CINeol

O utiliza la Búsqueda Avanzada




NOTICIAS de Cine

Charlas salvajes: Damián Szifrón y Leonardo Sbaraglia

- Por

1 Comentarios

Relatos salvajes se confirma como una de las películas del año. Todo un fenómeno que ha arrasado de Festival en Festival. Se estrenó en Cannes con excelente críticas, que se confirmaron en San Sebastián. Ahí precisamente tuvimos la oportunidad de charlar con uno de sus protagonistas, Leonardo Sbaraglia, y con su director, Damián Szifron. Y como durante la entrevista los spoilers también fueron un tanto salvaje, hemos omitido partes de las respuestas.

- La aleatoriedad es algo importante dentro de la película. Parece que todo está a un aleteo de mariposa de descarriarse, de enloquecer. Es algo que se puede ver en la sociedad, que estamos todos al borde de que, ante cualquier cosa mínima, se desencadene todo.

Damián Szifrón: Puede ser, yo creo que estamos frente a una civilización… No frente, dentro de una civilización que está llegando de alguna manera a algún tipo de punto de no retorno donde algo profundo va a tener que cambiar, porque creo que hay determinada injusticias, o determinadas cosas, que a todos nos alteran que ya son demasiado evidentes. Es decir, después de que se usa el dinero de la gente para salvar a los bancos en todo el mundo una vez, dos veces, tres veces… y después todo el sistema financiero sigue evolucionando. Vivimos en un mundo que está un poquito alterado y muchos somos conscientes de que esto no está diseñado en favor de la gente común, de la mayoría de los ciudadanos, sino diseñado en beneficio de grupos muy reducidos. Eso, por supuesto, genera cierta alteración. Pienso que la película toma un escenario en el que los vínculos naturales entre las personas, e incluso nosotros mismos, están bastante distorsionadas por las reglas que rigen nuestros comportamientos.

Doy el ejemplo de un perro: mal alimentado, enjaulado, que le molestan con un palito entre los barrotes. Después ese perro muerde. Sería injusto decir que esa era la naturaleza del perro, que es un perro que hay que ejecutar, que hay que eliminarle. Algunos perros toleran eso y no muerden, pero algunos sí. Ésta es una película (que habla) sobre los que reaccionan de alguna forma.

- Hablemos del proceso del guion. ¿Desde el principio te planteaste hacer una película de relatos, con este hilo conductor “se acabó poner la otra mejilla”? ¿O se trata de ideas que has tenido a lo largo de tu vida, que has ido apuntando y de repente dices “algún día utilizaré esto en una película”? ¿Alguno de los relatos iba a ser un largo y decidiste que funcionaba mejor como corto?

D.S.: El primer episodio lo escribí hace unos diez años, fue una imagen que apareció y nunca pensé en un largometraje, sabía que era un cuento pero le encontraba potencia, originalidad y varios elementos que hacía que lo tuviera en la cabeza, que volviera a ese cuento. Después de muchos otros proyectos empecé a desarrollar esta serie de historias breves, sobre todo para que no se convirtieran en nuevos largometrajes, porque ya estaba escribiendo otros largometrajes: uno de esos proyectos era una trilogía muy extensa, más un western, y una película de amor… Entonces, a las nuevas ideas las comprimía, y el resultado fueron una serie de historias muy potentes y breves. Ahí recuperé esta vieja historia, que sentía que era muy buen prólogo.

Descubrí que todas las nuevas historias estaban vinculadas a nivel temático y la que había escrito hace diez años era claramente un prólogo, y está antes de los títulos de crédito, porque no tiene la misma naturaleza. De hecho, el protagonista es tácito: no lo vemos, lo intuimos, todos hablan de él, pero no se trata de una persona que pierda los estribos, que pierda el control. Y no es un acto tan impulsivo como los de los demás personajes, está más planificado. El resto de historias sí pertenecen a un mismo período creativo, fueron surgiendo en un lapso de cuatro o cinco meses, y me liberaron mucho como autor ya que durante una noche o dos, escribía un relato completo, y así uno tras otro. Cuando los junté me di cuenta de que tenía un proyecto cinematográfico coherente, sentía que todas las historias tenían el mismo ADN y trataban temas que estaban conectados, como un álbum de rock, como un álbum conceptual […].

En ese sentido, estos cuentos “me hicieron sentir un poeta”. No, no, ya en serio, el título terminó por amalgamar todo. Yo los llamaba cuentos pero en el título no quedaba muy cinematográfico y lo cambié por relatos. Cuando apareció la palabra salvajes me pareció que los unificaba a todos sin necesidad de inventar nuevos vínculos o conexiones […].

- Cuando terminas el trabajo de guionista y empieza el de dirección, ¿está el guion cerrado y no hay modificación, o cuando empiezas a trabajar con los actores ves que hay cosas que podrían funcionar más?

