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Zinemaldia 2017. Sección Oficial con nombre de mujer

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En la locura continua que es un festival intentar cuadrar el mayor número posibles de películas y sacar tiempo e ideas para escribir sobre ellas no es fácil por eso más de un día (y más de dos) se acumula el trabajo. Si a todo eso le añadimos problemas técnicos provoca que se retrasen los artículos de la cobertura del festival pero no os preocupéis que antes o después irán llegando los comentarios de las películas más destacadas de este Zinemaldia, para lo bueno y para lo malo.

En el artículo anterior hablábamos sobre los jóvenes valores por los que está apostando el festival donostiarra, hoy, tras unos cuantos días de competición podemos augurar una disputadísima Concha de Plata a la mejor actriz gracias a la gran cantidad de papeles femeninos principales, sobre los que recae toda una película, que hemos podido disfrutar en los últimos días y que repasaremos en los próximos dos artículos.

Dos dramas ‘de época’ protagonizados por mujeres llegaron en días consecutivos a la sección oficial a concurso. Es curioso, además, que pensándolas en frío las dos comparten ciertos paralelismos en su evolución como personajes y en resumen las dos películas son el retrato de una lucha por recuperar algo sin saber si realmente la felicidad está en conseguirlo.


La douleur adapta el libro de Marguerite Duras, El dolor, un angustioso diario, durante la ocupación de París por los alemanes en la IIª Guerra Mundial, en el que la autora expone sus sentimientos mientras espera el retorno de su marido de un campo de concentración. Emmanuel Finkiel adapta la obra manteniendo un tono pretendidamente poético con una voz en off en las que el personaje de Duras expone sus sentimientos manteniendo un lenguaje literario que acaba lastrando el apartado cinematográfico y provoca que el intencionado tono culto acabe por resultar pedante y genere ciertos momentos de sonrojo general.

El tono, frío y distante, que recorre todo el relato funciona perfectamente con la posición y manera de actuar del personaje protagonista. Un personaje que rara vez muestra sus emociones a los demás (las conocemos a través de su voz en off), con un gran dolor oculto no sólo por la perdida y el desconocimiento del paradero de su marido si no, también, por el esperar el regreso de un amor que murió mucho tiempo atrás. Mélanie Thierry se defiende de forma sobresaliente ante este difícil papel y podemos ver en su mirada esa lucha constante siendo sin lugar a dudas el elemento más destacable de la película.

La frialdad del relato, el exceso de literatura y las algo más de dos horas de duración fueron un cóctel difícil de superar para muchos y no se hicieron esperar los comentarios sobre el tedio y la desesperación que les provocó la película Curioso cuanto menos que esos mismos sentimientos son los que sufre la protagonista durante su espera. Si bien se produjeron pocos aplausos al finalizar la proyección hay que decir que hay un pequeño grupo de irreductibles muy a favor de la película.


De la Francia ocupada viajamos a Viena en el Siglo XVIII, con Mademoiselle Paradis, para contar la historia real de Maria Theresa Paradis, pianista ciega, quien tras innumerables experimentos médicos fallidos, decide ponerse en manos del polémico 'doctor milagro' Franz Anton Mesmer. Acostumbrada a la férrea disciplina de su hogar, descubrirá, en casa del doctor, por primera vez la libertad. Mientras recupera su visión Theresa deberá enfrentarse a la perdida de su apreciado virtuosismo musical.

Nos encontramos ante una propuesta interesante y que con algo más de riesgo podría haber resultado uno de los títulos más interesantes de esta edición pero el corte clásico de la dirección de Barbara Albert y el desarrollo tópico de la historia, en la lucha por recuperar la visión o seguir sintiendo la música acaban afectando negativamente a la película. Lo peor es que hay un cierto intento de jugar visualmente con el punto de vista de la protagonista y hacer al espectador partícipe de su incapacidad visual y su posterior recuperación pero son tan leves y dispersos estos momentos que al final resultan más molestos que interesantes.

Como en la película anterior el apartado más destacable es el trabajo de Maria-Victoria Dragus que se mimetiza completamente con el personaje y hace dudar al espectador, que no la haya visto en otros trabajos, sino es una actriz invidente (Sobre todo en el primer tramo del film). Una actuación que está muy por encima del resultado de la película como bien demostraron los escasos aplausos que se escucharon al finalizar la proyección pero que se convirtieron en elogios hacia el trabajo de la actriz rumana por parte de los espectadores en los corrillos formados al salir del Kursaal.


Hacía ya unos años que no encontrábamos un documental en la sección oficial a concurso y para muchos tras ver So Help Me God seguirán pensando que este año tampoco ha habido ninguno. La película recoge el trabajo durante tres años de la jueza Belga Anne Gruwez y nos lleva a la trastienda de investigaciones criminales reales.

El mayor problema de un documental es que no lo parezca, que todo suene como si las personas que aparecen en pantalla leyesen un guión. Todo eso ocurre en la película de Yves Hinant, Jean Libon, quienes se apoyan en el carisma, ironía, humor negro y mala leche de su protagonista para construir un film divertido, ameno y que se olvida con facilidad por su poca profundidad y por el hecho que en varias ocasiones dudemos de la realidad de lo que vemos en pantalla. O quizás esa era la intención de los directores y sea verdad que ‘la realidad supera a la ficción’.

En el siguiente artículo seguiremos hablando de mujeres protagonistas y más concretamente de madres. Hasta entonces nos vemos en los cines.

 

Fuente: CINeol | Visitada: 1171 veces