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Especial Óscar 2015: Mejor Director

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Este artículo no va a ser como los demás de este especial. Más que analizar las posibilidades de cada realizador de cara al Óscar, voy a centrarme en analizar su trabajo, pues merece la pena echar una mirada al panorama del cine actual desde el punto de vista de sus similitudes y diferencias.

Los cinco nominados son directores nacidos en la década de los 60 que representan muy bien las tendencias creativas del cine de hoy. Richard Linklater (1960) representa al filósofo, al cinéfilo pensador para el cual la pantalla es un campo de batalla experimental. Alejandro González Iñárritu (1963) es la ambición, o por homenajear la ilustre ausencia de David Fincher, diremos que su pecado capital es la Avaricia, el deseo insaciable de hacer buen cine y ser admirado por ello. Wes Anderson (1969) creo que simboliza el cine de autor posmoderno (quizá no tenga claro qué es el cine, el autor o la posmodernidad, pero yo me entiendo). Anderson es el artista absoluto, una puesta en escena inconfundible, en la que fondo y la forma son inseparables. Bennett Miller (1966) representa el nuevo cine clásico americano, con sus robustos andamios visuales, el academicismo de las formas y los movimientos, narrativas sociales profundamente americanas y críticas, un digno compañero ideológico de Robert Redford, Clint Eastwood y Alexander Payne. Y el noruego Morten Tyldum (1967), que personifica quizá al artesano competente que sabe cómo copiar las fórmulas que funcionan en la cartelera; si Iñárritu busca el respeto, este noruego se conforma con la aprobación. Para entendernos, Tyldum es el currante que toda empresa desearía tener, uno de esos que pone sus destrezas al servicio del mejor postor. Un año interesante, cinco personas, cinco estilos, cinco formas de entender la dirección de cine. Y sólo dos favoritos: Linklater o Iñárritu. La filosofía poética y la intuición contra la ambición y la pericia.





WES ANDERSON por EL GRAN HOTEL BUDAPEST
(1ª nominación)


“Aún quedan levísimos atisbos de civilización en este brutal matadero que en su día fue conocido como humanidad. Él era uno de ellos, ¿qué más se puede decir?” ¿Qué más podemos decir de Wes Anderson? La comunidad cinéfila está llena de análisis, ensayos, cartas de amor descorazonadoramente parecidas, y para colmo hay decenas de entrevistas donde el propio Anderson desvela alguna de sus claves. Que si el microcosmos, que si la organización espacial con tiralíneas, que si los personajes son caricaturas o marionetas pero con una humanidad dickensiana, que si tiene un trastorno obsesivo compulsivo bien canalizado en su puesta en escena, que si siempre maneja una armónica paleta de colores en la que gobierna el azul, el rosa, el pastel, el ocre… la dichosa paleta, los dichosos y regresivos zoom, los dichosos travelling laterales, la dichosa y obvia simetría, la constante fragmentación teatral del montaje, el dichoso protagonismo de la banda sonora, y la dichosa nostalgia aka querencia por el vintage que el director reconoce y celebra a su manera: “Creo que incluso si hiciese una película ambientada en el futuro, parecería el pasado”. Es decir, nuestra relación con su cine es clara, sabemos por qué nos gusta y por qué no les gusta a otros, y aunque es complicado saber de dónde bebe (es uno de los directores que mejor interioriza, mezcla y transforma en un discurso propio sus múltiples y eclécticos referentes), no es algo que realmente nos importe. Sólo necesitamos unos pocos minutos para aceptar sus reglas y anacronismos y hacer nuestras sus obsesiones transversales sobre la disfuncionalidad de la familia (la relación padre-hijo merecería unos cuantos ensayos), la trivialización de la muerte…, o comulgar con sus extrañas afinidades: ¿Quién nos iba a decir que podríamos sentir cariño por un conserje de hotel decimonónico, afeminado, educado, irónico, perfeccionista, racista y sofisticado?

Por lo que sé, salvo cuatro anónimos y Carlos Boyero, la mayoría de los cinéfilos disfrutan y admiran a Wes Anderson (otra cosa es lo que piensen los que sólo van al cine dos fines de semana al año). Y eso es precisamente lo que me sorprende, que algo tan agresivamente particular guste tanto a tantos. Por lo general, un cineasta diferente genera fobias y fervores, el respeto de la alta cinefilia más distinguida y la sospecha/tibieza de los que somos humildes aficionados. Aquí no, Anderson es popular e rabiosamente independiente. Ya era hora.

