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Monólogo: Naranjas mecánicas
Jose Luis A., 15/12/2008
Un mes más, nuestro acádemico del humor, nuestro paladín de la crítica ácida, nuestro héroe del descojonamiento, nuestro ying del jajaja, nuestro pecado mandibular, y un largo etc de exposiciones sin sentido, vuelve a obsequiarnos con uno de sus monólogos, esta vez centrado en un mundo que levanta tanta animadversión como es el de los críticos.
¡Ah! Y si queréis saber más o leer más monólogos (de otro tipo) de este peculiar ser, visitad su web: http://monólogosrumí.es/

NARANJAS MECÁNICAS
Jaime desde muy pequeño quería ser una naranja. “No puedes ser una naranja”, le decían todos. Mas Jaime no desistía. Al chico le apasionaba el cine, analizaba cada película que veía. Así, films como “La cenicienta”, “El rey león” o “Pocahontas” eran dilapidadas constantemente por el joven. La vez que vio “Los aristogatos” no dudó en ponerla a caer de un burro al acabar el vídeo. “Mamá, esto es puro elitismo. Si los gatos hablaran, no serían franceses ni mucho menos les gustaría el jazz”. Jaime, continuaba queriendo ser una naranja de mayor.
Los años pasaron y el joven mantenía sus aspiraciones. Finalmente, un día, su padre, harto de las tonterías de su hijo, le explicó airadamente: “¡Tú no puedes ser una naranja, eso es una fruta, joder!” Entre lágrimas, Jaime repuso: “Papá, no me comprendes, la naranja es un pretexto, como el limón, yo lo que quiero ser es cítrico, ¡cítrico de cine!”. Su padre rompió en una carcajada. “Hijo, tú quieres ser crítico, no cítrico”. Y Jaime, que era muy digno, zanjó: “Desde el punto de vista de la acidez, viene a ser lo mismo”.
Siempre me he preguntado si un crítico nace o se hace. Si tiene una mente crítica y opiniones mordaces desde que nace o si la va desarrollando a base de experiencias. Porque si este criticismo es intrínseco los padres lo deben de pasar muy mal. ¿Se imaginan? “Mamá, tu forma de hacerme carantoñas es vulgar y zafia, abres las manos demasiado pronto, te veo la cara y te cargas el clímax. Además, el ritmo decae en la segunda parte del juego”.
Sobre este tema, a mí me surgen dudas. Los críticos… ¿critican también las otras críticas? Estaría bien una correspondencia entre críticos.
Estimado Fernández:
Leí su crítica sobre la película en cuestión el jueves pasado. Lamento diferir ostensiblemente en la misma. No me pareció correcto su lenguaje vano y superficial. Su superfluidad es ya notoria en el mundillo y, lamento decirle, que esta crítica contribuye a alentar esa fama negativa. Se encuentra en esa horda de críticos que no consiguen dar el ritmo a sus críticas, no empieza mal, pero finalmente su texto se diluye entre un mar de lamentable insignificancia.
Y la respuesta.
Amigo y compañero López:
Lamento que mi crítica no le haya gustado. La concebí de una manera concisa e in crescendo, siempre buscando el impacto visual y literario, impeliendo al público a ver el gran film que pude visualizar. Si ha leído usted a Descartes, debería saber que es necesario poner todo en duda para llegar al conocimiento, sin embargo, veo que usted mantiene los esquemas clásicos de la crítica contemporánea, está determinado amigo, no habla usted, sino la lengua de la historia de la crítica que ha ido aprendiendo implícitamente a lo largo del tiempo. Se ha convertido en un crítico estándar. Además, no creo que mi crítica: “Obra maestra” sea superflua ni insignificante.
Y es que los críticos otra cosa no, pero retórica tienen para dar y tomar. Eso sí, hay algo peor que ser padres de un crítico: ser el hijo. No es que los padres te digan que pongas la mesa, es que te evalúan con un lenguaje sátiro y feroz. “No sorprendes. Tu manera de colocar las servilletas en forma de triángulo es una vergonzante manera de suplicar clemencia ante un público que no se queda en la forma sino en el fondo, una vez más, desafortunado.”
Nunca me he cruzado con un crítico profesional. Pero los imagino superhombres. Seres más allá del bien y del mal, ínclitos genios de la sensibilidad ante el arte audiovisual, literatos excelsos con un vocabulario apabullante… y un poco cabrones. Sin embargo, yo soy uno de esos que se regocijan leyendo y revisando críticas. Dilucidando qué pelis veré y cuáles no. A veces dos líneas pueden hacerme cambiar de opinión positiva o negativamente.
