Posiblemente, Greta Garbo sea la actriz más legendaria de la historia del cine. Dotada de una fotogenia inusual "La Divina" o "La Esfinge Sueca" participó en una treintena de películas hasta su inesperada retirada en 1941. Su rostro adornó la portada de numerosas historias de cine. Aún despúes de más de medio siglo, su rostro representa la esencia del estrellato cinematográfico.
Debutó en su tierra natal, Suecia, realizando cortos comerciales. Fue descubierta en la Real Academia de Arte Dramático de Estocolmo y un gran director sueco llamado Mauritz Stiller se fijó en ella. Le dio el papel de una joven condesa italiana en La leyenda de Gösta Berling. Su elección no pareció un acierto al principio, ya que su personalidad no era digna de elogio. Stiller siguió confiando en ella y bajo recomendación de la gran diva Asta Nielsen consiguió su segundo papel femenino en Bajo la máscara del placer, dirigida por Georg Wilhem Past. Past consiguió arrancar de la joven Greta momentos magistrales de interpretación. En esta película, se empiezan a apreciar las características de sus estilo: el ritmo del cuerpo y la economía de su gestualidad por otro lado intensa.
Durante su estancia en Berlín, Garbo y Stiller fueron contratados por Louis B. Mayer para trabajar en los estudios de la Metro. En 1925 desembarcaron en New York. La Metro no sabía que hacer con Garbo, que papeles proporcionarle. Pero Stiller realizó uno de sus pasos más audaces: consiguió que la revista Vanity Fair publicase una fotografía de su protegida donde demostraba su expecional fotogenia. El resultado: aumento de sueldo y el papel protagonista de El Torrente. Stiller confiaba en dirigir a Garbo en su siguiente película: La Tierra de Todos, pero fue expulsado del rodaje y sustituido por Fred Niblo. Stiller regresó a Estocolmo fracasado y enfermó, donde poco después murió de un ataque al corazón. La muerte de Stiller pilló a Garbo en pleno rodaje de Orquídeas Salvajes. Se lo comunicaron cuando estaba rodando una escena de amor. Ella se retiró a un rincón tremendamente apenada. Después de un buen rato, regresó al plató y rodó la escena, tal como Stiller hubiera deseado.
Para nadie es un secreto que ciertas parcelas importantes de la filmografía de Garbo han sido olvidadas. La etapa muda tan determinante para la evolución del mito, es en la actualidad la menos conocida dada la escasa audiencia actual por el cine mudo. En esa época, la Metro quería convertir a Garbo en una encarnación del erotismo exótico. Se la etiquetó en papeles de mujer fatal y solamente con el sonoro se le permitió redimirse en papeles históricos, más o menos prestigiosos envueltos en un halo de romanticismo. La seducción que mostraba en pantalla era un símbolo de lo sensual y pecaminoso.
En la mirada de la Garbo, los sentimientos tienen un alcance que se resiste a ser calificado habiendo en ellos un misterio permanente. Y ella convirtió aquello en un estilo siempre actual, inquietante y sobretodo cautivador. Esa Garbo que no podía dejar oir sus palabras aprendió a utilizar su cuerpo como forma expresiva. Garbo se estilizó, inventando una criatura que iba más allá de lo que Hollywood había fabricado hasta aquel momento..
A pesar de que la Metro le proporcionaba melodramas mediocres, ella mantenía su impronta de emotividad e intacto su misterio. Cuando la Metro le proporcionó mejores papeles, como en Margarita Gautier y La Reina Cristina de Suecia, su genio brillaba en lo más alto. Poco después se consagró en lo más alto con El Demonio y la Carne, dando vida a una mujer fatal perfilada con gran sutileza. La prodigiosa dirección de Clarence Brown y la intensidad de las escenas amorosas de la Garbo y Gilbert se convertirían en referencia obligada tanto del cine romántico como del cotillero general, ya que su supuesto romance en la vida rela hizo correr ríos de tinta. El estudio se aprovechó de este supuesto romance para darle más publicidad a la película. Posteriormente, John Gilbert trabajó con Garbo en Ana Karenina (1927), La Mujer Ligera y La Reina Cristina de Suecia.
