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Zinemaldia 2018 (6). No todo es coser y cantar

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Hace unas dos semanas, mientras miraba y remiraba los horarios de las películas que quería ver, me daba la impresión de que en los primeros tres o cuatro días tenía tiempo para cuadrar pases, descansar y escribir sin muchos agobios, mientras que en la segunda mitad del festival iba a tener que robarle horas al día para poder seguir el ritmo. Mis temores se confirmaron con el paso de los días y la falta de tiempo entre películas y el sueño acumulado me han impedido seguir el ritmo de la escritura, así que habrá que intentar retomarlo en los tiempos muertos que nos deja una programación que nos trajo una Sección Oficial bastante gris en los primeros cuatro días (con la excepción de El Reino y de Rojo, película de la que todavía no he podido escribir por estar asimilándola), pero que por fin al quinto día nos enseñó la luz.


In Fabric: Maravillosa locura
En la historia del cine hemos tenido Coches asesinos, muñecos diabólicos, muñecas satánicas, tomates asesinos (y verdes fritos también, aunque este no es el caso que nos ocupa), neumáticos poseídos, casas encantadas... Pero no recuerdo haber visto ninguna película con un vestido maldito, y seguro que no hay ninguna que se le parezca a la propuesta que nos ha regalado Peter Strickland en In fabric.

Conociendo la filmografía del director inglés estaba claro que no íbamos a ver una película al uso, pero pocos esperábamos lo que estábamos a punto de presenciar. Desde los títulos de créditos (que nos recuerdan mucho a la estética de los años 70), asistimos a un auténtico deleite visual que induce al espectador a adentrarse en un mundo construido a medida para el film. Un mundo que podrá provocar rechazo a aquella persona que no entre en el juego que se nos propone, en el que las reglas se rompen cada cierto tiempo para dejar al espectador descolocado y pensando continuamente en qué será lo próximo en pasar.

La película transcurre con el telón de fondo del ajetreado periodo de rebajas de invierno en unos grandes almacenes, y sigue los pasos de un vestido maldito conforme pasa de mano en mano. Ante un punto de partida arriesgado y de serie B, se agradece que la propia película se tome con humor ciertos elementos. Las dependientas/brujas del centro comercial o los jefes del banco donde trabaja la protagonista son de los mejores personajes secundarios que hemos visto en este Zinemaldia, lo que la convierte en la película más accesible del director, aunque eso no implica que estemos ante algo comercial.

La cinta se divide en dos partes claramente diferenciadas, manteniendo el tono e intensificando la propuesta hasta llegar a un final brillante. Antes de verla sabíamos que estábamos ante una propuesta que no iba a dejar indiferente y la reacción lógica ha sido una división de opiniones, aunque las favorables son mucho más ruidosas que las negativas, provocando lo que en su día pasó con Magical Girl de Carlos Vermut, que este año vuelve a competir en el Zinemaldia.


Vermut, Disco de Oro.
Antes de empezar, pongamos la cartas encima de la mesa. Carlos Vermut es un director que me descoloca en el primer visionado, me atrapa en el segundo y me hace suyo de ahí en adelante. No fui de los que aplaudieron Magical Girl en su primer pase en Donostia, pero a día de hoy aplaudo solo con poner el bluray en el reproductor de casa. Por eso yo soy el primer sorprendido al descubrir que salgo maravillado de Quién te cantará desde el primer visionado.

Vermut vuelve a demostrar que nada a contracorriente en el cine español, o quizás nade en la misma dirección pero con un estilo realmente único, reconocible y arriesgado. En su última película asistimos a la relación de una fan con su ídolo, una famosísima cantante que prepara su vuelta a los escenarios, y que tendrá que escuchar a su imitadora para volver a ser ella misma. Un punto de partida que, como en anteriores trabajos, nos sirve para situarnos, pero no sabemos nunca qué nos encontraremos por el camino y mucho menos dónde acabaremos. En este caso, el material es mucho más accesible para el gran público, menos críptico, y los espectadores pueden verse más identificados con las reacciones de los personajes sin renunciar a los momentos más oníricos, donde los sueños, o más bien las pesadillas, acaban saliendo a la luz.


La dirección depura carencias de sus primeros trabajos, consiguiendo su película más estética pero sin renunciar a los momentos más secos de su cine, en este caso los protagonizados por Valeria y su hija, donde la cámara se sitúa en lugares en los que el espectador acaba sintiéndose incómodo como si fuese un voyeur que no tiene posibilidad de apartar la mirada.

En esta historia de dobles, de enfrentarse a los miedos de cada una y de pelear por los sueños aunque estos al final sean pesadillas, brillan con fuerza Najwa Nimri y sobre todo Eva Llorach, el alma de la película, que encierra en su mirada todo el dolor y el sufrimiento del personaje.

Muchos aplausos al terminar la proyección para un título que el sábado debería estar en el palmares, recibiendo como mínimo el premio a Mejor(es) Actri(ces).


No todo fue coser y cantar
Hemos comentado las dos películas que más han brillado en la Sección Oficial, pero para llegar a ellas hubo que pasar por el tedio de dos cintas de corte histórico, The black book y Angelo.

Valeria Sarmiento presentó a competición The black book, un folletín de las aventuras situado a finales del siglo XVIII, sobre las desventuras de una singular pareja formada por un pequeño huérfano de orígenes misteriosos y su joven enfermera italiana, también de cuna incierta. En la sombra, por razones ocultas, los acecha continuamente un calabrés de apariencia sospechosa y un cardenal inquietante, mientras nos hacen explorar las oscuras intrigas del Vaticano, las habladurías en la corte de Versalles y las convulsiones de la Revolución Francesa. Con todos estos elementos y envuelta en una fotografía de tonos marrones, que le otorga un acabado muy atractivo, la película solo provoca indiferencia ante las idas y venidas de los personajes. Si no termina siendo un completo despropósito es porque destaca en los apartados técnicos y durante parte de la cinta se sigue con bastante interés.

Menos cosas que salvar tiene Angelo, la segunda película de Markus Schleinzer, que nos cuenta la historia basada en hechos reales de un esclavo africano nacido en el siglo XVIII y trasladado a Europa con 10 años. Convertido en sirviente en la corte de la nobleza ilustrada, sabe utilizar su otredad para llegar a ser un huésped apreciado y una atracción para los miembros de la alta sociedad.


Nada más empezar el film, nos descolocamos por estar viendo una historia de época pero con una localización muy del siglo XXI (un hangar industrial). Ante esta imagen esperábamos una vuelta de tuerca, como actores interpretando, recreaciones históricas en las ubicaciones actuales o alguna cosa original que hiciese más atractiva la propuesta, pero nada más lejos de la realidad. La película es un conjunto de momentos de la vida del sirviente negro desde su llegada a Europa hasta su muerte y la posterior transformación de su cuerpo en una pieza de museo. Los dos pases acabaron con más silencios que aplausos e incluso en el de prensa se escuchó algún que otro silbido.

En el próximo artículo os contaré los juegos del hambre disputados para ver quiénes serían los que conseguirían ver tres de las películas más esperadas del festival, Roma, The Sisters Brothers e Infiltrado en el KKKlan. Hasta entonces, nos vemos en los cines.

Carlos Fernández

 

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