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Seminciando 2010: Poniéndonos al día

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José Hernández, 28/10/2010

Entramos en la recta final del festival, y la Coca Cola ha ido sustituyendo al botellín de agua para aguantar el tirón matutino y sestero, que siempre es más difícil aunque la película sea entretenida. Claro que el bajón puede que no sea por cansancio o falta de sueño, sino porque hace dos días que no vemos a Conchita, la señora del Teatro Zorrilla, que siempre animaba las proyecciones apareciendo tímidamente en el escenario, sorprendiéndose de ver la sala llena y diciéndonos lo contenta que estaba de vernos allí. ¡Vuelve, Conchita!

Pero al lío, porque en días anteriores la falta de tiempo ha hecho que queden películas a comentar en el tintero. La primera de ellas, la divertida Un Cine Como Tú en un País Como Este, pertenece a la sección Tiempo de Historia, y trata sobre la generación de directores españoles independientes surgidos durante la Transición, aunque a la hora de la verdad se centra sólo en dos: Fernando Colomo y Fernando Trueba. La película está llena de anécdotas sobre los comienzos de ambos directores y su círculo de amistades (Antonio Resines, Oscar Ladoire, Carmen Maura, Boyero…), así que para cualquier cinéfilo será una gozada conocer lo que se cocía entre bastidores en esos días, en los que el cine español estaba anquilosado por cuatro décadas de dictadura y necesitaba aire fresco. Es ameno, está bien escrito y muy bien montado, pero sabe a poco. Por un lado, sólo se centra en dos directores; por otro, sólo en sus óperas primas. Según el director, Chema de la Peña, esta es una decisión consciente para que el filme tenga un foco más conciso. Y lo tiene, desde luego, pero durando sólo 73 minutos, queda la impresión de que ha pecado de falta de ambición para perseguir una mayor complejidad temática. Hubiese sido interesante ver a otros directores de esa generación, o comprobar cómo se asentaron los dos escogidos en una época en la que comenzaba la Movida madrileña. También se echa en falta un nombre fundamental de la época, Pedro Almodóvar, que ni siquiera es mencionado.

En la misma sección, pero fuera de competición, se exhibió Inside Job, el último trabajo de Charles Ferguson (La Guerra Sin Fin), que cambia la guerra de Irak por un tema aún más actual e importante: la crisis económica. Con un estilo elegante y un titánico trabajo de guión y montaje, Ferguson disecciona los orígenes y el desarrollo de este desastre, apoyado en informaciones sólidas y entrevistas a expertos de todos los frentes. Pero como buen documentalista que es, no se limita a recapitular y señalar culpables, algo que ya se ha hecho durante estos dos años desde los medios de comunicación, aunque nunca de forma tan compacta y focalizada. Su obra va un paso más allá y ataca los cimientos del propio sistema económico que ha generado esta situación, y llama la atención sobre un aspecto poco tratado de esta crisis: la dudosa reputación del gremio de economistas, cuya educación y desarrollo profesional está controlado por las grandes corporaciones, pero que son los que dan clases en las universidades y asesoran a los gobiernos.
La única pega que se le puede poner a esta cinta ejemplar y necesaria, aparte de la inevitable densidad de las explicaciones económicas (son difíciles de aprehender para un lego, pero también queda la sensación de que el tema es tan complejo que no se puede exponer de forma más sencilla), es que en este caso, Ferguson toma partido. En ocasiones, el director no se limita a sacar conclusiones de los datos ofrecidos, sino que ofrece también sus propias valoraciones sobre ellas, como si no se fiase de que el espectador entienda el calado moral de los actos de Wall Street o sea capaz de actuar para solucionarlo. No es la tónica general del documental, pero sí es demasiado intrusista en algunos momentos. Aunque por otro lado, consigue con ello algunos de los momentos más brillantes de la cinta, al incluir la voz del entrevistador anónimo y su tira y afloja con algunos de los expertos, que ponen en evidencia a más de una figura.

La sección Punto de Encuentro ha sido un tanto decepcionante estos días. Sobre todo por lo que respecta a Curling, cinta canadiense que venía premiada de Locarno, y que es más sosa que un bocadillo de tofu. Es una pena, porque la película está bien rodada, con una puesta en escena elegante y sugestiva, y lo que cuenta no está mal: un padre cuyo miedo a la sociedad le ha llevado a convertir a su hija en una reclusa en su hogar. Lo que pasa es que falta un trozo de película. No es que acabe antes de tiempo, sino que falta lo bueno. Es como si hubiesen cogido un peliculón y le hubiesen eliminado las escenas que le dan más contenido e interés, dejando sólo las que actúan de contexto y enlace de la historia. Ello no quiere decir que esté deslavazada, ni que las subtramas que deja abiertas de forma enigmática debieran resolverse (al contrario, son lo más sugerente del filme). El problema está en que terminas de verla y queda la sensación de vacío, de que en su parsimonia narrativa no hay una complejidad subyacente. Y con el potencial de la historia para desarrollar temas como la necesidad de una educación social más allá de la intelectual o la influencia del pasado, el resultado es decepcionante.

