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The Other Side of the Wind, la gran obra incompleta de Welles

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Orson Welles era, aparte de uno de los más grandes cineastas de la historia, un trabajador infatigable hasta rozar la hiperactividad. Su lista de guiones no realizados, proyectos interrumpidos a media filmación y películas que quedaron inacabadas en la sala de montaje es aún mayor que la de películas finalizadas. Ello se debía en parte a su ritmo imparable de trabajo, que le hacía estar siempre con varios proyectos a la vez, así como a un espíritu aventurero sustentado bajo la filosofía de "¿No tenemos aún suficiente presupuesto para la película? ¡Es igual! Comencemos a rodar igualmente y ya nos apañaremos cuando se acabe el dinero". En consecuencia, hoy día, 30 años después de su muerte, todavía estamos recibiendo novedades suyas como Too Much Johnson que nos hacen replantearnos una vez más su figura.

Entre sus muchos proyectos malogrados hay dos que destacan con luz propia: su intento de adaptar Don Quijote de la Mancha (un libro que debe de estar maldito, ya que también ha dado quebraderos de cabeza al pobre Terry Gilliam) y The Other Side of the Wind. El primero tuvo un final desafortunado: después de años remontando el material filmado y cambiando el concepto sobre la marcha (al mismo tiempo que trabajaba en otros proyectos), al final no pudo completarla antes de su muerte. El director español Jesús Franco, que había trabajado con Welles en Campanadas a Medianoche (1965), montó en 1992 una versión de la película que fue unánimemente criticada de forma negativa. De hecho, según los que han visto los fragmentos que Welles había completado, lo que Franco hizo no tenía nada que ver con lo que el cineasta americano tenía en mente.

Pero todo eso es un juego de niños al lado del absoluto desmadre que envolvió a The Other Side of the Wind, la gran película perdida de su carrera y, en general, una de las mayores pérdidas de la historia del cine. Amigos, pónganse cómodos porque aquí hay mucha tela que cortar.




El fin de una era

The Other Side of the Wind iba a ser uno de los proyectos más ambiciosos y complejos de la carrera de Welles, y eso, viniendo de un tipo que había hecho films como Ciudadano Kane (1941), El Cuarto Mandamiento (1942), El Proceso (1962) o Campanadas a Medianoche (1965), es decir realmente mucho. Se trataba de una película que Welles confiaba que le abriría de nuevo las puertas de Hollywood después de tantos años trabajando en Europa (Sed de Mal fue una excepción) y que, además, le permitiría demostrar que no era una vieja gloria que vivía de su pasado, sino que seguía en plena forma y con mucho que decir.

La idea empezó a germinarse en la mente de su creador a finales de los años 60, una época muy significativa en el mundo del cine, ya que fueron los años en que el viejo Hollywood desapareció para dar paso a una joven y fresca generación de cineastas y a una nueva forma de hacer cine. Welles, que había conocido ese viejo Hollywood, planteaba su película como una reflexión sobre ese tema, no solo por el argumento sino por su variopinto reparto, que incluía tanto a viejas glorias como a algunos representantes de esos nuevos tiempos. Todos ellos eran amigos y conocidos suyos que se apuntaron a este incierto proyecto por amistad o admiración hacia ese gran hombre.

Entre los miembros de la vieja guardia estaban el actor y director John Huston en el papel protagonista, actores como Edmond O'Brien, Mercedes McCambridge, Cameron Mitchell, Lilli Palmer, Paul Stewart y el director Norman Foster. Entre los jovenzuelos se encontraban Peter Bogdanovich, Dennis Hopper, el director Paul Mazursky y el realizador de cine experimental Curtis Harrington, así como el crítico de cine Joseph McBride, que estaba escribiendo un libro sobre Orson y tras una entrevista con él se vio sorpresivamente trabajando en la película como actor.




Los primeros esbozos de argumento nacen en 1964, y hablan de un director autoritario y arrogante (encarnado por el propio Welles) que tortura psicológicamente a su estrella (que iba a ser interpretada por Anthony Perkins) y a un joven torero involucrado en la producción. También se iba a contar con la actriz francesa Jeanne Moreau, ya que estaba muy unida a Welles, y con Keith Baxter, el protagonista de Campanadas a Medianoche, con quien Welles había mantenido muy buena relación.