Me gusta que Wes Anderson esté en el teatro Dolby, y me gusta todavía más que esté nominado como mejor director, me gusta lo que representa su presencia en los premios más importantes de la industria cinematográfica americana donde, lamentablemente, en tan raras ocasiones se premia el riesgo, la valentía, la ferocidad y la honestidad de una mirada sin deudas. Si me pongo un poco místico y ridículo, cuando el maestro de ceremonias le dirija alguna de sus chanzas, probablemente con motivo de su peculiar universo de personajes, y la cámara se quede unos segundos sobre su lechoso rostro, también creeré ver el de otros maestros. Veré el fantasma de Hal Hartley, de Todd Solondz, de Jim Jarmusch y de tantos otros que no encajan en el hueco que la sociedad talló para ellos, los que aman y odian de otra manera, el fantasma de todos los inadaptados sociales que tienen la voluntad y el genio de poder concebir mundos a la medida de su singularidad para sentirse, quizá, menos solos. Autores cuyo talento nos permite mirar con sus ojos la hermosa rareza de sus vidas. No siempre estuvieron ahí: antes de la llegada del vídeo y la televisión, y por tanto antes de la democratización de la cinefilia y antes del acceso ‘universal’ a la dirección de cine, el espacio estaba ocupado por hombres categóricos, machos alfas hechos a sí mismos a martillazos, perfectamente integrados en la sociedad que les había tocado vivir (imperaba el perfil de John Ford o Howard Hawks, rudos, patriotas y geniales). Los otros, esos hombres con vocación cinematográfica que una vez fueron adolescentes solitarios, huidizos y raros, no tenían hueco ni oportunidades, tendrían que esperar a que se acercara el final siglo XX para llegar al cine… y a Wes Anderson para entrar en los Óscar.

A FAVOR: De todas las películas de Wes Anderson, es la más popular, la que ha llegado mejor y con más facilidad a todo tipo de público, incluso a sus detractores. Sin renunciar a su estilo muy identificable, lo ha utilizado en favor de una comedia que se ha encontrado con legiones de adoradores y muy pocos opositores.
EN CONTRA: Sigue siendo un cine muy particular y alejado de los esquemas clásicos que gustan en la Academia. Es una comedia, género que se suele valorar menos por defecto. Y tampoco ha ganado nada en otros premios que indique que los académicos van a romper la tónica de la temporada.


Finalista: Premios CINeol, DGA, BAFTA, Globo de Oro, Critics' Choice, Los Angeles, Chicago, Crítica Online, Dallas, Southeastern, Londres, San Francisco, St. Louis, Ohio, Florida, Toronto, San Diego, Detroit, Phoenix, Houston, Georgia, North Carolina.






ALEJANDRO GONZÁLEZ IÑÁRRITU por BIRDMAN (O LA INESPERADA
VIRTUD DE LA IGNORANCIA)
(2ª nominación / 0 Óscar)


“La popularidad es la cuñadita guarra del prestigio”. Hay tres cosas que Alejandro González Iñárritu quiere que sepas, y se encarga de recordarlas en cada entrevista que hace. La primera es que cuando no era más que un muchacho se subió a un barco y conoció medio mundo, que es una persona que se ha hecho a sí misma y que tiene una visión universal del alma humana transcontinental. Segunda y derivada de la primera, que el cine que le interesa es el cine de verdad, de hombres complejos, contradictorios, reales, que tienen que hacer frente a asuntos… pues eso, complejos, contradictorios y reales. Y tercera, que le excita mucho embarcarse en proyectos “que pueden fallar”, acomodarse en lugares seguros es de cobardes. Todo esto lo dice muy serio, con esa voz grave y seductora del exlocutor radiofónico que fue, frunciendo el ceño, mirándote fijamente a los ojos, como si no supiera muy bien si debe concederte otro segundo de entrevista. Debo confesar a los lectores de CINeol que me divierten mucho estos seres pretenciosos; y no lo digo con maldad, de hecho soy de los que piensan que no hay nada malo en ser pretencioso si detrás hay gracia, talento, conquistas. Orson Welles era muy pretencioso y, por fortuna, también un director muy dotado y muy culto. ¿O saben de algo más pretencioso que imponerse esto como realizador? “No filmar para ilustrar una tesis o para mostrar a hombres o mujeres limitados a su aspecto externo, sino para descubrir la materia de la que están hechos. Alcanzar ese 'corazón' que no se deja atrapar ni por la poesía, ni por la filosofía, ni por la dramaturgia”. Bueno, este humilde y asequible objetivo es sólo uno de los muchos que se marcó el gran Robert Bresson. No hay nada malo en ser pretencioso, que quede claro. Iñarritu lo es, lo sabe, y actúa en consecuencia. Amores Perros, 21 Gramos, Babel, Biutiful y Birdman son desafíos técnicos y narrativos “que pueden fallar” y que de no hacerlo aspiran a la grandeza, al aplauso, a los premios y a la gloria.

