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Diario de Sitges 2017 (IV): Lo sobrenatural se impone

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Hablemos del tiempo. Porque en Sitges no hay un único clima. Más allá de lo que diga la AEMET para ese día, que normalmente es sol y veintipocos grados, siempre hay que salir del hotel pertrechado con una mochila con ropa para ir a la playa y para adentrarse en el Polo Norte. Puedes estar cociéndote al sol en una cola durante 15 minutos (lo que para nosotros los calvos es sinónimo de quemadura en la azotea) y cuando entras en la sala Tramuntana hay que ponerse jersey, chaqueta, gorro, bufanda y acurrucarse en la butaca, incluso acercarse a los vecinos de butaca para entre todos mantener el calor humano. Se comenta que hay gente que ha intentado encender hogueras, pero seguramente sea para quemar al tío que inventó el aparato de subtítulos digitales que usan en la sala, y que está obligando sacarse el C1 de inglés a todos los que no tengan una visión mutante del espectro lumínico.



Afortunadamente hay películas donde no hay que entrecerrar los ojos para leer amarillo sobre amarillo porque vienen con los subtítulos incrustados, como la última adquisición festivalera de Netflix, THE RITUAL (), dirigida por David Bruckner, responsable de los mejores fragmentos de películas de episodios como Southbound o V/H/S. En esta ocasión se pasa al largometraje con una de las cintas de terror más solventes de lo que llevamos visto de esta edición.

La historia juega con una premisa habitual del género, el grupo de amigos que se pierde en un bosque donde hay peligros inesperados y sobrenaturales, pero huye del estancamiento por diversas vías. La primera es la construcción de unos personajes naturales, con dinámicas reconocibles y realistas, interpretados con cierto aire de improvisación que les da frescura. La segunda es una visión sarcástica respecto a los estereotipos del género, que le permite jugar con las expectativas del espectador para darle diversos quiebres, a veces para hacer reír, otras para impactar con lo inesperado. La tercera es la acertada mezcla de dos vertientes, la de los monstruos mitológicos (en este caso, casi lovecraftianos) y la del culto secreto, que se complementan entre sí para que la trama no se detenga y repita en el tramo final.

De esta forma, el film es una propuesta estimulante y entretenida que confirma a Bruckner como un talento a seguir por su facilidad para combinar elementos y presentarlos con tensión, ritmo, creatividad y potencia narrativa.



También de bosques y maldad sobrenatural trata la alemana HAGAZUSSA (), una obra densa y difícil, reposada y morosa, donde todo transcurre a varias velocidades menos de lo deseable. A través de una historia de brujería que abarca varias generaciones, el film aspira a funcionar como alegoría de la sociedad y la historia alemana, en concreto la cultura del rechazo a lo extraño o foráneo, y la imposibilidad de escapar de los actos y creencias de los ancestros, por crueles que estos sean. Su metáfora es más o menos clara, pero su efectividad como discurso solo relativa.

Como está ocurriendo con frecuencia este año, la factura visual de la película es sobresaliente. Destaca sobre todo el uso de escenarios naturales abiertos para crear una atmósfera de opresión constante, paisajes casi oníricos que ocultan podredumbre y corrupción en sus planos detalle, y cuya naturaleza y luminosidad varía como las estaciones entre los capítulos que componen el film. También el diseño de sonido está cuidado al milímetro para sustituir con texturas los casi inexistentes diálogos. El gran problema es que su naturaleza críptica está tan entrelazada con su ritmo contemplativo que pone a prueba la paciencia (y la vigilia) de cualquier espectador. Es un film de los que dividen opiniones, de los que hace falta ver reposadamente y con paciencia, y que no se disfruta tanto en el sinvivir de un festival de cine.



Quizá la película que más consenso positivo ha generado hoy entre el público y la crítica ha sido THELMA (), de Joachim Trier, que podría definirse a la perfección pensando en qué pasaría si Carrie la hubiese dirigido Jonathan Glazer. El argumento básico del film sigue el mismo arco argumental de la obra de Stephen King, descontando la masacre final: chica ‘especial’ que viene de una familia religiosa fundamentalista, y cuya represión moral hace que sea incapaz de controlar sus poderes sobrenaturales. Sin embargo, lo que en King y Brian De Palma finalizaba con un clímax de venganza y violencia como respuesta al abuso, aquí toma una ruta más sutil, madura y psicológica.

Trier logra una gran elegancia y expresividad formal en la puesta en escena, convirtiéndola en un diálogo entre Dios y el hombre de características casi mesiánicas, con planos cenitales que acercan y alejan la historia, e iconografía cristiana (la serpiente para el pecado, por ejemplo) como forma de transmitir el volcán interior de dudas, culpa, frustración, miedo, ansiedad y autodesprecio que asolan a la protagonista, una joven que se debate entre el deseo y el yugo religioso, que intenta averiguar quién es y disociarse de unos padres que la oprimen con sus códigos éticos, pero que también son incapaces de darle amor porque la temen. Al añadir además la homosexualidad a la ecuación, el sobrino de Lars no solo enriquece el discurso sobre la libertad individual, sino que lo dota de un romanticismo y una sensualidad que, si se analizan todas las ramificaciones de la trama, resultan incluso perversos por lo que indican de las relaciones emocionales como vínculos de poder y sometimiento.

