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Diario de Sitges 2015, Día 1: Brujas y aquelarres

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7:28 de la mañana. Tras haber desayunado en el hotel y sacado los tickets del día, llego a la sala de prensa para obtener mi acreditación. Ayer me dijeron dos cosas: los del festival, que se podían sacar a partir de esa hora; los que han venido otros años, que al principio se monta una pelotera que para sacar el pase hace falta una hora al menos. 7.28 de la mañana. Ni un alma. Yuju, ya tengo la acreditación, qué bien, pero me he levantado cuando estaban poniendo las calles, es todavía de noche y no hay máquina de café. Los que se han despertado una hora después tampoco han tenido problemas. Malditos sean...

Un momento. Borrad todo eso. Es absurdo comenzar como un quejica a cubrir un festival donde te puedes dar paseos por la playa, coincidir con gente incluso más friki que uno mismo, saludar a tuiteros y cineolianos conocidos o desconocidos, cruzarse por la calle con chicas vestidas de zombi y ver a Pumares salirse de una sala. Son esos raticos entre película a película que le dan a uno la vida, y todo ello además disfrutando del cine.



Y si de cine con mayúsculas hablamos, no han podido escoger mejor película para inaugurar oficialmente el festival: la sublime y enervante LA BRUJA (), que narra la historia de una familia de colonos en Estados Unidos que deben enfrentarse al mal primario que habita en el bosque junto a su hogar. Todo lo que se ha dicho de ella en otros festivales es cierto: estamos ante un futuro clásico del género de terror, que no solo provoca una intranquilidad constante y se te mete bajo la piel, sino que también funciona como drama de época en torno a los extremismos religiosos y la destrucción familiar/social por culpa de la ignorancia y de la estigmatización del deseo como si fuese un pecado. De hecho, si este texto no logra hacerle justicia, que es muy probable por la falta de tiempo material para digerir todos sus matices y saborear todas sus sensaciones, id corriendo a buscar lo que otros han dicho de ella.

Es difícil decir si la película es más potente en lo visual o en lo sonoro, porque es una clase magistral en todos los sentidos. Las bellísimas imágenes que conjura Robert Eggers (desde ya, un nombre a seguir por todo cinéfilo que se precie) poseen una capacidad hipnótica, fascinan en su composición y su construcción de atmósferas frías y retorcidas. La cámara se posa sobre objetos y paisajes ordinarios, pero les otorga una cualidad ominosa, de amenaza latente, como si el aire se pudiese cortar con un cuchillo y detrás de esos árboles, esos tablones, ese lugar oscuro, esa figura que no parece moverse o mirar como debería, nos esperase nuestra perdición no solo física, sino también espiritual. Y a ello contribuye de forma esencial el sonido y la música. La banda sonora se aleja de la melodía para entrar en el terreno del acompañamiento sensorial, intentando transmitir el malestar, el miedo y la incomodidad con acordes asonantes que resuenan en las entrañas. Su poder de estimulación nos transporta a un aquelarre donde podemos notar cómo el mal repta en nuestro interior y nos excita a la vez que nos aterroriza. Y el sonido, en perfecta consonancia con partitura rasgada con coros infernales, convierte al entorno donde se mueven los actores en un personaje más: el sonido del viento sobre la hierba y las copas de los árboles, el crujir de las ramas bajo los pies, la densidad del aire cuando el mal acecha, el silencio como preludio del horror, la fisicidad de los personajes y sus emociones latentes...

