Artículo de mi blog que cuelgo aquí para mayor difusión. Muchos ni le conocerán, pero seguro que morneo, jazze, etc. adoran al director de Arsénico por compasión, Vive como quieras, Qué bello es vivir, etc.
Probablemente uno de los directores más controvertidos de la historia, la filmografía y vida de Frank Capra siempre ha sido juzgada desde diversos ámbitos con una doble perspectiva. Por un lado, Capra fue un tremendo cineasta, probablemente uno de los primeros grandes directores del Hollywood clásico de los años 30 y 40. Por otro, Capra ha sido tachado de ultraconservador y patriótico fantoche, predicador en el desierto de valores infantiles e ingenuos. Sea como fuere, lo que está claro es que la historia ha reservado a este enorme director de actores e historias intimistas un lugar privilegiado, un lugar que probablemente él nunca soñó. Su obra más personal y en la que más esfuerzo puso, ¡Qué bello es vivir!, ganó con los años una popularidad tal en el ámbito familiar que cuando Capra murió pudo gozar de su posición oficial como "película de las navidades" por los buenos sentimientos desprendidos en un film ignorado en su estreno. Pero toda historia tiene un comienzo...
Frank Capra, como es bien sabido, fue inmigrante italiano. Nació en Sicilia y de muy pequeñito se fue a la tierra de las oportunidades y los sueños: la América emergente que se hacía paso dentro de la historia. Su vida se vio totalmente influenciada por las dos Guerras Mundiales, desarrollándose el grueso de su carrera cinematográfica en el periodo llamado comúnmente de "entreguerras". Participó en ambas contiendas, aunque de distinta manera. En la I Guerra Mundial un joven Capra estuvo en el frente y poco después empezó a tontear en el mundo del cine gracias a su amigo y actor Walter Montague. Sus comienzos en el star system fueron de guionista y director ocasional hasta que fichó por Columbia y empezó a destacar como director de películas sencillas llenas de sentimientos, romance y actores emergentes.
El gran mérito de Capra fue el de lograr dignificar la tarea de la dirección dentro de Hollywood. Lograr convencer a los productores de que sus ideas podían funcionar y comenzar a dotar de personalidad auténtica a sus películas no era algo tan común en los años 30. Sin embargo Capra logró que sus films tuvieron un "sello Capra", que el público conociera a sus películas por su director y, algo difícilmente imaginable entonces... ¡que su nombre apareciera antes del título de la película! Décadas después, su nombre se identifica claramente y hasta existen películas que el público observa como "capraquianas", un adjetivo que se da a films de sentimientos bonitos, personajes confundidos y ambiente fabulesco. The Majestic, de Frank Darabont, sería un ejemplo interesante de ese tipo de cine.
Capra obtuvo el éxito con sus primeros films a partir de comedias como La mujer milagro o Dama por un día. En este tipo de películas explotó su capacidad para dirigir actores en comedias con ligeros, muy ligeros, toques sociales. Tan ligeros como en su primer gran bombazo: Sucedió una noche. En esta exitosa película, Capra unió a Claudette Colbert y Clark Gable en su primer gran clásico. A partir de una pequeña anécdota, la huida de una rica heredera y su contacto con un periodista manipulador y sagaz, Capra construye una perfecta road-movie romántica en la que los dos protagonistas, inevitablemente, unen sus aparentemente imposibles destinos. Capra apunta maneras de lo que sería su cine más moralista con el primer toque de atención a la prensa, a la que deja como impasible ante los sentimientos. La lucha entre sentimientos y materialismo (riqueza vs. sencillez) se empieza a vislumbrar aunque, en líneas generales, la película es grande no por su trascendencia o significación sino por la química entre los dos actores y la perfecta dirección de Capra. Supuso, aparte del lanzamiento total de Capra y Gable, el primer Oscar para el director en su exitoso idilio con la estatuilla más anhelada de Hollywood.
En Horizontes perdidos Capra ya desarrolla de manera completa, con una historia mezcla de aventuras y ciencia-ficción como excusa, su filosofía de vida, marcada por la lucha entre los sentimientos más puros como el amor, la amistad, la comprensión, la tolerancia, etc. y los instintos más materialistas: la avaricia, el egoísmo, la ambición desmedida, etc. Capra puede paracer, paradójicamente, hasta un comunista convencido, gracias a su aversión al capitalismo más feroz que encarnan personajes como el Sycamore de Vive como quieras o el señor Potter de ¡Qué bello es vivir! De vueltas con la prensa, Capra describe antes en El secreto de vivir el triunfo de la sencillez de un hombre contra el sistema corrupto. Uno de estos sistemas podrido para Capra fue la prensa; en El secreto de vivir Capra cuenta la odisea de un rico heredero, sencillo y mundano, que se tiene que enfrentar con la fama y los magnates del momento. Obra maestra con Gary Cooper como el héroe anónimo que luego encarnaría James Stewart como actor fetiche, y segundo Oscar para Capra.