De esta forma, el film se despliega como un thriller atmosférico que encierra un terror que solo asoma por los márgenes, y que se despliega en toda su intensidad cuando superamos el impacto inicial de sus hechos sobrenaturales (tiene unas cuantas escenas impecables en este sentido) para preguntarnos por las ramificaciones psicológicas y metafísicas que pueden tener, o las comparaciones que se pueden hacer con textos ‘sagrados’ y lo que esto nos dice sobre la divinidad y la fe.



También tiene muy clara la moraleja que quiere dar el thriller M.F.A. (), hasta el punto de que solo podría ser más obvia si la escribiesen con letras gordas por todo Estados Unidos de forma que se pudiese leer desde el espacio. La propia premisa de la película nace herida de maniqueísmo: una chica decide tomarse la justicia por su mano contra todos los violadores cuando nadie en todo el campus universitario hace nada por ayudarla o perseguir al tipo que abusó de ella. Chicas, hay que tomar la acción porque está visto que los hombres no aprenden a respetaros ni a hostias.

A priori no hay nada que objetar a su militancia vocal en torno a un tema tan grave como las violaciones, en especial entre jóvenes que ni siquiera lo conciben como algo incorrecto. Ni a su denuncia de un sistema que ignora, juzga y ataca a las víctimas en lugar de a los criminales. Pero el argumento se desarrolla por derroteros que no aportan nada realmente a ese discurso, solo una fantasía retributiva al estilo Charles Bronson de la que no se puede salir ni con elegancia ni con profundidad discursiva. Si todos los hombres son malos, es de trazo grueso. Si no lo son, está restando importancia a la denuncia. Si la chica se sale con la suya, está abogando por el ojo por ojo. Si la atrapan, está condenando esta ‘justicia supletoria’. Hay que ir con pies de plomo e introducir una complejidad argumental o de diálogos que sea suficiente como para no caer en estas trampas.

La directora lo intenta, y en parte lo evita, pero a costa de limar las aristas del relato y encajarlo en un final cómodo y sin garra. No es que el resto del film tuviese mucha, pero al menos tenía la oportunidad de lanzarse a la piscina sin flotador. Podía fracasar por indiferencia o por echarle huevos y estrellarse. Y escogió lo primero: la nadería.



La anterior película tiene espíritu Bronson, y por algún motivo (seguramente porque he evitado informarme a fondo de cada título para que me sorprendan más), pensaba que ese era también el quid de BUSHWICK (). Nada más lejos de la realidad, porque tiene más puntos en común con La Guerra de los Mundos o con Hijos de los hombres que con cualquier cinta de vigilantes callejeros. No en vano, se trata de una especulación sobre qué ocurriría si se produjese una invasión en suelo americano, centrándose únicamente en un barrio empobrecido de Brooklyn y en un par de personajes que intentan sobrevivir.

La propuesta estilística del film está muy clara: rodar la acción a base de planos secuencia para pegar la cámara en todo momento a la calle, a la experiencia subjetiva y llena de confusión de los protagonistas, evitando que la edición cinematográfica interrumpa el flujo realista de la acción. Un propósito encomiable para una producción de bajo presupuesto, pero que en la práctica plantea más problemas que aportaciones. Por un lado, porque técnicamente no están realizados con virtuosismo: los falsos cortes son muy patentes y te sacan continuamente del film (y el criterio para terminar uno y comenzar otro, difuso), mientras que, con honrosas excepciones, el encuadre se preocupa más de lo práctico a la hora de continuar rodando que en lo que puede aportar algo expresivamente o en la construcción del drama y la tensión. En resumen, la acción se supedita al gimmick. Por otro lado, la acción en sí es bastante ‘peliculera’, así que el propósito de este recurso tampoco está justificado.

Aun así, resulta curioso ver una cinta de tiros, peleas y huidas que se preocupe un mínimo por la puesta en escena y la construcción de un mensaje, en este caso un relato distópico sobre los peligros de dar manga ancha a la América profunda en la era Trump. También es cierto que se disfruta más cuando no se mete en jardines ideológicos o emocionales de barra de bar, y se limita a juguetear con la acción de serie B.


Mañana os hablaré de MI película más esperada del festival, para la que me quedan escasos minutos de espera. Ojalá haya merecido la pena esperar a Sitges para verla, y ojalá los estudios no fuesen tan pejigueros con el tema de la seguridad en la sala (amenazan con requisar móviles y cosas así) cuando la película ya se ha filtrado en la red con calidad HD.

@DamnedMartian

 

Fuente: CINeol | Visitada: 1927 veces