Birdman es una gozada en varios sentidos. Podemos disfrutar y vibrar con las interpretaciones orgánicas de Keaton, Stone y Norton, aplaudir hasta rompernos las manos con la virguería técnica que supone (los que no somos cineastas ni nunca nos ha preocupado cómo iluminar el largo recorrido de una cámara apenas podemos entender esta dificultad) usar un plano secuencia trucado para contar este conflicto de egos en la cabeza de un actor, otrora superhéroe y estrella de cine, con unos kilos de más y unos cuantos pelos menos, que quiere resucitar como artista adaptando, dirigiendo e interpretando De qué hablamos cuando hablamos de amor, el estupendo relato de ese autor inmenso que es Raymond Carver.

La película, pese al esfuerzo continuo por querer-ser-admirada, sólo comparable al de Riggan Thomson, es muy disfrutable, y creo que si Iñárritu no se considerara más listo de que lo que es, o lo que es lo mismo, a los demás más tontos de lo que ya somos, habría estado un poquito mejor. El discurso, el debate que plantea la película tienen una altura y una profundidad más bien discreta. Me cuesta pensar que alguien de la talla de Michael Keaton o similar castigue sus neuronas con algo tan campestre como la tensión entre el cine comercial y el cine de calidad, como si no pudiera mezclarse y confundirse como tantas veces ha ocurrido. Tampoco me parece que las disquisiciones acerca de la crítica, el prestigio o la fama voluble y la exposición pública que conlleva vuelen demasiado alto. Además, la crítica al cine de entretenimiento churresco (o blockbuster) no duele. Si realmente escociera, si se hubiera hecho una crítica feroz al cine industrial, los miles y miles de fans de esas películas se sentirían insultados, humillados, los actores mentados en el guion se querellarían y esta película no tendría el respaldo de la industria y la Academia, pero ni mucho menos, ¿verdad? Esto no molesta porque la crítica es suave, profiláctica y apenas provoca un ligero picor en la sien. En fin, poca cosa contra la electricidad del reparto y la fastuosidad de un espectáculo técnico felizmente pretencioso. Que diga, ambicioso.

A FAVOR: La película encara la recta final ganando todos los premios importantes, en especial el DGA que le ha ‘robado’ a Linklater. Es una filigrana técnica perfectamente equiparable a su principal competidora, y tratando sobre los entresijos de la industria, es más fácil que conecte con quienes realmente votan. Si Birdman gana con cierta autoridad, este Óscar también irá en el paquete.
EN CONTRA: La narrativa para darle el premio a Richard Linklater se lleva cociendo desde hace ya un año y es difícil argumentar en su contra. Prueba de ello es que el realizador texano ha arrasado durante la temporada de premios, y lo lógico sería que continuase la racha hasta la noche del 22.


Ganador: DGA, Dallas, St. Louis, Las Vegas, Utah, Boston Online.
Finalista: BAFTA, Globo de Oro, Critics' Choice, Independent Spirit, Satellite, Chicago, Londres, San Francisco, Washington, Ohio, Florida, San Diego, Iowa, Detroit, Phoenix, Houston, Denver, North Carolina.






