En 1910 las diferentes productoras independientes del cinematógrafo mantenían una aguerrida disputa que poco tenían que envidiar a las guerras entre gánsters. Los materiales y los equipos se guardaban bajo secreto, camuflados en insospechados negocios. La precaución no era excesiva pues eran frecuentes los asaltos de la competencia para destruir los negativos y robar las cámaras. En ese clima frenético, en el que se producían películas mudas sin cuidar apenas las tramas y la actuación, bastando con ofrecer al público disparatadas y exóticas historias, Leo Harrigan, un abogado de Chicago es contratado accidentalmente por HH Cobb, un dinámico y bullicioso productor de películas. Es enviado a California para que se encargue de un rodaje que parece haber quedado encallado en alguna parte. Otra productora se hará con los servicios de Buck Greenway, un buscavidas, para que localice a ese mismo equipo de rodaje perdido en California... aunque para sabotearlo. Sin que nadie pueda imaginarlo, ése será el inicio de una bonita amistad.
En las fases previas del proyecto, Orson Welles sugirió que rodara la película en blanco y negro, idea que luego fue rechazada por el estudio. No fue hasta muchos años después, en 2008, cuando en una retrospectiva de la obra de Bogdanovich celebrada en el teatro Castro de San Francisco se proyectó el corte del director, que fue presentado en blanco y negro.