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El cine según John Cassavetes

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Según parece, en las primeras proyecciones de Noche de estreno (1977), una de las películas clave de John Cassavetes, la gente salió encantada. Se rieron en las escenas cómicas, disfrutaron de la sublime interpretación de Gena Rowlands y les gustó su final esperanzador. Cassavetes se había dejado todo el dinero que poseía en esta película, y por tanto debería estar encantado con esa recepción, pero fue más bien al contrario: le molestó profundamente que la gente hubiera disfrutado tan fácilmente de su película y la volvió a montar por completo hasta convertirla en el film denso que conocemos hoy día. Él no deseaba que la gente simplemente lo pasara bien, y sobre todo no quería que fuera tan fácil. En consecuencia, la película se hundió estrepitosamente en taquilla, pero él prefería eso a un éxito comercial que no cumpliera su propósito.

Años más tarde, Cassavetes estaba preparando la producción de la que suponía que sería su última película, Corrientes de Amor (1984), basada en una obra de teatro suya. A la hora de buscar financiación, uno de los posibles productores se negó argumentando que, lógicamente, no podía gastarse cientos de miles de dólares de su bolsillo en una película que no estaba seguro de que funcionaría en taquilla. Cassavetes entonces le gritó irritado: "¿Cómo que no? ¡Si eso es lo que hago yo en cada película que dirijo!".

Estas dos anécdotas pueden servir para definir la que fue una de las personalidades más apasionantes de la historia del cine. John Cassavetes no solo fue el gran padre del cine independiente, sino uno de esos pocos creadores que se mantuvo siempre fiel a sus principios y su forma de hacer cine hasta las últimas consecuencias. Tozudo, apasionado y de una tenacidad increíble, su breve carrera es un auténtico ejemplo de integridad. En este artículo me propongo reivindicar su figura, no centrándome tanto en la calidad y el estilo de sus películas -que de por sí darían para otros textos muy extensos-, sino sobre su forma de hacer y entender el cine, sobre todo a través de anécdotas sobre sus rodajes que, al margen de su valor como curiosidades, nos demuestran que Cassavetes no era un tipo cualquiera.



El director de actores por excelencia

John Cassavetes había iniciado su carrera como actor en la escena teatral neoyorquina, donde consiguió hacerse un nombre. De hecho, en vida Cassavetes siempre fue mucho más recordado y respetado como actor que como cineasta, sobre todo en Estados Unidos, donde era visto como un buen intérprete que malgastaba sus energías dirigiendo peliculillas con amigos de profesión. Pero el hecho de que fuera antes actor que director constituyó la base de su cine: él siempre dirigió sus películas focalizándose en los intérpretes, centrando totalmente en ellos el peso del film.

Eso quiere decir que si tradicionalmente en el cine -y sobre todo en Hollywood- los actores tenían que adaptar sus interpretaciones al calendario de producción y a las exigencias técnicas, con Cassavetes se giraban las tornas. En sus films, los actores eran los reyes, y el sufrido equipo técnico tenía que aprender la consigna de "búscate la vida porque yo no me voy a preocupar por ti". Las películas se rodaban en orden cronológico aunque eso fuera mucho más costoso, y las escenas siempre se filmaban enteramente, nunca sólo planos sueltos (¿cómo si no iba a poder captar una interpretación auténtica si el actor no pasaba por todo lo que sucedía en la escena hasta llegar al momento que a él le interesaba filmar?). Los actores se podían mover con total libertad, eran los técnicos quienes tenían que seguirles a ellos e intentar captar lo que sucediera. Por ello, a lo largo de su filmografía, no fueron pocos los técnicos que abandonaron sus rodajes frustrados.



Pese a ser un método algo anárquico, esta forma de trabajar convirtió a Cassavetes en uno de los mejores directores de actores de la historia del cine. Las interpretaciones que lograba extraer -incluso de actores no profesionales- son tan buenas que a menudo se ha creído erróneamente que sus películas eran medio improvisadas. Eso era falso, todos sus films tenían guión, y aunque el director daba mucho margen a los intérpretes, tampoco les dejaba hacer cualquier cosa. Su rol consistía en extraer lo mejor de ellos, que se metieran tanto en sus personajes que se acabaran convirtiendo en ellos.

Y no crean que eso era algo fácil. Porque el testarudo Cassavetes podía ser (y de hecho solía serlo) terriblemente agotador. Hacía repetir las diferentes tomas docenas y docenas de veces, exprimía a los intérpretes hasta agotarlos psicológicamente y jugaba con ellos si creía que de esa forma podía conseguir algo. La experiencia era extenuante, pero supongo que también gratificante, porque muchos quisieron repetir con él.



El abanico de trucos de dirección que Cassavetes desplegó a lo largo de su carrera es inabarcable, abarcaba desde hacer cosquillas o pellizcar a los actores antes del rodaje de una escena a cabrearles a propósito. En ocasiones también utilizaba trucos más trabajados, como dar indicaciones contrarias por separado a cada actor. Por ejemplo, en Sombras (1959) hay una escena en que uno de los protagonistas quiere irse de casa y su hermano intenta impedírselo. Cassavetes le dijo al primero que su función en esa escena era salir del apartamento a toda costa por mucho que le insistiera su hermano en que se quedara. En cambio al otro le dijo que su deber era impedir que su hermano menor abandonara el hogar, y que la escena no funcionaría si no conseguía que se quedara. Voilà!

