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Seminciando 2011, Día 7: Despedida a la nórdica
José Hernández, 29/10/2011
Como ya anuncié ayer, he escrito estas líneas desde dos aeropuertos: el minúsculo de Valladolid, antes de coger el vuelo de vuelta a casa y que RyanAir haga lo posible por joder a sus pasajeros (yo incluido); y el centro comercial en que se ha convertido el de Alicante, donde cobran hasta por la wifi, mientras esperaba el autobús hacia Murcia que ha sido la última escala del viaje. En estos momentos ya se conoce el palmarés del certamen y se han entregado sus premios en la gala de clausura. En unos minutos estará disponible en CINeol, pero el artículo ha sido escrito sin conocimiento de lo ocurrido. Lo que sí sabía eran los favoritos de la prensa: ante todo, Guédiguian, y después Profesor Lazhar, Starbuck y The Guard.
Dado que era el último día, de la Sección Oficial ya se había visto todo menos la cinta que clausuraba el certamen fuera de concurso, la danesa Superclásico (). Se trata de una agradable y divertida comedia que no pasará a la historia por su originalidad, pero sí que sirve para cerrar la Seminci con una sonrisa en la boca. El filme, seleccionado por Dinamarca para los Oscar, donde es dudoso que consiga pasar siquiera la primera criba, cuenta la historia de un hombre que viaja con su hijo a Buenos Aires para intentar recuperar a su esposa, que se ha liado con un futbolista argentino y le ha pedido el divorcio para poder casarse con él. Es una película comercial, de fácil digestión, para todos los públicos y paladares, pero no por ello hay que menospreciarla. Y es que como entretenimiento funciona a la perfección, con un ritmo que no decae en todo el metraje y una serie de líneas argumentales que son explotadas con calidad y humor, con un cierto tono a comedia independiente americana en algunos rasgos de estilo. Los personajes además resultan cercanos y bien construidos, y el final no está forzado hacia la dirección convencional, lo feliz sin paliativos, sino que termina de forma coherente con lo narrado. Un perfecto colofón para una Sección Oficial con mucho más humor que en anteriores ediciones.
Ojalá se pudiese decir que Punto de Encuentro también acabó por todo lo alto, pero es todo lo contrario. La sección paralela ha sido muy decepcionante en esta edición, y las dos últimas cintas que se pudieron ver fueron incluso peores. Lo malo de la española Camera Obscura () es que podría haber sido una película muy buena, pero se queda en una mediocridad increíblemente aburrida. Cuenta la historia de una niña ciega que desea ser fotógrafa, ahí es nada. Al absurdo de su planteamiento se une que el filme es todo el tiempo la niña con su cámara dando paseos por ahí y grabando vídeos, y lo patético es que no tiene ni idea de lo que graba o no. Realista en ese sentido es, porque la niña no hace de repente obras de arte y tal, pero solo consigue reforzar la tontería de partida. Se supone que la miga del asunto está en ver cómo la chavala recoge con su cámara de forma casi invisible el resquebrajamiento del matrimonio de sus padres y los secretos de su tío el fotógrafo, pero dado que los personajes carecen por completo de interés y profundidad, esas tramas que podrían haber sido atractivas y sugerentes se convierten en meros trámites entre paseo y paseo de la niña que no consiguen sacar del sopor general y del poco fuste que tiene el experimento. Algo más encomiable es el estilo visual que propone Maru Solores, lleno de primeros planos de la niña, desenfoques, claroscuros, encuadres desviados que evitan mirar al rostro a los demás personajes, planos de detalle de objetos y lugares en lugar de panorámicas, todo esto además reforzando los aspectos sonoros sobre los visuales para ponernos en el lugar de la niña ciega. El problema es que la directora carece dela pericia y de la experiencia como para utilizar estos recursos de forma efectiva y crear una atmósfera que te atrape, quedándose en un intento artístico ejecutado de manera ramplona y sosa.
Peor todavía es la delirante Let my People Go! (), una comedia absurda en donde lo mejor seguro debió de ser el coloquio posterior con Carmen Maura; pero a estas alturas de festival, con cansancio acumulado, y después de soberana mierda de película, a uno le quedan pocas ganas de quedarse en el cine para salir de madrugada. El filme cuenta la historia de un cartero extremadamente hiperultrahomosexual que vive en Finlandia con su novio, hasta que un incidente con un vecino le obliga a volver a su Francia natal con su disfuncional familia y de nuevo soltero. ¿Qué más tiene la película que contar? Absolutamente nada. Es un vacío completo sin sentido que deambula sin un estilo coherente o una trama definida hasta su conclusión, con lo que a la media hora ya se ha perdido cualquier atisbo de interés en unos personajes excesivos y estúpidos y una historia que no tiene ni pies ni cabeza. La intención es la de hacer una comedia absurda a medio camino entre el flower power de Amelie y el humor disparatado de Aterriza Como Puedas, pero excepto algunos gags puntuales de esta segunda vertiente que hacen gracia, casi todos acumulados al principio, el resto se atraganta cosa mala. De hecho, hay incluso tramos en los que intenta ponerse seria, cosa que queda absolutamente ridícula cuando los personajes son unos dibujos animados paródicos, excesivos y mal paridos. Hasta consigue hacerse aburrida bien pronto, algo que en una comedia es el beso de la muerte.