BENNETT MILLER por FOXCATCHER
(2ª nominación / 0 Óscar)


Bennett Miller: Tres películas y dos nominaciones a los Óscar como mejor director. No creo que me equivoque si digo que algunas de las mejores películas de los próximos años tendrán su firma. Pese a su nominación por Truman Capote, muchos dijeron entonces que era un director impersonal, correcto, poco memorable, que su bienaventuranza debía agradecérsela a otros, a compañeros de viaje como Philip Seymour Hoffman y su prodigiosa actuación, o a Aaron Sorkin y su redondísimo guión de Moneyball. Quiero creer que esas voces fueron imprudentes y sólo precisaban de perspectiva, la misma que en el pasado necesitaron los que dedicaron descréditos parecidos a dioses como Howard Hawks, Preston Sturges y Leo McCarey. Bennett Miller continua la firme tradición de aquellos directores que poseen un corte clásico, adulto, sin renunciar a meter el dedo en la llaga social, pero a diferencia de Redford o Eastwood, no se siente atraído por los grandes conflictos -demasiado obvio, demasiadas trampas-, sino que prefiere llegar a la reflexión moral y política a través de eventos más locales, sucesos que tienen una poderosa capacidad de trascendencia.

Fueron escritores existencialistas como el argentino Ernesto Sabato los que mejor se dieron cuenta de las posibilidades del suceso o la anécdota como cortinas brumosas de otras cuestiones más profundas y abstractas: “Los seres humanos no pueden representar nunca las angustias metafísicas al estado de puras ideas, sino que lo hacen encarnándolas... Las ideas metafísicas se convierten así en problemas psicológicos, la soledad metafísica se transforma en el aislamiento de un hombre concreto en una ciudad determinada, la desesperación metafísica se transforma en celos, y la novela o relato que estaba destinado a ilustrar aquel problema termina siendo el relato de una pasión y de un crimen”. ¡A Sabato le salió sin querer casi una sinopsis de Foxcatcher! Ciertamente, la configuración de un equipo de béisbol o la relación entre un consentido magnate y mecenas del equipo americano de lucha libre con sus discípulos puede y debe desbordar su humilde condición de ‘hecho real’, para ser caja de resonancia donde vibren más lecturas. A Bennett Miller le sedujo esta vieja página de sucesos americana desde el principio por diversos motivos: el agresivo contraste de dos formas de vida diferentes, las enfermizas relaciones de poder entre ellos, la mitología en torno al concepto de América y la apropiación de sus valores ancestrales por seres despiadados y amorales.

Todas las decisiones de Miller para tomar el pulso a esta historia son acertadas. Todo en Foxcatcher tiene la coherencia interna de las grandes obras de arte. Miller ha refinado la relación de su puesta en escena con respecto a sus películas anteriores; todo, la fisicidad de sus personajes, sus silencios, sus localizaciones, su banda sonora, su montaje templado y denso, la atmósfera opresiva y nublada, todo funciona como un solo pulso armónico, una sola mirada que mira hacia lo pequeño, a este suceso escalofriante y fascinante, para mirar lo grande, a Estados Unidos. Es como si Miller se avergonzara de una parte de su país, de todos los John du Pont, de la cara más acomplejada, siniestra e intervencionista de América.

A FAVOR: Es un favorito de la Academia, como demuestra su trayectoria hasta el momento: sus tres films han sido nominados a mejor director, mejor película o ambos.
EN CONTRA: La película no es una de las nominadas en la categoría principal, y para encontrar a un director que haya ganado este premio sin su película nominada hay que retroceder hasta las dos primeras ceremonias, cuando había un premio específico para director de comedia. Las probabilidades de que algo así se repita son infinitesimales. Y encima, ha estado ausente durante toda la temporada.







