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Diario de Sitges 2014, Día 7: Salvajismo y vaginas

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Ante la falta de novedades que comentar en el día de hoy, aparte del premio honorífico a Antonio Banderas en el que no estuve presente porque las entradas para Autómata se agotaron en segundos, bien merece la pena resaltar lo que todos los directores que están pasando por los escenarios de Sitges para presentar sus películas destacan (aparte de la comida, que durante lo primeros días fue la extraña tónica en todo los discursos): el público del festival aplaude mucho. Se supone que es la prueba de que el festival se vive con gran intensidad, pero hay momentos en los que sencillamente es falta de criterio absoluta por una especie de fiebre colectiva para demostrar que somos los mejores.

El espectador de Sitges aplaude cuando: aparecen los presentadores del festival, dan paso al que presenta la película, esta persona termina de hablar, los presentadores se despiden, sale la cortinilla de Sitges, sale el anuncio de Sitges, sale el estudio que produce la película, sale el título de la película, sale en los créditos algún actor conocido, sale en los créditos algún español (para películas extranjeras), sale en los créditos el director, sale en los créditos el que ha ido a presentar la cinta, hay un estallido de violencia, hay una frase muy bruta, hay un asesinato, hay algún chiste brillante, hay algún guiño al género, hay alguna referencia o crítica de actualidad, matan a un personaje insoportable, hay un susto efectivo, sale una criatura de algún tipo... Y cuando se acaba la película, haya gustado o no. Da igual a cuánta gente le haya gustado, es muy raro que haya ni silbidos ni grandes ovaciones, siempre son casi los mismos aplausos, que en algunos casos son obscenamente excesivos. Esto es si cabe más patente cuando en efecto ha ido alguien del equipo a presentarla.

Pero a lo que vamos, porque si en otros artículos las películas comentadas tenían como idioma fundamental el inglés, en esta ocasión voy a centrarme en unas cintas con acento hispano y otras con sabor europeo.



Si empezamos de menos a más, la cenicienta de la jornada es la argentina EL DÍA TRAJO LA OSCURIDAD (), un plomizo thriller sobre vampiros o infectados vampíricos, que para el caso es lo mismo porque no se ven colmillos y todo está enfocado desde una vocación de realismo, como si la historia pudiese estar ocurriendo en cualquier rincón actual del mundo. La trama se centra en una joven que, sola en su casa del campo, recibe la visita de su prima, quien tiene una enfermedad que le impide salir de día porque solo se encuentra bien al ocultarse el sol.

Realmente con esa frase de varias líneas ya le estoy dando más argumento del que realmente tiene la película, que se las arregla para aburrir hasta a las ovejas pese a durar unos escasos 75 minutos. Y es que en todo ese tiempo no pasa prácticamente nada. Peor que eso, las pocas cosas que ocurren no tienen coherencia (de pronto la protagonista parece que se ha infectado porque también rehuye el día, pero luego resulta que no y se vuelve a comportar normalmente), ni aportan nada nuevo al cine, ni desarrollan un discurso o unos personajes mínimamente interesantes o complejos, ni sirven para crear una atmósfera de tensión o de algo, cualquier cosa. Es una película totalmente vacía y, lo peor, desesperantemente lenta. De esas en las que los personajes parecen comportarse a cámara lenta sin que el director se haya preocupado por darles una vida interior para que podamos conectar con ellos en sus silencios.

No suceden grandes eventos ni transmite emoción alguna. Martín De Salvo tampoco construye un discurso reseñable más allá de la trama (alguno podría decir que es una crítica al colonialismo por eso de una visitante que trae la corrupción a un lugar apacible, pero dado que esa conexión es vaga y me la he sacado del escroto por probar a encontrarle algo a la película sin que la obra en sí aporte pruebas de ello, pongamos que es una gilipollez). O sea, es tiempo malgastado en la nadería.



