por El Pinguino » 05 Mar 2012 17:27
Por alguna misteriosa razón esta película, que podía haberse vendido como filme independiente con Natalie Portman (una superestrella) y Joseph Gordon-Lewitt (no una estrella pero sí un actor popular por sus papeles en películas independientes y en alguna superproducción como Origen), ha permanecido en la sombra y ni se ha estrenado en España ni ha tenido ninguna difusión, hasta el punto de que ni siquiera en Cineol tenía ficha, algo que me sorprendió enormemente. Y es que este cruce genéticamente perfecto entre Mary Poppins y El club de la Lucha lo tiene todo para triunfar y generar una corriente de fans, pero por algún motivo que se me escapa esa posibilidad (por el momento) le ha sido arrebatada.
Hesher juega con multitud de elementos y lo hace con una maestría sorprendente para tratarse de la obra de un debutante en el campo del largometraje, y dentro de sus méritos para mí el más importante es sin duda el de ser capaz de conjugar a la perfección una dimensión concreta y otra simbólica dentro de su discurso, y con ello me estoy refiriendo a que la historia, o al menos su personaje principal (que no protagonista), se pueden entender como metáforas hiperbólicas de una realidad latente, al estilo de El club de la lucha y su Tyler Durden, pero también, y ya que en ningún momento se explicita la posible condición imaginaria del personaje de Hesher, todo puede interpretarse al pie de la letra, como la increíble situación que una familia destrozada por la pérdida de la madre vive cuando un macarra caradura y pasado de vueltas se instala a vivir en su casa, situación surrealista que, gracias a la puesta en escena y a las magníficas interpretaciones de todo el reparto, en ningún momento cae en el grotesco o en la parodia a pesar de tener todas las papeletas para ello, dando pie a situaciones absolutamente hilarantes nacidas del choque frontal entre dos maneras radicalmente distintas de ver la realidad y enfrentarse a ella. Y es que es precisamente este el tema principal que el filme, mediante un negrísimo sentido del humor perfectamente equilibrado con el tono dramático que en realidad domina el conjunto, pone sobre la mesa, el de una sociedad (la estadounidense) apalancada en su conformismo e incapaz de reaccionar cuando el caos, esa sombra que tanto tememos pero que es indisoluble de la realidad, hace su aparición, sumergiéndola en un estado de irresponsable y cobarde lloriqueo del que sólo una fuerza tan amoral y brutal como Hesher puede ayudar a salir.
Y precisamente ahí está el quid y principal atractivo de la cinta, en el inolvidable personaje de Hesher, interpretado por un Joseph Gordon-Lewitt en estado de gracia que a partir de ahora se ha convertido en mi ídolo e intérprete favorito. A Hesher se le podría definir como el Joker de Chris Nolan antes de ser el Joker, es decir, el Joker en un momento anterior al que puede verse en El Caballero Oscuro, cuando todavía no ha encontrado un objetivo que cumplir en su vida y deja rienda suelta de manera aleatoria a su carácter absolutamente libre y salvaje, una comparación que no creo que tenga nada de forzada dado el enorme parecido físico entre el fallecido Heath Ledger y Gordon-Lewitt. Pero más allá de esta apreciación el personaje, gracias al fantástico trabajo de guión y a la contenida interpretación de Lewitt, nunca cae en el ridículo a pesar de bordearlo, nunca pierde su credibilidad y, lo que es más importante, le permite, al igual que al archienemigo de Batman, acabar destapando explosivamente, en esta ocasión a un nivel cotidiano en ved de social y político, las hipócritas convenciones sociales que limitan y condicionan las vidas de aquellos individuos que viven sumisamente y son machacados día sí día también tanto por otras personas más fuertes como por las propias y caóticas circunstancias de la vida, una idea que queda hermosamente reflejada con la historia mediante la que Hesher responde a la abuela del protagonista cuando esta le inquiere inocentemente, como cualquiera de nuestras abuelas haría, sobre su desconcertante comportamiento, escena que sólo por sí misma hace que merezca la pena el visionado de este enorme peliculón.