Para quitar el mal sabor de boca, esta mañana antes de coger el avión tocaban dos películas suecas del ciclo Novísimos. También es cierto que no había más opciones que esas, y que era lo mejor estando el Manhattan a tiro de piedra de mi hostal. El caso es que tampoco mejoró sensiblemente la cosa. Por ejemplo, Pure () es una película correcta, pero que ya hemos visto mil veces. La historia: chica joven y alocada que consigue un trabajo serio y se enamora de su jefe, un director de orquesta casado, el cual solo ve la relación como una aventura. Los huecos que quedan en su desarrollo y final seguro que los podéis llenar fácilmente, porque el argumento ha sido explotado hasta la saciedad, sobre todo en Hollywood. Lo único novedoso que aporta el filme es un estilo más crudo y realista, y situar la acción en el mundo de la música clásica. Por lo demás, un ritmo adecuado, unos actores muy buenos, un guion sólido y con personajes bien definidos, y un resultado agradable de ver porque tiene cierta calidad, pero que nunca llega a hacer nada con su material de partida que se salga de la norma.
La última cinta del festival fue Simple Simon (), que el año pasado fue la elegida por Suecia para competir en los Oscar, donde consiguió pasar la primera criba con una historia accesible, emocionante y divertida. El filme sigue a Simon, un joven con síndrome de Asperger (para los legos: una especie de Sheldon de Big Bang, pero más acentuado y realista) que ve cómo su ordenado mundo se tambalea cuando la novia de su hermano, con quien vive, lo abandona. A partir de entonces, Simon intentará buscar matemáticamente la pareja perfecta para su hermano, para así poder recobrar la sistematización idónea de su vida. Es una cinta muy sencilla formalmente y muy convencional argumentalmente, pero tiene un gran encanto, mucho humor y unos protagonistas entrañables, a los que se coge cariño con mucha facilidad. Por supuesto, al final cae en la vieja trampa de pasar un poco de la enfermedad del protagonista y hacer que se comporte de forma ligeramente distinta de lo que debería con Asperger para poder avanzar la trama y darle una conclusión feliz y bonito, pero dado que emplea durante la narración un tono mágico de cuento a lo Jeunet (aunque menos abigarrado en su estilo), se le puede perdonar. Se pasa un buen rato, y es lo que cuenta.
Y eso es casi todo por esta 56 edición de la Seminci. Mañana haré un repaso a los cortos que se pudieron ver en las distintas secciones, además de dar mi palmarés personal, que seguramente no se parecerá en nada al del jurado.
Dado que era el último día, de la Sección Oficial ya se había visto todo menos la cinta que clausuraba el certamen fuera de concurso, la danesa Superclásico (). Se trata de una agradable y divertida comedia que no pasará a la historia por su originalidad, pero sí que sirve para cerrar la Seminci con una sonrisa en la boca. El filme, seleccionado por Dinamarca para los Oscar, donde es dudoso que consiga pasar siquiera la primera criba, cuenta la historia de un hombre que viaja con su hijo a Buenos Aires para intentar recuperar a su esposa, que se ha liado con un futbolista argentino y le ha pedido el divorcio para poder casarse con él. Es una película comercial, de fácil digestión, para todos los públicos y paladares, pero no por ello hay que menospreciarla. Y es que como entretenimiento funciona a la perfección, con un ritmo que no decae en todo el metraje y una serie de líneas argumentales que son explotadas con calidad y humor, con un cierto tono a comedia independiente americana en algunos rasgos de estilo. Los personajes además resultan cercanos y bien construidos, y el final no está forzado hacia la dirección convencional, lo feliz sin paliativos, sino que termina de forma coherente con lo narrado. Un perfecto colofón para una Sección Oficial con mucho más humor que en anteriores ediciones.
