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Reflexiones de un guionista en Sitges. Parte I: Alpha
Carlos García Porcel, 22/10/2025
Me gustaría empezar explicando brevemente cómo quiero abordar estas reflexiones: soy guionista. No crítico ni periodista.
Esto no es una crónica (no busco el Pulitzer) ni una crítica formal (respeto mucho Cahiers du Cinéma, calza perfectamente mi mesa coja). Es una reflexión en voz alta, desde lo que conozco: personajes, trama y cómo respira una historia.
Además, si se tercia, meteré algún concepto de guion como autobombo y, de paso, pedagogía. ¡Aquí ganamos todos!
Al turrón…
Me estrené en el Festival Internacional de Cine de Catalunya (Festival de Sitges, para los amigos) en la sesión despertador que más me gusta: la de las 12:15. Rodeado de caras conocidas como Paco Plaza… y otros que seguro son importantes, pero no ubico.
Alpha (Francia, 2025), dirigida y escrita por Julia Ducournau, sigue la vida de una niña de 13 años en un coming-of-age (confirmo que odio lo pedante del término, pero no hay mejor forma de describirlo) mientras lidia con la incertidumbre y la enfermedad.
La película se sostiene sobre tres personajes clave:
La madre (Golshifteh Farahani)
El personaje más desaprovechado. La estructura la convierte en alguien incongruente, con quien cuesta empatizar. Su historia une pasado y presente, y es la que detona la angustia que recorre la película.
Aunque sus acciones cobran sentido al final, la trama no logra que te pongas de su lado. Es como si te vendieran el helado Drácula porque “al final la vainilla está buenísima”.
De ella dependen los secundarios menos relevantes —la abuela (Zohra Benbetka) y la enfermera compañera (Emma Mackey)—, lo que refuerza la sensación de que este personaje encarna el clásico “abarca mucho y aprieta poco”.
El tío (Tahar Rahim)
Con un inmenso Tahar Rahim (¿soy yo o es el p*** mejor actor de su generación?) como el tío drogadicto.
No desvelaré mucho, pero el actor eleva el personaje con corazón, sensibilidad y sentido del humor. Imposible no caer rendido ante su transformación física y su herida psicológica.
Es el más misterioso, el arquetipo del mentor: el que impulsa la evolución de los demás. Un personaje sobre el que pivota el resto del elenco. Y ante el que, sinceramente, deberían postrarse.
Sin duda, es el poso que perdura cuando la película acaba.
Alpha (Mélissa Boros)
La verdadera protagonista (y si no, ¿por qué se llama así la peli, ee e e e? Anda que la llegan a llamar Bonifacia…).
Un personaje escrito e interpretado de forma muy humana. Tiene un arco de transformación claro: de la inocencia y la dependencia familiar, a las ganas de experimentar; del amor por lo viejo (esa yaya que no la entiende) al deseo de ser ella misma.
Y, de fondo, el estigma que acompaña a ciertas enfermedades. Toda la historia parece una excusa para ver crecer a Alpha. Y bendita excusa.
ATENCIÓN SPOILER: Interpretación personal
El misterio de la película —el efecto wow— lo enuncia la propia Alpha en su conversación con el anecdótico maestro (Finnegan Oldfield): todo es un sueño dentro de un sueño, que empieza cuando Alpha se contagia del VIH marmolero.
Desde ese momento revive a su tío, el familiar más cercano, que había muerto por la enfermedad que vertebra toda la película. Incluso los síntomas parecen sacados de un sueño: cuerpos que pasan de carne y hueso a mármol.
Ese sueño le permite a Alpha mezclar vivencias de la madre con las suyas propias. A veces incluso parece que es la madre quien “genera” la película, y no la hija.
Entender esto da sentido a las acciones de la madre y a la convivencia con el hermano: viven en una realidad onírica donde él simboliza la enfermedad que ahora padece y acompaña a Alpha.
Así que el “fantasma” —de forma figurada y literal— vuelve a la familia. Para cerrarlo todo. Para recordarnos que el dolor, si no se cura, se hereda.
En conclusión, la factura técnica es impecable —lo mínimo exigible en una película así—.
El plano secuencia tras el prólogo evoca caos, cambio y efervescencia adolescente. Pero no se queda ahí: el filme recupera ritmo videoclipero en varios momentos, jugando con texturas y montaje para mantenernos dentro del universo sensorial de Alpha.
Es imposible no hablar de la forma, porque Alpha es más trabajo actoral y de dirección que guion rompedor.
Una pena que, a ratos, la forma mate el fondo: hay un potencial tremendo, pero se diluye en su obsesión por ser demasiado bonita y molona.
PD: Crítica pensada y escrita por la mente humana; maquetada y corregida por la inteligencia artificial. Porque sí, soy un guionista al que no le da miedo ChatGPT. Vamos, ¿cómo va a poder sacar una máquina los chistes de un estúpido como yo?