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Diario de Sitges 2013, Día 5: Disculpen las molestias
José Hernández, 17/10/2013
Lo que ocurrió ayer en el Auditori de Sitges, sede del festival, no tuvo nombre. Bueno, sí: chapuza. Primera sesión del día, una de las películas más esperadas del festival, y cuando lleva hora y media y estás plenamente metido en harina, bam, se corta la cinta. A esperar 15 minutos a que se reinicie el servidor, que al parecer se había caído, y busquen el punto exacto donde se habían quedado. Vale. Pasan 20 minutos de película, se vuelve uno a meter y justo cuando llega un momento climático, BAM, otro corte, otro cuarto de hora pese a que al filme le quedaba menos que eso. La cinta se termina al fin y la sesión siguiente comienza deprisa y corriendo para intentar reducir el retraso acumulado. Pero vuelve a pasar lo mismo: corte a los dos tercios de película y lo peor, corte cuando solo quedaban los últimos cinco minutos y ya casi se adivinaba todo. Una interrupción que provocó que se cancelase la proyección de la tercera película de la mañana (Mala), y que no se pudo solucionar. Tras una eternidad, nos dijeron que nos fuésemos porque no podía reanudarse la proyección. A todo esto, habíamos empezado a las 8.30 y eran las 13.30 horas. Cinco horas para dos películas, una tercera parte del tiempo esperando con cara de tonto en la sala cuando uno podría haber estado redactando el artículo del día. Agendas descuadradas, caras cabreadas y la consiguiente dificultad de valorar la experiencia del filme al haber tenido 'anuncios'. El problema no continuó durante las siguientes sesiones, así que al menos se salvaron algunas cintas de la quema. Pero hoy ha hecho un conato de regresar que ha acojonado a toda la sala.

La cinta más perjudicada en esta ordalía fue el thriller OPEN GRAVE (
), de Gonzalo López-Gallego. Se trata de uno de esos filmes que parte de un interrogante-gancho para ir desarrollando un misterio poco a poco, proporcionando con cuentagotas las piezas para completar el puzzle. En este caso, el punto de partida es un hombre que despierta en una fosa común sin ningún recuerdo de quién es ni cómo ha llegado allí. Cuando logra salir de la pila de cadáveres, llega a una casa donde otras cuatro personas están en su misma situación. Juntos deberán resolver el enigma con la ayuda de una mujer japonesa muda que parece mantener sus recuerdos, pero de forma demasiado conveniente es incapaz de comunicárselos a los demás. Esta es realmente la única parte del misterio que rechina en una película muy bien llevada, con una sabia dosificación de la información y una trama que, a diferencia de lo que ocurre en la mayoría de filmes de este tipo, no pierde interés conforme va asomando la verdad. Al contrario, el secreto que se oculta es muy atractivo -aunque para nada original-, y el camino para llegar allí está rodado con pulso y confianza. No es un peliculón, pero es cine comercial de calidad. La pena es que justo al comienzo de la escena final, la proyección se detuvo para siempre. Y aunque me han contado lo que sucede (y realmente solo queda una pieza de información que desvelar que uno puede más o menos imaginarse), pues no es lo mismo. Es un coitus interruptus en toda regla. Pero la cosa todavía es peor: para esta mañana habían organizado un pase especial a modo de disculpa de estos 5 minutos en la sala Tramuntana, justo encajado en la breve pausa entre el primer y el segundo filme del día. Sin embargo, un problema con el streaming y la falta de previsión para probar el sistema antes de la hora indicada para ver si funcionaba provocaron que este pase se demorase unos 20 minutos, con lo que nadie se quedó para verlo y no han vuelto a pasarlo. Una auténtica desfachatez. Esperemos que le faciliten a los medios algún enlace para poder ver ese final que nos robaron los señores de Doremi, la empresa encargada de la proyección digital en el Auditori.