D.S.: El deseo es que esté totalmente cerrado. Trato de llegar al rodaje con un guion que me gusta, normalmente... Bueno, tampoco es que haya rodado cuarenta y dos películas, así que mis reglas van cambiando a menudo. En esta ocasión estaba todo el guion cerrado con la única particularidad de que el último relato terminaba de otra forma. En realidad, terminaba antes. Pero antes del rodaje, explicándole a los actores quiénes eran los personajes, de dónde venían, cómo imaginaba yo que era la historia previa a los eventos que la película narra, […] decidí que ese relato tenía que tener un poco más de recorrido y terminar como acaba ahora. Y después lo que surgió en el rodaje: porque el nuevo guion lo corregí dos días antes de comenzar a rodar la película, cuando fui a ver las localizaciones del episodio de Sbaraglia. Me quedé una noche más en Salta, y estaba ahí, bajo las estrellas, totalmente embriagado, escuchando música, y ahí escribí todo este nuevo final […] y estoy muy contento.

Leonardo Sbaraglia: Y que la torta se vaya despedazando…

D.S.: No, pero eso fue por el micrófono porque yo veía la torta entera y decía “tira migas, tira migas”, e incluso se ve como la sombra de unas manos que hacen migas con la tarta, las quise borrar pero ya era carísimo.


- En cuanto a la selección de actores, a medida que escribías el guion, ¿tenías una idea clara de las caras y características físicas que querías para cada personaje o fue después?

D.S.: No lo tenía tan claro porque no sabía que iba a filmar está película ni mucho menos que la iba a filmar pronto. Cuando la escribí pensaba hacer todas las otras antes y esta, en mi lista ideal de proyectos, estaba la última para filmar, en el 2027 o una cosa así. Así que no pensé tanto en la realización concreta. Pero pronto, apenas empecé a enfilar para concretar estos Relatos salvajes, tuve la certeza de que quería trabajar con grandes actores, con excelentes actores. Quería buscar, mirar, revisar, pensar. A veces creo que los directores se dejan llevar por las caras, o porque imaginan una forma física, entonces tratan de buscar al actor, y no tanto al actor que pueda componer y que vaya a encontrar su personaje. Por ejemplo, cuando escribí el episodio del parador en la ruta, yo a la cocinera la imaginaba flaquísima, huesuda. Esa era la imagen. Y apareció Rita Cortese, que es una gran actriz, y el personaje rápidamente mutó en Rita, y todo lo que ella tiene por expresar le venía como anillo al dedo y le daba al personaje otra dimensión. Así que el objetivo fue ese, y después a la hora de ponerte a mencionar a los grandes actores de Argentina, todos los que están en la película aparecieron muy rápidamente. Era un conjunto de actores con experiencia y tenía ganas de nutrirme de esa experiencia y de su conocimiento de lo que es un rodaje. Lo mismo con puestos como el director de fotografía: tenía ganas de trabajar con gente que sabía mucho de lo que ellos hacen, que fuera un proyecto que reuniera personas así. Bastante rápido empezaron a aparecer los nombres.

Obviamente, lo charlábamos con los productores y con el director de casting, Javier Braier, que trabaja en la productora argentina. Teníamos un pizarrón en el que íbamos montando las caras, y la película se iba transformando e íbamos encontrando el equilibrio.

- Al principio en la película parece que la única manera de castigar es través de la violencia y hacia el final hay un giro más hacia el amor y la comprensión. Enlazando con esto, ¿cómo fue rodar el relato en el que participa Leonardo Sbaraglia, que es quizá el más violento?

D.S.: Ahora mismo se me ocurrió una idea con tu pregunta: me parece que hay como un recorrido por la evolución del hombre. En el caso de la historia de Leo, creo que es muy primitiva y después ya vamos a una violencia más sofisticada. La violencia del episodio de Ricardo es más sofisticada que la que subyace al episodio de Leo, aun cuando ambas son fruto de la misma sociedad. En el relato de Leo lo que está presente, y genera el disgusto, es la falta de respeto […]. Y después la otra, que para mí es más terrible, es la violencia planificada, calculada, que persigue un claro beneficio, que no es fruto de un impulso sino que son decisiones que generan hambre, despidos y una gran cantidad de desmanes sociales, y que no son “gente que se puso nerviosa, se alteró y se mató”. Lo mismo que las guerras, son generadas por situaciones que las provocan, por gente que quiere la guerra. En ese sentido, creo que se va sofisticando la forma en la que la violencia aparece en la película. Se me viene siempre a la cabeza El Increíble Hulk, esa frase de “no soy yo cuando me disgusto”. Una cosa es el ser humano conviviendo en armonía, dedicándose a lo que le gusta, bien alimentado y con un reparto medianamente equitativo de las novedades tecnológicas, de los beneficios que la humanidad misma ha generado, porque realmente cada avance es fruto de un montón de decisiones que se tomaron a lo largo de la historia. El nuevo iPhone 6 es fruto de que alguien descubrió la electricidad. Es decir, son millones de inventos que conviven en casa cosa que la humanidad produce. Pero vivimos en un mundo donde eso no es así, un mundo que pertenece sólo a “algunos” y los demás son clientes o consumidores.

L. S.: Fíjense como pasamos de la violencia al iPhone 6…

D.S.: ¡Hay una relación!