Un poco mejor, pero tampoco mucho más entretenida, es el western mexicano EL ARDOR (), dirigido por Pablo Fendrik. En este caso sí que se trata de una crítica hacia el colonialismo, bastante obvia desde el inicio además, ya que cuenta la historia de unos campesinos de la selva centroamericana que deben hacer frente a un grupo de mercenarios contratados por una multinacional para que espanten o eliminen a los habitantes del lugar de forma que puedan explotarlo para sus fines.

La película se desarrolla siguiendo los esquemas argumentales del cine del oeste, aunque en un marco selvático: Gael García Bernal hace un personaje misterioso y nómada del estilo de Clint Eastwood, aunque pasado por el tamiz de la cultura local, que debe defender a un grupo de inocentes de los ataques de unos villanos. Hay romance, hay tiroteos, hay venganza, hay duelos al sol y en general todo lo que uno puede esperar de este cine. El problema es que Fendrik también es de la escuela de la parsimonia, lo que choca en muchas ocasiones con el lenguaje que pedía su historia. Al fin y al cabo, el western es un género cimentado en el movimiento constante: siempre están pasando cosas, los personajes intercambian puntos de vista o los vaqueros van de un lado para otro en su caballo. Incluso los momentos de espera son momentos de tensión, de contención del movimiento. En esta película, en cambio, esta pasión y este conflicto en ebullición se sustituyen por un aura contemplativa que deja escapar la vida del filme como si se hubiese pinchando un globo.

El estatismo general del filme, que lastra la definición de los temas tratados y su potencia expresiva, solo se rompe en puntuales estallidos de violencia de los que el único realmente destacable es el tiroteo final, rodado con la mirada puesta en Sergio Leone y desarrollado de forma atractiva. Sin embargo, ni esto está libre de mácula: el duelo final está planteado tan al borde del ridículo que acaba sobrepasando el límite, y está resuelto con una llamada al honor que no tiene antecedente alguno en la relación de los personajes durante el resto del filme. Un gesto de cara a la galería que chirría y deja en evidencia a la obra.



Bastante más apreciable es la también mexicana EL INCIDENTE (), que con todos sus defectos de obra primeriza y barata, resulta una propuesta estimulante y sobre todo un laberinto vibrante y divertido. La cinta se divide en dos segmentos, ambos estructuralmente paralelos: un policía detiene a dos traficantes, pero se quedan todos atrapados en unas escaleras infinitas tras oír una explosión; y una familia que se va de viaje se da cuenta, tras el mismo sonido, de que está conduciendo por una carretera infinita. Ambas historias están relacionadas, solo queda saber cómo.

La película empieza fatal, siendo honestos. La escena en la que el policía va a detener a los dos chicos es una de las más lamentables que se han hecho en el cine profesional, un solo plano fijo que parece sacado de una cámara de seguridad por su inútil puesta en escena y pobre calidad de imagen, y que además tiene unas interpretaciones lamentables (luego mejoran, pero en general el reparto es de segunda categoría). Ahí es cuando uno piensa que va a ver una película amateur experimental. Sin embargo, la trama pronto coge por los huevos al espectador, con un planteamiento en forma de nudo gordiano de enorme efectividad, capaz de provocar misterio, terror y de estimular la imaginación. Isaac Ezban saca la artillería pesada y se marca varios recursos de enorme creatividad para reforzar estas sensaciones, en especial en la subtrama de la escalera, que posee un plano secuencia muy vistoso e impactante. El manejo de las elipsis temporales también es clave para subrayar la sensación de desesperación absoluta y por tanto agobio por haber caído en el infierno de Sísifo.

Todo este juego funciona tremendamente bien durante casi toda la película, pero al final cae en el error de querer verbalizar y explicar en exceso la naturaleza y reglas del incidente, haciéndolo de forma tan directa y empleando una cantidad de tiempo tan obscena que acaba por perjudicar al conjunto. Un poco de misterio o de final abierto, o bien una forma más visual y menos machacona de explicar el intríngulis, habrían puesto el lazo a un producto bien majo que combina el estilo ramplón con la sofisticación intelectual. Por cierto, hay que ver lo que se parece su banda sonora a la de Perdidos, tanto en los temas lentos como en los más animados.



