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Conversaciones con mamá

'Sencilla, sin pretensiones, honesta'

La infancia es probablemente la mejor etapa de la existencia, con toda la vida aún por delante para intentar cumplir con nuestros sueños. Nos sentimos totalmente protegidos por el cariño de los padres frente a las hostilidades del mundo.

La infancia es probablemente la mejor etapa de la existencia, con toda la vida aún por delante para intentar cumplir con nuestros sueños. Nos sentimos totalmente protegidos por el cariño de los padres frente a las hostilidades del mundo. Experimentamos incesantemente nuevas emociones con el continuo descubrimiento de las cosas. Creemos con ingenuidad en todos los valores aprendidos e interiorizados. Disponemos de la fuerza del idealismo aun incorrupto... Pero con el paso del tiempo todas esas virtudes van desapareciendo lenta e inexorablemente. Hay unos pocos afortunados que mantienen alguna de ellas intacta, pero la mayoría se divide entre los que se auto engañan fingiendo aun poseerlas y los que se resignan a haberlas perdido definitivamente. Jaime, el protagonista de “Conversaciones con mamá” pertenece sin lugar a dudas a este último grupo.
Entrado en los cincuenta, Jaime (Eduardo Blanco) se encuentra sumergido en una profunda crisis personal. Recién despedido del trabajo, sin amor en su matrimonio y desubicado del universo de sus hijos, se ve presionado por su mujer para echar a su anciana madre (China Zorrilla) del apartamento donde vive. Los sucesivos encuentros entre madre e hijo supondrán para Jaime el redescubrimiento y la reasunción de unos valores que creía caducados.
Sencilla, sin pretensiones, honesta, con diálogos brillantes, emocionante, divertida y sensible, “Conversaciones con mamá” se engloba dentro de la actual corriente de cine argentino de valores humanos, cuyo buque insignia y referencia es “El hijo de la novia”. Probablemente algunos le achacarán a este movimiento cinematográfico una falta de riesgo al tensar poco la conexión con el espectador. Quizá otros lo tachen de poco comprometido al no penetrar en los aspectos más complejos de los temas y personajes que describe. Pero no creo que esos niveles de riesgo y compromiso sean condición sine qua non de una buena película, ni siquiera de una obra maestra.
Al estar concebida originalmente como una obra de teatro “Conversaciones con mamá” basa su impulso en las interpretaciones. La mirada triste y melancólica y el talante suave y cariñoso de Eduardo Blanco acercan a Jaime inmediatamente al espectador y delatan enseguida toda su bondad. La extraordinaria Chita Zorrilla por su lado compone una madre muy rica en matices: a la vez protectora y frágil, lúcida e ingenua, anciana y juvenil. Completa el trío protagonista el entrañable Ulises Drumont que interpreta al utópico y revolucionario Gregorio. Los personajes se expresan sin artificios y con una gran naturalidad intercambian reflexiones sobre una amplia gama de cuestiones como la vida, la muerte, el amor, la felicidad etc. Pero no lo hacen únicamente a través de los diálogos sino también con simples miradas o sencillos gestos (sirva como ejemplo la actitud de Jaime en la conmovedora la escena del tango).
Sea cual sea nuestra edad todos seguimos llevando dentro al niño que alguna vez fuimos. Con los años tenemos la tendencia de dirigir nuestra mirada hacia el pasado y lamentar errores, pérdidas, oportunidades desaprovechadas, descuidando el futuro que aun existe. “Conversaciones con mamá” nos muestra que la felicidad radica en la liberación del niño que nunca dejamos de ser, mirando siempre hacia adelante como si aun nos quedase todo por vivir. No sé,... por probar que no quede.

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TXILI

21/02/2005

Valoración

6.00

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