por Villano » 19 Dic 2008 21:52
El melodrama hollywoodiense suele ser un género que de entrada me resulta estomagante. Requiere mucha sensibilidad por parte del director el conseguir nivelar la balanza y que las actuaciones no se pasen de manieristas, los personajes vayan más allá de los arquetipos y la historia resulte emocionante sin caer en cursilerías empachosas o ampulosidades vomitivas. Cosa que no sucede en la mayoría de las películas de este género. La primera que para mí consiguió superar esas barreras fue el Stella Dallas, de King Vidor. La siguiente ha sido ésta, La Loba, que va mucho más allá de su recorrido emocional.
Aquí el melodrama no es un simple vehículo para venderte la pena de los personajes, que llores un poquito y luego te olvides, si no que mediante un riguroso manejo de la historia se pretende disparar con bala contra los pequeños burgueses, esos personajes, trepas avariciosos, que con el paso de los años han ido creciendo y corrompiendo los altos estamentos del planeta entero y que aquí están estupendamente encarnados por los tres hermanos Giddens. Lejos de recurrir al maniqueísmo para facilitarse la labor, el guión consigue esbozar unos personajes a los que se les nota que portan un pasado sobre sus espaldas, que en mayor o menor medida son de cáracter ambicioso, mezquino e hipócritas, pero no son malos en el sentido absoluto de la palabra, sencillamente han sido educados con esos valores, que el mejor es el que más tiene. Basta con leer entre líneas en las conversaciones que mantienen los personajes a lo largo de la película para imaginar con precisión cual ha sido su trayectoria vital (la conversación que Birdy recuerda haber mantenido con su madre, la cena del principio con el industrial de Chicago, etc...), para ver cómo escogieron lo más conveniente y no lo más les apetecía. De ahí surje el drama. Son personajes que están construidos sobre base sólida, repleta de verosimilitud, sin paños calientes ni demonizaciones, muy auténticos. Son de esa clase de alimañas que a la que huelen un puñado de billetes juntos se tiran en plancha sin que les importe nada más. En ese sentido es muy representativo el desdén con el que tratan a Birdy, a la que en el fondo envidian por ser la única y genuina aristócrata de tan "respetada" familia, que además simboliza perfectamente esa clase alta sureña que se viene abajo y cede ante los Giddens de este mundo, los Villalongas, los Agags y demás ponzoña repugnante.
Además del tacto y la severidad con la que se desarrolla la historia, evitando siempre los atajos, otro factor decisivo, como en cada drama que se precie, son las actuaciones, que están estupendamente bien medidas, sobrias a la par que intensas. En general el reparto está brillante, incluso la que hace de hija (no recuerdo ahora su nombre), que tiene el típico papel de adolescente bleda, pero lo lleva con mucha dignidad y sabe encajar dentro del marco en el que reina Bette Davis, soberbia, de summa cum laude total. Dado que su papel arquetípico es el de arpía con carácter, es difícil poder darle los matices necesarios para se diferencie de sus otras interpretaciones, pero aquí lo consigue desapareciendo detrás de la piel de Regina, haciendo válida esa frase que dice que el odio, como los ríos, hacen menos ruido cuanto más profundos son. Si algún día una mujer me mira como ella lo hace en la escena que ha mencionado morneo, espero poder tener la posibilidad de salir por patas ipso facto.
Es una pena que esta película no arrasara en los Oscars del 41. Si se hubiese llevado el gato al agua, posiblemente habría creado una escuela de melodrama mucho más interesante y digna que la que luego se impuso en Jolibú. Tuvo que batirse con auténticos colosos y aunque no triunfó la mejor, bien podía tutear por ejemplo a Ciudadano Kane.
De cualquier manera, reconocimientos circunstanciales al margen, se ha convertido para mí en una obra referencial de su género, una de las películas de los 40 que más me han llenado. Le doy un 8+/10.