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Seminciando 2011, Día 5: En un pequeño poblado

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Recuerdo que en mi primera Seminci prácticamente acabé con el mapa de Valladolid de tanto uso que le dí, y eso que solo estuve la mitad del festival. ¡Cuánta diferencia respecto a este tercer viaje, cuando solo lo he utilizado una vez! Y lo que es más: si hubiese esperado a andar 10 metros más, no me hubiese hecho falta, porque me hubiese topado con el cine Manhattan, al que hasta este año no había ido nunca. No es que Valladolid sea una ciudad muy grande, pero tampoco es pequeña. A diferencia de los poblados que han centrado buena parte de las películas de la jornada. ¿Veis qué bien encadenado está todo?


El pueblo más paradigmático de la Sección Oficial estuvo situado en Irlanda, con la tronchante The Guard (), de John Michael McDonagh. Se trata de una comedia negra con toques de noir y western sobre un policía de provincias grosero, despreocupado y putero que debe colaborar con un agente del FBI para resolver un par de asesinatos y un caso de tráfico de drogas. La cinta sigue el esquema clásico de la comedia, donde Don Cheadle actúa como el tipo normal y recto, mientras que Brendan Gleeson tiene cancha libre para descargar su versión más canalla y ácida, en una de sus mejores actuaciones hasta la fecha y posiblemente la favorita para el premio al mejor actor, a juzgar por la ovación que recibió su nombre en los créditos finales. Divertidísima, con un ritmo vibrante, mucha mala leche en sus diálogos y gags que explotan el absurdo y juegan con los tópicos del género policíaco, sin llegar caer en la parodia, el filme posee además un estilo visual muy elegante y depurado para ser una ópera prima. La falta de experiencia de McDonagh aparece en la irregular fluidez en su estructura, ya que se notan las costuras entre los diferentes elementos de la trama, aunque por suerte eso no impida que se desarrolle con eficacia. Por momentos, además, parece querer imitar a Tarantino con sus diálogos excesivamente cultos en bocas improbables, aunque cierta distancia irónica al respecto salva la papeleta de lo que podría haber quedado como una cuestionable adición al guion. El resultado final es tan imperfecto como solvente y carismático, una película hecha para disfrutar con unos cuantos golpes de efecto al mundo político y social a ambos lados del Atlántico, y un personaje principal sencillamente memorable.


Y si el otro día Cumbres Borrascosas solo me gustó a mí, hoy parece que el caso ha sido al contrario. Las Nieves del Kilimanjaro (), lo último de Robert Guédiguian, ha obtenido una de las mayores ovaciones del festival por parte del público, pero personalmente no puedo encontrar muchas virtudes en una cinta tan artificial y maniquea. La película se centra en un sindicalista que es prejubilado de la fábrica en la que trabaja como parte de un recorte de personal, pero que vive bien con su familia feliz hasta que un día un antiguo compañero entra en su casa de forma violenta y les roba todo el dinero que tienen. Hay momentos eficaces en el filme, sin lugar de dudas, y uno de ellos es la explosión que el atraco provoca en el tono de la película. Pero todo suena a falso, a impostado, a un guion de manual en donde los personajes son meras encarnaciones de tópicos e ideales sobre la pequeña burguesía y nunca tienen vida propia, se limitan a actuar y recitar como se supone que su clase social debería hacerlo, a tener unos conflictos de culpa que no se ajustan a la situación planteada, sino que son forzados por la mano de Guédiguian para transmitir su mensaje sin las fisuras y matices que serían normales a una cinta de estas características. Todo está telegrafiado, todo es panfletario de una cierta postura sobre la realidad tan inocente y superada que huele a naftalina de arcón de un viejo activista que ha perdido el contacto con la realidad fuera de su micromundo. Y esto no es una definición de los personajes, sino de la forma de plasmarlos. Es decir, no es que sea parte integral del contenido del filme y por tanto suponga un nivel de crítica a esta clase social, sino que es la forma en la que el marsellés plasma su mensaje, es lo que transpira en la historia sobre su visión del mundo, impuesta a unos personajes que carecen de vida propia más que en ocasionales instantes en los que permite respirar algo más a la historia. No es lo suficiente para calificarla siquiera de aceptable. Una cosa más: horrible la utilización de la música, intrusiva y mal escogida.


