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Venezia 2024. ¿Victoria por KO técnico?

Venezia 2024. ¿Victoria por KO técnico?
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Immaculada Pilar, 26/08/2024

Desde la nueva aventura del Joker a lo nuevo de Gianni Amelio, es imposible tratar de buscar un hilo conductor en la Mostra Internacional de Cine. Cuanto más, mejor. Bajo esta idea parecen operar Barbera y su equipo. Algo que convierte su programación en un “elige tu aventura” y diluye la personalidad del certamen. 


Existe una geopolítica de los Festivales. Más divertida que la de los intereses de las macro corporaciones, o la de las alianzas internacionales, obviamente. Berlín y su aura de “cine social”; Cannes y sus vacas sagradas, su querencia por las estrellas de Hollywood y su pelea con Netflix; Toronto/Telluride y “la próxima ganadora del Oscar pasa por aquí”. Venecia, más allá de ser escaparate de todo cuanto producto hollywoodiense pueda acaparar, esconde todo un cine más curioso, minoritario, y a descubrir. Esa cara, fundamental para cualquier festival, se diluye entre  la cantidad de nombres, secciones y proyectos que parecen crecer año a año. 


Lo cierto es que su sección oficial (a concurso, fuera de concurso, no ficción, series), logra vencer por aplastamiento. Si ante tanto trajín de novedad “llamada a marcar los próximos meses cinéfilos” uno decide buscar alternativas, las encuentra: Clásicos, una sección Orizzonti cargada de propuestas no tan mediáticas, pero muy interesantes. Y si ya lo que le va es el riesgo, Giornate degli autori es lo más parecido a un juego de azar hecho sección de cine. Es decir, hay vida cinéfila más allá de los nombres top. Pero tal cantidad de proyectos y de posibilidades dificultan definir la personalidad del certamen. Cuando acaba la rueda de prensa de presentación de títulos, el que la haya seguido está agotado ante tamaño avalancha. 


No se trata de una queja de “es que hay demasiado que ver”, eso nunca ha de ser un problema. Ni siquiera por la implícita elección que obliga a decidir entre lo “Oficial” y esos proyectos fascinantes que no compiten pero que seducen a todo aficionado al cine, lleve acreditación de prensa o no. Da la sensación que, quizás, la Sección Oficial, el seleccionar qué películas se han de llevar el León de Oro, es menos importante que poder estrenar la nueva serie de Alfonso Cuarón fuera de concurso. Esto devalúa la importancia del certamen, obviamente.


Todo esto no debe dejar en un segundo plano el drama de esta edición: la película inaugural. Desconocemos qué cenó Tim Burton la noche que decidió que Bitelchús necesitaba una secuela. Ironías aparte, las películas inaugural se engloban en dos categorías habitualmente: las que despiertan el interés de quienes han de ver su estreno mundial (por nombres, por carreras, etc) o las que parecen que un “cómo no sabemos qué hacer con ella, pongamosla de inaugural”. El próximo miércoles sabremos qué es esta Bitelchús Bitelchús. ¿Cabe la posibilidad de qué nos guste o, incluso, entusiasme? Por supuesto. ¿Y de qué al finalizar pensemos “vamos ya con lo interesante, por favor”? Pues me temo que también. Guardemonos la frase sobre las segundas partes para la crónica, ya con la competición en marcha.