La otra gran perjudicada por los problemas técnicos fue la nueva película de Ari Folman tras Vals con Bashir, THE CONGRESS (
), una adaptación mitad imagen real, mitad animación de un cuento de ciencia ficción escrito por el maestro Stanislaw Lem. El filme cuenta la historia de una actriz en horas bajas (una soberbia Robin Wright interpretándose a sí misma, literalmente) que es digitalizada para ser empleada por el estudio en sus futuras películas, que a partir de ese momento contarán con actores virtuales indistinguibles de los reales. El guion se estructura en tres actos claramente diferenciados por saltos temporales de dos décadas. El primero elige el tono de la sátira para hablar sobre la sociedad actual y sobre el negocio del cine, más en concreto de Hollywood; es un tramo irregular porque los conflictos familiares de Robin suenan un tanto falsos, pero está llena de frases hirientes y cáusticas, de una acritud nada disimulada hacia el extremo capitalismo antihumanista que impera en lo que debía ser un arte, y sobre todo cuenta con la mejor escena del filme: el monólogo de Harvey Keitel mientras escanean a Robin, todo alma y sensibilidad. La segunda parte, la que da nombre al filme, se sitúa en un tiempo en el que los países pertenecen a grandes corporaciones y las drogas han avanzado tanto que pueden crearse 'zonas animadas' donde todo el mundo vive una alucinación colectiva; allí es donde se celebra el congreso futurológico. Es una parte irregular, caótica, tanto por su cambio brusco de tono y estilo respecto a la anterior como por su falta de foco argumental y su planteamiento disperso de ideas que, si bien tienen su evolución y terminan formando un todo gracias al tercer acto, que lleva toda la trama a una conclusión tan emotiva como intelectualmente satisfactoria, chocan entre sí y se confunden durante este tramo central. Así, el resultado final es tan satisfactorio como frustrante. Una sugerente, irregular y estimulante cinta sobre el cine como síntoma de la pérdida de la identidad hacia la que evoluciona la sociedad, pero también como herramienta para mantener un tejido cultural común que nos vincula unos a otros, como máquina de sueños capaz de estimular al hombre para alcanzar cotas metafísicas y conceptuales que de otro modo sería imposible alcanzar. En su corazón, sin embargo, late algo más sencillo: una historia sobre el amor materno, el sentimiento más fuerte y necesario que puede experimentar el ser humano.

Si hablamos de ciencia ficción, resulta mucho más satisfactoria (aunque también menos ambiciosa) COMPUTER CHESS (
), una minipeli rodada con cámaras domésticas de principios de los años 80 y situada en esta misma época, que narra una competición de ajedrez entre ordenadores de distintos centros de investigación sobre hardware, software e inteligencia artificial. Corre el año 1982, y la informática es todavía una ciencia muy primitiva, la máquina no ha logrado aún vencer al hombre, y el universo de posibilidades que se abre enfrente de los personajes se antoja infinito, incapaz de ser concebido en su totalidad. En este contexto, el extraño comportamiento del ordenador más sofisticado del concurso despertará las suspicacias de un joven becario del MIT. Contar más sería desvelar los inesperados y brillantes secretos que guarda esta historia de retrocifi, tan modesta en sus intenciones como fecunda en ideas, y con un estilo narrativo único que va del falso documental al mumblecore prehistórico, con ciertas dosis de surrealismo y bucles kafkianos. Pero esta definición no le hace justicia al filme, porque puede dar la impresión de ser denso, serio y difícil de tragar. Todo lo contrario. Tiene enormes dosis de comedia, situaciones absurdas y paródicas (sobre todo en cuanto a la mentalidad new age que hacía furor en aquella época, y que contrasta con el mundo hermético de números y datos de los científicos), personajes entrañables, y un aura de simpatía y buenrollismo al que es difícil resistirse.

Para no acabar con una nota tan negativa como el prólogo, es mejor quitarse de encima cuanto antes a FRANKENSTEIN'S ARMY (
), una auténtica basura de esas que quizás se puede disfrutar en un festival de este tipo si es de madrugada y uno va muy borracho, dispuesto a burlarse de cualquier cosa con sus colegas, pero que de otra forma es infumable. Por enésima vez estamos ante una película rodada en plan found footage, con el punto original de situarse en la Segunda Guerra Mundial, y centrada en un grupo de soldados soviéticos que se topan con los experimentos bélicos para los nazis de un descendiente del famoso doctor creado por Mary Shelley. El comienzo promete, ya que está rodado casi como si se tratase de un documental propagandístico de la URSS de Stalin, pero la magia se acaba de inmediato, porque solo era un guiño durante los títulos de crédito. A partir de ahí comienza la peor exhibición de empleo del formato que se ha visto en una pantalla de cine, que en sus escenas más resultonas es una mala copia de un vídeojuego shoot 'em up estilo Doom, y en sus peores es una patochada que abusa de recursos tan manidos como el golpe en el micro que jode momentáneamente el sonido, la cinta quemada o con interferencias, o el comportamiento gilipollas del que lleva la cámara, que a todas luces debería de haberla tirado hace mucho tiempo. Todo ello ejecutado de forma tan lamentable que parecería rodado por unos colegas en una tarde en el campo, si no fuese por lo elaborado de los diseños de los monstruos, tan excesivos y delirantes y creativos que casi despiertan simpatía, si no fuese porque se comportan como si estuviesen en el túnel del terror: uuuuuh, susto y palmada al aire, y ya está, corre al siguiente que este como mucho le hace daño a alguien en tercer o cuarto plano. Por supuesto, esto no es suficiente para salvar el desastre ni para lograr que sea una cinta entretenida durante más de 3 minutos seguidos. Lo más cachondo del tema es que si el filme hubiese sido rodado de forma convencional, a lo mejor hasta era digerible.

