Empiezo a estar hasta los cataplines de las supuestas 'obras maestras de cine de autor', en opinión de la crítica especializada; ¿habrán visto alguna de estas gloriosas películas en realidad? Especialmente, cuando te la meten doblada al enseñarte dos o tres escenas impactantes del filme en cuestión (a
Días de cine y similares me remito), y ya uno cae en sus redes: ¡Joder, Charlotte Rampling siendo empujada violentamente por los SS, qué bueno tiene que ser esto! ¡Seguro que las dos horas y pico que dura se deben pasar volando! Pero noooooooo; Visconti se une al selecto grupo de plomazos que, una vez atrae nuestra atención con una apertura interesante, se va desinflando y cayendo en picado sin frenos.
Además, ¿qué coño tiene que ver la aristocracia alemana pre-II guerra mundial, con la aristocracia italiana de finales/principios del siglo XX? A Visconti se le nota incómodo, igual que un pez fuera del agua, y piensa que su insufrible barroquismo vale tanto para un roto como para un descosido. No contento con subrayar hasta el infinito el carácter decadente de Martin (Helmut Berger, quizá lo mejor del film) como si fuera la decadencia algo innato a cualquier forma de aristocracia, acaba tirando del tópico en más de una ocasión, ya sea a través del primo nazi más nazi que Hitler, ya sea a través de la calculada ambigüedad - tan falsa como un duro de madera- de Dick Bogarde y señora. Por no mencionar la violencia inherente a todo lo que rodee a la cruz gamada.
Como la matanza de las SSA en esa especie de albergue vacacional. Bonita forma de representar un tiroteo, llenándolo todo de sangre de pega y balazos inexistentes. Peckinpah se habría descojonado de risa al contemplar tan lamentable secuencia.
En fin, una obra extra-Ordinaria, que hará las delicias de todo amante del canal 7 (por su cutrez) y demás iluminados del cine de caspa y ensayo. ¡Heil, Luchino!