Tampoco tiene mucho fuste Sebbe, la historia de un chaval que vive precariamente con su madre y que sufre abusos en el colegio. Es una película llena de elementos que, bien desarrollados, podrían dar mucho jugo intelectual: la influencia del hogar en el fracaso escolar, la capacidad del chico para inventar objetos por su cuenta, la dificultad de vivir día a día siendo una madre soltera… Pero el resultado está lleno de lugares comunes, carece de profundidad y es incapaz de conectar emocionalmente con el espectador. El resultado es que se deja ver sin pena ni gloria. Es una película llena de escenas y subtramas que, si no existiesen, daría exactamente igual para la definición de los personajes y la evolución del argumento: buena señal de que no es una cinta en la que haya que hurgar metáforas complejas para sacarle el jugo.

La mejor que se pudo ver en esta sección ayer fue la escandinava Más Allá, prometedor debut en la dirección de la actriz Pernilla August. Como no podía ser de otro modo, se trata de un drama familiar, algo que está ya empezando a saturar y que hace que el público esté empezando ya a quejarse. No les culpo: podría haber programado alguna comedia más, no vaya a ser que Castilla y León se llene de suicidas y depresivos. Ahora bien, quejas aparte, la película es excelente. Narrada a través de flashbacks, el filme cuenta la historia de una hija que, en el lecho de muerte de su madre, recuerda su terrible infancia sumida en los malos tratos y el alcoholismo del padre. Emocionalmente es muy dura y perturbadora, y prueba de ello es que durante y después de la proyección se oían sollozos a mansalva, pero no es una cinta que recurra al impacto o al momento lacrimógeno. Al contrario, está rodada con pulso firme y sólido, con una sutileza para la definición de personajes impropia de una debutante, que analiza de manera inteligente los efectos a corto y largo plazo de un ambiente familiar viciado y cargado de miedo sobre los niños. Al mismo tiempo, también retrata una realidad que solemos evitar o ignorar: que a veces, por muy triste, injusto y patético que sea, no se puede dejar de querer a una persona, no importa el daño que te haya hecho.

El nivel de la Sección Oficial, en cambio, fue más uniforme. Y no dentro de la mediocridad, sino todo lo contrario. De las dos películas que me faltan por comentar, la más asequible es la bosnia En el Camino, un excelente acercamiento a los extremismos religiosos y a las heridas subyacentes de la guerra en los Balcanes. La película cuenta la historia de una pareja feliz, con sus problemas habituales, pero que se aman, y cómo todo eso se ve sacudido cuando él es captado por una secta fundamentalista islámica. Con esa base, Jasmila Zbanic examina la influencia de las ideas religiosas en las relaciones personales, cómo los prejuicios y los dogmas sociales que acompañan cada credo pueden alterar la personalidad de alguien y convertir la dinámica de una pareja en algo completamente distinto. Hasta cierto punto, es un buen complemento de Más Allá, ya que analiza el otro lado del amor: que no es algo inmortal, inmutable o inevitable, sino que está determinado por lo que somos y lo que hacemos. La luminosa interpretación de Zrinka Cvitesic es la guinda de este sensible y acertado filme.

Y para terminar, la película de la polémica, la que ha despertado las iras de los críticos conservadores y la incomprensión incómoda y desasosegada de buena parte del público: la alemana Picco. Un letrero al comienzo avisa de que todo lo que veremos está basado en hechos reales, y a muchos les gustaría pensar que no es así, ya que las dosis de violencia física y psicológica que tiene la cinta son estomagantes, por decirlo fino. La historia nos acerca a un reformatorio donde jóvenes delincuentes de todo tipo (desde asesinos hasta chaperos, pasando por ladrones o por vándalos de poco calado) se encuentran hacinados. Un ambiente opresivo y cargado de tensión que explota de vez en cuando, donde impera la ley del más fuerte, y donde los abusos entre los internos están a la orden del día.
En cierto modo, guarda algunos paralelismo con lo que presenta la francesa Un Profeta, aunque olvidándose del reflejo del crimen organizado para centrarse en la cruda esencia: que el sistema penitenciario es un caldo de cultivo para futuros delincuentes, que se corrompen inevitablemente en un ambiente en el que sólo pueden defenderse con la agresión y la brutalidad, con la cobardía del que mira para otro lado cuando otro recibe los golpes. Una situación provocada por un régimen donde se prima el castigo y el aislamiento sobre la reforma, donde la autoridad no puede ni sabe controlar lo que ocurre en los centros, y donde los actos violentos van quitando progresivamente la humanidad a los presos, y conduciéndoles a conductas inmorales y antisociales. Además, al ser adolescentes los reos, su maleabilidad es mucho mayor. La película se convierte así en una espiral de violencia sin control, aunque controlada con mano firme por Philip Koch, que desemboca en una última media hora no apta para estómagos débiles.
Eso es todo por hoy. Mañana comentaré una cinta que está despertando elogios unánimes en la sección Punto de Encuentro y dos películas argentinas que compiten en la Sección Oficial. Todavía no las he visto, así que no os puedo adelantar si alguna de ellas desbancará a Incendies en lo alto de mi lista.