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Monólogo: Especialistas
billyberjas, 05/11/2008
En CINeol seguimos apostando por tomarnos el cine con humor. Y si hay alguien que sabe de cine y sabe de humor ese es Javier Rumí. Cada mes nos deleitará con uno de sus jocosos monólogos cinéfilos. Recordad su nombre "Javier Rumí" y su web http://monólogosrumí.es ¡Porque pronto será una estrella!

ESPECIALISTAS
Durante toda mi vida pensé que especialista era el término que se daba a la gente especial y lista, pero no. Hace poco descubrí que se trataba de personas del mundo del cine que por dinero se tiraban por barrancos, volcaban coches con ellos dentro, se lanzaban por escaleras… ahí intuí que quizá especiales sí eran, pero listas…
No, es broma. No tengo nada en contra de los especialistas, de hecho creo que en el fondo los admiro. Son tíos inmunes a cualquier accidente doméstico. Vale, pueden tropezarse por la escalera, pero caen que da gusto. Ni un rasguño, eso seguro. Que se caiga un especialista por una escalera es como cuando un contable cuenta la gente que se va a sentar en la mesa en una comida familiar: lo hacen de maravilla. Y eso de contar se hace mucho. “¿Cuántos somos?” Claro, si no eres contable repites la cuenta unas cuantas veces. Pero si te has pasado estudiando contabilidad cinco años mínimo la cuenta la clavas. Pues lo mismo pasa con los especialistas. ¿Saben la alfombrilla que se pone en las bañeras para que no nos escurramos? Ellos ni la tienen.
Eso que se ahorran, oye. Por ejemplo: no tienen pasamanos en la escalera. Los claustrofóbicos o chicas a régimen bajan por las escaleras –por no hablar de las chicas claustrofóbicas a regimen-, los demás por el ascensor, y los especialistas con un triple mortal hacia abajo (para subir ya cogen el ascensor porque ir haciendo triples mortales hacia arriba es cansado, que son especialistas pero no superhombres).
A mí me gustaría que eso de los especialistas no se limitara al cine. Que se ampliara, abriera sus campos, rompiera los límites de la cotidianeidad, destrozara los diques de esa presa que es la rutina. Así yo en la universidad hago que me rompo una pierna y falto a los exámenes justificadamente. Ya está bien de que los especialistas estén a la sombra, que monten una empresa o algo. “Especialistas SA, si nos pagas, nos damos hostias como panes en tu nombre.”
Es que estudié mercadotecnia un día.
Respecto a todo esto me surge una duda existencial: ¿los especialistas se especializan? Suena redundante pero le hace a uno pensar. “Hola, mira hemos pensado que te pongas un sombrero como Indiana Jones y te tires por este barranco lleno de zarzas”. Y el especialista: “No, yo soy más de saltar de coches en marcha”. Eso puede pasar. Porque cada caída tendrá su técnica, digo yo. Le pregunté a un conocido mío que era especialista: “Si te tiras de un coche, ¿cómo haces para no hacerte daño?”. Me respondió: “Lo importante es rodar”. No me resolvió nada. Si no se rueda no hay película. Tengo conocidos muy ignorantes.
Me imagino el currículo (qué pasa, no sé latín) de un especialista:
Juan Meca Igo: 30 años. Graduado ESO. Caída de primer piso (1998), gran golpe contra ventana de cristal (1999), caída de culo en consulta de acupuntura (2000) –desde entonces ya no hago caídas de culo-, besar a Meg Ryan (2002), y un largo etcétera.
Yo, que soy muy joven aún, grabo de vez en cuando palizas a adolescentes con gafas y esas cosas. La gente piensa que soy un pérfido y un depravado que se regocija ante el sufrimiento de los demás, pero cuando me preguntan yo siempre respondo: “Soy un cazatalentos, si al gafitas no le duele, he descubierto a un especialista”. Siempre que apaleamos a alguien mis amigos y yo le decimos que es por su bien pero nunca lo entienden… es por ello que nunca, queridos lectores, deben detener una paliza en la calle: puede tener un fin altruista. Y si no lo tiene pueden salir muy doloridos. A no ser que sean especialistas. O padezcan analgesia. (Busquen, busquen en el diccionario).
En conclusión, como es de esperar, hoy me gustaría romper una lanza a favor de los especialistas. Cada vez que vean una secuencia de acción con un plano general y de lejos, un especialista estará allí, cada vez que vean a Brad Pitt de espaldas y saltando, oh sí, un especialista estará allí; cada vez que vean un coche dando vueltas de campana ¡sí, amigos! ¡¡Una especialista estará allí!! Pero ellos no ganarán millones, no recibirán los aplausos, no firmarán autógrafos ni se acostarán con Jessica Alba. No. Ellos volverán a casa magullados, lamentando no haber estudiado contabilidad, y, en plena ducha resbalarán, pues no tendrán alfombrilla. Entonces y sólo entonces, al ritmo de un pensamiento difuso que ahoga un llanto rasgado, musitarán, mojados y ateridos: “Me gustaría no saber caer, y así aprender a levantarme”.