Además de sus vampiros coñazo, Argentina ha contado con un valor seguro que llegaba con las grandiosas críticas conseguidas en San Sebastián, y que pese a las altísimas expectativas no ha defraudado: RELATOS SALVAJES (), de Damián Szifron. Compuesta por seis historias cortas sin relación argumental entre ellas, esta comedia negrísima toma como punto en común de todas ellas la indignación absoluta con la podredumbre moral en la que ha acabado sumido el hombre. La lucha de clases, la corrupción política, el sistema burocrático, la hipocresía humana, las ceremonias vacías... Aquí hay dardos para todos y todos aciertan de lleno en la diana.

Szifrón imprime un ritmo endiablado a cada segmento, cada uno con su personalidad visual pero la misma elegancia y firmeza en su puesta en escena. El filme tiene una vocación comercial muy clara, sus historias son cercanas y su estilo es fácilmente accesible, además de tener un componente reivindicativo y crítico de plena actualidad en los tiempos de la crisis. Este elemento, omnipresente durante toda la película pero apenas mencionado, ofrece el contexto preciso para que las distintas historias posean un mayor calado, y dado que se trata de crónicas de sucesos que todos, en mayor o menor medida, hemos vivido en nuestras carnes, esta identificación con el espectador ya era muy alta. El resultado es rabioso, divertidísimo, afilado, soberbiamente interpretado y repleto de diálogos y gags para enmarcar. Es una comedia de la tragedia o una tragedia cómica, pero ante todo es una bomba de relojería al sistema que nos ha llevado al abismo y a los rasgos humanos que nos hacen despreciables.

Todos los episodios rayan a un gran nivel, con un reparto maravilloso del primero al último, aunque obviamente unos capítulos son mejores que otros, como en toda colección de este tipo. El más completo, sin embargo, es la escalada de violencia en el coche protagonizada por Leonardo Sbaraglia, toda una master class sobre como desarrollar un conflicto para pasar de forma fluida de un inicio anecdótico a un final delirante. Por contra, el capítulo de Ricardo Darín posee un final un tanto efectista y el de la boda tiene demasiados tiempos muertos, aunque su último gesto posee una fuerza doble: por un lado, criticar la sociedad sensacionalista y timorata, que se queda en el salón para la descomposición de una pareja pero huye ante el sexo; y por otro, resumir la tesis del filme (la sociedad y el individuo corrompiéndose mutuamente pero necesitándose para subsistir) en una sola acción.



Cambiamos de tercio para abandonar América Latina y volver al Viejo Continente, en concreto a Alemania, país de origen de la polémica WETLANDS (), de David Wnendt. A caballo entre la comedia y el drama, la cinta se centra en una joven cuya filosofía de vida implica experimentar con todos los fluidos corporales y objetos a su alcance para lograr el mayor placer posible, sin importar que puedan perjudicar a su cuerpo. Así, igual puede restregar su coño contra la taza de un váter público salido de Trainspotting, dejar que el semen de un chico anónimo se seque en su mano para utilizarlo de aperitivo cuando no hay nada en la nevera, o afeitarse el ojete con una maquinilla usada hasta hacerse una fisura anal. Vamos, lo habitual.

Rodada con energía juvenil y falta de complejos absoluta, la obra cuando con un montaje creativo que maneja varias líneas temporales y flashbacks al mismo tiempo (una suerte de collage narrativo con una trama que sirve de hilo conductor para explorar el pasado de la protagonista, que realmente es el que nos desvela quién es y el por qué de sus actos). Wnendt se lo pasa tan en grande como su personaje principal, conduciendo con fluidez al espectador por los cambios entre el humor y el drama, que siempre se sienten como parte orgánica de un todo complejo. Tampoco se esconde a la hora de plasmar las mil y una obscenidades y perversiones que prueba esta excéntrica chica, interpretada con enorme encanto y alegría por Carla Juri. Su mirada nunca juzga al personaje, se identifica plenamente con ella y adopta su punto de vista, de forma que ni siquiera las burradas más polémicas parecen para tanto. Lo que para otros sería impactante, aquí es tratado con la mayor naturalidad del mundo.

