Portada>Noticias>Especial Narciso Ibáñez Serrador: Quién puede negarle un Goya
Especial Narciso Ibáñez Serrador: Quién puede negarle un Goya
Sergio Roma, 18/02/2019
Pese que sólo realizó dos películas en su carrera (Quién puede matar a un niño? y La Residencia) el director Narciso Ibáñez Serrador revolucionó en cierto modo el cine de terror, sobre todo a nivel nacional y aunque es más conocido por sus trabajos en televisión eso no le ha impedido ser merecedor del Goya de Honor de este año. Un realizador que se ha sabido ganar su propio aura de misterio, que ha sabido aterrorizar a toda una generación con sus “Historias para no dormir” y que realizó la película de terror, Quién puede matar a un niño?, que se ha convertido en una película de culto del cine español.
El cine Capitol, en Madrid, dentro del Proyecto de “Sunset Cinema” ha ofrecido un pase único, el pasado Jueves 7 de Febrero donde tuvimos la oportunidad de asistir y disfrutar nuevamente de este clásico del cine español, además, el acto tuvo la presencia de su hijo, Alejandro Ibáñez Nauta, y un pequeño mensaje en vídeo del propio director.
El conjunto, junto con el merecido Goya de Honor recibido también este mes nos ofrece una excusa perfecta, para repasar y analizar esa pequeña obra maestra de 1976 que ha llegado a nuestros días como una auténtica película de culto.
¿Quién puede matar a un niño?

No se le puede negar la originalidad a esta película de terror de Ibáñez Serrador, y la manera de iniciarse es un ejemplo de ello. El comienzo de la película es un poco extraño, y no es habitual verlo en una película de este género, y hay que reconocer que perturba. Junto a los créditos aparecen imágenes reales de conflictos bélicos internacionales (II Guerra Mundial, Guerra de Corea, Vietnam, Biafra, etc) donde siempre, o casi siempre las víctimas más vulnerables son los niños, o al menos es el aspecto que se quiere, deliberadamente, destacar. Y cuando finaliza la noticia escuchamos unas revoltosas risas de niños. Ibáñez Serrador ya nos está incomodando en el asiento nada más comenzar…
El blanco y negro da paso al color y con ello el paso a una plácida playa donde todo el mundo parece disfrutar del momento, hasta que aparece un cadáver, y enturbia la tranquilidad vacacional, y no será el primero que aparece…
Los inicios de la historia se desarrollan en el pueblo Benavís, pueblo ficticio en la costa mediterránea, y se centra en dos turistas ingleses (Tom y Evelyn) que quieren alquilar un barco para ir a la también ficticia isla de Almanzor al día siguiente. Todo parece tranquilo, sereno y trivial, con las típicas fiestas del pueblo, aunque una imagen de televisión vuelve a remitir a otra guerra, la de Tailandia, con las mismas víctimas inocentes. Tom, en un momento de reflexión en su habitación llega a reconocer con pesadumbre: “Los hombres están locos, pero los que pagan son los niños”.
Tras la llegada a Almanzor todo cambia. Son recibidos por un grupo de niños que se están pegando un baño, pero hay una extraña mirada de uno de ellos cuando Tom intenta entablar conversación amigable con él...
No parecen darle importancia al asunto y se adentran en el pueblo, descubriendo que más bien parece un pueblo fantasma, que todo el mundo parece haberse marchado a toda prisa, y en esa inquietud que provoca la soledad tan sólo encuentra Evelyn, a una niña que le acaricia extrañamente el vientre (ella se encuentra embarazada) y desaparece corriendo. Algo extraño sucede en la isla, y no le encuentran explicación a tanta soledad y silencio…Todo resulta tenso, la tétrica música nos adentra en el terror que se respira, y las risas de niños lejos de tranquilizar, inquietan.

Poco a poco iremos observando a personas muertas: en un excelente traveling lateral veremos en el suelo a una dependienta o dueña de supermercado, posteriormente un anciano, que es víctima de los palos propiciados primero por una niña (ante el estupor de Tom y Evelyn: “¿Por qué has hecho eso?”, se ríe…) y posteriormente en una macabra piñata protagonizada por niños divirtiéndose. Ibáñez Serrador ya ha plantado la semilla del terror y a partir de ahora va a disfrutar de su desarrollo.
Sucede que al igual que ocurre con los payasos, terror y niños como protagonistas activos, parecen términos contradictorios, y crean cierta incomodidad y rechazo, en cualquier espectador. Un niño no puede ser malvado, no entra en nuestra percepción de la infancia, y eso lo sabe Ibáñez Serrador para sacar el mayor provecho de la situación paradójica. Toca una tecla delicada y lo hace con gran brillantez.
Con los elementos del inicio de la película y este posterior desarrollo, crece la sensación de que nos hallamos en cierto modo ante una película de venganza, con elementos surrealistas. La venganza imposible de unos niños justicieros que luchan por todos aquellos que murieron en las guerras por culpa de la irresponsabilidad de los adultos (“Los hombres están locos, pero los que pagan son los niños”…)
Todo lo que viene después forma parte de este macabro marco estructural, y con ello tenemos escenas míticas como la de unos niños alrededor de una mujer, muerta y semidesnuda. Una imagen que recuerda a los buitres alrededor de su presa muerta, pero con esa magia tan surreal que Serrador le aporta a la escena.