En la misma película utilizó otro truco para una escena en la que la protagonista se pasea con el joven que la intenta seducir. Cassavetes le dio los diálogos a ella el mismo día excusándose porque no había tenido tiempo de acabarlos antes (algo comprensible, puesto que el rodaje se desarrolló sobre la marcha). No obstante, el otro actor ya tenía esos diálogos desde hacía días, por lo que en realidad el director la había engañado a propósito. De esta forma consiguió que el personaje de ella pareciera más dubitativo e inseguro (puesto que no se sabía del todo las frases a decir) mientras que su compañero daba una imagen más firme y segura.

Otro recurso que usaba muy a menudo era filmar escenas que sabía con seguridad que nunca se utilizarían, sólo porque éstas le aportarían algo a los actores que luego les permitiría entender mejor a sus personajes. Peter Falk mencionó algunas escenas preciosas de Una Mujer Bajo la Influencia (1974) que filmó junto a Gena Rowlands que no aparecen en el montaje, y que es probable que Cassavetes nunca pensara incluir pese a tener un gran potencial.



El padrino del cine independiente americano

Después de intentar en vano hacer dos películas dentro del sistema de estudios de Hollywood, el director pronto entendió que él no podía trabajar en tales condiciones y se estableció por su cuenta como independiente. Y remarco lo de "independiente", porque lo era de verdad.

Se financiaba las películas él mismo con su dinero, que conseguía hipotecando su casa o actuando en producciones ajenas que no le interesaban lo más mínimo pero que estaban bien remuneradas (incluyendo sus papeles más conocidos: Doce del Patíbulo y La Semilla del Diablo). Por otro lado, no hay que perder de vista su faceta de charlatán. Tenía una capacidad inusitada para mentir y vender la moto a quienquiera que le escuchara y así sacarle provecho: convencía a la gente de que invirtiera dinero en sus proyectos bajo la promesa de que revolucionarían el cine y se harían ricos, hacía tratos que luego no cumplía y mentía sin remordimientos.



Los rodajes a menudo se efectuaban en su propia casa y solía emplear como miembros del reparto a una serie de actores amigos con los que solía repetir siempre que podía (Ben Gazzara, Seymour Cassel o Peter Falk) y a a familiares (Gena Rowlands era su mujer, además su madre y su suegra también aparecen en varios films).

Todo esto suena muy romántico, pero en la práctica obviamente no fue nada fácil. Cualquier persona normal se habría rendido ante todas las adversidades que tuvo que soportar Cassavetes en sus rodajes, por lo que si éste logró labrarse una breve carrera manteniendo su independencia fue por su inusitada tenacidad. El ejemplo más claro fue el rodaje de Faces (1968), que se prolongó durante varios años y tuvo que interrumpirse en varias ocasiones por falta de presupuesto. Asimismo, las condiciones tan anárquicas en las que se trabajó provocaron numerosas problemas: metros de negativo que se perdieron al no estar bien almacenados (Cassavetes los guardaba en el garaje de su casa), problemas de sincronización entre imagen y sonido que tuvieron que solucionarse manualmente durante meses, etc. Cualquier otro habría desistido ante tal avalancha de problemas, pero su caso sirvió como ejemplo a seguir: ¿quieren ser cineastas independientes de verdad? Perfecto, pero deben estar totalmente convencidos y dispuestos a superar mil adversidades.

El rodaje entendido como acto colectivo

Los rodajes de Cassavetes eran toda una experiencia en sí mismos. De hecho eran un reflejo de su personalidad extrovertida y tempestuosa, ya que al ser un verdadero independiente pudo permitirse hacer que los rodajes fueran exactamente como él quería. Él entendía el acto de filmar sobre todo como algo que debía ser divertido y constructivo, y en el que todos podían tomar parte. Por esa razón, en ellos invitaba a participar a cualquiera que tuviera ganas de hacer algo diferente y le daba cualquier faena que hubiera a mano.

¿Que hacía falta un técnico de sonido? ¡Pues, adelante, coge el micrófono, te encargarás de eso! ¿Que nunca antes has hecho ese trabajo?¡Bah, qué más da! Aprende por tu cuenta y lo conseguirás. No son pocos los técnicos que empezaron sin experiencia participando en películas de Cassavetes alentados por él mismo. A veces los resultados se resentían por esta inexperiencia, pero Cassavetes creía que era mejor tener a alguien sin experiencia, pero con ganas e ilusión, que a un rígido profesional que no era permeable a sus normas.

A menudo, mientras se filmaba la película, buena parte del equipo literalmente vivía con Cassavetes, quien no tenía problemas en facilitarles algún sofá para dormir y así poder dedicarse con ellos a trabajar en el film todo el día. Sus rodajes eran tan bulliciosos y caóticos que a menudo los actores no distinguían cuándo estaban ensayando y cuándo Cassavetes estaba filmando su interpretación, librándoles del tradicional tenso silencio previo a cada toma.