Temáticamente, el film explora el proceso de corrupción y degradación moral de una familia, ligando el origen de este desmoronamiento no solo a la indudable presencia del mal en el mundo, sino también a una versión retorcida del bien que convierte a las personas en muñecos sujetos a un miedo primario: el miedo a un Dios todopoderoso cuyos designios son desconocidos, que amenaza con el infierno a los pecadores sin dejar margen para el libre albedrío o la comprensión (y mucho menos la realización) de los propios deseos y necesidades. De esta forma, la propia religión y sus estrictos mandatos y liturgias se convierte en el propio germen del mal, un binomio inseparable por cuanto se retroalimentan entre sí. Por su parte, el sexo como sinónimo de liberación (incluso con sus matices incestuosos), manchado por su condición de pecado y fuente inagotable de culpa, se convierte en el motor latente de la trama. Esto permite a Eggers complementar su discurso con una visión de género realmente estimulante, una fábula donde el poder de la mujer se convierte en absoluto cuando aprende a aceptarse a sí misma, pese a lo que ello conlleve para su propia alma.

En resumen, una experiencia desasosegante y malsana que sería muy extraño que no acabe estando entre las 5 mejores películas del festival. Desde luego, será difícil quitarse de la cabeza la imagen del cuervo alimentándose de... no digo más.



Al lado de esta obra maestra, casi da cosica elogiar una cinta cumplidora pero que no pasará a la historia, WE ARE STILL HERE (). Se trata de una historia de casas encantadas, fantasmas de niños quemados y pueblos malrolleros que supone un buen ejemplo de cine de terror tan funcional como competente a la hora ponerte en tensión. Ha servido además para desvirgar la nueva sala Tramuntana. Buenas noticias para todos los que vamos a vivir allí estos días: la han arreglado en condiciones, con butacas y pantalla pequeña pero decente si uno coge sitio delante.

Siendo honesto, la película es bastante irregular en un sentido totalmente literal: hay trozos muy buenos y otros muy malos. Y se pueden distinguir claramente: toda la parte puramente de terror está muy bien manejada, pero en los interludios se le escapa la vida. Es problema es tan sencillo como que los personajes no resultan nada interesantes, en parte porque los diálogos son planos y tópicos y en parte porque los actores son del montón, dándole un aire de película amateur del que solo se libra por el poder hipnótico de los labios mal operados de Lisa Marie. En cambio, cuando dice de entrar en faena, consigue producir intranquilidad y emoción, y encima no se corta a la hora de ser expeditiva y bruta. La escenificación, la organicidad del sonido, y el juego de sombras y cebos visuales están muy bien aprovechados. Todo deriva en una orgía de sangre y vísceras final tremendamente disfrutable y juguetona.

En resumen, una cinta de género correcta que solo huele a chamusquina porque el director se ha centrado tanto en manejar la parte terrorífica que ha descuidado el armazón dramático, el que permite implicar al espectador en la historia y realmente sufrir por los personajes. El resultado es decente, pero podría haber sido mucho mejor. Para otra vez, que alguien le escriba el guion o le ayude con las cosas de los seres humanos.



Para aliviar un poco de tanto susto, ha tenido que llegar un exMonty Python, Terry Jones, a sacarnos las primeras risas del festival. ABSOLUTAMENTE TODO () es divertida, simpática, agradable e inmediatamente olvidable, pero es lo que hacía falta para liberar los demonios del cuerpo. Su argumento parece el de un episodio de La dimensión desconocida (y tanto: como que es Mr. Dingle, the Strong) mezclado con la visión de comedia cósmica irreverente de Douglas Adams (Guía del Autoestopista Galáctico) y un toque de mala leche que recuerda (solo un poco) a los Python, pero todo muy licuado y domesticado para el gran público. Y con una pareja muy solvente al frente, Simon Pegg y la siempre bella Kate Beckinsale, que sin embargo son 10 años mayores de lo que corresponde a sus personajes.

