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Diario de Sitges 2013, Día 4: Folladores de mentes
José Hernández, 16/10/2013
Hay un doble de Francis Ford Coppola pululando por el Festival de Sitges. Ya me lo he cruzado tres veces, y me ha puesto la cabeza loca, porque no es exactamente igual al director de El Padrino, pero tiene todo el sentido del mundo que se acerque aquí: por un lado, por la presencia de la presunta película de su hijo Roman, y por otro por su reciente acercamiento al cine de género. Pero no es Coppola. O sí. O no. También puede que haya visto a Rodolfo Sancho, o no, caminando por la calle. E incluso en una de las colas para entrar a las proyecciones de ayer, vi a un hombre clavadito a Eric Wareheim, uno de los protagonistas de Wrong Cops. Pero, ¿cómo van a ser? ¿Acaso hay dos personas de cada uno de nosotros? ¿Acaso tiene sentido algo de lo que se pudo ver durante el Día Grande del Mindfuck en el festival? ¿Acaso puede quedarse uno con la mente en condiciones después de pasarse toda la noche soñando con arañas? Solo hay una terapia posible: intentar destejer la maraña mental y simbólica que ofrecieron los peliculones que se vieron ayer.

Lo mejor es empezar por algo sencillo, si es que las locuras extravagantes y anárquicas de Quentin Dupieux pueden considerarse light. Pese a todo, su carácter hilarante y desenfadado, y sobre todo sus pocas ínfulas de trascendencia metafórica, hacen que WRONG COPS (
) sea sencilla y digerible, al menos en comparación con lo que viene después. Dupieux sigue sin preocuparse mucho por engarzar un argumento, coleccionando una serie de subtramas y anécdotas protagonizadas por un grupo de policías estrafalarios y desquiciados, amorales y absurdos, sucios y sin sentido. De hecho, nada en la película tiene mucho sentido, pero esa es precisamente la gracia: su total falta de complejos para abandonarse al delirio más extremo, a los comportamientos más asociales, a los giros de guion más fortuitos, a cualquier cosa que la mente del director cree en su siguiente sesión de brainstorming, siempre manteniendo una cierta coherencia con el dibujo de los personajes principales, pero sin ponerse barrera alguna respecto hacia dónde quiere llevarlos. Pero no es solo que la parte cómica -con sus ratas llenas de marihuana, sus gordos obsesionados con ver una teta, sus compositores tuertos de música dubstep o sus moribundos que se pasan muriéndose toda la película- sea a cada momento sorprendente y extraña a partes iguales, sino que el canadiense dirige con una elegancia y un sentido de la atmósfera (luminosa, retorcida, asimétrica, marciana) que te transporta a un mundo de pesadilla. No de esas que salen en las películas, oscuras y terroríficas, sino las otras, las que van avanzando de forma real pero totalmente incorrecta, que acaban produciendo desasosiego porque nada está bien. ¿Qué significa esto? Absolutamente nada, como el propio realizador se encarga de subrayar en un monólogo que supone una tronchante y autoparódica declaración de intenciones: hay que pasarlo bien con su propuesta esquizofrénica y no buscar simbolismos existencialistas, porque solo hay vacío y nada importa.

Si la anterior es una divertidísima absurdez carente de significado, SOLO DIOS PERDONA (
) es todo lo contrario: lenta, densa, estática, sin apenas diálogos en los que refugiarse, y cargada de un subtexto que lo impregna todo hasta ocultar y dejar como meramente anecdótica la trama. En realidad, destripar el argumento de este relato de venganza ambientado en Tailandia no importa mucho. Lo que es esencial es entrar en el juego que propone Nicolas Winding Refn (quien, por cierto, se parodió a sí mismo con mucho ingenio en un breve vídeo de presentación del filme), porque si no, la cinta se puede hacer muy cuesta arriba. Y doy fe de que a mucha gente le ha ocurrido, aunque menos de la que cabía esperar para una propuesta tan radical, totalmente distinta a lo que ofrecía Drive. El filme tiene una potencia plástica abrumadora, que casi satura los sentidos, que deja anonadado con la perfección de sus encuadres, con la métrica de sus movimientos, con el impacto de sus colores. También emplea de forma sublime la música, que incluso se convierte en sustituta de los diálogos, mostrando a las claras la escasa importancia que le otorga Refn a la trama frente a la atmósfera y las sensaciones. Pero no se queda en una mera propuesta estética, sino que su relato está plagado de simbolismo freudiano. Su historia es un contenedor funcional para indagar en el complejo de Edipo y en el mito del macho, en la búsqueda de la masculinidad de un personaje metafóricamente castrado, de un hombre que actúa solo bajo la influencia de sus figuras de autoridad (en este caso, su madre y su hermano, almas crueles e inmorales rodeadas por símbolos fálicos de los que el protagonista carece o no puede utilizar) y que solo es capaz de atacar a borrachos o de matar por la espalda. Frente a él se encuentra un personaje expeditivo, un superhombre nietzschiano sin miedo a amputar miembros, enfrentarse a otras presuntas figuras de autoridad que se doblegan a su voluntad, o mostrar su lado sensible en público, firme como una estatua de bronce sobre su masculinidad y superioridad sobre el resto. De esta forma, Refn destruye por completo el discurso del cine de artes marciales mediante el sarcasmo y la aproximación psicoanalítica a la necesidad de imponerse sobre el débil, de ocultar las inseguridades tras un manto de violencia y pose que quedan en ridículo al dejarlas desnudas y mostrar su íntima vinculación con la frustración sexual y la emasculación. Mucho más se podría decir de esta grandísima película, a la altura de su anterior cinta, pero mejor reiterar sus fortalezas superficiales para los que crean que acaban de leer una paja mental absoluta: el filme es un auténtico festín visual y sonoro.

