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Diario de Sitges 2019 (X): Mi amigo Sam

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Ayer tuve un pequeño incidente inesperado. Pese a haber reservado entrada para Color Out of Space y haber comprobado a posteriori que todo estaba en regla, en algún momento de estas dos semanas desde que saqué las entradas para Sitges algún error informático hizo que esa reserva desapareciese (no soy el primero que ha vivido esta experiencia). Así que me quedé fuera de la última obra de Richard Stanley. ¿Qué haces con dos horas muertas en el Auditori sin tu portátil mientras el resto de gente disfruta de Lovecraft? ¿Bajar de nuevo al pueblo y subir? ¿Darte una vuelta? Pues no, aprovechar la maldita acreditación para ir a una rueda de prensa:



Sam Neill, homenajeado este año por el festival, es una de esas personas a las que podrías estar escuchando durante horas sin cansarte. Con su porte de caballero, su atractivo maduro, su calmada y elocuente forma de expresarse, su sentido del humor y su pasión por el cine, conquistó a la sala de prensa de inmediato. Aunque es cierto que ya los tenía ganados de antemano, y prueba de ello es que al finalizar todos los periodistas se lanzaron en manada a que les diese su autógrafo. Yo, como no me había preparado nada, no tenía ni un mísero papel y boli.

Entre las perlas que dejó a preguntas que no siempre fueron inspiradas (una mujer le preguntó cuál es su secreto para conservarse tan cañón a su edad), afirmó que ni le gustan ni entiende las películas de superhéroes (“dentro de 20 años no va a haber nadie diciendo '¿te acuerdas de Vengadores 7?', pero sí de otras películas que dan más importancia a la historia y el componente humano”), que los cineastas de género, como George Miller y John Carpenter, son un encanto en persona (“cuanto más extremo el terror, mejor personas son”, “debes tener algo de inocencia para entender la oscuridad”) o que desde que es famoso ha perdido el misterio y el asombro de ver a las estrellas del cine porque muchos son sus amigos y ha visto sus miserias en persona (menos Marcello Mastroianni, de quien contó una anécdota de cuando le conoció como puro fan ilusionado).

También se alegró de no haber sido elegido en su día como “el James Bond que no le gustó a nadie” (honor que recayó en Timothy Dalton) y afirmó que “queda muy bien decir que uno se siente humilde al recibir un premio a toda su carrera, pero yo no me siento así. Yo me siento orgulloso y crecido”. Lo dicho, un placer escucharle durante algo más de media hora.




Eso fue ayer, pero esta mañana de nuevo me he encontrado con Sam en el pase especial de una de sus películas predilectas y la actuación de la que más orgulloso se siente: LA POSESIÓN (). En el encuentro con el público comentó la pesadilla que supuso el rodaje, intenso, traumático y peligroso tanto física como mentalmente para todos los que intervinieron en él, y en concreto para él mismo y para Isabelle Adjani, que tuvieron que darlo todo y más a exigencia de Andrzej Zulawski. De hecho, recordó una escena tras la cual se tuvo que ir a un rincón a llorar por lo mucho que le había impactado.

Si Sam está enamorado de esta película casi 40 años después de rodarla es por algo. Es un film es una experiencia única, una montaña rusa asfixiante e histriónica que sigue la descomposición de un matrimonio debido al tedio, la infidelidad y la necesidad de control del otro, pero que pronto se va transformando en una cinta de terror al concretarse esa desestabilización en una fagotización del ser por parte de una criatura de origen incierto. Así, la turbiedad psicológica de sus primeros compases muta en una cinta de terror repleta de sexo, fluidos, muerte, locura y quizás incluso apocalipsis. Y, según la escena, este asalto a los sentidos es bochornoso o hipnótico, ridículo o cautivador.

Tanto temática como estilísticamente, hay que destacar su enorme influencia en la Suspiria de Luca Guadagnino, no solo por tener de fondo el Muro de Berlín y las consecuencias de la Guerra Fría, sino también por esa loca elegancia desquiciada y hermosa que puebla sus imágenes. Un film que es imposible de amar completamente en un primer visionado, porque cambia de registro cada dos por tres y es excesivo hasta límites insospechados, pero con mucho que masticar a todos los niveles, lo que le asegura sucesivos revisionados y reinterpretaciones que amplifiquen su leyenda.




Otra película difícil de explicar es JESUS SHOWS YOU THE WAY TO THE HIGHWAY (), delirio kitsch que busca reírse del cine de explotación a través de una trama sin ningún sentido y una puesta en escena de serie Z venida a menos en la que, sin embargo, se nota que hay cabezas pensantes y creativas detrás que saben usar los recursos narrativos y cinematográficos para subrayar los efectos que desean. Es estudiadamente mala, pero no como una secuela de Sharknado, sino como The Lost Skeleton of Cadavra o Kung Fury.

Precisamente esta última es una comparación apta porque dura 45 minutos, que es seguramente lo que debería haber durado este film para que fuese una obra maestra del posthumor. De hecho, empieza muy fuerte, introduciéndote en un mundo de 8 bits donde hay sitio para un espía enano jorobado obsesionado con las pizzas, una sueca enorme que quiere montar una escuela de kickboxing, un virus comunista con la forma de Stalin, una realidad virtual en stop-motion que sería como la de Matrix si estuviese diseñada con un Spectrum, un Batman negro y gordo que es el presidente de Etiopía, tres maestros del kung fu llamados Ravioli, Spaghetti y Baltasar...

