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Diario de Sitges 2015, Día 7: Surrealismo y tradición

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El festival se está desarrollando sin apenas anécdotas que contar. Los primeros días parece que íbamos a tener trifulcas, porque hubo un par de momentos de espectadores tensos o camareros hostiles, pero se ve que era cosa del fin de semana. Todo fue finalizar el puente y la cosa va como la seda. Tampoco hay problemas organizativos destacados, los tickets electrónicos funcionan muy bien y son un alivio a la hora de ir de un cine a otro sin necesidad de recogerlos antes, e incluso se nota que con un una sala más hay más pases de prensa y por ello no hay tanta dificultad para escoger las películas que uno querría. Eso sí, la comida del puesto de bocadillos frente al Auditori es cada vez peor. A estas alturas, lo mismo nos daría mascar un trozo de conglomerado y serrín. El sabor y la textura no serían muy distintos.



En alguna crítica he leído la expresión “como No Es País Para Viejos si estuviese rodada por Amblin”, y no se me ocurre mejor forma de describir la estupenda COCHE POLICIAL (). La cinta comienza de forma inocente, con unos chicos que se escapan de casa, se encuentran un coche de policía abandonado y deciden darse una vuelta en él. Su tono de descubrimiento y cierta melancolía nos sugiere un mundo difícil del que ellos aún no tienen plena conciencia, como ocurría en joyas juveniles como Cuenta Conmigo. Pero pronto las cosas se vuelven más violentas, conforme descubrimos a quién pertenecía el coche: a un Kevin Bacon que estaba enterrando un cadáver.

De esta forma, Jon Watts va construyendo un universo noir fronterizo que, pese a ser reconocible, se va alejando de los códigos clásicos del género, sobre todo en su dibujo de personajes. No hay aquí ningún superhéroe peliculero, ni villanos de agudeza inverosímil, ni niños mucho más maduros e inteligentes de lo que corresponde a su edad. No, aquí los chavales tienen la ignorancia e ingenuidad que corresponde a su edad, conocen poco del mundo y no saben manejarse en una situación difícil. Frente a ellos hay criminales que son a veces estúpidos o torpes, que tienen arrebatos de miedo e ira, que solo continúan en la brecha mientras la suerte esté de su parte, aunque conocen lo suficientemente bien su oficio como para tener recursos de los que tirar cuando surge una urgencia. Se acercan así más al paradigma neonoir de los hermanos Coen, aunque limitando su carga autoparódica y grotesca al mínimo para añadir unas gotas de humor.

Todo en la película funciona como un reloj: el guion está bien engrasado, los actores relucen (sorprende especialmente un Shea Whigham que tiene un monólogo que pone los pelos de punta) y la dirección de Watts tiene una elegancia formal y un aplomo que apunta maneras de talento a seguir. Pero tiene un gran problema: sabe a poco. Watts coloca con paciencia las piezas sobre su tablero, va desplegando la trama hasta alcanzar un punto óptimo, pero cuando parece que va a comenzar un juego del gato y el ratón de los que vuelven locas las neuronas… comienza a sentar las bases para su (excelente, por otro lado) clímax. La intención de hacer algo modesto acaba en falta de arrojo, en una contención que limita las posibilidades de la historia a un simple pasatiempo donde solo hay atisbos de la estimulante pieza de cámara sobre la pérdida de la inocencia (de los niños, pero también de la sociedad) que podría ser.



Cambiamos los géneros del siglo XX por los del siglo XVI. William Shakespeare es posiblemente el autor más adaptado de la historia, por lo que una nueva versión de sus textos tiene que ser realmente destacada para que se pueda comparar con los clásicos. En el caso de MACBETH (), el resultado podría haber sido la mejor adaptación de esta historia sobre la traición y el destino, pero solo alcanza esas cotas en algunas escenas climáticas.

Resulta irónico que la película sea mejor cuanto más se desvía Justin Kurzel de su origen teatral. El inicio y el final son modélicos, todo un despliegue visual al servicio de la historia que alcanza cotas expresivas de enorme belleza e impacto, y que definen sin apenas palabras los matices de los personajes y sus conflictos. Sin embargo, este poderío narrativo y visual se sosiega demasiado pronto, dejando paso al texto del bardo sin apenas cambios, y centrándose de forma muy literal en la obra. Esto implica lo que ya hemos visto en tantas versiones: un cierto estatismo formal y actoral, con el reparto muy preocupado por declamar con intensidad sus frases y a veces dejando escapar oportunidades para ofrecer emociones distintas a las que ya vienen en sus diálogos. En lugar de intentar buscar nuevas lecturas o subsanar algunos saltos dramáticos que en escena quedan mejor que en pantalla (como el repentino cambio de actitud de Lady Macbeth), Kurzel emplea una mirada academicista hacia la obra.

