71 Fragmentos de una Cronología del Azar

[Staff CINeol]

Ficha


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[El Pinguino]

Leí una vez una declaración de Haneke en la que decía que él no era pesimista respecto al futuro de la humanidad, que si lo fuera haría películas alegres para hacernos olvidar nuestros problemas; que si hace este tipo de filmes es precisamente porque tiene fe en las personas y en su bondad innata. La verdad es que es un razonamiento tan curioso como perverso, y muy propio de este hombre.

Con estos 71 fragmentos quizás firmó su obra más radical (que no la mejor, desde luego), pues evita contar una historia concreta con personajes determinados, limitándose a mostrar trozos de realidad de los que pueden extraerse la crítica a la opulenta sociedad europea repetida a lo largo y ancho de toda su obra: incomunicación familiar y social, comportamientos mecánicos y obsesivos a los que se ha eliminado cualquier atisbo de humanidad, indiferencia hacia los demás, desprecio hacia los pobres,... Lamentablemente su voluntad de distanciamiento y frialdad acaba jugando en contra suya y, al contrario de lo que ocurría en la excelente El séptimo continente, Haneke cae en la incocreción, en no decir nada a través de las imágenes, y se acaba perdiendo en el intento de reflejar una rutina más realista posible. Es llamativa la escena del entrenamiento de ping-pong, pero a mí personalmente me cargó sobremanera la interminable y desesperante conversación telefónica del viejillo con su hija, todo un ejemplo de como mostrar la más aplastante banalidad de un modo igualmente banal. Ese es precisamente el problema del filme, que se queda encerrado en su propio corsé y parte de la fuerza de su mensaje se diluye entre tanta calculada intranscendencia (un poco como sucedía en La Horas del día, pero careciendo de la contundencia de sus dos escenas "cumbre"), lo que acaba haciéndole perder mucho interés.

Aún así Haneke es Haneke y siempre ofrece cosas sugestivas, aunque sea en pequeñas dosis: en este caso, me ha impactado el recurso de introducir fragmentos de telediarios en medio de las escenas de ficción, dando a entender lo absurdo y ridículo que resulta una masacre como la de la peli en el contexto de un mundo tan manchado de sangre y muerte, y a la vez mostrando el paralelismo entre esa matanza y cualquier guerra, siendo ambas igual de absurdas e inexplicables. Tampoco se me olvidará fácilmente el plano del niño comiendo de la basura mientras una pareja lo mira desde su coche con estupefacción, una situación tan cotidiana y aceptada que parece que sólo nos damos cuenta de lo inaceptable que resulta cuando la vemos en una película de ficción.