Dividiría el disfrute de la película en dos áreas: por una parte el argumento, desarrollo argumental y las actuaciones son flojos (Adam Sandler parece que ni siquiera lo intenta) y sólo en algún momento puntual arrancan una media sonrisa; por otra parte los videojuegos clásicos en sí, los personajes de dichos videojuegos, las continuas referencias directas o indirectas a ellos, los efectos especiales ( incluyendo a los cuadrados que representan a los píxeles, y que a mí me recordaban a los de los Cabecicubos de Superlópez
) son lo que a todo un carrozón como un servidor que vivió la época de los primeros plays/hobbies/salones recreativos han mantenido pegado a la pantalla disfrutándolos de principio a fin.
Pues eso: que si hay segunda parte, prescindan de prestar ninguna atención a actores humanos como Sandler y compañía con sus devenires, y se centren prioritariamente en los personajes videojueguiles... ¡viva Qubert!