El pánico atrapa a nuestra pareja protagonista, parece que huir no sirve de mucho y pese a que siguen insistiendo en su perplejidad (“Son solo niños”), se encuentran atrapados y encarcelados no sólo en la isla, sino posteriormente en un cuarto. El grupo, como si de un superorganismo se tratase, cada vez es más poderoso, y ese poder llegará incluso al propio ser que lleva Evelyn en su vientre, adoptando la película incluso un aire demoníaco.
La situación, junto a una escalofriante melodía (obra de Waldo de los Ríos) que se suele repetir en momentos puntuales, la relación de los propios niños y el terror que se apodera de la pantalla en no pocas situaciones, configuran un clima de suspense muy intenso del que es difícil escapar y que va atrapando poco a poco de manera constante e intensa, como las grandes películas del género. De tal modo, es fácil identificar en varias escenas de la película el mismo clima de suspense de la película Los Pájaros de Alfred Hitchcock, a la que rinde un evidente homenaje.
El final, como no podía ser de otra forma, está cargado de intensidad y emoción, con unos niños en pleno éxtasis y con un desarrollo que da pie a cualquier tipo de posible secuela que en su momento no se quiso o pudo hacer, pero que en los tiempos que hoy corren de franquicias y universos hubiese sido muy tentador su continuación.
Como no fue así, la película nos ha llegado redonda, con ese aire tan característico de película de culto, y una de las incuestionables cimas de nuestro cine de terror.
Quién puede matar a un niño? está basada en el relato "El juego de los niños" de Juan José Plans, y se pueden encontrar además referencias al cine de Hitchcock (Los Pájaros) y al cine de Wolf Rilla (El Pueblo de los Malditos (1960))
La película cuenta en el plano interpretativo con la presencia de Lewis Fiander y Prunella Ransome como la pareja de turistas protagonistas. En un principio, Serrador quiso que fuese Anthony Hopkins el actor que interpretara ese papel, pero por compromisos profesionales tuvo que rechazarlo. Serrador finalmente no quedó muy satisfecho con el trabajo de Fiander, aunque sí le gustó especialmente el de Prunella Ransome.
Tampoco la gustó la decisión final de la productora de doblarles sus voces, dado que él quería que hablasen en inglés, con subtítulos, para enriquecer el espíritu de la película.
Aunque no fue muy valorada en su tiempo, en cuanto a premios se refiere, la película ganó el Premio de la Crítica a en el Festival de Cine Fantástico de Avoriaz de 1977.
@sergio_roma
El cine Capitol, en Madrid, dentro del Proyecto de “Sunset Cinema” ha ofrecido un pase único, el pasado Jueves 7 de Febrero donde tuvimos la oportunidad de asistir y disfrutar nuevamente de este clásico del cine español, además, el acto tuvo la presencia de su hijo, Alejandro Ibáñez Nauta, y un pequeño mensaje en vídeo del propio director.
El conjunto, junto con el merecido Goya de Honor recibido también este mes nos ofrece una excusa perfecta, para repasar y analizar esa pequeña obra maestra de 1976 que ha llegado a nuestros días como una auténtica película de culto.
¿Quién puede matar a un niño?


No se le puede negar la originalidad a esta película de terror de Ibáñez Serrador, y la manera de iniciarse es un ejemplo de ello. El comienzo de la película es un poco extraño, y no es habitual verlo en una película de este género, y hay que reconocer que perturba. Junto a los créditos aparecen imágenes reales de conflictos bélicos internacionales (II Guerra Mundial, Guerra de Corea, Vietnam, Biafra, etc) donde siempre, o casi siempre las víctimas más vulnerables son los niños, o al menos es el aspecto que se quiere, deliberadamente, destacar. Y cuando finaliza la noticia escuchamos unas revoltosas risas de niños. Ibáñez Serrador ya nos está incomodando en el asiento nada más comenzar…
El blanco y negro da paso al color y con ello el paso a una plácida playa donde todo el mundo parece disfrutar del momento, hasta que aparece un cadáver, y enturbia la tranquilidad vacacional, y no será el primero que aparece…
Los inicios de la historia se desarrollan en el pueblo Benavís, pueblo ficticio en la costa mediterránea, y se centra en dos turistas ingleses (Tom y Evelyn) que quieren alquilar un barco para ir a la también ficticia isla de Almanzor al día siguiente. Todo parece tranquilo, sereno y trivial, con las típicas fiestas del pueblo, aunque una imagen de televisión vuelve a remitir a otra guerra, la de Tailandia, con las mismas víctimas inocentes. Tom, en un momento de reflexión en su habitación llega a reconocer con pesadumbre: “Los hombres están locos, pero los que pagan son los niños”.
Tras la llegada a Almanzor todo cambia. Son recibidos por un grupo de niños que se están pegando un baño, pero hay una extraña mirada de uno de ellos cuando Tom intenta entablar conversación amigable con él...
No parecen darle importancia al asunto y se adentran en el pueblo, descubriendo que más bien parece un pueblo fantasma, que todo el mundo parece haberse marchado a toda prisa, y en esa inquietud que provoca la soledad tan sólo encuentra Evelyn, a una niña que le acaricia extrañamente el vientre (ella se encuentra embarazada) y desaparece corriendo. Algo extraño sucede en la isla, y no le encuentran explicación a tanta soledad y silencio…Todo resulta tenso, la tétrica música nos adentra en el terror que se respira, y las risas de niños lejos de tranquilizar, inquietan.