De este proyecto inicial, Welles mantuvo la premisa del director tiránico y machista inspirado en el escritor Ernest Hemingway, el desenlace en que éste moría en un accidente de coche y su idea de rodarla de forma improvisada. En cambio, el reparto sería totalmente distinto hasta el punto de evitar él mismo el papel protagonista pese a encajarle como un guante.




La sinopsis de lo que ya se conoció con el título de The Other Side of the Wind tiene como punto de partida a Jake Hannaford, un anciano director del viejo Hollywood que intenta resucitar su carrera haciendo una película moderna en la línea de lo que se llevaba en esos nuevos tiempos. Todo el film se centraría en su último día de vida, que coincide con su 70 cumpleaños, y combinaría escenas de su caótica fiesta de aniversario con fragmentos de la incoherente película que estaba filmando.

En mitad de la fiesta aparece la estrella de la película, que ha abandonado el rodaje a la mitad por enfrentamientos con el director y le desafía cuestionando su sexualidad. La fiesta se va desmadrando y acaba con todos los invitados en un cine drive-in, donde Hannaford muere estampando su coche contra la pantalla mientras se proyectaban imágenes de su última película.

La mayoría del reparto no conocía el guión en su totalidad (que a menudo el propio Welles lo reescribía durante las noches), ni tampoco cual era la idea tras la película. En una ocasión alguien le preguntó a Orson el significado del film y éste respondió que no tenía ni idea, pero en otro momento éste le dijo a John Huston: "Trata sobre un director bastardo. ¡Es una película sobre nosotros, John!". Pese a que había una trama difusa, buena parte de las escenas se improvisaron e incluso Welles animaba a Huston a que no dijera sus líneas exactamente, sino que transmitiera la idea como mejor le pareciera. El enorme entendimiento que había entre ambos fue fundamental para llevar adelante el peso del proyecto.



John Huston y Orson Welles, dos granujas en acción


Un rodaje interminable y caótico

La película se filmó de forma intermitente desde 1970 hasta 1976 en diferentes localizaciones, convocando como se podía a los miembros del reparto. Pese a que pueda parecer una locura, en realidad era una práctica ya casi estándar en Welles que empezó con su magnífica adaptación de Otelo (1952), la cual se filmó de forma interrumpida a lo largo de tres años en países diferentes. Así pues, se inició el rodaje en 1970 de forma semi-ilegal con un equipo de amigos y entusiastas y sin saber aún quién interpretaría el papel principal (Huston no empezó a participar en la película hasta ¡tres años después!).

Con el tiempo, Welles acortó y reformuló algunos papeles en función de las circunstancias; por ejemplo, Peter Bogdanovich encarnaba a uno de los periodistas, pero la deserción de un miembro del reparto le obligó a cambiar ese papel por el del joven cineasta protegido por Hannaford. En otras palabras, ¡acabó interpretando al personaje que Welles había creado inspirado en el propio Bogdanovich!

El motivo de los retrasos fue, una vez más, los problemas de financiación que perseguían a Welles en casi todos los proyectos en que se metía en la etapa final de su vida. En consecuencia, la película se iba interrumpiendo de vez en cuando para que éste pudiera aceptar trabajos mediocres como actor que le dieran dinero con que seguir adelante. No obstante, el dinero con el que financiaron inicialmente la película Welles y su mujer, la actriz Oja Kodar (quien también actúa en el film), acabó siendo insuficiente y tuvieron que recurrir a un productor español y a unos iraníes.

Aunque de estas dos fuentes de inversión la de unos misteriosos productores iraníes pudiera parecer la menos fiable, al final el problema resultó ser el productor español. Según han comentado posteriormente los implicados en el proyecto, mientras Welles rodaba en Estados Unidos, los iraníes fueron haciendo llegar el dinero a través del productor español, pero el dinero misteriosamente se quedaba en ese punto y no llegaba a cruzar el Atlántico. La versión del productor español es que a él no le llegó ningún dinero. Peter Bogdanovich afirma en cambio que les dejó tirados y no volvieron a saber de él hasta 20 años después, cuando una noche le vieron sorpresivamente en televisión recogiendo un Oscar a la mejor película de habla no inglesa.