Hagamos un pequeño alto en tan densa edición de la crónica de Sitges, porque los programadores del festival también tuvieron a bien hacerlo para que no le explotase la cabeza a los que decidieron hacer sesión continua en el Auditori. Ahí entre medias se proyectó HOOKED UP (
), película española de terror que se ha vendido hasta la saciedad como el primer largometraje rodado íntegramente con un iPhone 5. Es buena cosa que tengan ese detalle al que agarrarse, porque es realmente el único punto destacable de la cinta, un sencillo y simple slasher con apariencia de [Rec] que es tan entretenido como fácil de olvidar. Realmente, la labor de Pablo Larcuen es sólida: imprime un buen ritmo a la acción, compone varios ambientes atmosféricos interesantes y tiene un par de escenas brillantes. Pero la película es muy poca cosa. Su idea de una pareja de americanos atrapados en una casa antigua de Barcelona con una psicópata da poco de sí, por lo que tiene que alargar mucho el prólogo y meter una subtrama totalmente absurda con la exnovia de uno de los tipos, a la que da tanta importancia que acaba por desesperar, sobre todo cuando vincula el desarrollo argumental y el desenlace a este conflicto totalmente superfluo y del montón. Es una película para pasar el rato, y vino muy bien que se proyectase en el momento en que lo hizo, pero si no tuviese el gimmick del móvil (que por cierto es bastante tramposo, porque ni de coña han utilizado solo el teléfono en el rodaje: antorcha, micros, estabilizador...), es poco probable que hubiese llegado a la Sección Oficial del festival.

Y después de este inciso, volvamos a lo hardcore. Pero a lo bestia, porque THE STRANGE COLOR OF YOUR BODY'S TEARS (
) es posiblemente la propuesta más radicalmente experimental que se verá en esta edición. Una cinta que provocó una división de opiniones brutal: los que la odian lo hacen con fervor, los que la adoran están enamorados de ella. En mi caso, obviamente, soy de los últimos. En dos palabras: obra maestra. Pero desarrollemos, por que la cinta tiene mucho que contar. El argumento nos presenta a un hombre que regresa a casa y se encuentra que su mujer ha desaparecido. Mientras intenta encontrarla, descubrirá que su edificio guarda secretos muy peligrosos. Si esto parece una trama convencional, la propuesta estilística de Hélène Cattet y Bruno Forzani es todo lo opuesto a ello. El filme es una bomba atómica para los sentidos, un banquete perceptivo en el que cada imagen y sonido, cada recurso narrativo y estético, se acumula con precisión para lograr la experiencia sensorial definitiva, para meterse bajo la piel del espectador receptivo a su propuesta y acariciar, arañar, desgarrar, susurrar, lamer, follar, golpear, abrazar, escupir, estallar, revolver, hipnotizar, sacudir, cortar y verter hasta lograr un estado similar al orgasmo cinematográfico. Es una cinta extenuante, agotadora, que requiere un gran esfuerzo para absorber la infinita cantidad de recursos que emplea por segundo, desde el montaje solapado a la pantalla partida en mil pedazos, pasando por las reiteraciones kafkianas, el stop-motion fotográfico, la intrusión del sonido en la imagen, y así mil cosas más. Esto convierte la trama en un laberinto que se siente más que se sigue, que se comprende a través del instinto y la intuición, que perturba a nivel casi celular, que te hace entrar en un mundo alucinógeno con claras influencias del giallo italiano del que es imposible salir. Y lo del giallo no es una referencia tan inane como en el caso de Kiss of the Damned, porque esta es sin duda la película que habría rodado hoy en día Dario Argento si su estilo hubiese evolucionado y se hubiese vuelto más arriesgado a cada paso, en lugar de encogerse en una especie de regreso al estado primigenio de ameba fílmica. Esto es lo que el giallo puede ofrecer en 2013, tan distinto de Suspiria o Inferno como Centauros del desierto respecto de Asalto y Robo de un Tren. Esto es una delicia para saborear con todo el cuerpo.