Solo en los momentos en los que más libertad de movimientos permite el texto, como los eventos sucedidos fuera de escenario y narrados por los actores en la obra original, se demuestra todo el poderío que podría haber alcanzado una película menos fiel y más transgresora. Es entonces cuando más bebe del Trono de Sangre de Akira Kurosawa, hasta ahora la mejor versión de Macbeth, e incluso consigue ampliar y profundizar los hallazgos formales del japonés. Una pena que en el mundo anglosajón se trate con tanto respeto a determinados autores sin aprovechar su potencial, y más aún porque el propio Shakespeare se especializaba en coger historias de otra gente y hacer sus adaptaciones libres, que componen la mitad de su obra.



Frente al formalismo de Macbeth, ver una película tan fresca, espontánea y dinámica como TANGERINE () es todo un hallazgo. El film, grabado con iPhone 5s, sigue durante un día a dos prostitutas transexuales (o más bien en proceso de serlo) que recorren la ciudad de Los Ángeles buscando a su chulo, novio de una de ellas, que según dicen los rumores le ha puesto los cuernos mientras ella estaba en la cárcel.

Con estos elementos se podría hacer un drama tremebundo made in Larry Clark, pero Sean Baker se aleja por completo de esa visión y se emparenta más con el descaro y la lengua viperina del primer Kevin Smith o del Spike Lee menos político. Con un ritmo endiablado y un trabajo de cámara que le da dinamismo e inmediatez a la acción, sigue a sus dos heroínas (maravillosas actrices/actores que a buen seguro figuran ya entre lo mejor de este festival) en una cruzada por todo tipo de ambientes barriobajeros, que pese a ser plasmados sin paños fríos, no están utilizados como panfleto sobre los males de la sociedad. Más bien al contrario, encuentra en esa sordidez un cariño y humanidad que son difíciles de ver en el cine contemporáneo, tan tendente al cinismo.

Porque, aparte de ser una película tremendamente divertida, carismática, vital y deslenguada, además de tener frases y escenas cómicas (que no gags) memorables, el film también tiene un corazón dulce y tierno. Los conflictos de sus personajes están tratados con naturalidad, sin buscar villanos donde sería fácil hallarlos, subrayando los momentos de conexión emocional que hacen que la amistad o el amor continúen moviendo sus vidas. Y en este sentido, su final es un ejemplo de cariño y emoción sincera, que frente al torbellino que acontece durante los 80 minutos anteriores, se detiene con delicadeza en un momento íntimo y pequeño que transmite todo un mundo.



Con el mismo desparpajo, pero mucho más surrealismo, tenemos la inclasificable comedia danesa MEN AND CHICKEN (), una especie de versión Kusturica de La Isla de las Almas Perdidas dirigida por Anders Thomas Jensen. El argumento se centra en dos hermanos, interpretados con una mezcla de patetismo, simpleza, bondad y chaladura por Mads Mikkelsen (el hermano torpe e hipersexuado) y David Dencik (el antipático y sesudo), que descubren que su padre fallecido no es en realidad su padre biológico, y que su familia original se encuentra en una pequeña isla de 42 habitantes. Y si ellos parecen raritos, los hermanos que se van a encontrar allí los superan en todo.

Jensen saca todo su arsenal de locuras para contar esta historia sobre la familia, sobre encontrar tu lugar en el mundo y saber quién eres, a través de la mayor colección de burradas imprevisibles que uno se pueda echar a la cara: desde la tendencia de los hermanos a dirimir la más mínima disputa a cacharrazo limpio, como si fuesen los Tres Chiflados pero con animales disecados y calderos, hasta la vecina paranoica que es incapaz de frenar su coche, pasando por la pérdida de virginidad en un asilo de ancianos o los ojitos que le pone Mads a un toro semental que está pidiendo que le den lo suyo, y uno que se hace 10 pajas al día no es de piedra.