Con un hilo argumental claro para sus películas Capra, con su compañero de guiones Robert Riskin, explotaría en los años siguientes todo el potencial que daba de sí el mismo tipo de películas que estrenó con El secreto de vivir. Del 38 al 41 realizó tres maravillosas películas que marcarían completamente su cine. Se trata de Vive como quieras, Caballero sin espada y Juan Nadie. En todas ellas conviven los mismos elementos, centrados sobre todo en la lucha ya comentada anteriormente. Particularmente brillante fue la película que le valió su tercer Oscar, Vive como quieras, en la que Capra dibuja el choque entre dos familias, cada una de ellas con su propia filosofía ante el mundo. Vive como quieras define perfectamente lo que para Capra era el sueño americano que él mismo disfrutó: la búsqueda de la libertad y no del dinero. En Caballero sin espada la lucha vuelve a ser la del hombre contra el sistema viciado y en Juan Nadie tenemos otro héroe anónimo vs. egoísta malvado.
Por si todo esto no fuera suficiente para marcar el carácter de Capra, durante los siguientes años dejó de un lado el cine más convencional para dedicarse a participar, como ya adelantamos, en la II Guerra Mundial. Fue a través de la serie de documentales Why We Fight, que trataban de justificar a los ojos de los americanos la presencia de EEUU en una guerra tan lejana de sus fronteras. Continuó la serie con algún documental extra como Cónoce a tu enemigo: Japón, y se ganó la fama de ultranacionalista y ultraconservador. Lo cierto es que Capra lo era, pero por el lado positivo. Es muy probable que si hoy en día se diera cuenta de en qué se ha convertido el capitalismo, le diera la espalda. El tiempo y la perspectiva histórica han hecho que sus películas parezcan cualquier cosa menos capitalista por ensalzar valores que esta filosofía de vida no se particulariza por atender en exceso.
De vuelta al cine, a Capra todavía le quedaba gasolina para firmar dos obras maestras al margen de su periodo exitoso. Primero fue una intrascendente película elevada a la categoría de obra maestra dentro de la comedia de enredo: Arsénico por compasión. Se valió del rey de la comedia Cary Grant para filmar una maravilla del humor negro con momentos inolvidables y un ritmo frenético. Recomendable para todos los gustos y muy al margen del cine más personal de Capra. No se puede decir lo mismo de su Obra Maestra con mayúsculas y absoluta: ¡Qué bello es vivir!
Capra quería, al finalizar la II Guerra Mundial, algo que elevara la moral de sus conciudadanos. Había terminado por ver en el cine un modo de expresión que llegaba a la gente y podía influir en su estado de ánimo, y así decidió rodar una historia familiar, cargada de buenos sentimientos, de momentos dramáticos y cierto toque fantasioso que en conjunto lograran evadir al pueblo de su melaconlía. Era el cine de siempre de Capra, pero revestido con un aura todavía más meloso y melodramático, sin tanta carga ideológica pero asequible a todos los públicos. Y el hecho es que fracasó. Capra tenía ya el control total de sus películas y se empeñó en hacer una película que sus allegados vaticinaron como fracaso. No parecía el momento mejor para una película así, pero por las mismas razones Capra creyó en ella. Es el tiempo el que ha elevado a ¡Qué bello es vivir! como una de las mejores películas de la historia. A finales de los años 60 se empezó a emitir en diversos países como complemento perfecto a la época navideña en la que también transcurre el film, y constituyó poco a poco una tradición familiar similar a poner el árbol de navidad juntos o cantar villancicos. Capra había traspasado las barreras de la pantalla grande y había convertido una sencilla y fracasada película en icono de la época más familiar.
¿Qué más podía pedir? Nada. Capra murió en 1991 con la satisfacción de haber hecho su labor, de haber puesto su granito de arena. Pocos directores ha habido en la historia tan personales, tan íntimos y que han elevado la tarea de dirección a lo que se entiende hoy en día, el auténtico alma de una película. Y es que, como él mismo añadió en el título de su autobiografía, fue el primer director en poner su nombre encima del título de la película. Él fue el primero de una interminable historia de grandes directores, de grandes nombres. Un genio, admirado por muchos y mancillado por otros cuantos, de filosofía polémica pero sincera y que ha hecho llorar en cada película a generaciones de espectadores.