Pero el filme no es un catálogo vacuo de posibles polémicas. Al contrario, se trata de un retrato sensible y hermoso sobre una chica que intenta navegar por sus traumas y secretos del pasado, que intenta aceptar las tragedias que ha vivido, y que decide que la mejor forma de combatir la tristeza y la hipocresía social es la liberación total y absoluta. Su mente, su cuerpo, su ser entero se convierte en territorio de exploración de las posibilidades hedonistas de la vida, en una huida hacia adelante llena de obstáculos que sirve de espejo para la incapacidad de maduración de la sociedad.



Por último, de la vecina Bélgica se proyectó el correcto thriller THE TREATMENT (), de Hans Herbots. El filme se centra en un policía que persigue a un psicópata que secuestró a una familia durante varios días y violó y mató a su hijo pequeño. El agente tiene sus propios demonios interiores con la pederastia, ya que su hermano desapareció cuando era un niño a manos de un conocido corruptor de menores, lo que le hace obsesionarse con el caso hasta el punto de rebasar la barrera de la ética profesional.

Herbots rueda con solidez y con la cámara pegada a la acción, sin subterfugios estilizados ni paños fríos, buscando adaptar la estética sucia de Seven al contexto social belga, aunque sin tanto nihilismo lluvioso. El guion está lleno de rincones escabrosos que componen un retrato perturbador de la mente humana, subrayando además la aceptación de los prejuicios machistas en una sociedad que todavía no está preparada para aceptar la igualdad entre hombres y mujeres, provocando engendros monstruosos como reacción aberrante y expresión física de un rechazo implícito (en este sentido, además del ninguneo del detective protagonista a su superior, cabe destacar la forma poco respetuosa que tiene de ordenar cosas a su compañera de trabajo, que casi parece su esclava o su ama de casa). Además, la fragilidad de la infancia y la onda expansiva de dolor que puede provocar un suceso traumático en la vida de los que lo han sufrido están abordados con sensibilidad y crudeza.

Donde la película falla es en el desarrollo de su trama. Aunque el director logra mantener la atención del espectador mediante la intriga y las pistas falsas, la trama tiene ciertas carencias y huecos de lógica, amén de algún factor demasiado casual o conveniente que se hace necesario para que la historia no acabe en cinco minutos (¿de verdad algún policía es tan cafre como para explorar el desván de un edificio donde ha vivido un secuestrador con sus víctimas y no informar sobre la comida y mierda variada que hay desperdigada por el suelo?). Las costuras del relato destacan aún más por la irregularidad con la que están implementadas sus distintas líneas de investigación, que avanzan de forma descompensada. Pese a todo, se trata de un policíaco apreciable.


Ahora mismo podría seguir escribiendo y terminar otro artículo con las películas que ya he visto pero no he tenido tiempo de comentar. Sin embargo, termino estas líneas a la 1:30 de la madrugada y a las 7 me despierto para pillar los últimos tickets del festival y correr para llegar al pase de las 8:15. Que dios nos pille confesados, hoy tengo 7 películas más si el cuerpo aguanta.


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Fuente: CINeol | Visitada: 2348 veces


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Comentarios (1)

09:53 - 10/10/2014

Graham Hess

- Juer. Y yo que hasta que te leí ayer en Twitter no tenía ni idea de que habían hecho una peli de "Zonas húmedas".
La novela de Roche me gustó mucho y me hizo encogerme en varios momentos. Leyendo tu crítica, veo que ha sido bastante fiel. Con muchas ganas de verla desde ya.

Genial artículo, por cierto. Como siempre. Gracias a tu curro me hago todos los años una lista de lo que hay que ver y lo que hay que evitar :-D


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