MORTEN TYLDUM por THE IMITATION GAME (DESCIFRANDO ENIGMA)
(1ª nominación)


Escribir con propiedad, lo que se dice con propiedad, sobre Morten Tyldum es complicado; sólo he visto tres películas suyas, y sólo tengo referencias muy vagas de su filmografía anterior a 2008. Aun así, The Imitation Game (Descifrando Enigma), Headhunters y Varg Veum ofrecen muchas pistas para poder ubicar a su director, para saber lo que podemos esperar de él y lo que no. En el haber de lo esperable anotamos la firmeza artesana de la realización, pendiente siempre de las últimas tendencias industriales del cine de cartelera, el fino acabado visual, un sentido del ritmo decente y, como consecuencia de lo anterior, en el debe, muy poco margen para la innovación o la aportación de estímulos alejados de la norma y lo establecido. En el caso que nos ocupa, reconocemos al instante el recorrido formulario que hace la cámara en cada escena (casi podríamos anticiparlo) o su montaje clásico, y lo que es peor, pese a que se supone que nos encontramos ante la biografía de un ser humano complejo e insólito inmerso en unas circunstancias complejas e insólitas, nunca llegamos sentir que nos encontramos ante algo extraordinario; al contrario, todo es sospechosamente familiar en el camino narrativo, en la personalidad de Alan Turing, en la sucesión de los hechos que ocurren, en el desarrollo del arco dramático de los protagonistas. ¿Qué magia negra es esta que logra que a la palabra extraordinario se la caiga el prefijo?

Un tipo muy listo que balbucea y no empatiza con el hábitat, un compañero de trabajo antagonista, confiado y resolutivo, la relación sentimental con el otro sexo que reconoce su valor (ser homosexual no impide a la fábrica de películas parir estos personajes femeninos de apoyo), los secundarios cómicos que deben aligerar el peso del drama (el loro rojo irascible de Aladdin y el prestigioso matemático Peter Hilton en la película de Tyldum son la misma pieza en la maquina ficcional). Otro de los problemas, muy común en las películas biográficas, es que me resulta imposible creer que nada de lo que veo sucedió así, y ya no me refiero a que hayan falseado toda la vida de Alan Turing (esa batalla se la dejo a los historiadores), sino a la recreación de los momentos clave: el ingreso en la instalación militar, sus recuerdos de infancia, la relación con sus compañeros, cierto descubrimiento que les hace avanzar en la desencriptación, todo está reducido al mero arquetipo. No sólo sabemos que esa recreación no fue así, es que es imposible.

Pues esto es lo que ocurre cuando masticas en exceso, que conviertes cualquier bocado distinguido en una pastosa bola sin matices; así lograrás que todo el mundo pueda digerirlo, pero también le robarás el sabor, la identidad y la razón de ser. No se me escapa que mucha gente se siente cómoda en estas fórmulas, estos lugares acogedores y previsibles, pero ¿deberíamos celebrarlos tanto? No es que sea necesario lo contrario, la historia del cine está plagada de grandes directores que no sumaron nada, que se limitaron a jugar como nadie con los juguetes que se encontraron. Pero Morten Tyldum ya tiene el mismo número de nominaciones a mejor director en los Óscar que David Fincher. Coherencia, por favor.

A FAVOR: Es la película más académica y clásica de las nominadas, un valor seguro para apelar a los gustos de la gran mayoría. Y encima tiene a Harvey Weinstein de su lado promocionándole a saco.
EN CONTRA: Se enfrenta a cuatro directores con visión personal y mucho renombre, así que sería una opción ‘deshonrosa’ para la Academia incluso si la película se convirtiese en la triunfadora de la noche, algo que parece cada vez menos probable. Si lo comparamos con cualquier director de biopics que haya ganado el Óscar, a estas alturas ya habían ganado algún premio.


Finalista: DGA, Satellite, St. Louis.






RICHARD LINKLATER por BOYHOOD (MOMENTOS DE UNA VIDA)
(1ª nominación)


En uno de los segmentos de Waking Life, ‘El momento sagrado’, el alter ego del director está sentado en una sala de cine vacía mirando hacia una pantalla en la que David Jewell, el poeta callejero en Antes del Amanecer, y el excéntrico director americano de origen iraní Caveh Zahedi mantienen una conversación muy intelectual sobre la vieja pero legítima reivindicación del cine como medio de expresión que busca su autonomía. “Truffaut siempre dijo que los mejores guiones no siempre resultan ser los mejores films, porque tienen esa clase de marco narrativo literario del cual siempre estás como esclavo. Las mejores películas son aquellas que no están atadas a esa especie de esclavitud. Así que no sé. Todo este asunto de la narrativa es al cine como el tiempo a la música. Tú no piensas primero en la historia o el tiempo de una canción y entonces haces la canción. La cosa tiene que salir de un momento. Y eso es lo que un film tiene, ese momento que es algo sagrado. Como este preciso momento. El cine lo encuadra para que podamos verlo”. ¿Qué es Boyhood (Momentos de una vida) sino una cadena de momentos sagrados? Puede que no sea un realizador muy habilidoso, que no tenga la sensibilidad de Andrei Tarkovsky o los recursos de Chan-wook Park, pero Linklater tiene las suficientes herramientas y destrezas para llevar a buen puerto sus objetivos. Y lo más asombroso es que incluso uno de sus más temibles enemigos, la frialdad que siempre acompaña a estas reflexiones eruditas, ha desaparecido en los últimos años.