Posteriormente, la Grabo rodó en 1928 La Dama Misteriosa donde la Garbo forjó su propia aureola con una papel poco exigente. Pero ella con cada mirada, cada gesto y movimiento resultan una gran lección de ritmo e intencionalidad. Poco después rodó Orquídeas Salvajes, la quintaesencia del melodrama exótico. La Mujer Ligera y Tentación son las películas que mejor dan ejemplo la rabiosa modernidad del personaje Garbo. Sus dos protagonistas son dos mujeres emancipadas en el más amplio sentido de la palabra. Su última película muda fue El beso.
Y llegó la época del sonoro. En la Metro había dudas y miedos sobre si la Garbo iba a sucumbir como otras estrellas a las exigencias del micrófono. Poco después se disiparon las dudas. En una prueba de 10 minutos, Garbo demostró poseer una voz grave, hundida, cavernosa, pero provista de una rara fascinación. Sin embargo, su acento seguía siendo una traba insalvable. La Metro encontró para ella un personaje ideal en Anna Christie, ya que su personaje era hija de un inmigrante sueco. Pocos eslóganes fueron tan famosos como aquel de "Garbo Talks" (Garbo habla) y pocas frases tan esperadas como las que ella debía pronunciar. Dadas las exigencias del sonoro, la Garbo casi siempre tuvo que interpretar personajes extranjeros como en Romance, Inspiración, Margarita Gautier, Ana Karenina, Ninotchka, Gran Hotel, Maria Walewska, La Reina Cristina de Suecia, Mata Hari y La mujer de dos caras.
Realizó en 1931 Susan Lenox junto con Clark Gable, Inspiración bajo los brazos de Robert Montgomery. En 1932 protagonizó Como tú me deseas y Gran Hotel, esta última reuniendo un elenco de estrellas de la categoría de Joan Crawford, Wallace Berry y los dos Barrymore, John y Lionel. En todas ellas, la Garbo resplandecía, como posteriormente en Maria Walewska y Mata Hari. Pero las dos películas que realmente la encumbraron del todo, donde se puede admirar el amplio repertorio estilista e interpretativo de Garbo lo representan dos películas: Margarita Gautier y La Reina Cristina de Suecia. En la adaptación a la gran pantalla de la novela de Dumas La Dama de las Camelias, Garbó ofreció la que sea su mejor interpretación. Cukor consigue extraerle toda su calidez. La Camille que da vida Garbo es demasiado inteligente para la vida frívola y en exceso generosa. Pero sobretod Garbo resulta inconcedible como...puta, a pesar del tratamiento tan romántico que se le da a una cortesana. En La Reina Cristina de Suecia, tanto la Garbo como el director Robert Mamoulian se elevan por encima de la película y se imponen. Es una película repleta de momentos muy expresivos sin apenas decir nada, siendo como colofón ese final con ese rostro inexpresivo que de repente se convierte en tremendamente locuaz.
En 1939, Garbo protagonizó Ninotchka con otro eslogan de campanillas: Garbo ríe. Antes de esa comedia, ella había iluminado la pantalla con su sonrisa, la cual era inmensamente ambigua, siendo difícil de precisar si expresaba sastisfacción o melancolía. Hablase, riese o llorase, la Garbo seguía siendo única. Melodramas, películas seudohistóricas o comedias ligeras fueron siempre redimidas con su sola presencia. Su última película, La Mujer de Dos Caras, resulta ser un injusto colofón para el fin de su carrera. Se retiró en 1941 ya que le horrorizaba envejecer en pantalla ante su público. Y su figura se convirtió en igual de misteriosa y enigmática que cuando actuaba en pantalla. La Garbo aún permanecerá siempre triunfante en las pantallas iluminadas y en la memoria de posteriores generaciones...
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