Por ello, yo propongo un crítico de los críticos. Un comentarista de los que comentan, ¡una naranja contra tantos limones! Voy a llamar a Jaime.
¡Ah! Y si queréis saber más o leer más monólogos (de otro tipo) de este peculiar ser, visitad su web: http://monólogosrumí.es/

NARANJAS MECÁNICAS
Jaime desde muy pequeño quería ser una naranja. “No puedes ser una naranja”, le decían todos. Mas Jaime no desistía. Al chico le apasionaba el cine, analizaba cada película que veía. Así, films como “La cenicienta”, “El rey león” o “Pocahontas” eran dilapidadas constantemente por el joven. La vez que vio “Los aristogatos” no dudó en ponerla a caer de un burro al acabar el vídeo. “Mamá, esto es puro elitismo. Si los gatos hablaran, no serían franceses ni mucho menos les gustaría el jazz”. Jaime, continuaba queriendo ser una naranja de mayor.
Los años pasaron y el joven mantenía sus aspiraciones. Finalmente, un día, su padre, harto de las tonterías de su hijo, le explicó airadamente: “¡Tú no puedes ser una naranja, eso es una fruta, joder!” Entre lágrimas, Jaime repuso: “Papá, no me comprendes, la naranja es un pretexto, como el limón, yo lo que quiero ser es cítrico, ¡cítrico de cine!”. Su padre rompió en una carcajada. “Hijo, tú quieres ser crítico, no cítrico”. Y Jaime, que era muy digno, zanjó: “Desde el punto de vista de la acidez, viene a ser lo mismo”.
Siempre me he preguntado si un crítico nace o se hace. Si tiene una mente crítica y opiniones mordaces desde que nace o si la va desarrollando a base de experiencias. Porque si este criticismo es intrínseco los padres lo deben de pasar muy mal. ¿Se imaginan? “Mamá, tu forma de hacerme carantoñas es vulgar y zafia, abres las manos demasiado pronto, te veo la cara y te cargas el clímax. Además, el ritmo decae en la segunda parte del juego”.
Sobre este tema, a mí me surgen dudas. Los críticos… ¿critican también las otras críticas? Estaría bien una correspondencia entre críticos.
Estimado Fernández:
Leí su crítica sobre la película en cuestión el jueves pasado. Lamento diferir ostensiblemente en la misma. No me pareció correcto su lenguaje vano y superficial. Su superfluidad es ya notoria en el mundillo y, lamento decirle, que esta crítica contribuye a alentar esa fama negativa. Se encuentra en esa horda de críticos que no consiguen dar el ritmo a sus críticas, no empieza mal, pero finalmente su texto se diluye entre un mar de lamentable insignificancia.
Y la respuesta.
Amigo y compañero López:
Lamento que mi crítica no le haya gustado. La concebí de una manera concisa e in crescendo, siempre buscando el impacto visual y literario, impeliendo al público a ver el gran film que pude visualizar. Si ha leído usted a Descartes, debería saber que es necesario poner todo en duda para llegar al conocimiento, sin embargo, veo que usted mantiene los esquemas clásicos de la crítica contemporánea, está determinado amigo, no habla usted, sino la lengua de la historia de la crítica que ha ido aprendiendo implícitamente a lo largo del tiempo. Se ha convertido en un crítico estándar. Además, no creo que mi crítica: “Obra maestra” sea superflua ni insignificante.
Y es que los críticos otra cosa no, pero retórica tienen para dar y tomar. Eso sí, hay algo peor que ser padres de un crítico: ser el hijo. No es que los padres te digan que pongas la mesa, es que te evalúan con un lenguaje sátiro y feroz. “No sorprendes. Tu manera de colocar las servilletas en forma de triángulo es una vergonzante manera de suplicar clemencia ante un público que no se queda en la forma sino en el fondo, una vez más, desafortunado.”
Nunca me he cruzado con un crítico profesional. Pero los imagino superhombres. Seres más allá del bien y del mal, ínclitos genios de la sensibilidad ante el arte audiovisual, literatos excelsos con un vocabulario apabullante… y un poco cabrones. Sin embargo, yo soy uno de esos que se regocijan leyendo y revisando críticas. Dilucidando qué pelis veré y cuáles no. A veces dos líneas pueden hacerme cambiar de opinión positiva o negativamente.
Por ello, yo propongo un crítico de los críticos. Un comentarista de los que comentan, ¡una naranja contra tantos limones! Voy a llamar a Jaime.