Poco a poco iremos observando a personas muertas: en un excelente traveling lateral veremos en el suelo a una dependienta o dueña de supermercado, posteriormente un anciano, que es víctima de los palos propiciados primero por una niña (ante el estupor de Tom y Evelyn: “¿Por qué has hecho eso?”, se ríe…) y posteriormente en una macabra piñata protagonizada por niños divirtiéndose. Ibáñez Serrador ya ha plantado la semilla del terror y a partir de ahora va a disfrutar de su desarrollo.
Sucede que al igual que ocurre con los payasos, terror y niños como protagonistas activos, parecen términos contradictorios, y crean cierta incomodidad y rechazo, en cualquier espectador. Un niño no puede ser malvado, no entra en nuestra percepción de la infancia, y eso lo sabe Ibáñez Serrador para sacar el mayor provecho de la situación paradójica. Toca una tecla delicada y lo hace con gran brillantez.
Con los elementos del inicio de la película y este posterior desarrollo, crece la sensación de que nos hallamos en cierto modo ante una película de venganza, con elementos surrealistas. La venganza imposible de unos niños justicieros que luchan por todos aquellos que murieron en las guerras por culpa de la irresponsabilidad de los adultos (“Los hombres están locos, pero los que pagan son los niños”…)
Todo lo que viene después forma parte de este macabro marco estructural, y con ello tenemos escenas míticas como la de unos niños alrededor de una mujer, muerta y semidesnuda. Una imagen que recuerda a los buitres alrededor de su presa muerta, pero con esa magia tan surreal que Serrador le aporta a la escena.

El pánico atrapa a nuestra pareja protagonista, parece que huir no sirve de mucho y pese a que siguen insistiendo en su perplejidad (“Son solo niños”), se encuentran atrapados y encarcelados no sólo en la isla, sino posteriormente en un cuarto. El grupo, como si de un superorganismo se tratase, cada vez es más poderoso, y ese poder llegará incluso al propio ser que lleva Evelyn en su vientre, adoptando la película incluso un aire demoníaco.
La situación, junto a una escalofriante melodía (obra de Waldo de los Ríos) que se suele repetir en momentos puntuales, la relación de los propios niños y el terror que se apodera de la pantalla en no pocas situaciones, configuran un clima de suspense muy intenso del que es difícil escapar y que va atrapando poco a poco de manera constante e intensa, como las grandes películas del género. De tal modo, es fácil identificar en varias escenas de la película el mismo clima de suspense de la película Los Pájaros de Alfred Hitchcock, a la que rinde un evidente homenaje.
El final, como no podía ser de otra forma, está cargado de intensidad y emoción, con unos niños en pleno éxtasis y con un desarrollo que da pie a cualquier tipo de posible secuela que en su momento no se quiso o pudo hacer, pero que en los tiempos que hoy corren de franquicias y universos hubiese sido muy tentador su continuación.
Como no fue así, la película nos ha llegado redonda, con ese aire tan característico de película de culto, y una de las incuestionables cimas de nuestro cine de terror.
Quién puede matar a un niño? está basada en el relato "El juego de los niños" de Juan José Plans, y se pueden encontrar además referencias al cine de Hitchcock (Los Pájaros) y al cine de Wolf Rilla (El Pueblo de los Malditos (1960))
La película cuenta en el plano interpretativo con la presencia de Lewis Fiander y Prunella Ransome como la pareja de turistas protagonistas. En un principio, Serrador quiso que fuese Anthony Hopkins el actor que interpretara ese papel, pero por compromisos profesionales tuvo que rechazarlo. Serrador finalmente no quedó muy satisfecho con el trabajo de Fiander, aunque sí le gustó especialmente el de Prunella Ransome.
Tampoco la gustó la decisión final de la productora de doblarles sus voces, dado que él quería que hablasen en inglés, con subtítulos, para enriquecer el espíritu de la película.
Aunque no fue muy valorada en su tiempo, en cuanto a premios se refiere, la película ganó el Premio de la Crítica a en el Festival de Cine Fantástico de Avoriaz de 1977.
@sergio_roma