Pegg interpreta a un escritor fracasado que, sin saberlo, recibe de unos alienígenas el poder de hacer todo lo que desee con solo mover su mano. Los extraterrestres marcan un plazo de 10 días para descubrir si hace el bien o el mal con ese poder, y en función de eso decidirán si destruyen la Tierra. El desarrollo de esta idea podría haber dado mucho de sí, pero al final se queda en el terreno de otras cintas del estilo de Como Dios, donde los poderes se supeditan a los gags que pueden producir o a los esquemas de la comedia romántica de toda la vida, con el tipo torpe pero bueno, la chica indefensa y frustrada y el novio gilipollas. Por el camino sí que quedan atisbos de las distintas películas mejores que podría haber sido: desde burradas como resucitar a los muertos, matar niños o estar a punto de comerse a un amigo al que ha convertido en salchicha (que son convenientemente descartadas con un simple deseo de deshacer las cosas), hasta toques más sociopolíticos como provocar que el mundo entero se ponga en guerra o cambiar las estaciones provocando un desajuste climático global (y la solución es la misma).

Al final, lo que más se disfruta del filme son los gags más irreverentes, como la botella de whisky saliendo de paseo, el amigo que es adorado como un Dios (con todas las terribles consecuencias) o Simon Pegg experimentando con su cuerpo ante el espejo. Eso, y el perro al que pone voz Robin Williams, en su último papel (emotivo el homenaje que le rinden en los títulos de crédito). Aceptémoslo: un animal parlante, en su justa medida, son risas entrañables aseguradas. He dicho en su justa medida, Eddie Murphy. En su justa medida.



Otro que prometía mucho y se ha desinflado como un suflé es Paco Cabezas, que tras Carne de Neón sigue empeñado en ser el primo con necesidades especiales de Quentin Tarantino. A la tontorrona MR. RIGHT () le pasa lo mismo que a ese chico torpe y raro que quiere ser aceptado en el grupo con todas las ganas del mundo, y que se esfuerza por ser simpático y decir siempre algo ingenioso (que no lo es en realidad) o que te dé ternura (y que da también un poco de pena): si lo tienes que aguantar toda la noche dándote la chapa porque le has caído en gracia, acabas queriendo matarlo por pesado. Y el problema es que él sigue convencido de que te ha caído de puta madre y después de esa noche te va a seguir buscando.

La película está protagonizada por un asesino a sueldo muy peculiar y loco que solo mata a la gente que le contrata, que se enamora de una chica muy peculiar que acaba de romper con su novio, pero hay un tipo muy loco que le está persiguiendo y unos mafiosos muy peculiares que tienen un plan muy loco donde él tiene un papel clave. Todo muy peculiar y muy loco de forma exasperantemente autoconsciente (¿hacía de verdad falta que los personajes dijeran 37 veces lo locos que están, pero en plan “guau, estoy superloca, eh”?). Cabezas ha dicho en la presentación que sus pelis de niño eran Taxi Driver y Cantando Bajo la Lluvia, y que ha querido hacer una mezcla de ambas, pero todos sabemos que eso no es verdad, ¿no? Esta película es el típico producto de un tipo que se ha criado queriendo ser el Tarantino pre-Jackie Brown y que se ha visto toda su horda de imitaciones sin cribar lo bueno de lo malo, que ahora ha tomado nota de lo que hace Guy Ritchie y que se dice a sí mismo que él es el Quentin Ritchie español. Y le ha salido un Boondock Saints con trazas de Amelie, por darle un toque más naive. El problema es que esas pelis tienen ya unos 15 años y todo ese subgénero gastado está regurgitado en un exceso de chifladura sunshine-lollipop para niños a los que les gusta bailar chachi.

Si la película se sostiene con más entereza de la que debería es gracias a la pareja formada por Anna Kendrick y Sam Rockwell, dos actores que es prácticamente imposible que lo hagan mal o que caigan mal, y que no solo están estupendos en sus papeles, sino que tienen una química a prueba de balas. Ellos consiguen vender a ratos la ilusión de que el guion es ingenioso, fresco, divertido o entrañable, pero hasta su esfuerzo tiene un límite, y Cabezas les traiciona queriendo imponerse como narrador visual creativo, lo que solo consigue saturar aún más el relato. Que el tramo final derive hacia la acción más convencional solo es otra prueba más de lo impostado de su vis cómica. Eso sí, es una cinta que a buen seguro tendrá fervientes defensores a los que les caerá bien, en lugar de querer darle un guantazo.