Resumido en una frase: si no eres capaz de reírte con esta película es que estás muerto por dentro. Pero también: si no te emociona un poquito ver cómo la historia llega a una conclusión sensible y tierna, no tienes corazón. Y añado: si no encuentras sorpresas en su desarrollo, si te esperas cada paso que da la película y no te deja con el culo torcío, es que eres una persona mucho más inteligente o mucho más desquiciada que el resto del planeta. Excepto Anders Thomas Jensen, ese puto loco maravilloso que nos ha traído esta joya de carcajadas delirantes.



Pero claro, esto es un festival de frikadas, y basta con decir “no creo que vaya a ver nada más extraño y surrealista en toda la semana” para que no pasen ni dos películas hasta que encuentras algo que le gana por goleada. Ese algo es FREE FALL (), nueva película de György Pálfi, que ya dejó claro cómo funciona su cabeza con Taxidermia. En este caso reúne una colección de historias disparatadas que suceden en el mismo edificio, desde una pareja que vive en un entorno ultrahiperaséptico (hasta se envuelven en plástico el cuerpo para follar) hasta un niño que tiene miedo del toro que vive en su casa y que solo él puede ver, pasando por una anciana que cada día se tira un par de veces de la azotea o un ginecólogo que practica el parto inverso (y dejo a vuestra imaginación lo que significa este concepto).

Al ser una cinta más o menos episódica, aunque algunas historias comienzan y terminan en el mismo núcleo narrativo y otras extienden sus flecos por todo el metraje, resulta irregular y a veces frustrante. Sus mejores momentos son oro puro, tan brutos y creativos como divertidos, en especial el episodio plasmado en la imagen; pero otros gags se extienden durante demasiado tiempo para la complejidad de su idea y otros no despiertan mucho interés. Se echa en falta un poco más de precisión narrativa y un intento de darle coherencia temática a los distintos segmentos. Cada uno de ellos tiene un mensaje identificable tras su estructura surrealista, pero juntos no se complementan en un discurso global concreto que ataña a toda la película. Más bien son piezas individuales sobre el comportamiento social y las obsesiones y frustraciones humanas que se han juntado en un solo film. Disfrutable, sí, pero que sabe a poco respecto a lo que podría haber dado de sí.



Una que parece que va a ser buena compañera de las anteriores, pero que se queda en agua de borrajas, es LACE CRATER (), una especie de versión mumblecore de las clásicas películas de fantasmas y posesiones. Hasta aparece por ahí el muso Joe Swanberg. El argumento presenta a cinco amigos que se van un fin de semana a la casa de campo de uno de ellos. Una noche, la protagonista, que lo acaba de dejar con su novio, se encuentra a un fantasma, se pone tierna porque parece simpático y acaban follando. Obviamente, no debería haberlo hecho.

Pese a que esta idea de partida es curiosa y está tratada con sentido del humor, su desarrollo sigue las líneas más tópicas y previsibles del género. Básicamente es una repetición de lo que ya vimos en Contracted con la infección zombie tratada como enfermedad de transmisión sexual, pero sustituyéndolo por menos podredumbre y más paranoia mental. Además, se comienza a tomar más en serio a sí misma y se pierde ese factor juguetón y tierno que tenía al principio, recuperándolo solo en sus últimos instantes. El resultado es mejor que la cinta antes mencionada porque sus personajes están mejor llevados y está realizada con más pericia y expresividad, pero sigue siendo un film innecesario y flojo.



En la crónica de mañana os espera la mejor película del festival, además de dos cintas que deberían ser objeto de estudio, una por alumnos de psicología y otra por alumnos de cine. Ahí es nada.

@DamnedMartian

 

Fuente: CINeol | Visitada: 1523 veces


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Comentarios (2)

19:49 - 17/10/2015

caren103

Apuntadas "Tangerine" (aunque lo grabado "cámara/teléfono" en mano, no suele ser santo de mi devoción), "Men and chicken" y ... "coche policial" (se lleva tres estrellas y media en el comentario, pero todo lo que he leído en él parece excelente... salvo que deja la sensación que podría haber llegado más lejos, aún siendo muy bueno lo que da).

20:03 - 17/10/2015

Damned Martian

caren103 escribió:Apuntadas "Tangerine" (aunque lo grabado "cámara/teléfono" en mano, no suele ser santo de mi devoción)

Por eso no te preocupes, que aunque sea móvil la calidad es buena y se grabó con el teléfono en steadycam, o sea que hay travellings fluidos y esas cosas.


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