguir las cuentas de @ibb219 , @CINeol y @charlyr2d2 en Twitter.
(más fotos en la galería de fotos del Festival de San Sebastián 2016)