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El thriller en los años 70

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A finales de los 60, la industria cinematográfica estaba pasando por un interesante proceso de transformación. La frescura y modernidad de las nuevas corrientes europeas llegaron a contagiarse en Hollywood e incluso el contenido de las películas se volvió más liberal que de costumbre. Parecía que por fin las películas podrían tratar temas tabú con libertad de estilo. Aunque eso fue algo que acabó desafortunadamente yendo a menos, en los 70 sus consecuencias aún eran visibles en varios géneros, entre ellos el thriller o policíaco.

Muchos sentimos cierta debilidad por esos thrillers de los 70 con su estilo tan inconfundible. Películas que no sólo se atrevían a contener un mayor nivel de violencia y realismo, sino que tenían una apariencia más moderna y pusieron el género de moda. Les proponemos un repaso al thriller de los 70 pasando no sólo por los mejores y más míticos títulos, sino también por películas desconocidas y/o menores.



Dos grandes precedentes

Aunque no soy partidario de señalar fechas o momentos concretos, en este caso me inclinaría a decir que el resurgimiento del thriller dio comienzo en 1971 con dos clásicos que no necesitan presentación: Harry el Sucio de Don Siegel y French Connection de William Friedkin. La primera no solo acabó de lanzar la popularidad de Clint Eastwood como tipo duro, sino que puso de moda la imagen del detective de policía de malas maneras que actuaba al borde de la legalidad con métodos poco ortodoxos. La imagen del policía modélico como exponente de la ley y el orden era sustituido por un tipo rudo que, sí, seguía un cierto tipo de ética, pero desde luego no era un modelo para los niños. No era la primera vez que se trataba así a un protagonista que formaba parte de la ley: tenemos desde la tradición del detective duro instaurada por Humphrey Bogart en El Halcón Maltés (1941) a ejemplos de policías como el protagonista amargado de La Casa en la Sombra (1951) de Nicholas Ray. Sin embargo, Harry el Sucio incidía aún más en la dureza del personaje, y la ausencia de ningún código de censura hacía innecesaria la existencia de algún tipo de redención ni de otro personaje que le hiciera ver a Harry que estaba portándose mal.

El caso de French Connection es aún más interesante. Es un ejemplo perfecto de cómo un director americano tomó ciertos rasgos del cine europeo de la época y los pasó por su filtro personal para aplicarlos a una película comercial para el gran público. El resultado es una obra maestra que además funciona como perfecto entretenimiento. Tanto es así que la Academia la convirtió en la gran ganadora de los Oscar, pese a que ya sabemos que el thriller es uno de los géneros menos 'oscarizables'. Friedkin aportó la faceta más sucia y auténtica del género, filmado en calles de verdad y con actores que no eran meras caras bonitas haciendo de policías.


La edad de oro del género

A partir de la senda marcada por estos dos films, Hollywood empezó a producir una serie de thrillers que han acabado convirtiéndose en imprescindibles del género: Klute (1971) de Alan J. Pakula (con un extraordinario Donald Sutherland), Defensa (1972) de John Boorman (cambiando el prototípico ambiente urbano por el sur profundo), Chacal (1973) de Fred Zinnemann (en este caso especulando sobre un intento de asesinato a Charles De Gaulle), Pelham, Uno, Dos, Tres (1974) de Joseph Sargent (décadas después conoció un remake de Tony Scott), Marathon Man (1976) de John Schlesinger (con un inolvidable duelo actoral entre Dustin Hoffman y Laurence Olivier que aumentó aún más nuestro pánico a los dentistas) y Asalto a la Comisaría del Distrito 13 (1976) de John Carpenter (una especie de remake de bajo presupuesto de Río Bravo en clave policíaca).

Eso sin olvidar las magníficas incursiones en el género de cineastas como Sidney Lumet o Clint Eastwood. El primero tiene en su magnífica filmografía dos thrillers imprescindibles como Serpico (1973) y Tarde de Perros (1975), y en el cambio de década sorprendió con una de las obras más injustamente olvidadas de su carrera, El Príncipe de la ciudad (1981), en la que ahonda con mucho realismo en el tema de la corrupción policial, sentando un claro precedente en lo que a estilo se refiere a producciones tan celebradas hoy día como la serie The Wire: Bajo Escucha.