Hemos hablado tanto de Boyhood (Momentos de una vida) que podemos cometer el error de acostumbrarnos a ella, de infravalorarla. Sería bueno renovar nuestra ilusión por ella. 12 años en la vida de Ellar Coltrane, desde los 6 hasta los 17, cuarenta días de grabación dentro de un plan de rodaje que arrancó en 2002 y terminó en 2013. Improvisada (si Ellar se hubiera convertido en una bestia de 120 kilos de peso y hubiera decidido tatuarse a Justin Bieber en la espalda, la película habría tenido que asumirlo) pero controlada al mismo tiempo. Pero esto, que requiere tenerlos muy bien puestos, ser muy ingenioso y tener mucha suerte, no hubiera provocado por sí solo el delirio laudatorio de la crítica profesional. Su ascenso a los altares es debido, en parte, a su renuncia a contarnos ‘un relato’, la renuncia a la estructura clásica de una obra dramática (con su conflicto dramático y su clímax) es el vuelo poético de sus momentos, sus pequeñas caricias haikuristas. La última imagen de un amigo de la infancia que perdemos, un corte de pelo a traición, un leve gesto de compañerismo en un nuevo colegio, las mudanzas, una anécdota divertida ente las sábanas con nuestra chica, caer en la cuenta de que dejamos a nuestra madre sola cuando salimos de casa, es suficiente. ¿Acaso la memoria de todos nosotros no funciona de forma parecida, una memoria empeñada en rescatar momentos que no merecerían formar parte de ningún relato tradicional, pero que para nosotros son valiosos, los ladrillos de nuestra personalidad, los que construyen nuestra identidad? Boyhood trabaja como trabaja nuestra memoria, y por eso nos conmueve tanto.

Linklater es un adicto de las ideas, uno de esos directores que sienten la necesidad de intelectualizar su trabajo, un filósofo del cine que no teme experimentar sus conclusiones en la pantalla, un heredero del espíritu de la Nouvelle Vague. Tiene muy claro que el cine puede ser más que un medio para contar historias, al contrario de lo que piensa tanto torpe suelto que quisiera, por dios sabe qué razón, ver al cine reducido a una especie de literatura audiovisual. El arte cinematográfico puede ser de vez en cuando, y es deseable que así sea, un medio de expresión autónomo, con victorias específicas, con una capacidad soberana de alcanzar lugares a los que no ha llegado la literatura, ni el teatro, ni la música. Por eso la dimensión temporal, que es lo que mejor diferencia al cine de otras artes, es el centro de sus preocupaciones como director. Tanto la trilogía ‘Before’ como Boyhood son descomunales intentos de capturar pedazos de tiempo sagrados. El cine memoria.

A FAVOR: Desde que la película se mostró en Sundance hasta hoy, se han escrito ríos de tinta sobre el épico logro de Linklater y sus 12 años. Ha ganado prácticamente todos los premios de la temporada y la película es una de las favoritas a ganar el gran premio. Casi todos los que voten por Boyhood y muchos de los que no, van a votar por Linklater por haber conseguido una obra sencilla y universal de un rodaje íntimo y colosal. Y son muchos los que adoran la película, dentro y fuera de la Academia.
EN CONTRA: Ha perdido el premio del sindicato de directores, que se ha decantado por su principal competidor, Iñárritu. Quien, por cierto, también puede presumir de pirueta autoral. Si se confirma que Boyhood se está desinflando en estos últimos compases de la carrera, su Óscar asegurado hasta ahora podría peligrar.


