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Zinemaldia 2018 (3). El reino de los ladrones

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Siempre comentamos lo difícil que es cuadrar un horario en un festival. Pero más difícil es tener que modificarlo para meter la película de la que todo el mundo habla o porque, como sucedió en el día de ayer, la sala se llena antes de que tú llegues (aunque faltasen 15 minutos para la proyección). Hay que dar un toque de atención al festival, pues si la prensa tiene prioridad en estos pases (y más si la sala es pequeña), no es justo quedarnos fuera porque los acreditados de industria ya ocupan la mayoría de las butacas. Pero bueno, después de este minitirón de orejas, vamos a hablar de lo que realmente interesa, las películas.

Hablamos en el anterior artículo del número bastante elevado de cintas que hablan sobre las relaciones de parejas, y el primer día del festival pudimos ver la mejor de ellas.


Descubriendo el amor (y la vida) en la edad adulta.
En Las Herederas, Chela y Chiquita viven juntas desde hace 30 años, tras heredar suficiente dinero como para no tener que trabajar. Pero ahora ese dinero se ha acabado y deben enfrentarse a la realidad tras el ingreso en prisión de Chiquita por una condena por fraude. Para salir adelante y distraerse, Chela empezará a acompañar a su vecina, una señora mayor, a la partida semanal con las amigas. Allí conocerá a Angy, una mujer más joven que ella, con la que descubrirá que nunca es tarde para disfrutar de la vida.

Marcelo Martinessi debuta en el largometraje con sobresaliente consiguiendo impregnar a la película de un halo de melancolía y una luz que nos invita a pensar, como a la protagonista, que a pesar de las circunstancias siempre hay una salida.

Hablar de Las Herederas nos obliga a hablar de sus protagonistas y sobre todo de Ana Brun, que consiguió el Oso de Plata a la Mejor Actriz en el Festival de Berlín, y que logra transmitir la angustia inicial y la posterior liberación de su personaje solo con la mirada. Una actuación brillante que, como la película, apuesta por la sencillez y los pequeños detalles para llegar al espectador.

Es de agradecer que proyectos así vean la luz, no solo por dar visibilidad a un tipo de historias que no solemos encontrar en el cine comercial (y sobre todo no vemos tratadas con el mimo y sensibilidad que aquí se hace), sino también por conseguir salvar todos los inconvenientes y salir victoriosa frente a esas mentes cerradas que intentan invisibilizarlas. Una historia que hay que recomendar y disfrutar no solo por lo que supone, sino por lo que realmente es: una gran película.


Políticos y ladrones. Busquen las siete diferencias.
En Apuntes para una película de atracos, el Flako, más conocido como el Robin Hood de Vallecas, el ladrón de bancos más buscado en España, dice que él durante la crisis viste normal, que el traje (de corbata y americana) solo se lo pone para trabajar como los políticos.

En la segunda película de Elías León Siminiani tras la maravillosa Mapa, el director decide poner su fascinación por las películas de atracos al servicio de un documental que, si bien en su primera parte podría verse como prolongación de su ópera prima, en la segunda mitad el protagonismo y la narración de la historia pasa a su verdadero protagonista, el Flako. Estamos ante un personaje maravilloso que nos ha regalado los momentos más auténticos y divertidos de lo que llevamos del festival.

Uno de los principales puntos fuertes del documental es la capacidad de Siminiani para aligerar o intensificar el tono de la historia a medida que esta avanza, consiguiendo momentos totalmente hilarantes, como las recreaciones de conversaciones, las planificaciones de atracos o la detención del protagonista, frente a otros mucho más íntimos y profundos, como cuando se trata el tema de la relación del Flako con su padre.

Una autentica joyita que en diciembre llegará a nuestros cines acompañada de la novela autobiográfica del protagonista, que editará libros del K.O..

Tras el pase, que finalizó con muchos aplausos, asistimos al coloquio con el director, quien nos sorprendió con el Flako al otro lado del teléfono (todavía está en arresto domiciliario). Éste afirmaba que, ahora que ya estaba el documental, había que hacer una película de ficción con él de protagonista y que ahí se iba a liar. Genio y figura.


La fascinación que nos despiertan a todos las películas de atracos en las que se roba a los poderosos es directamente proporcional al rechazo que nos provocan los que roban desde arriba, los que aprovechan su privilegiada posición para sacar beneficio. De ellos nos habla El Reino.

Rodrigo Sorogoyen, acompañado en el guión por Isabel Peña, ha presentado una historia que habla no tanto de las cloacas de la política y los tejemanejes de la misma, sino de la capacidad de un personaje, el maravilloso Antonio de la Torre (una vez más y van), por salvar su culo cuando se ve con el agua al cuello. No estamos ante una disección de cómo funcionan los distintos entramados para que unos cuantos se lucren a costa de otros, sino de un auténtico divertimento cargado de tensión y momentos de agarrarse a la butaca. La historia puesta al servicio del espectáculo, donde Sorogoyen (como ya demostró con Que Dios nos perdone) se desenvuelve con soltura construyendo algunos de los mejores momentos de tensión que recuerdo en años.

Si, como ya digo, la película aprueba con excelente en su parte más de thriller, me flaquea en la disección de los entresijos del poder y las redes de relaciones en el mismo. En la película no hay nombres reales ni de partidos a los que apuntar directamente, pero es fácil poner la cara de un personaje real a cada uno de los miembros de un reparto excelente, con Ana Wagener, Josep María Pou, Bárbara Lennie o Luis Zahera, el auténtico ladrón de la película que consigue hacer suyas cada una de las escenas en las que aparece.


No he querido explicar nada del final de la película, pues creo que es uno de los mejores finales que he visto en años. Alguno podrá tacharlo de efectista y de buscar el aplauso fácil, y puede que haya algo de eso, pero lo que no se le puede negar es que funciona como un tiro. Así lo ha demostrado la reacción del público al terminar la película, con un gran aplauso.

Tras ver a dos tipos de personas robando, y volviendo a la frase del Flako sobre los políticos ladrones, lo que está claro es que mientras unos roban por trabajo otros lo hacen por placer y beneficio propio. En nuestra mano queda decidir en qué grupo metemos a cada uno.

En el próximo artículo seguiremos hablando de corrupción con la cinta filipina Alpha, the right to kill, de Brillante Mendoza, y sobre la danza con Yuli, la nueva película de Icíar Bollaín. Hasta entonces, y como siempre, nos vemos en los cines.

Carlos Fernández

(más fotos en la galería de fotos del Festival de San Sebastián 2018)


Fotos:Inés Barreda

 

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