En la sección Punto de Encuentro las cosas mejoraron respecto a anteriores experiencias. Al menos la argentina El Dedo () resulta entretenida e ingeniosa, lo que justifica su visionado aunque esté lejos de la maestría. El filme cuenta la historia de un pueblo que se ve sacudido por la muerte de un candidato a alcalde muy querido por todos. Su hermano jura venganza y conserva uno de sus dedos en un tarro como reliquia, la cual poco a poco va despertando el fervor religioso de los habitantes. Se trata de una comedia negra de tono amable y burlesco que se divide claramente en dos partes: en la primera seguimos, con ecos de western, la investigación del hermano sobre la identidad del asesino, mientras el terrateniente del pueblo trama su ascenso al poder; cuando esta llega a su conclusión le sigue la otra, la sátira disparatada de la religión y la política que se centra en la adoración ciega al dedo y su presentación como candidato al puesto de alcalde. Mientras la primera se sigue con interés, es la segunda la que contiene los momentos más punzantes de la cinta, pero se ve hasta cierto punto desvirtuada por su desconexión formal y argumental con lo anteriormente visto. Parecen dos películas en una, como si el director no se hubiese decidido por qué argumento de esos dos explotar a partir de la idea base, y en lugar de ingeniárselas para conjuntarlas en una misma historia fluida, hubiese decidido compartimentalizarlas. Lo cual le resta efectividad y le rompe el tono. Si hay algo realmente brillante y original que lo compensa son los insertos de falso documental en donde unas presuntas versiones reales de los personajes comentan la jugada 20 años después de los sucesos.


Pero sobre todo la cinta que destacó fue la islandesa Volcano (), de Rúnar Rúnarsson, seleccionada por este país de cara al Oscar. La cinta cuenta la historia de un anciano que se jubila y se enfrenta a la pérdida de todo aquello que da un sentido a su vida, y es una de las experiencias más duras y con mayor impacto emocional del festival. Comandada por la impresionante interpretación de Theódór Júlíusson, la película disecciona a un personaje que, tal y como el propio director dijo, es un volcán metafórico: de apariencia fría y sólida, pero cargado de sentimientos enfrentados, conflictivos, tristes y alegres que nadie se espera que tenga hasta que no afloran a la superficie, impulsados por la presión de la vida que le ha tocado. Con mirada sensible e infinito tacto, además de una belleza formal increíble en un novato, Rúnarsson plasma la tragedia personal del anciano, que de un golpe parece perder todo lo que aprecia en la vida y se ve enfrentado a decisiones vitales y básicas: luchar o abandonar, mirar al futuro o al pasado, enmendar sus errores o perseverar en sus faltas, abrir la puerta de su volcán interno para que otros puedan sosegarle o cerrarse al mundo que le trata con rechazo o indiferencia. Pero más allá de todo esto, la película se revela como una tristísima historia de amor que no puede tener un final feliz, pero que resulta bella y emotiva en su profundo sacrificio, que consigue morder durante todo el metraje, que te agarra de las entrañas, las retuerce una y otra vez, las patea con saña y las deja hechas un cirio sin recurrir a la manipulación, solo dejando que la situación respire y se desarrolle sin mirar a otro lado, metiéndote de lleno en una familia con cercanía y cabeza fría, con sosiego y poesía. Una de las joyas del certamen, sin lugar a dudas.


Por último, mi primera incursión (quizá la única) en la sección Tiempo de Historia este año fue La Sombra de Evita (Volveré y Seré Millones) (), un documental que analiza la figura de la leyenda argentina a la luz del prolongado viaje que hizo por España en 1947. Es una obra perfectamente estructurada y que sabe sintetizar de forma interesante, instructiva y bien presentada los aspectos históricos, sociales y psicológicos más importantes de Eva Perón, al tiempo que hurga en un episodio que hasta ahora se ha explotado poco y que, gracias a una completa labor de documentación, consigue ofrecer nueva luz sobre las aristas de este complejo personaje. Si hay algo de lo que se le puede acusar, más allá de que cuente algo más o menos conocido o tratado (eso depende enteramente de lo mucho que el espectador sepa ya sobre ella), es de cierto partidismo peronista conscientemente buscado. Los expertos entrevistados la estiman o la idolatran, se profundiza exhaustivamente en su impacto positivo sobre Argentina pero solo se nombran de pasada los episodios más cuestionables de su trayectoria o la visión opositora de su figura... En fin, se hace un retrato muy completo de la Evita mítica, de la leyenda adorada por el pueblo y cómo llegó a ganarse ese afecto, pero se indaga poco sobre las sombras del personaje, pese a al menos reconocer su existencia. Su director, Xavier Gassió, ofreció en la presentación del filme una doble justificación a esta limitación en el foco: por un lado, la necesidad de resumir un tema muy extenso y complejo; por otro, que lo importante de las figuras históricas como Evita es lo que podemos sacar de ellas en positivo, lo que nos pueden aportar de manera constructiva, en lugar de intentar derribar leyendas. Es una perspectiva perfectamente válida, aunque dependerá del espectador si se queda satisfecho con ella.

Nada más por hoy. Mañana hablaré un poco de Conchita, que este año la tengo un poco abandonada pero sigue soltando sus perlas ingenuas y siendo la más creativa en sus traducciones.

 

Fuente: CINeol | Visitada: 1221 veces


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Comentarios (1)

01:04 - 28/10/2011

daclickni

Un par de obras de arte se han podido visionar por lo visto... qué envidia.


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