En cuanto a Eastwood, sus ambiciones pronto le llevaron al otro lado de la cámara, donde inicialmente optó por el camino lógico de especializarse en los dos géneros que le habían hecho célebre: el western y el thriller. Fue en este último en el que debutó con la más que notable Escalofrío en la Noche (1971) y al que volvería a recurrir con obras más excesivas (pero aun así entretenidas) como Licencia para matar (1975) o Ruta Suicida (1977).



Aparte de estos títulos más conocidos, ahondando un poco en el género uno puede encontrar auténticas joyas olvidadas que merecen ser reivindicadas. Algunas de mis predilectas son La Gran Estafa (1973) del ya mencionado Don Siegel con un impagable Walter Matthau (quien curiosamente se convirtió en uno de los rostros habituales de este ciclo), El Confidente (1973) de Peter Yates (que rescata la faceta más pesimista y desencantada del género ayudada por un envejecido Robert Mitchum) y Driver (1978) de Walter Hill (una revisión del cine de Jean-Pierre Melville adaptada al thriller americano, que luego se retomaría décadas después con la exitosa Drive, que le debe muchísimo).

Por otro lado, algunos cineastas se sirvieron del género para dar rienda suelta a su estilo e inquietudes personales. Por ejemplo, Sam Peckinpah, que en los 60 se había especializado en westerns, con el cambio de década pareció preferir el thriller como marco en que desarrollar la mayoría de sus obras: desde las clásicas Perros de Paja (1971), La Huida (1972) o Quiero la Cabeza de Alfredo Garcia a obras claramente menores como Convoy (1978). En su caso no hizo más que trasladar su visión de la violencia del salvaje oeste al mundo contemporáneo.

Lo mismo puede decirse de otro cineasta con un mundo y unas inquietudes propias que escapan a cualquier clasificación, como es el guionista Paul Schrader. Aunque podrían meterse en el saco del thriller películas como Yakuza (1974), El Expreso de Corea (1977) o Hardcore, un Mundo Oculto (1979), resulta claro que éstas son más bien un lienzo en el que poder expulsar sus demonios internos y una concepción autodestructiva de sus propios personajes. Otro tema es que por ejemplo en el caso de El Expreso de Corea le cambiaran el guión para convertirlo en un thriller más convencional, pero su impronta sigue presente incluso en obras menos personales como ésa.



Un último caso es el de Brian De Palma, quien adquirió una gran notoriedad en esos años con films como Hermanas (1973), Fascinación (1976) o La Furia (1978), en las que a veces -sobre todo en el caso de las dos primeras- la línea que separaba su devoción hacia Alfred Hitchcock del puro plagio se hacía demasiado fina, pero su obvio saber hacer permitía disculpar ese exceso de celo a la hora de emular al maestro.

Aparte de estos ejemplos que demuestran la buena salud de la que gozaba el género, hay también una serie de películas menores que tienen suficiente calidad como para justificar su visionado a los amantes de este tipo de films. Seguramente no sean películas que pasen a la historia, pero demuestran que más allá de los títulos excelentes que siempre emergen, siguieron procudiéndose productos notables o como mínimo interesantes. He aquí algunos ejemplos: San Francisco, Ciudad Desnuda (1973) de Stuart Rosenberg (su desarrollo no está a la altura de su prometedor inicio pero vale la pena por la pareja protagonista: Walter Matthau y un bigotudo Bruce Dern), La Organización Criminal (1973) de John Flynn (protagonizada por el entonces cotizado Robert Duvall), Los Implacables, Patrulla Especial (1973) de Philip D'Antoni (que bebe descaradamente de French Connection, de hecho la dirige el productor de dicha película y tiene como protagonista a Roy Scheider), El Hombre Clave (1974) de Robert Mulligan (para los que busquen un thriller reposado sobre perdedores con carisma), Pánico en el Estadio (1976) de Larry Peerce (una obra decididamente menor sobre un francotirador oculto en un estadio de fútbol pero con un reparto apabullante), Testigo Silencioso (1978) de Daryl Duke (como representación de Canadá), Nieve Que Quema (1978) de Karel Reisz (de nuevo haciendo referencia al trauma de Vietnam), Coma (1978) de Michael Crichton (tampoco nos fiamos de los hospitales) y El Síndrome de China (1979) de James Bridges (ni de las centrales nucleares).



