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Los Odiosos ocho

'El escorpión y la rana'

Es fácil imaginar al propio Tarantino, con su mirada de psicópata y su prominente mandíbula desencajada a causa de la risa, disfrutando como un cerdo en el barro a costa de sus propias ocurrencias mientras escribe sus guiones


Estreno 15 de Enero de 2016
Es fácil imaginar al propio Quentin Tarantino, con su mirada de psicópata y su prominente mandíbula desencajada a causa de la risa, disfrutando como un cerdo en el barro a costa de sus propias ocurrencias mientras escribe sus guiones. Lejos de moderarse con el paso de los años y con el pulido que da la experiencia, el de Knoxville se ha gustado pero bien en esta nueva película que a punto estuvo de quedarse en el tintero por el enfado que se cogió cuando, antes incluso de empezar a rodar, una copia del guión se filtró por la red. Finalmente (y afortunadamente, dirán muchos) se decidió a rodar la que a todas luces es su trabajo más excesivo, con diferencia. Y eso, refiriéndose a Quentin, es mucho decir. Su caso se asemeja a la famosa fábula de la rana que ayuda a un escorpión a cruzar un río y este no puede contenerse y acaba picando al anfibio provocando la muerte de ambos, achacando su conducta a su propia naturaleza. Con Quentin lo mismo. El tío podría contenerse pero su verborrea inagotable y su gusto por la violencia sin complejos le provocan una incontinencia máxima.

(Más imágenes en su galería)

El público se suele separar entre el grupo que considera que todo lo que haga se quedara corto y los que pensamos que siempre (o casi) se pasa de frenada. Lo que daría para una sinopsis de tres o cuatro líneas y un argumento que a un cineasta al uso le ocuparía entre 90 y 120 minutos, en manos de Tarantino se va estirando lentamente hasta las casi tres horas. Para muestra, casi toda la acción tiene lugar en el interior de una cabaña a la que se tarda cerca de una hora (de tiempo real) en llegar. Y no es precisamente andando, sino hablando a su estilo. Si un día se juntaran Quentin y Aaron Sorkin para escribir un guión a cuatro manos, habría que ponerles un reloj de tiempos como en el ajedrez para acotar sus diálogos. Sí, es una de sus mayores señas de identidad, pero aún así en esta ocasión se despacha a gusto.

Él mismo reconoce que sus influencias a la hora de abordar el guión de su octava película han sido Reservoir Dogs y La Cosa (1982), de John Carpenter (de la que incluso el propio Ennio Morricone ha aprovechado composiciones descartadas de aquella y Tarantino ha hecho su particular homenaje a la famosa escena de la prueba de la sangre). Interesante mezcla y más cuando viene empapada de western añejo y una buena dosis de suspense al estilo Agatha Christie donde nadie parece ser quién dice y todos sospechan de todos creando un ambiente intenso y opresivo que se acentúa con el gélido panorama en el exterior de la cabaña que afecta al aislamiento forzado de los personajes. Unos personajes, por cierto, en su mayoría viejos conocidos ya del universo particular del director y que suponen un gran acierto de casting.

Como se puede ver, ingredientes hay de sobra para hacer una gran película, contenida, sobria, marcando bien los tiempos y con la experiencia que da la veteranía. El día que Quentin consiga dosificarse y no volcarse en los excesos seguramente se quede cerca de alcanzar la perfección. Pero no quiere o no puede. Simplemente está en su naturaleza.

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Ninguno

12/01/2016

Valoración

8.00

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