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Venezia 2024. La confirmación de Dea Kulumbegashvili

Venezia 2024. La confirmación de Dea Kulumbegashvili
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Immaculada Pilar, 06/09/2024

En el año 2020, la realizadora georgiana Dea Kulumbegashvili presentaba en el Festival de San Sebastián su primer largometraje, Beginning. Competía en Donostia como uno de los filmes con el “sello Cannes”: películas que habían sido seleccionadas para el certamen francés, que a causa de la pandemia no se celebró. Convertida en una de las películas que más división de opiniones ha causado en los últimos años, finalmente la cinta se hizo con la Concha de Oro a la mejor película, mejor directora, así como los premios a la Mejor Actriz y al guion. Con esta April, confirma su estilo y su saber hacer. 


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Para su segundo largometraje, Kulumbegashvili (lo repetiremos las veces que haga falta), nos lleva a una villa de cuyo nombre no nos informa, a los pies de las montañas del Cáucaso. El personaje protagonista es Nina, una ginecóloga que, además de su trabajo en el hospital, practica abortos ilegales en las aldeas de la zona. La actriz Ia Sukhitashvili vuelve a ser la protagonista de la cinta y de nuevo resulta creíble en su papel de mujer con un conflicto personal que va destapando según avanza la cinta. La sinopsis del filme, nos explica cómo tras la muerte de un recién nacido durante el parto al que asiste Nina, provoca que su profesionalidad sea puesta en duda, al tiempo que las sospechas sobre los abortos ilegales que estaría practicando ponen en peligro su continuidad en el hospital. Todo cierto, pero es imposible que cualquiera que lea esto y se enfrente a la película esté preparado para lo que va a ver. Por el planteamiento cinematográfico de la directora, por cómo aborda la historia y por la dureza de las imágenes. 

La película comienza con la imagen de un ser sin rostro pero decididamente femenino, de piel castigada, que se mueve por un vacío en el que es imposible saber si avanza o retrocede. Ruptura a un paisaje natural, a un manantial. Ruptura al interior del hospital, dónde se desarrolla el parto que ha de marcar la vida de la protagonista. En poco más de cinco minutos la película ha establecido una consecución de imágenes que se irán repitiendo durante toda la cinta. Así, la figura monstruosa aparecerá en varias escenas más.  Las escapadas a lo natural, a filmar tormentas, flores y distintos paisajes son una huida a lo puro, a lo natural. Y en el centro de todo, las escenas de la doctora realizando su trabajo. La primera de ellas, un parto rodado en plano cenital. Kulumbegashvili no ahorra ningún detalle del momento del nacimiento, puesto que es el cuerpo femenino el sujeto y el objeto del horror que la película va a mostrar. La realidad del parto, y después la del aborto, se muestran de manera directa. Junto al planteamiento visual de la directora, la banda sonora asincrónica de Matthew Herbert redondea esa sensación acuciante de constante peligro. 


En la forma de rodar las escenas relacionadas con las labores de la ginecóloga aparece una de las características de la forma de dirigir de Kulumbegashvili: su dominio del espacio y dónde colocar la cámara. La directora ha asimilado los códigos del cine de autor, más evidentes en Beginnig en cuanto que resultaban aún ajenos a la realizadora, y se los ha hecho propios, desarrollando un lenguaje cinematográfico que recurre a planos largos en los que las personas mantienen conversaciones inaudibles pero importantes a lo lejos, un juego de cámara muy estático, situando a los personajes al borde del plano, o fuera de él, dejando espacios vacíos que remarcan la sensación de soledad del personaje. Las escenas del ser monstruoso, que podrían parecer fuera de lugar en un film tan realista como este, devienen enseguida en clave al interpretarlo, casi desde el primer momento, como el reflejo del alma doliente y torturada de la médica. 

En cualquier caso, no estamos ante la típica película sobre el tema del "aborto". Las referencias no son tanto El acontecimiento, de Audrey Diwan o 4 meses, 3 semanas y 2 días de Cristian Mungiu. Es mucho más distante y fría. No es un alegato contra leyes opresivas con las mujeres, o contra dobles moralidades . Al final, la idea detrás de la película se resume en la frase de Nina: “si no lo hago yo, lo hará otro.” Otro que no tendrá los medios, otro que pondrá su conflicto por delante del de una joven abusada, por ejemplo. Es una meditación muy perturbadora sobre la sexualidad femenina. 


No es una película para todos los públicos. Y, sin embargo, todos hemos sido paridos. La cuestión es que el tabú sigue siendo la norma.