Portada>Noticias>Reflexiones de un guionista en Sitges. Parte IV: Primate

Reflexiones de un guionista en Sitges. Parte IV: Primate

Reflexiones de un guionista en Sitges. Parte IV: Primate
user avatar

Carlos García Porcel, 24/10/2025

Entré a Primate (dirigida y coescrita por Johannes Roberts y Ernest Riera) con la esperanza de que, a la cuarta, fuera la vencida. Y con otra actitud: vamos, Carlos, que estás en Sitges. ¿Y qué es Sitges?

Sitges es propuestas locas.

Es programar más de 200 películas.

Es crowd pleaser, aunque a veces la crowd se trague lo que sea.

Hay que estar muy cuerdo o muy loco para salir del festival con un palmarés positivo.

Creedme: no lo digo como crítica negativa. Si lo fuera, no repetiría año tras año (y ya van seis o siete), viniendo religiosamente a ver propuestas rompedoras, cosas que me van a horrorizar y atisbos de frescura.

Salí de la película con una pregunta sincera: ¿Cuántas películas puedes considerar realmente “imprescindibles”? ¿Cuántas recomendarías sin dudar? ¿Cuántas son, de verdad, memorables?

Bajemos un peldaño: ¿Cuántas puedes catalogar como “buenas”? No son perfectas, pero cumplen su cometido y te dejan satisfecho.

Y luego están las otras. Las que te hacen pensar que hubieras aprovechado mejor el tiempo reordenando el cajón de los cubiertos.

¿Dónde cae Primate? Desgraciadamente, en esa tercera categoría (aunque con intención de acercarse a la segunda). Y me duele. Porque tiene talento patrio detrás. Porque la premisa me gustaba. ¿A quién no le atrae la idea de un mono desquiciado poniendo en aprietos a un grupo de jóvenes descerebrados? (Hola, cine de los 2000).

Esta película ejemplifica con claridad lo que llamamos suspensión de la credibilidad: ese pacto tácito entre autor y espectador. Yo, autor, te explico de qué va la película y me comprometo a mantenerme coherente. Tú, espectador, aceptas entrar en el juego y creerte que Johnny Depp es Jack Sparrow.

La base de Primate es esa: te vas a creer que una familia tiene un mono como mascota. Vale. Pero ahora, ¿qué? ¿Qué me vas a ofrecer a cambio de que acepte esa premisa? ¿Qué me das por creerme que alguien tiene espacio, recursos y afecto para que un mono viva bien y sea parte de la familia?

La respuesta es… decepcionante.


Mis porqués

1. Protagonista equivocado La historia aparta al personaje más interesante —el padre, interpretado por Troy Kotsur—: sordo, padre de huérfanas, alfa del mono, gracioso, luchador. Y opta por seguir a un grupo de adolescentes con poca sustancia. Traumitas varios, sí, pero poco empáticos. No queremos personajes tontos, sino personas con las que podamos empatizar y posicionarnos.

2. Un enemigo invencible Ben, el mono rabioso, es más fuerte, más listo y más agresivo que todos los personajes juntos. Nunca hay sensación de que pueda perder. Se genera una dinámica de “voy a morir, solo que no sé cuándo”. Necesito creer que hay una posibilidad de vencerlo —por ingenio, por unión, por azar. La resolución huele a Deus Ex Machina (no descarto usar el término en próximas reflexiones).

3. Fotografía incongruente La película tiene una premisa de serie B, pero está rodada con pulso profesional, buena iluminación y calidad 4K. Quizás soy yo, pero en este tipo de producciones espero suciedad, amateurismo, bizarrismo… algo que me meta en el ambiente. Aquí, la factura técnica juega en contra.

4. Localización desaprovechada Se agradece la intención de usar una única localización (y qué localización), pero tristemente hace aguas (chiste tontaco para quien haya visto la película). Totalmente desaprovechada. Otra mala elección.

En resumen, Primate es una película muy bien producida (olé por ese mono), pero que parte de un material demasiado estándar como para mostrarse rompedora.

Y estoy seguro de que no era su plan.