Ojalá se pudiese decir que Punto de Encuentro también acabó por todo lo alto, pero es todo lo contrario. La sección paralela ha sido muy decepcionante en esta edición, y las dos últimas cintas que se pudieron ver fueron incluso peores. Lo malo de la española Camera Obscura () es que podría haber sido una película muy buena, pero se queda en una mediocridad increíblemente aburrida. Cuenta la historia de una niña ciega que desea ser fotógrafa, ahí es nada. Al absurdo de su planteamiento se une que el filme es todo el tiempo la niña con su cámara dando paseos por ahí y grabando vídeos, y lo patético es que no tiene ni idea de lo que graba o no. Realista en ese sentido es, porque la niña no hace de repente obras de arte y tal, pero solo consigue reforzar la tontería de partida. Se supone que la miga del asunto está en ver cómo la chavala recoge con su cámara de forma casi invisible el resquebrajamiento del matrimonio de sus padres y los secretos de su tío el fotógrafo, pero dado que los personajes carecen por completo de interés y profundidad, esas tramas que podrían haber sido atractivas y sugerentes se convierten en meros trámites entre paseo y paseo de la niña que no consiguen sacar del sopor general y del poco fuste que tiene el experimento. Algo más encomiable es el estilo visual que propone Maru Solores, lleno de primeros planos de la niña, desenfoques, claroscuros, encuadres desviados que evitan mirar al rostro a los demás personajes, planos de detalle de objetos y lugares en lugar de panorámicas, todo esto además reforzando los aspectos sonoros sobre los visuales para ponernos en el lugar de la niña ciega. El problema es que la directora carece dela pericia y de la experiencia como para utilizar estos recursos de forma efectiva y crear una atmósfera que te atrape, quedándose en un intento artístico ejecutado de manera ramplona y sosa.
Peor todavía es la delirante Let my People Go! (), una comedia absurda en donde lo mejor seguro debió de ser el coloquio posterior con Carmen Maura; pero a estas alturas de festival, con cansancio acumulado, y después de soberana mierda de película, a uno le quedan pocas ganas de quedarse en el cine para salir de madrugada. El filme cuenta la historia de un cartero extremadamente hiperultrahomosexual que vive en Finlandia con su novio, hasta que un incidente con un vecino le obliga a volver a su Francia natal con su disfuncional familia y de nuevo soltero. ¿Qué más tiene la película que contar? Absolutamente nada. Es un vacío completo sin sentido que deambula sin un estilo coherente o una trama definida hasta su conclusión, con lo que a la media hora ya se ha perdido cualquier atisbo de interés en unos personajes excesivos y estúpidos y una historia que no tiene ni pies ni cabeza. La intención es la de hacer una comedia absurda a medio camino entre el flower power de Amelie y el humor disparatado de Aterriza Como Puedas, pero excepto algunos gags puntuales de esta segunda vertiente que hacen gracia, casi todos acumulados al principio, el resto se atraganta cosa mala. De hecho, hay incluso tramos en los que intenta ponerse seria, cosa que queda absolutamente ridícula cuando los personajes son unos dibujos animados paródicos, excesivos y mal paridos. Hasta consigue hacerse aburrida bien pronto, algo que en una comedia es el beso de la muerte.
Para quitar el mal sabor de boca, esta mañana antes de coger el avión tocaban dos películas suecas del ciclo Novísimos. También es cierto que no había más opciones que esas, y que era lo mejor estando el Manhattan a tiro de piedra de mi hostal. El caso es que tampoco mejoró sensiblemente la cosa. Por ejemplo, Pure () es una película correcta, pero que ya hemos visto mil veces. La historia: chica joven y alocada que consigue un trabajo serio y se enamora de su jefe, un director de orquesta casado, el cual solo ve la relación como una aventura. Los huecos que quedan en su desarrollo y final seguro que los podéis llenar fácilmente, porque el argumento ha sido explotado hasta la saciedad, sobre todo en Hollywood. Lo único novedoso que aporta el filme es un estilo más crudo y realista, y situar la acción en el mundo de la música clásica. Por lo demás, un ritmo adecuado, unos actores muy buenos, un guion sólido y con personajes bien definidos, y un resultado agradable de ver porque tiene cierta calidad, pero que nunca llega a hacer nada con su material de partida que se salga de la norma.
La última cinta del festival fue Simple Simon (), que el año pasado fue la elegida por Suecia para competir en los Oscar, donde consiguió pasar la primera criba con una historia accesible, emocionante y divertida. El filme sigue a Simon, un joven con síndrome de Asperger (para los legos: una especie de Sheldon de Big Bang, pero más acentuado y realista) que ve cómo su ordenado mundo se tambalea cuando la novia de su hermano, con quien vive, lo abandona. A partir de entonces, Simon intentará buscar matemáticamente la pareja perfecta para su hermano, para así poder recobrar la sistematización idónea de su vida. Es una cinta muy sencilla formalmente y muy convencional argumentalmente, pero tiene un gran encanto, mucho humor y unos protagonistas entrañables, a los que se coge cariño con mucha facilidad. Por supuesto, al final cae en la vieja trampa de pasar un poco de la enfermedad del protagonista y hacer que se comporte de forma ligeramente distinta de lo que debería con Asperger para poder avanzar la trama y darle una conclusión feliz y bonito, pero dado que emplea durante la narración un tono mágico de cuento a lo Jeunet (aunque menos abigarrado en su estilo), se le puede perdonar. Se pasa un buen rato, y es lo que cuenta.
Y eso es casi todo por esta 56 edición de la Seminci. Mañana haré un repaso a los cortos que se pudieron ver en las distintas secciones, además de dar mi palmarés personal, que seguramente no se parecerá en nada al del jurado.