Conspiraciones políticas

Los 70 fueron una época especialmente convulsa en Estados Unidos. Con el asesinato de Kennedy aún reciente, el desastre de la guerra de Vietnam y el Watergate de Richard Nixon, no se podía pedir un mejor caldo de cultivo para la conspiranoia. Y un género como el thriller era especialmente adecuado para explotar ese mensaje. Si a eso le sumamos que fueron unos años especialmente liberales para lo acostumbrado en Hollywood, nos encontramos con varios films que ponen directamente el dedo en la llaga en los aspectos más turbios del honorable gobierno de los Estados Unidos.

Lo que décadas atrás habrían sido películas de espías de toda la vida, en estos años se convirtieron a menudo en vehículos que criticaban al gobierno, involucrándole en supuestas conspiraciones en las que se llevaban por delante a inocentes, como El Último Testigo (1974) de Alan J. Pakula, Los Tres días del Cóndor (1975) de Sydney Pollack o La Furia (1978) de Brian De Palma. ¡Y pensar que solo hacía dos décadas que el gobierno americano representaba siempre el bando de la justicia y los valores democráticos!

A veces se optaba incluso por apuntar a hechos auténticos, como el conflicto palestino-israelí en Domingo Negro (1977) de John Frankenheimer -que incluía, por si fuera poco, a un excombatiente de Vietnam cuyas secuelas le habían dejado algo tarado- o la supuesta veracidad del primer viaje a la Luna aplicado a Marte en Capricornio Uno (1978) de Peter Hyams.



Pero eso no quitaba para que los guionistas olvidaran los viejos principios que siempre habían sido efectivos en producciones del pasado, como por ejemplo que utilizar a los nazis como malos siempre funcionaba. Lo que sucedía es que en esos años se proponía la presencia nazi en un contexto actual, como Odessa (1974) de Ronald Neame, Marathon Man (1976) de John Schlesinger y, sobre todo, Los Niños del Brasil (1978) de Franklin J. Schaffner, que especulaba sobre un supuesto complot del doctor Josef Mengele para dar vida a 94 clones casi exactos de Adolf Hitler. Un argumento así 20 o 30 años atrás sólo podría tener cabida en una película barata de serie B. En los 70 se le dio a un director respetable y contaba con estrellas como Gregory Peck, Laurence Olivier y James Mason en el reparto, además de obtener tres nominaciones a los Oscar. Eso dice mucho sobre el cambio de mentalidad y la amplitud de miras de esos años.

Un último detalle que demuestra el original enfoque que se le daba al género en los 70. Les dejo un fragmento de El Último Testigo en el que el personaje interpretado por Warren Beatty se infiltra dentro de la organización secreta y le ponen un vídeo destinado a convencer a los nuevos miembros. Fíjense en el vídeo y no olviden que esto está insertado tal cual en mitad de un thriller comercial destinado a ser un taquillazo. Y después traten de imaginarse algo tan original en una película del género hecha hoy día y échense a llorar:




Neo-noir

En realidad el neo-noir es un género en sí mismo del mismo modo que el cine negro también lo es. No obstante, merece la pena hacer un repaso rápido a algunas de las obras que ofreció en los 70.