El film por tanto se acabó de rodar como se pudo, con los miembros del reparto trabajando gratis o a cambio de sumas insignificantes por amistad hacia el director. Uno de los problemas que aparecerían más tarde es que la financiación de la película fue terriblemente caótica, con pequeñas contribuciones de algunos amigos y del propio Welles para salir del paso, de modo que se haría difícil dilucidar quién posee la película o qué porcentaje de la misma le corresponde.




Según han dicho los implicados, el rodaje fue absolutamente caótico, incluyendo momentos estelares como Huston, que hacía años que no cogía un coche, conduciendo medio borracho por una autopista en dirección contraria hasta que consiguió colocarse donde tocaba, lo cual habría sido un obituario monumental para la carrera de los dos artistas: muertos en un accidente de tráfico mientras trabajaban en una película de implicaciones autobiográficas en que el director protagonista de la misma también fallecía en su coche.

La fase más crítica llegó durante el montaje. La enorme complejidad del film y la variedad de formatos hizo que Welles necesitara de cinco ayudantes para montarlo, pero al no haber ningún guión que ellos pudieran seguir, todos estaban a merced de sus órdenes. En esa época de su carrera, la fase de montaje se había convertido en la más importante y creativa para el director, aquella en la que le gustaba pasar más horas trabajando y moldeando el material, pero eso implicaba invertir muchas más horas de lo normal. La situación de Welles con los inversores iraníes llegó a un punto de conflicto y éste, temeroso de que le requisaran el material y ordenaran a otro que lo montara, se llevó una parte del metraje con él a Estados Unidos para acabarlo. Sin embargo, parte quedó retenido en Francia.

Más adelante, Welles llegó a montar varias escenas y las exhibió en el homenaje que le hizo en 1975 el American Film Institute para ver si alguna alma cándida se ofrecía a poner el dinero que faltaba para completarla (ya saben, menos homenajes que quedan muy bonitos y más ayudarme realmente a seguir trabajando en mi obra). El director, que detestaba esos homenajes, solo había aceptado acudir a cambio de que le dejaran exhibir su película para conseguir nuevos inversores, pero por desgracia no lo logró.




Coqueteando con el cine experimental

Los 40 minutos que el propio Welles montó están depositados hoy día en la Filmoteca de Munich y de vez en cuando es posible pillarlos en alguna proyección, como la que organizó la Filmoteca de Cataluña el pasado mes de mayo.

Lo que pudimos ver deja bien claro que The Other Side of the Wind no es un proyecto frustrado inflado por toda la leyenda que le rodea, sino que se trataba de la película más experimental de la carrera de Welles. El montaje es frenético, con diferentes planos de una misma imagen filmados en formatos diferentes sucediéndose rápidamente y los diálogos fluyendo de forma superpuesta a la vez. La escena que circula por Youtube de la película da una idea del estilo que sigue:




Pero eso no es todo. Para complicar más la cosa, el film incluía largos fragmentos de la película que el protagonista estaba rodando (para enredar aún más el sentido metarreferencial de la historia, dicho film se llama también The Other Side of the Wind). Estos fragmentos no solo ocupaban una parte muy importante del metraje total, sino que seguían otro estilo diferente. Eran una especie de recreación del estilo de cineastas como Michelangelo Antonioni, sobre todo de la época de Zabriskie Point (1970). Lo divertido está en que Welles aborrecía al cineasta italiano ("Hay un montón de obras de Bergman y Antonioni que preferiría morir antes que tener que verlas"), y por tanto este intento de recrear sus películas puede entenderse como un intento de burlarse de su cine pero sin caer en el tono paródico... ¿quizá simplemente quería evocar un tipo de cine que detestaba para demostrar que él también podía jugar a crear imágenes bellas y vacías?

Una de las dificultades a la hora de montar ese rompecabezas llamado The Other Side of the Wind es que incluye una película dentro de la película que es expresamente incomprensible: dos jóvenes paseando por diferentes paisajes, algún desnudo y, lo más llamativo de todo, una larga escena marcadamente erótica a bordo de un coche que no se parece a nada que haya visto de Orson Welles. ¿Cómo pensaba él hacer convivir estos dos metrajes diferenciados? Una de dichas escenas se encuadraba en una proyección a la que asistía un ejecutivo del estudio y un ayudante del protagonista. Mientras se sucedían esas imágenes vacías, el ejecutivo comentaba atónito lo que estaba viendo, tratando de averiguar cuál era el argumento y si estaban rodando sin guión, mientras el ayudante del director intentaba justificarlo torpemente. Pero el resto de escenas aparentemente se intercalaban entre las de la fiesta haciendo todo aún más confuso.