ESPECIALISTAS
Durante toda mi vida pensé que especialista era el término que se daba a la gente especial y lista, pero no. Hace poco descubrí que se trataba de personas del mundo del cine que por dinero se tiraban por barrancos, volcaban coches con ellos dentro, se lanzaban por escaleras… ahí intuí que quizá especiales sí eran, pero listas…
No, es broma. No tengo nada en contra de los especialistas, de hecho creo que en el fondo los admiro. Son tíos inmunes a cualquier accidente doméstico. Vale, pueden tropezarse por la escalera, pero caen que da gusto. Ni un rasguño, eso seguro. Que se caiga un especialista por una escalera es como cuando un contable cuenta la gente que se va a sentar en la mesa en una comida familiar: lo hacen de maravilla. Y eso de contar se hace mucho. “¿Cuántos somos?” Claro, si no eres contable repites la cuenta unas cuantas veces. Pero si te has pasado estudiando contabilidad cinco años mínimo la cuenta la clavas. Pues lo mismo pasa con los especialistas. ¿Saben la alfombrilla que se pone en las bañeras para que no nos escurramos? Ellos ni la tienen.
Eso que se ahorran, oye. Por ejemplo: no tienen pasamanos en la escalera. Los claustrofóbicos o chicas a régimen bajan por las escaleras –por no hablar de las chicas claustrofóbicas a regimen-, los demás por el ascensor, y los especialistas con un triple mortal hacia abajo (para subir ya cogen el ascensor porque ir haciendo triples mortales hacia arriba es cansado, que son especialistas pero no superhombres).
A mí me gustaría que eso de los especialistas no se limitara al cine. Que se ampliara, abriera sus campos, rompiera los límites de la cotidianeidad, destrozara los diques de esa presa que es la rutina. Así yo en la universidad hago que me rompo una pierna y falto a los exámenes justificadamente. Ya está bien de que los especialistas estén a la sombra, que monten una empresa o algo. “Especialistas SA, si nos pagas, nos damos hostias como panes en tu nombre.”
Es que estudié mercadotecnia un día.
Respecto a todo esto me surge una duda existencial: ¿los especialistas se especializan? Suena redundante pero le hace a uno pensar. “Hola, mira hemos pensado que te pongas un sombrero como Indiana Jones y te tires por este barranco lleno de zarzas”. Y el especialista: “No, yo soy más de saltar de coches en marcha”. Eso puede pasar. Porque cada caída tendrá su técnica, digo yo. Le pregunté a un conocido mío que era especialista: “Si te tiras de un coche, ¿cómo haces para no hacerte daño?”. Me respondió: “Lo importante es rodar”. No me resolvió nada. Si no se rueda no hay película. Tengo conocidos muy ignorantes.
Me imagino el currículo (qué pasa, no sé latín) de un especialista:
Juan Meca Igo: 30 años. Graduado ESO. Caída de primer piso (1998), gran golpe contra ventana de cristal (1999), caída de culo en consulta de acupuntura (2000) –desde entonces ya no hago caídas de culo-, besar a Meg Ryan (2002), y un largo etcétera.
Yo, que soy muy joven aún, grabo de vez en cuando palizas a adolescentes con gafas y esas cosas. La gente piensa que soy un pérfido y un depravado que se regocija ante el sufrimiento de los demás, pero cuando me preguntan yo siempre respondo: “Soy un cazatalentos, si al gafitas no le duele, he descubierto a un especialista”. Siempre que apaleamos a alguien mis amigos y yo le decimos que es por su bien pero nunca lo entienden… es por ello que nunca, queridos lectores, deben detener una paliza en la calle: puede tener un fin altruista. Y si no lo tiene pueden salir muy doloridos. A no ser que sean especialistas. O padezcan analgesia. (Busquen, busquen en el diccionario).
En conclusión, como es de esperar, hoy me gustaría romper una lanza a favor de los especialistas. Cada vez que vean una secuencia de acción con un plano general y de lejos, un especialista estará allí, cada vez que vean a Brad Pitt de espaldas y saltando, oh sí, un especialista estará allí; cada vez que vean un coche dando vueltas de campana ¡sí, amigos! ¡¡Una especialista estará allí!! Pero ellos no ganarán millones, no recibirán los aplausos, no firmarán autógrafos ni se acostarán con Jessica Alba. No. Ellos volverán a casa magullados, lamentando no haber estudiado contabilidad, y, en plena ducha resbalarán, pues no tendrán alfombrilla. Entonces y sólo entonces, al ritmo de un pensamiento difuso que ahoga un llanto rasgado, musitarán, mojados y ateridos: “Me gustaría no saber caer, y así aprender a levantarme”.