De entrada, esa década ofreció la gran película neo-noir por excelencia, la soberbia Chinatown (1974) de Roman Polanski, que constituyó uno de los mayores éxitos de la carrera del director polaco. Pero, aunque no la superen en calidad, resultan más interesantes las revisiones que hicieron otros cineastas intentando romper con los moldes del género o adaptarlos a los nuevos tiempos. En la excelente La Noche se Mueve (1975) de Arthur Penn se parte de una clásica historia de misterio para centrar la atención más en el personaje de Gene Hackman que en la trama. Algo fallidos pero no exentos de cierta curiosidad fueron los intentos de revivir el personaje de Philip Marlowe a través de un envejecido Robert Mitchum en Adiós, Muñeca (1975) de Dick Richards, y Detective Privado (1978) de Michael Winner. Mientras tanto, en Alemania Wim Wenders también jugaba con el género a su manera con su particular versión de la novela de Patricia Highsmith El Amigo Americano (1977).

No obstante, la palma se la lleva Robert Altman con El Largo Adiós (1973), donde nos muestra al Philip Marlowe cínico de siempre (un Elliott Gould moviéndose como pez en el agua en el papel) pero situándolo en Los Ángeles de los 70. Una combinación extraña y que a veces no termina de funcionar, pero que resulta muy refrescante.



El cine policíaco francés

Para acabar no podíamos dejar de hacer una mención al 'polar', es decir, al policíaco hecho en tierras galas. Francia siempre ha sentido una especial atracción hacia el género; de hecho, antes incluso de que éste se apoderara de las pantallas, las novelas negras tenían tanto éxito que muchos escritores franceses escribían relatos del mismo estilo bajo pseudónimos americanos, como por ejemplo Boris Vian. Con el surgimiento del cine negro, ese fanatismo se tradujo en numerosas películas francesas que tomaban los códigos del género y se los apropiaban, ya sea de forma más clásica -Rififi (1955) de Jules Dassin o No Toquéis la Pasta (1954) de Jacques Becker- como desde una perspectiva más moderna -Ascensor para el Cadalso (1957) de Louis Malle o El Silencio de un Hombre (1967) de Jean-Pierre Melville-.

Los 70 no fueron más que una continuación de esta tendencia adaptada a los nuevos tiempos. Por un lado, esa década nos dio los últimos coletazos del ya mencionado Jean-Pierre Melville, el mejor cineasta de polar y el que contaba con un estilo propio más apasionante, como deja en evidencia su obra maestra El Círculo Rojo (1970). Paralelamente, uno de los grandes exponentes de la Nouvelle Vague que había debutado en la década pasada, Claude Chabrol, continuó con su habitual exploración del género y su fascinación por el universo de Hitchcock, con obras como El Carnicero (1970) o la magnífica Al Anochecer (1971), donde proponía una vuelta de tuerca al thriller explorando la psicología de los personajes más que el elemento de suspense en si mismo.

Pero esos años también contaron con nombres nuevos como Jacques Deray (del que destacamos su Historia de un Policía (1975) con un duelo actoral inolvidable entre Alain Delon y Jean-Louis Trintignant), Henri Verneuil (su I... como Ícaro (1979) entraría también en la categoría de thrillers de conspiraciones) o Alain Corneau, autor de films como Policía Python 357 (1975), La Amenaza (1977) y, sobre todo, Serie Negra (1979), una de las películas más extravagantes e insólitas de la historia del género.



Epílogo

No obstante, todo este panorama tan interesante que hemos dibujado aquí desapareció con la llegada de los 80, en donde el thriller dejó paso a las películas de acción y ese paréntesis liberal que había ofrecido Hollywood durante casi dos décadas desapareció.

Por supuesto, siguieron produciendo buenas películas del género, pero sin ese estilo tan particular que tenía en los 70 y que para muchos resulta una debilidad. Películas como Los Amos de la Noche (1979) de Walter Hill empezaron ya a evidenciar ese cambio de enfoque, y si bien este ejemplo como mínimo se justifica como un divertimento situado en una especie de sociedad futurista, otros decidieron quedarse únicamente con el aspecto más violento de esos thrillers.