Estudiando la naturaleza humana

En realidad toda esta pasión por hacer un cine auténtico y personal tiene su origen no tanto en una especial fascinación hacia el séptimo arte, sino más bien hacia las personas. A Cassavetes le encantaba estudiar el comportamiento humano y observar las reacciones de las personas ante distintas situaciones. Su búsqueda por crear películas llenas de momentos 'auténticos' e interpretaciones en que actor y personaje se fundían en uno tenía como objetivo conseguir plasmar en la pantalla cómo somos las personas realmente.

Pese a que sus películas tienen momentos muy duros, Cassavetes no buscaba retratar el lado más sórdido del ser humano, sino internarse lo máximo posible en sus sentimientos. Sus films no son películas que se regodeen en lo viscerales y 'fuertes' que son, más bien resultan agotadoras. Para conseguirlo, a menudo en sus guiones prescindía de las típicas escenas cruciales y se centraba en momentos teóricamente insignificantes que para él daban la clave sobre sus personajes. Uno de los ejemplos más arquetípicos es una escena de Maridos (1970) en la que deleitaba a los espectadores con una larguísima escena en la que los protagonistas simplemente se emborrachaban y cantaban canciones en un bar.

Por eso, para él era imprescindible que los actores se metieran en sus personajes hasta acabar pensando como ellos y cobrando vida. Es por ello que el guión de la densísima Faces no tenía final, porque quería que fueran los actores quienes dijeran cómo se comportarían sus personajes en la escena final. Del mismo modo, en Corrientes de Amor (1982) tuvo una revelación en una escena que él mismo protagonizaba. Según dijo, mientras la interpretaba descubrió un matiz de su personaje que no conocía y que le hizo replantearse toda la película. En consecuencia, reescribió todo lo que faltaba del guión.



Aun así, Cassavetes amaba a todos sus personajes con sus imperfecciones y sus debilidades. Nunca les hace sufrir por el placer de hundirles y en sus films casi siempre deja la puerta abierta a la esperanza. En parte por eso, nunca consiguió ser un director 'enrollado', aun cuando su estilo fuera totalmente antisistema. En los 70, para ser un director contracultural debías atreverte a mostrar aquello que antes estaba prohibido (sexo y violencia explícitos) y hacer films lo más oscuros posible. Cassavetes jamás aceptó esa visión del cine: en sus película evitaba las escenas de sexo (puesto que difícilmente podían ser auténticas) y le horrorizaba mostrar violencia, lo cual tuvo su gracia en su película El Asesinato de un Corredor de Apuestas Chino (1975): en dicho film estuvo tentado de eliminar del guión el asesinato al que hace referencia el título... ¡sólo porque le gustaba demasiado el personaje del chino y le sabía mal matarlo!

Del mismo modo, sus films eran como sus personajes: inclasificables e imperfectos. A menudo los actores se sentían confusos porque no sabían si estaban actuando en una comedia o un drama, ya que Cassavetes combinaba libremente escenas ridículas con otras mucho más graves. Pero, ¿no es así la vida? Del mismo modo, la primera impresión que tiene uno al enfrentarse a sus películas es que son obras imperfectas y descompensadas, a lo que yo replicaría que son maravillosamente imperfectas, al igual que sus personajes; no olvidemos que este hombre volvió a remontar Noche de estreno porque había quedado demasiado bien. Al principio puede parecer algo negativo, pero con el tiempo uno asume que en realidad lo que sucede es que no siguen la típica estructura de un film convencional: se saltan escenas cruciales, se recrean en momentos insignificantes y a veces da la sensación de que son abruptas. Seguramente son un reflejo de la personalidad tan intempestiva e imprevisible de su autor. En todo caso cuando uno entiende de qué va el juego, no puede dejar de apreciar que sean así porque es lo que hace el cine de Cassavetes tan único y especial.

 

Fuente: CINeol | Visitada: 3898 veces


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Comentarios (3)

17:30 - 14/07/2014

aciruelado

Jo, que pasada de artículo!!!!!

Yo adoro a Cassavetes ya que veo en el toda la valentía del mundo en su carrera; todos los directores históricamente han hecho alguna que otra concesión (hasta Kubrick), pero John no, John prostituía sus interpretaciones y su valor como actor (que me encantaba verlo en cualquier papel, pensando en chorras como dirty docen o fury) para que nadie le dijera como tenía que dirigir. Y claro, el Alcohol siempre estaba presente en sus películas.

A woman under the influence es de lo mejor de la historia del cine, así, sin mas. Y Geena Rowlands fue lo que ahora es Julianne Moore, una musa, una inspiración.

Gracias!!!!!!

21:30 - 10/04/2015

RADIOMANHEAD

De los mejores artículos que he leído, genial

10:59 - 11/04/2015

Graham Hess

- Muy interesante [ok]


[ok][qmparto][ok]


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