L. S.: Sí, seguro… En mi caso, es la diferencia entre rodar una película de 90 o 120 minutos a rodar una, como es nuestro caso, de 20. Y lo más importante era el ir encontrando todos los colores para que fueran lo más expresivos para el relato y que el personaje desde el comienzo se pueda entender. Eso se ha transmitido muy bien en el guión, había que salir con el cuchillo entre los dientes desde el inicio, por eso la violencia social tan fuerte que tiene la primera frase, que implica y encierra un montón de cosas. Yo he visto a gente en los estadios de fútbol gritar unas cosas espantosas a los jugadores, insultando a gente de color. Un padre, un señor que parecía una persona civilizada, con su nene de 12 años gritando los dos a un jugador “negro de mierda, vuélvete a tu país”. Es decir, una cosa…

D.S.: Es que la civilización tiene algo de salvaje. Lo que llamamos civilización, tal como la conocemos hoy, es bárbara en muchos aspectos. A veces se dice que el problema es la educación y sí, es fundamental pero para mí es más importante la transmisión de verdades y ¿cómo se le explica a un niño por qué hay pobres? ¿Por qué hay gente que duerme en la calle? ¿Cuál es la educación ahí para que no haya violencia social? ¿Cómo se calma eso? O a un chico que nace sin ningún tipo de posibilidades, ¿cómo le educas? Pues es así: hay gente que hereda mucho dinero y hay gente que hereda las condiciones que uno tiene y eso es muy cruel. La educación, para que este mundo sea más pacífico, necesita de la mentira, necesita de decir que en este mundo si te esfuerzas puedes lograr un montón de cosas, puedes lograr tu crecimiento, etc. Entonces en ese sentido todas las películas que cuentan cómo alguien se hace millonario de la noche a la mañana son fabulosas, o las estrellas de rock que vienen de un pueblo y se convierten en cantantes que van en limusina… Eso calma, porque da ilusión. Porque da la sensación de que todos podríamos lograrlo, cuando hay personas que nadie registra y que podrían ser Einstein, y están martillando paredes.

L. S.: El sistema está preparado para que nadie se mueva de su condición social.

D. S.: Las grandes concentraciones de poder, las grandes fortunas no son las de Bill Gates o gente así. Esos son los casos que se publicitan y salen en las revistas porque son gente que inventó o descubrió algo y generó un imperio, pero muchas fortunas se hacen porque reciben enormes cantidades de dinero público que surgen de los impuestos para fabricar una carretera.

L. S.: Pasamos de la carretera para seguir con Relatos Salvajes (risas). Es una historia cargada de violencia interna y de una violencia física que los dos personajes sienten. Nunca me había tocado interpretar algo tan “cuerpo a cuerpo”, tan primario.

D. S.: Pero una cosa es lo que le pasa a los personajes, y otra es la experiencia de ver la película. Los personajes sufren situaciones de mucha hostilidad, de encierro, de tensión y de crispación, pero la experiencia de la película, y que también fue la mía al escribirla y dirigirla, es más bien liberadora, catártica, atravesada por el humor, por el placer. Tiene algo para mí de felicidad. Es una experiencia cinematográfica que obviamente se nutre de todos estos estímulos que sufren los personajes. Pero a veces, cuando uno la desglosa, si no viste la película imaginas otra cosa.


- Me llama mucho la atención que el mismo día se proyectara en el festival una película española en la que se reacciona con violencia hacia la situación de crisis que se vive, dirigida por Isaki Lacuesta (Murieron por Encima de sus posibilidades). Me llamaba mucho la atención, porque Argentina es un país que lo ha pasado muy mal durante mucho tiempo, en España también llevamos mucho tiempo pasándolo mal, el sistema está fracasando a nuestro alrededor. Entonces nos encontramos con una película como la vuestra, donde ya desde el “tagline” se propone tomar las riendas del asunto. Mi pregunta es, ¿estáis proponiendo algo al respecto con ellas?

D.S.: No, no…definitivamente no. No es una receta. No sentí la necesidad de poner “no repita esto en su casa”, porque me pareció que la gente lo iba a entender. Pero sí me parece que hay una conexión con el placer de lo que la liberación produce, (el placer) de perder el control, de dejar de reprimirse, de dejar de medir consecuencias y por un momento entregarse a lo que el instinto está pidiendo. Creo que se trata un poco de eso. Hay una función que los seres humanos tenemos y los animales no, que es la represión. Algún sector de nuestro cerebro permite visualizar situaciones futuras cuando ves algo que no te gusta y que dice “no doy este paso porque lleva a este otro y después pasa esto” y no vale la pena. Entonces ahí es donde chocan muchas veces el instinto y la razón […].

Sigue a Immaculada Pilar en Twitter

 

Fuente: CINeol | Visitada: 1352 veces


Comenta esta Noticia

Comentarios (1)

03:52 - 14/11/2014

IAmNotPaulAvery

Que ilusión... ¡Qué bonica ha quedado!

:DDD


Ver el resto de comentarios sobre esta noticia