Empieza bien, mostrando con brío la vida cotidiana del Kurdistán fronterizo y evitando recrearse en efectismos baratos. Tiempo después hacen su entrada los tres refugiados... entonces, todo se desmorona. Aparecen conflictos románticos, psicológicos e incluso parapsicológicos (acojonante el manco con poderes adivinatorios) que no pegan ni con cola. A cambio, desaparece la agilidad narrativa característica del personaje de Satélite; la frescura del mismo da paso a un culebrón venenzolano a cargo de la chiquilla, mancillada por iraquíes disfrazados de monstruos sangüinarios. ¿O era el revés? En fin, que de una perspectiva general con cierto interés, se pasa de manera bastante chapucera a un drama individual maniqueo y simplista, sin verdadera intención de resultar neutral. ¡Que vivan los quintos, que digo los yanquis!
Las últimas secuencias me cogen con la guardia baja, así que no consigo emocionarme ni remotamente con los dramáticos sucesos que me están contando. Tras la efectista y manipuladora Buda explotó por vergüenza, segundo chasco importante con el cine iraní. ¿Será verdad todo lo que dice Carlos Boyero sobre esta corriente cinematográfica?