Ganador: Premios CINeol, Globo de Oro, Critics' Choice, Los Angeles, Nueva York, NSFC, Chicago, Boston, Crítica Online, Kansas, Southeastern, Londres, Washington, Toronto, Nueva York Online, Florida, Oklahoma, Austin, Iowa, Detroit, Houston, Phoenix, Denver, Indiana, Georgia, North Carolina.
Finalista: DGA, BAFTA, Independent Spirit, Satellite, Dallas, San Francisco, St. Louis, Ohio, San Diego.


GANARÁ EL ÓSCAR: Richard Linklater.
PODRÍA GANAR: Alejandro González Iñárritu.
SI HAY UNA SORPRESA, SERÁ: Wes Anderson, pero la probabilidad de que eso ocurra es insignificante.

 

Fuente: CINeol | Visitada: 2168 veces


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Comentarios (6)

19:03 - 09/02/2015

elChupao

Si Birdman no hubiera gustado en términos generales, o hubiera resultado extravagante y ridícula, o no se hubiera hartado a recorrer festivales recogiendo premios, podría entender que se pusiera en duda el trabajo de Iñárritu. No digo que lo de Linklater no tenga mérito pero no me parece que el mejor valedor de Boyhood sea precisamente su dirección. Iñárritu se ha "inventado" el lenguaje de su película. Lo más difícil que ha hecho Linklater es conseguir financiación para rodar 15 días una vez al año durante más de una década para rodar con un pequeño equipo adaptándose a las circustancias y con libertad para ir improvisando año tras año. Que insisto, también tiene su mérito, pero si lo que se premia es el trabajo de dirección para mí no hay color.

09:49 - 10/02/2015

Corleone12

Articulaco!


PD: Que esté ahí Morten Tyldum y no Ama DuVernay o Damien Chazelle tienen que estar tipificado como crimen el algún sitio, seguro.

14:37 - 10/02/2015

Quentin

elChupao escribió:Si Birdman no hubiera gustado en términos generales, o hubiera resultado extravagante y ridícula, o no se hubiera hartado a recorrer festivales recogiendo premios, podría entender que se pusiera en duda el trabajo de Iñárritu. No digo que lo de Linklater no tenga mérito pero no me parece que el mejor valedor de Boyhood sea precisamente su dirección. Iñárritu se ha "inventado" el lenguaje de su película. Lo más difícil que ha hecho Linklater es conseguir financiación para rodar 15 días una vez al año durante más de una década para rodar con un pequeño equipo adaptándose a las circustancias y con libertad para ir improvisando año tras año. Que insisto, también tiene su mérito, pero si lo que se premia es el trabajo de dirección para mí no hay color.


No estoy de acuerdo, Chupao, es mucho más que la curiosidad que pueda suponer el experimento de rodar una película a lo largo de una década. El resultado ha sido una obra maestra sin concesiones y en todos los aspectos, pero sobre todo en dirección.
Cuando ví "Boyhood" me pareció complicado que alguien pudiera superar a esa película este año. Y yo creo que nadie lo la logrado (ni en este, ni en cinco o seis anteriores).

Y eso que "Birdman" me gustó mucho. Pero creo que Linklater está en un ligero escalón superior a Iñárritu, tanto en sus respectivas carreras como en este (bendito!) duelo de películas.

19:07 - 10/02/2015

elChupao

Quentin escribió:Y eso que "Birdman" me gustó mucho. Pero creo que Linklater está en un ligero escalón superior a Iñárritu, tanto en sus respectivas carreras como en este (bendito!) duelo de películas.


Esa es la cuestión, que no estamos valorando ni el conjunto de la película ni la trayectoria personal de cada uno. Si nos ceñimos meramente a la dirección, Boyhood no tiene nada de especial.

21:25 - 10/02/2015

Quentin

Uff está claro que la vemos de manera diferente. A mí me parece un prodigio de dirección.
Esta película en otras manos podría haber quedado tan solo en anecdótica, pero la manera en la que él la ha trabajado, desarrollado el guión en una historia aparentemente sencilla, es portentosa

08:49 - 11/02/2015

arandano

Cualquiera de los dos que gane será muy merecido. Son dos películas tan originales y con una dirección tecnica sobresaliente pero tannnnnn diferente entre ambas, que compararlas en merecimientos es un trabajo muy complicado.


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