Para terminar el día, porque al parecer no tuvimos suficientes películas exigentes para absorber, se presentó la muy esperada ENEMY (
), de la que recordaréis los elogios de Carlos Fernández en el pasado Festival de San Sebastián. Puedo confirmar que eran justificados, porque esta malsana y retorcida adaptación de una novela de José Saramago funciona a varios niveles. El filme cuenta la historia de un hombre que descubre viendo una película a su doble exacto, que vive en la misma ciudad que él, una urbe de tonos ocres y grises que parece extenderse hasta el infinito y que está presidida por edificios-colmena donde las ventanas parecen carecer de identidad o distinción entre sí. Se trata de un análisis de la identidad en cuanto a su formación y evolución, a la influencia del contexto en las alteraciones de carácter, pero también en cuanto a la uniformidad y homogeneidad que la sociedad actual está logrando con la globalización. Se trata además de un estudio sobre la colisión entre el ello y el superyó, las dos instancias de la personalidad propuestas por los psicoanalistas, una que se deja llevar por los deseos primarios y la otra que sigue a rajatabla todas las reglas establecidas. En esta divergencia de temáticas se desarrolla el argumento y atrapa la película, con un ritmo pausado pero firme, con un trabajo de dirección centrado en subrayar los pequeños detalles asonantes de la situación para potenciar su carácter sutilmente perturbador, con una soberbia doble actuación de Jake Gyllenhaal. Y justo cuando uno lo tiene todo medio absorbido, tiene en su mente un discurso claro, se prepara para la llegada irremisible de un clímax inquietante que pueda completar el cuadro con un puñetazo directo al estómago, ¡BAM! 5 segundos, 10 a lo sumo. Esa es la duración del final más impactante visto hasta ahora en el festival. Unos pocos segundos, una única imagen, que hace que uno tenga que replantearse por completo todo lo que creía cierto, encajar de nuevo todas las piezas del puzzle para adecuar este simbolismo depredador, monstruoso, marciano, tan poderoso que deja una huella indeleble en todo lo visto hasta entonces y consigue que sea visto con otra luz. ¿Cuál? Eso es algo que uno todavía intenta comprender indagando en su propio ser.
Eso es todo por esta entrega, que se ha retrasado por culpa de la organización del festival, en una jornada de desastres en la proyección que han provocado cortes y cancelaciones en las que entraré en más detalle en el próximo artículo. Por cierto, al parecer no hubo bajas médicas con A Field in England, aunque sí que hubo desbandada en su escena más mareante.
@DamnedMartian

Lo mejor es empezar por algo sencillo, si es que las locuras extravagantes y anárquicas de Quentin Dupieux pueden considerarse light. Pese a todo, su carácter hilarante y desenfadado, y sobre todo sus pocas ínfulas de trascendencia metafórica, hacen que WRONG COPS (


Si la anterior es una divertidísima absurdez carente de significado, SOLO DIOS PERDONA (


Hagamos un pequeño alto en tan densa edición de la crónica de Sitges, porque los programadores del festival también tuvieron a bien hacerlo para que no le explotase la cabeza a los que decidieron hacer sesión continua en el Auditori. Ahí entre medias se proyectó HOOKED UP (


Y después de este inciso, volvamos a lo hardcore. Pero a lo bestia, porque THE STRANGE COLOR OF YOUR BODY'S TEARS (


Para terminar el día, porque al parecer no tuvimos suficientes películas exigentes para absorber, se presentó la muy esperada ENEMY (

Eso es todo por esta entrega, que se ha retrasado por culpa de la organización del festival, en una jornada de desastres en la proyección que han provocado cortes y cancelaciones en las que entraré en más detalle en el próximo artículo. Por cierto, al parecer no hubo bajas médicas con A Field in England, aunque sí que hubo desbandada en su escena más mareante.
@DamnedMartian