Decía recientemente Guillermo del Toro en una entrevista que un mentor suyo le había dicho, al respecto de
La Forma del Agua, que pareciera que llevaba 9 películas aguantando la respiración y que, con esta peli, había soltado todo lo que llevaba dentro. Estoy plenamente de acuerdo con esa idea, como también con ese otro comentario del propio Del Toro diciendo que esta es su mejor película. Hay grandes momentos en el cine previo de Del Toro, algunos extraordinarios, y atesora un par de pelis estupendas (una, a mi juicio, magistral, que sería
El Laberinto del Fauno). Pero
La Forma del Agua es magistral en cada milímetro de su narración, en cada elemento que la conforma, en el fondo y en la forma, en las intenciones y en la ejecución.
Se pueden alabar muchas cosas, desde la preciosa partitura de Desplat y la cinefilia que recorre toda la narración hasta las interpretaciones (descomunal Sally Hawkins en cada jodido plano, sin desmerecer a sus compañeros, que están todos estupendos) pasando por la puesta en escena más visual, expresiva y rica en recursos que ha pergeñado Del Toro en toda su carrera. Ahora bien, todo eso son canales y medios para una historia maravillosa, hermosa y humana, que sólo cristaliza así de bien cada muchos, muchísimos intentos. Las grandes películas, aquellas de ideas trascendentes e importantes, no te dan la turra o se exhiben: te indican las cosas desde sus bases argumentales, desde el prisma oblicuo y tangencial a través del cual optan configurar su punto de vista y miran a los conflictos.
La Forma del Agua es subversiva ahí. Esta historia te narra como una mujer a la que la vida le ha dado todos los puntos para ser una miserable y una amargada es un dechado de vida, es amable, sonríe, se masturba, es libre y quiere a los pocos amigos que tiene a pesar de ser consciente de que, sí, está sola en el mundo, con todo el dolor que eso conlleva. Mientras, su antagonista, "ese monstruo que lo intenta destruir todo" como nos anticipa el prólogo, teniendo cada uno de los bienes materiales a su disposición, una familia que lo quiere y una posición de autoridad, es un infeliz de mierda que nada le llena. ¿Se puede hacer una crítica al sistema tan consistente, tan madura y tan profunda sin la más mínima discursividad vacía? No digamos ya la capa extra de riqueza argumental a través del personaje de Michael Stuhlbarg
Un espia ruso que no es el malo que apuntala el maniqueísmo potencial del relato, sino que realza aún más el humanismo de la película. Es un científico antes que ruso.
Es una película para reconciliarse con el género humano sin necesidad de almíbar y de tonterías. Ahí es nada. Nota: 9/10.
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