Para acabar con las películas de ayer (sí, las crónicas van con cierto retraso por la acumulación de pases mañaneros), lo mejor es hablar sobre una obra que es poco probable que se vaya de vacío del festival, porque la recepción fue escandalosamente positiva: CHEAP THRILLS (
). Pensad en un tono de negro (sí, los hay, si sois chicos preguntadle a vuestra esposa o novia y os lo dirá). El tono más oscuro que se os ocurra. Ahora, intentad duplicarlo, y ni así os acercaríais a lo negra que es esta comedia, una salvajada divertidísima, ácida, con un reparto en estado de gracia y una mala baba impresionante a la hora de retratar a la especie humana y a la sociedad capitalista ávida por el vil metal. La trama gira en torno a dos antiguos amigos que pasan por una situación deplorable: uno malvive con un parco sueldo de matón, el otro es un padre de familia en paro a punto de ser desahuciado. La noche que quedan para tomarse una cerveza tras cinco años sin verse, se cruzan en el camino de un millonario y su esposa a los que les gusta apostar por todo, especialmente si se trata de retar a otra persona a que haga algo descabellado por X dólares. Lo que empieza como un entretenimiento inocente va escalando poco a poco: las cifras tienen más ceros, los retos son más peligrosos, inmorales, asquerosos o humillantes. ¿Hasta qué punto están dispuestos a arrastrarse con tal de tener dinero suficiente para comenzar de nuevo? La respuesta es hasta lo más hondo de la podredumbre, hasta un límite deplorable y estremecedor, de los que hielan la sangre, de los que convierten la carcajada inevitable en un acto de alivio de la tensión tanto como de verdadero sentido del humor. Porque es una película con la que es inevitable descojonarse, pero al mismo tiempo siendo consciente de que eres muy mala persona por estar riéndote de lo que les está pasando a los protagonistas. Y esa es la grandeza de la labor de E.L. Katz, que no solo logra que los eventos se desarrollen con la fluidez y evolución precisa para que el espectador se meta en el juego y no lo abandone, sino que consigue lo más difícil en toda comedia negra: el tono adecuado para que el filme resulte tremendamente divertido y mantenga su fuerza visceral y moral.
Entramos así en la recta final del festival. Mañana será mi último día en Sitges, aunque obviamente todavía queda más de un artículo: el de las películas de hoy (que por ahora incluyen a Jarmusch y a Jodorowsky, pero también el mayor mojón de todo el certamen) y el de las del viernes, además del palmarés y un resumen con lo mejor y peor que se ha visto en esta cita ineludible para todo cinéfilo.
@DamnedMartian

La cinta más perjudicada en esta ordalía fue el thriller OPEN GRAVE (


La otra gran perjudicada por los problemas técnicos fue la nueva película de Ari Folman tras Vals con Bashir, THE CONGRESS (


Si hablamos de ciencia ficción, resulta mucho más satisfactoria (aunque también menos ambiciosa) COMPUTER CHESS (


Para no acabar con una nota tan negativa como el prólogo, es mejor quitarse de encima cuanto antes a FRANKENSTEIN'S ARMY (


Para acabar con las películas de ayer (sí, las crónicas van con cierto retraso por la acumulación de pases mañaneros), lo mejor es hablar sobre una obra que es poco probable que se vaya de vacío del festival, porque la recepción fue escandalosamente positiva: CHEAP THRILLS (

Entramos así en la recta final del festival. Mañana será mi último día en Sitges, aunque obviamente todavía queda más de un artículo: el de las películas de hoy (que por ahora incluyen a Jarmusch y a Jodorowsky, pero también el mayor mojón de todo el certamen) y el de las del viernes, además del palmarés y un resumen con lo mejor y peor que se ha visto en esta cita ineludible para todo cinéfilo.
@DamnedMartian