Invasión en Birmania

[Staff CINeol]

Ficha


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[Villano]

Más que una apología de la guerra o contra la guerra o del heroísmo, lo que Samuel Fuller hacer en esta película es un homenaje a esos hombres que siendo voluntarios lo dieron todo y pasaron mil penalidades simplemente para cumplir objetivos estratégicos, por ser una pieza más de un engranaje. Eso sí que emociona y no ver a trescientos tíos medio en cueros y super mazas dándose golpes en el pecho como gorilas en celo y partiéndose el ojete de la risa mientras deguellan a sus descerebrados rivales. En esta película los enemigos a los que se enfrentan defienden cada palmo de terreno, las enfermedades son más terribles que cualquier nido de ametralladoras, vemos a los soldados viajar por la jungla en las peores condiciones, dudan, están asqueados, hay un auténtico esfuerzo por mostrar finedignamente el interior de los soldados y es por eso que por mucho que luego, hacia el final, se vea un desfile con banderita incluida no deje en la película la marca de un patriotismo hooliganesco.
Las batallas están ahí e indudablemente suponen un acontecimiento de interés cada vez que ocurren, pero lo que más importancia tiene es que se vean a esos soldados y ver que es lo que les hace seguir más allá de sus propias fuerzas (física y anímica) y de paso contagiarte de sus dudas, de su hastío, de su coraje o de su rabia.

Hacía tiempo que quería ver que clase de director era Samuel Fuller y, para mí sorpresa, ha resultado ser bastante mejor de lo que imaginaba. A diferencia de muchos de sus compatriotas contémporaneos, Fuller posee una puesta en escena muy dinámica, llena de nervio, que le sabe sacar mucho juego a la cámara y que sabe tratar todas las emociones en su justa medida y que también confía en el poder comunicativo de las imágenes. No en vano uno de los capítulos más poderosos y emotivos de esta película es esa escena en la que los merodeadores, estando tirados por los suelos de la aldea birmana, abatidos, exhaustos, intentando aprovechar en la medida de lo posible esa breve pausa, ven como los aldeanos se les acercan y les ofrecen algo de comer y les acogen con una enorme hospitalidad, sin poder dialogar con palabras, dándole lo poco que tienen después de verlos tan echos caldo. Imposible no llorar ante una muestra de humanidad tan auténtica. Esa es una muestra de la gran sensibilidad que posee esta película, que es lo que le hace sumar más puntos e ir más allá del funcional y convencional relato bélico.

Lo único que quizá no me acaba de cuajar, aunque sea de manera leve, son las actuaciones. La película posee algunos momentos de actuación brillantes (como el que he citado anteriormente) pero por lo general, y aunque me parecen correctadas, no me acaban de llegar esas emociones que se suponen están transmitiendo, sobreotdo los que hacen de los oficiales de más alta graduación. Es la única semi-pega que se me ocurre para ponerle a esta película. Bueno, quizá también es verdad que hacia el ecuador de la película, con tanto vagabundear por la selva, hay cierta sensación de repetitividad, lo cual, por otro lado, también se puede leer como que es así como lo deberían vivir esos tipos aquella travesía. Si hubiese sido como un paseo por Disneylandia no hubiera habido película.