El ejemplo más paradigmático es el de Charles Bronson, quien pasó de tener una carrera bastante decente como tipo duro en los 60 y 70 a encasillarse en los 80 en el papel de justiciero que se toma la justicia por su cuenta para vengar la muerte de algún ser cercano (su mujer, su hija o su gato, poco importa). Clint Eastwood, condenado a repetir su personaje de Harry el Sucio en nuevas secuelas para no perder el favor público, había intentado salvarse ya fuera por la autoparodia (El Cadillac Rosa (1989) y Duro de Pelar (1978), más conocida como 'la película que coprotagoniza junto a un orangután') o, más afortunadamente, reciclándose como un director serio, que fue una forma de escapar al estancamiento de un género que se le quedaba pequeño a cineastas de su talla.

 

Fuente: CINeol | Visitada: 8350 veces


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Comentarios (13)

20:20 - 17/11/2014

Miniviciao@

Buenísimo el articulo [tadoramo] tengo ganas de volver a ver alguna.

01:43 - 18/11/2014

vittton

Chinatown es insuperable y el final te deja acojonado de lo mierda que es el mundo. Tengo que revisionarla para dejar el comentario en la ficha.

11:38 - 18/11/2014

p4dr1n0

Qué pedazo de artículo... además no sólo es buenísimo, sino que disfruto de la mayoría de las películas mencionadas como un enano... si se da por buena la agrupación escogida, pocas hay tan revisitables, divertidas, de calidad, como ésas: French Connection, Three days of the Jackal, Serpico, Pelham 1,2,3, Los 3 días del Cóndor... Joder, podría pasarme la vida viéndolas . Si además se incluyen precendentes un poco anteriores (Bullitt, por ejemplo, del '68) y películas que aunque muy posteriores compartan ambientación setentera e incluso responsable (Brian de Palma con Scarface o Carlito's Way) es como para hacer un maratón de 72 horas mínimo...

El impacto es tal que las pocas veces que se ve actualmente un material similar o influenciado (alguna de Michael Mann, por ejemplo, quizá Sospechosos Habituales, el atraco inicial de TDK) es plenamente satisfactorio.

Gracias, ya tengo una lista de revisiones otra vez llena! :-D

PD Hace tiempo me acordaba de estas películas al leer esto, (http://www.slashfilm.com/brian-de-palma ... tribution/) que espero como agua de mayo.

PD2 Estoy desoladoramente de acuerdo con las valoraciones hechas a lo largo del artículo... lo único malo de esto es la aparente incapacidad actual para hacer algo a la altura. ¿Acaso a la gente ya no le gusta esto? No lo entiendo...

15:52 - 18/11/2014

Damned Martian

A mí me enamora particularmente Klute, que hoy en día está muy olvidada pero a mí me pareció un peliculón. Me quedan muchas del artículo por ver, pero casi todas las que he visto son cojonudas.

p4dr1n0 escribió:El impacto es tal que las pocas veces que se ve actualmente un material similar o influenciado (alguna de Michael Mann, por ejemplo, quizá Sospechosos Habituales, el atraco inicial de TDK) es plenamente satisfactorio.

PD2 Estoy desoladoramente de acuerdo con las valoraciones hechas a lo largo del artículo... lo único malo de esto es la aparente incapacidad actual para hacer algo a la altura. ¿Acaso a la gente ya no le gusta esto? No lo entiendo...

Bueno, yo diría que filmes como Mátalos Suavemente, Drive, Zodiac, Promesas del Este, Michael Clayton, La Noche es Nuestra, El Americano, The Town, Argo, Cruce de Caminos, incluso No es País Para Viejos, sí que son magníficas y absorben a la perfección el estilo setentero para su propio beneficio.

16:14 - 18/11/2014

p4dr1n0

Damned Martian escribió:Bueno, yo diría que filmes como Mátalos Suavemente, Drive, Zodiac, Promesas del Este, Michael Clayton, La Noche es Nuestra, El Americano, The Town, Argo, Cruce de Caminos, incluso No es País Para Viejos, sí que son magníficas y absorben a la perfección el estilo setentero para su propio beneficio.


