Portada>Noticias>Monólogo: Amores de películas

Monólogo: Amores de películas

user avatar

billyberjas, 07/10/2008

¿Qué sería de nosotros sin humor?
Para solucionar el tono en general serio de las noticias de CINeol ha acudido en nuestra ayuda Javi Rumí, un muchacho gustoso de escribir contiendas que desprendan la risa del lector más angustioso. A partir de hoy y con frecuencia mensual intentará descubrirnos aquellos recovecos del Séptimo Arte que tienen resquicios graciosos. Porque el cine es Arte, pero un buen monólogo en relación directa con él es... doble arte.
De vosotros y vuestra aprobación depende que esta nueva formula persista o se pierda como lágrimas en la lluvia.
¡Ah! Y si queréis saber más o leer más monólogos (de otro tipo) de este peculiar ser, visitad su web: http://monólogosrumí.es/


AMORES DE PELÍCULA
Dicen que la realidad supera a la ficción. He querido contrastarlo. Comparé todas mis ex con Leonor Watling, Audrey Tautou o Elisha Cuthbert y descubrí que esta afirmación es una falacia tan grande como la pantalla del cine de un kinépolis. ¡Y una mierda la supera! La realidad no vale nada comparada con la ficción. No es realista afirmar que la realidad supera la ficción, es ficción que la realidad supere a la ficción, la cruda realidad es que la realidad es una basura.
¿Por qué? Se preguntarán -y si no se preguntan, háganlo, obtendrán pocas respuestas pero una conversación muy interesante-. La ficción hace que idealicemos nuestro entorno y que luego nos llevemos chascos. Sobre todo en el terreno amoroso y en el sexual, claramente disímiles.
Pongamos un ejemplo. Un día en un bar, borracho –tú, no el bar- te ligas a una chica con gafas aparentemente fea con coleta. Si fuera una película, la chica se desmelenaría, se quitaría las gafas y entonces estaría buenísima. Pero no. En la realidad, la chica se desmelena, se quita las gafas… y primero: no ve; y segundo, sigue siendo tan fea como antes, pero ondeando un pelo muy posiblemente graso y compacto.
Lo mismo pasa con los tíos. Tú eres una chica y te ligas a un joven de aspecto bohemio con gafas, aparentemente feo y con coleta. Si fuera una película, el chico sería un artista con gran talento a explotar, que escribe poemas y pinta cuadros al estilo barroco. En la realidad, ese chico es ingeniero informático.
Claro, idealizamos a la gente y luego eso se paga. Porque en el cine, en las comedias románticas de Hollywood, el protagonista se enamora de la que él considera más guapa del mundo. El caso es que ella es Scarlett Johansson y quizá sí es la más guapa del mundo, porque es actriz y si no fuera guapa no lo sería, sería… no sé… bibliotecaria. De manera que luego vas tú, seas hombre o mujer, con un nivel de exigencia tan alto como Dani Devito en zuecos (no se dejen llevar por lo aparente, los zuecos tienen mucha plataforma).
¿Y cómo se conoce a las chicas en las películas? Sencillo: te chocas con ella, a ella se le caen unos papeles que misteriosamente no llevaba resguardados en carpetas, y mientras los recogéis surge el amor. Vamos a ver. Yo me choco con una chica guapísima y le tiro los papeles y de la vergüenza que me entra no puedo ni mirarla a los ojos. Como mucho le ayudaré a recogerlos y se los daré mientras musito algo así como: “Eb, per, perd, perdona”. Y luego me iré corriendo (en el sentido de dar zancadas de prisa).
Asumámoslo, hombres del mundo. Somos patéticos delante de las féminas. Lo somos. Lo que pasa es que en el séptimo arte él tartamudea y la chica cree que es entrañable y en nuestro mundo tartamudeas y ellas piensan que eres un gangoso retrasado. Y hay muy pocos gangosos retrasados entrañables.
Puede ser que ya hayas ligado o estés en proceso y te dispongas quedar con ella por primera vez, la fatídica primera cita, y, cómo no, en esa ocasión también puedes dejarte llevar por esa sucesión constante y veloz de fotogramas que muchos llaman “cine”. Y es que hay cosas que nunca pasan. Veamos, él y ella se besan bajo un cielo estrellado cuando de pronto irrumpen unos maravillosos fuegos artificiales que iluminan la secuencia creando una orgía de contrastes, de luces y sombras, de ostentosidad lumínica y apoteosis casi orgásmica. En España eso no pasa, y si por una de aquellas ocurre decimos: “Anda mira un castillo”. Además, en ese caso siempre, y digo siempre, habrá un árbol que nos tape la mitad de los fuegos de artificio. Y si nos encontramos con un castillo probablemente es que en ese pueblo hayan fiestas, y si hay fiestas hay toros, y si hay sementales de 700 kilogramos en un radio de dos kilómetros eso es todo menos romántico.
Concluyendo con las cosas que nunca pasan, ¿saben cómo acaban muchas películas de amor? Sí, amigos. Al final se casan… y… viven felices el resto de su vida.