Para muchos Zinemaldia podría ser como un amor de verano: se vive intensamente, todo es perfecto, pero en el fondo sabemos que tiene fecha de caducidad, que llegará el día en el que tendremos que despedirnos de la ciudad, de su gente, de sus calles, del Kursaal... Shora ese día está cada vez más cerca. Cantamos, como cantaría Iván Ferreiro, aquello de “Este amor se apaga (…) como terminan las canciones qué no acaban”. Y como se apaga el proyector al terminar la función, como terminan las películas que no acaban, el festival también se acaba. Pero todavía queda algo de tiempo para seguir sintiendo emociones en cada uno de los pases, para disfrutar del buen cine y la buena comida (comemos poco pero de calidad) y sobre todo para vivir la magia que rodea al certamen.


Magia como la que se esconde detrás de Magical Girl, la última película española en entrar en competición. Alicia, una niña enferma de leucemia, sueña con el vestido de la serie japonesa Magical Girl Yukiko. Su padre, un profesor en paro, hará todo lo que esté en su mano para conseguirlo. Su destino se cruza con el de Bárbara, una atractiva joven con desórdenes mentales, y con el de Damián, un profesor retirado de todo menos de su tormentoso pasado. Con este curioso punto de partida crea Carlos Vermut el universo de su segunda película. Un film que esconde bajo su aparente sencillez formal muchas capas de profundidad que vamos descubriendo horas después, cuando pensamos en la película. Rodeada de una misteriosa atmósfera, de una intriga que aumenta a medida que avanza el metraje, se aleja de lo convencional para tratar una historia que quizá gire en torno a la crisis, o sólo hable de hasta dónde podemos llegar por el amor de una hija, o puede que tenga algo de todo eso y un poco más.

Magical Girl requiere que el espectador quiera entrar en su propuesta para no quedarse fuera de juego. Una vez ha captado su atención, el film juega con él, lo hipnotiza, lo mantiene en tensión al no saber qué tono adquirirá la siguiente escena. Drama, humor negro, thriller, todo tiene cabida en este rompecabezas construido por Vermut. La pieza que lo completa es la presencia de Bárbara Lennie, ausente en el festival, que llena cada segundo que aparece en pantalla con esa mirada triste que se clava en el espectador y de la que es imposible apartarse.

Llegaba a San Sebastián con muy buenas críticas, pero ha sido aquí donde han aparecido las primeras voces discordantes, sobre todo con el particular mundo en el que se desarrolla. Es una cinta que va a polarizar mucho las opiniones, aunque por la reacción del público al terminar la proyección, las positivas van a ser mucho más numerosas que las negativas.


Mucho más efusiva fue la reacción del público nada más aparecer los títulos de crédito finales de Tigers, dirigida por Danis Tanovic y basada en la historia real de un joven vendedor pakistaní que decide emprender una batalla contra la multinacional Nestlé al descubrir los efectos mortales que provoca a los bebés la leche de fórmula que ha estado distribuyendo.

La película toma como punto de partida algo original: la entrevista previa que llevan a cabo unos productores de cine ante la posibilidad de llevar esa historia a la pantalla. Esto acaba derivando en otra versión más de la lucha entre David y Goliat, donde Tanovic utiliza un aspecto formal poco inspirado pero funcional, ciñéndose a los pasos del 'manual del buen drama de denuncia' en esta versión pakistaní de Erin Brockovich que, si bien dista de ser una maravilla, tiene muchos de los elementos que serían premiables en un festival como el de San Sebastián, así que no sería extraño (aunque tampoco justo), verla recogiendo el premio gordo del Zinemaldia.


Pero no sólo de Concha de Oro vive el cinéfilo, así que cuando la Sección Oficial lo permite, las hordas de blogueros y periodistas se desperdigan por toda la ciudad buscando películas como si de zombis (o infectados) en busca de cerebros frescos se tratara. Sin embargo, hoy no ha habido dispersión: todo el mundo tenía marcada en rojo la misma película, era el día de Relatos salvajes. Hasta Pedro Almodóvar, en su papel de productor, ha visitado la ciudad para apoyar la presentación en España del film, que llegará a salas comerciales el 17 de octubre.

La película está compuesta de cinco historias que giran en torno a las injusticias, la desigualdad y el mundo en que vivimos, que explotan en el momento en el que surge la pregunta “¿Y si no quisiésemos aguantar más?”

Un guión cargado de ironía, humor negro, violencia, mala baba, un montaje trepidante y sobre todo la potentísima dirección de Damián Szifron atrapan al espectador durante 120 minutos convirtiendo esas dos horas en apenas un suspiro. El espectador de un festival donde las películas suelen destacar por su intensidad dramática agradece mucho que de vez en cuando un trabajo sólo tenga la intención de ser un divertimento de calidad; cuando eso sucede, la reacción del público siempre es muy agradecida. Los aplausos al final y sobre todo durante toda la película (al inicio, al final de los segmentos que la componen, durante los mejores gags) hacían intuir que sería una de las favoritas para llevarse el premio TCM del público. Y así ha sido, aunque no haya conseguido alcanzar a La Sal de la Tierra (que lidera la clasificación con un 9,01 sobre 10), se ha colocado en segunda posición con un merecido 8,59.

Hasta aquí el artículo de hoy. En el próximo nos enfrentaremos a la última película en competición, Vie Sauvage, y repasaremos alguna sección paralela en busca de algún título que merezca ser apuntado en nuestro listado de imprescindibles. Me despido cuando las quinielas empiezan a sonar con fuerza en los corrillos y las disputas por defender nuestras películas favoritas están empezando a adquirir tintes bastantes dramáticos, así que espero poder salir ileso. Esperad noticias mías y, como siempre, ¡nos vemos en los cines!


Sigue a Carlos Fernández en Twitter