Uno no puede evitar quedarse boquiabierto al pensar que un hombre de 60 años que había empezado su carrera en el Hollywood clásico a esas alturas podía dar un giro tan radical a su carrera con una película tan compleja a nivel narrativo y con un estilo tan experimental. Pero, por otro lado, viendo estas escenas me pregunto si realmente habría sido capaz de salir del paso o si The Other Side of the Wind habría sido un experimento que se le habría ido de las manos. De hecho, eso fue lo que acabó sucediendo: a lo largo de los años, Welles cambió el concepto y la idea de la película varias veces sobre la marcha hasta llegar al punto de reconocer que no sabía ya qué hacer con ella. Finalmente tuvo la idea de convertirla en un film ensayo como Fraude (1973) que reflexionara sobre el mundo del cine, pero nunca pudo llegar a materializar su idea.




Últimos intentos de resucitar la película

Y esto nos lleva a nuestros días. Tenemos un montón de horas de metraje sin acabar, varios guiones de Welles que no sirven mucho como guía porque son diferentes entre sí, al ir cambiando el concepto de la película mientras la montaba, y tenemos una parte del metraje requisada por unos furiosos iraníes y otra en manos de la viuda de Welles, Oja Kodar. En estas condiciones, The Other Side of the Wind parecía condenada a ser una película fantasma de la que se ha leído y escrito mucho pero que jamás se materializaría... hasta hace poco.

A finales de 2014, una productora decidió que alguien tenía que dar un paso al frente y resolver esa situación, y consiguieron adquirir todo el metraje (tanto la parte que tenían Welles y sus herederos como la que estaba 'secuestrada'). Al frente de esta aventura estaba el exitoso productor Frank Marshall, colaborador habitual de Steven Spielberg, que estuvo trabajando también en The Other Side of the Wind en sus inicios y quería ver el film acabado. Muy valientemente anunciaron que Peter Bogdanovich, actor en la película pero también director por derecho propio, acabaría de completarla y que estaría lista para el Festival de Cannes de 2015, coincidiendo con el centenario del nacimiento de Welles. Pero resulta que los muy incautos no eran conscientes de donde se estaban metiendo, y cuando llegó a sus manos todo el material, se hizo patente que no estaría para esa fecha (el propio Welles dijo que la película requería un año entero de montaje a dedicación completa, y eso si lo hacía él mismo, que era el único que tenía todo el proyecto en la cabeza). Pero lo peor es que el dinero no llegaba para todo el trabajo de edición que se requería.

Así pues, ahora tenemos a unos tipos que se han dejado un dineral en adquirir todo este material y que no ven forma de acabarlo. ¿Solución? Ante la incógnita de si saldrían nuevos inversores abrieron en internet una campaña de crowdfunding animando a los fans a contribuir a tirar este proyecto adelante. La gran incógnita es: ¿será realmente un reflejo fidedigno de lo que pretendía Welles u otro chasco como su Don Quijote? No es una pregunta fácil, ya que entre expertos en Welles hay dos opiniones diferenciadas: los hay que creen que puede y debe acabarse, mientras que otros creen que simplemente debería sacarse a la luz el material filmado en bruto, pero no bajo la forma de una película, por respeto al director. Bogdanovich asegura que sí se puede completar de acuerdo con el estilo y la idea de Welles, pero otros piensan que si ni siquiera el propio Welles sabía cómo acabarla, menos aún lo lograrán otras personas. A día de hoy desconocemos cómo acabará este culebrón, aunque me inclino a creer que de una forma u otra el film saldrá a la luz. Hasta que llegue ese ansiado día, The Other Side of the Wind sigue siendo uno de los más grandes misterios relacionados con Orson Welles.

 

Fuente: CINeol | Visitada: 3007 veces


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Comentarios (1)

18:11 - 08/07/2015

SuAcHe

Gran artículo! No conocía esta historia y me ha parecido muy interesante. Eso si, me da la sensación de que todo es demasiado complejo como para que quede bien...

saludos!


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