El problema es que estas balas se le van agotando y no mantiene el nivel de propuestas nuevas ni gags inesperados, así que cuando te familiarizas con ese mundo y con la trama, la historia se pone a dar vueltas sobre sí misma con ocasionales momentos brillantes que cada vez están más espaciados. Hay imaginación, hay salidas ocurrentes, pero no son suficientes para 90 minutos de film.




La película de clausura, THE VIGIL (), también parece una idea para un corto que se ha convertido en un largometraje, aunque a diferencia de otros fenómenos del estilo, consigue mantener el interés de forma más o menos equilibrada durante todo el metraje, o al menos desde que entra en harina. No quiere decir esto que sea un film sobresaliente, pero al menos es suficiente para ponerlo por encima de la media de películas de clausura de los últimos años.

El argumento sigue a un joven judío que, de acuerdo a la tradición ortodoxa, debe velar durante toda una noche el cuerpo de un anciano fallecido. Casualmente el muerto llevaba siendo perseguido toda su vida por un espíritu que se alimentaba de sus miedos. ¿Y a quién va a elegir ahora este mazzik como nueva víctima? En efecto, a nuestro protagonista, traumatizado por la culpa del fallecimiento de su hermano menor. Así, lo que acontece a continuación es una sucesión de escenas de tensión en plena oscuridad, con un uso sobresaliente y quizá excesivo del sonido atronador o asfixiante, con objetos a veces intuidos y a veces saltando a primer plano.

Es un film bastante simple en su mitología y recursos, empleando bien algunos de ellos (el móvil, el cuerpo cubierto por una sábana) pero resultando repetitivo en otros (no hay ningún motivo para que no encienda las luces a la tercera vez que oye o ve algo). Es solvente, no aburre y se pasa rápido, lo cual no lo hace ni memorable ni merecedor de un lugar tan preferente en la programación.




Si lo que los programadores del festival querían era que acabase por todo lo alto, podrían haber escogido para cerrar esta edición una comedia tan desternillante como EXTRA ORDINARY (), que no está en la Sección Oficial porque sus valores de producción son bastante modestos y no hay ningún nombre importante detrás, más allá de un villano caricaturesco encarnado por Will Forte como si estuviese invocando a Jim Carrey.

En la línea de comedias paródicas y bobaliconas que triunfaron otros años en el certamen, como Housebound o Late Phases, el film aborda los fantasmas, las posesiones y los pactos con el diablo con el tono de una sitcom británica de humor absurdo y desmitificador, aunque con una puesta en escena algo más elaborada que juega con los planos y el montaje para afilar cada gag. El resultado es divertidísimo, con algunos momentos tiernos y otros rematadamente absurdos.

No hay un solo segundo en el que no esté lanzando alguna broma o preparando alguna de los que vendrán más adelante, y si bien algunas son demasiado pueriles, la gran mayoría son desternillantes y loquísimos, consiguiendo un crescendo humorístico que no afloja la marcha en los 90 minutos que dura. De hecho, cada vez que parece que se va a empezar a desinflar la idea, el guion le da una vuelta de tuerca hasta llegar a un clímax donde el cine se venía abajo con carcajadas y aplausos.




Pero pasemos a cosas más serias. Hay películas por cuya metafórica cabeza no se asoma una sola idea en todo el metraje. En el lado opuesto están films como La Posesión o como BRAID (), que acumulan millones de ideas, aunque en el caso de esta última sin ninguna criba y con un esfuerzo denodado por ofrecer un producto que obnubile la mente y los sentidos del espectador. No necesariamente es algo bueno cuando el número de ideas malas iguala al de ideas decentes.

Con la mente puesta en clásicos como Psicosis y Saw VIII, Mitzi Peirone compone una historia a camino entre la realidad y la ficción, buscando los lados más perversos de la feminidad y la infancia para perturbar sin apenas mostrar nada de casquería. Y lo hace con una voz personal. Histérica, drogada, incoherente, chapucera incluso, pero con personalidad. En cada escena, sin excepción, intenta algo nuevo con la historia o con el estilo visual y narrativo, hasta culminar en un clímax de 25 minutos con 7 giros de guion, a cada cual más loco y con menos sentido.

En todo este batiburrillo propio de una niña de 7 años gritándole a su padre que le mire que le mire que le mire QUE LE MIRE QUE LE MIRE cómo hace una voltereta, hay momentos realmente inspirados y potentes, una base sólida sobre la que construir una historia oscura y tensa (para un corto), y unos cuantos recursos brillantes. Puede que no sean diamantes ni merezca la pena meter la mano en el retrete para sacarlos, pero ya es más de lo que muchas películas sin ideas pueden decir.


Para el último artículo diario quedan un par de películas de samuráis, un par de romances animados y la única cinta no oriental de todo el paquete, precisamente la que os he contado al principio del artículo que no pude ver por culpa de una web en mal estado. Menos mal que la vida se abrió camino con mi amigo Sam.

@DamnedMartian

 

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