Estoy de acuerdo con todas ellas... pero no sé... Así leídas de corrido parecería que sí, pero lo cierto es que no me parecen muchas. Será que nunca tengo suficiente con películas así :-P

16:28 - 18/11/2014

Damned Martian

p4dr1n0 escribió:
Damned Martian escribió:Bueno, yo diría que filmes como Mátalos Suavemente, Drive, Zodiac, Promesas del Este, Michael Clayton, La Noche es Nuestra, El Americano, The Town, Argo, Cruce de Caminos, incluso No es País Para Viejos, sí que son magníficas y absorben a la perfección el estilo setentero para su propio beneficio.


Estoy de acuerdo con todas ellas... pero no sé... Así leídas de corrido parecería que sí, pero lo cierto es que no me parecen muchas. Será que nunca tengo suficiente con películas así :-P

Muchas no son, pero me parece muy destacable que la mayoría de los thrillers cojonudos de los últimos años son precisamente los que beben del cine de los 70 ;)

17:32 - 18/11/2014

p4dr1n0

Damned Martian escribió:Muchas no son, pero me parece muy destacable que la mayoría de los thrillers cojonudos de los últimos años son precisamente los que beben del cine de los 70 ;)


Yo ahí tengo un conflicto... es verdad que hay muchos elementos que permanecen ¿pero son realmente tan "de los 70"? No sabría decirlo...

Ejemplo: Munich: ¿Vosotros diríais que bebe mucho de los thrillers de los 70? Para mi gusto por estructura, ambientación, argumento... podría ser perfectamente una suerte de Odessa, Chacal, o similar. Pero la verdad es que recordándola más en estética y lenguaje se parece más a La lista de Schindler, o incluso Minority Report... En fin, lo que quiero decir es que, habiendo cine negro y policiaco previo, y thrillers posteriores, no estoy seguro de hasta qué punto efectivamente es siempre influencia "setentera"... quizá no sea justo, aunque fuera una edad de oro.

19:13 - 18/11/2014

Damned Martian

p4dr1n0 escribió:
Damned Martian escribió:Muchas no son, pero me parece muy destacable que la mayoría de los thrillers cojonudos de los últimos años son precisamente los que beben del cine de los 70 ;)


Yo ahí tengo un conflicto... es verdad que hay muchos elementos que permanecen ¿pero son realmente tan "de los 70"? No sabría decirlo...

Ejemplo: Munich: ¿Vosotros diríais que bebe mucho de los thrillers de los 70? Para mi gusto por estructura, ambientación, argumento... podría ser perfectamente una suerte de Odessa, Chacal, o similar. Pero la verdad es que recordándola más en estética y lenguaje se parece más a La lista de Schindler, o incluso Minority Report... En fin, lo que quiero decir es que, habiendo cine negro y policiaco previo, y thrillers posteriores, no estoy seguro de hasta qué punto efectivamente es siempre influencia "setentera"... quizá no sea justo, aunque fuera una edad de oro.

Para mí Munich es un ejemplo perfecto de fusión entre el estilo 70s y la evolución contemporánea del género. Al fin y al cabo, no se puede esperar que una peli de ahora sea exactamente igual que una de los 70, porque el cine está en constante evolución. Como pasa con el noir o con el western, hay ciertos cambios en el punto de vista y en los recursos que, bien utilizados, pueden complementar al lenguaje base en el que se cimenta. Como pasa también con Indiana Jones o Star Wars: se basan en géneros clásicos muy particulares (el cine de aventuras de los 40 y los seriales scifi de los 30, respectivamente), pero les dan una vuelta actualizada y reformulada.

Eso sí, las comparaciones que haces con otras pelis de Spielberg no las veo. Con El Imperio del Sol y Salvar al Soldado Ryan las vería algo más, pero ni aun así. Como Lincoln, me parece hasta cierto punto una película única en su filmografía.

19:42 - 18/11/2014

JuaninDJ

¡Gran artículo!

He visto algunas de las mencionadas y para el resto voy a utlizar este artículo como guía.

¡Gracias! [tadoramo]


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