Para finalizar, dado que no he llegado a entrar a ver What We Become para poder digerir mejor La Bruja, hablaré de una cinta que se proyectará en unos días en la sección Seven Chances, aunque sea de 2012 y la haya podido ver hasta el tato, provocando la misma división de opiniones que cuando se estrenó en Sundance: la fallida THE COMEDY (). Pese a lo que el título pueda indicar, no se trata de una comedia hilarante, sino más bien de un drama de humor negro cuya aspiración es causar incomodidad en el espectador. No lo hace recurriendo a los típicos momentos de gore, asco o escándalo, sino a través de la pura y simple amoralidad. El argumento es escaso, y el film se limita a seguir el día a día de un tipo de clase acomodada sin ningún objetivo en la vida, y que por tanto tiene un absoluto desinterés por seguir cualquier regla moral.

La intención de Rick Alverson es muy clara: hacer una radiografía de una generación perdida y sin valores, que no ha tenido que luchar por nada ni enfrentarse al fracaso, y que al mismo tiempo es incapaz de encontrar qué hacer con el tiempo. Y su enfoque es valiente, ya que mira a sus personajes sin juzgarlos, manteniendo la distancia emocional, por muy despreciables o cuestionables que sean sus actos o las frases que salen de sus bocas. Se aleja por tanto de la mera explotación del impacto, buscando que esos gestos obscenos queden sin respuesta y potenciando así la sensación de vacío en las vidas de sus criaturas.

Pero esto es un arma de doble filo, ya que también convierte a la película en monótona y plana, incapaz de puntuar siquiera un matiz que nos acerque y/o nos aleje de alguna de sus situaciones. Así pues, el interés que puede suscitar al principio se va diluyendo, al tiempo que queda cada vez más patente que su discurso pasado cierto punto solo se apoya en la reiteración de la fórmula, y no en una evolución significativa más allá de su planteamiento inicial.



Eso es todo en esta primera jornada. Parto del hotel para ir a ver La Novia, esa cinta que no se sabe muy bien qué hace en Sitges, pero que todo el mundo tiene ganas de ver después de las reacciones que provocó en San Sebastián. Mañana habrá sesión de Charlie Kaufman. Ya os contaré.

@DamnedMartian

 

Fuente: CINeol | Visitada: 1710 veces


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Comentarios (4)

21:53 - 09/10/2015

caren103

Excelente y más que bienvenido relato del primer día por Sitges.

"La bruja" me la apunto; espero no olvidarme con el tiempo... de hecho, propongo que cuando se pueda se haga una especie de artículo en la web del estilo "Las imprescindibles de los últimos X años de Sitges", ya que tengo la sensación que llevo varios años apuntándome ver sí o sí algunas recomendadas... para haberme olvidado luego de ellas.

De lo leído de "Absolutamente todo" extraigo que podría haber sido una película auténticamente burra-burra pero que (como a tantas otras) les entró el canguelo comercial y la limitaron. Lástima.

02:19 - 10/10/2015

Miniviciao@

La Bruja la tenga entre ceja y ceja desde hace meses, las espero como un oasis en el desierto XD

07:15 - 10/10/2015

Damned Martian

Miniviciao@ escribió:La Bruja la tenga entre ceja y ceja desde hace meses, las espero como un oasis en el desierto XD

Concíbela como el punto medio entre Babadook y Under the Skin. Tienes cosas en común con ambas, pero también con El Exorcista o 2001. La podría haber dirigido Kubrick.

22:46 - 10/10/2015

caren103

Damned Martian escribió:La podría haber dirigido Kubrick.


Eso son palabras mayores: habrá que verla entonces sí o sí o requetesí.


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