Sosa y ramplona, dirigida e interpretada con corrección pero sin alma, lo más interesante vuelve a encontrarse, como casi todo el cine de Zinneman, en la minuciosa descripción de ambientes. Si en
Histora de una monja se trataba del proceso de admisión a una novicia, y en
Chacal de la preparación milimétrica del famoso sicario, aquí se documenta con pelos y señales el arte del pastoreo ovejero australiano. Desde peligrosa trashumancia a través de la traicionera estepa, hasta la temporada de esquilar a los bichos. Lástima que la peripecia protagonizada por Mitchum, Kerr e hijo aburra a las ovejas, valga la redundancia.