por juanan_gollum » 28 Mar 2007 00:57
Muy interesante todo lo que habeis comentado. Dejo un fantastico mini estudio sobre el film escrito por; Sergio Vargas, que alomejor os interesa.
Cuatro asesinatos y un cadáver
Rashomon supuso todo un acontecimiento para el mundo del cine en general, y para el del cine japonés en particular. El undécimo trabajo de Akira Kurosawa fue el vencedor en el festival de Venecia, y tras ganar numerosos premios de la crítica, en 1951 ganó el oscar a la mejor película de habla no inglesa, convirtiéndose así en la primera película japonesa que gozaba de cierto prestigio puertas afuera del antiguo imperio del sol naciente, marcando el despertar de este cine de cara al resto del mundo, mientras que, paradójicamente, la película no había gustado a la crítica del país. Hasta la fecha sólo otros dos films nipones han logrado con posterioridad obtener el citado galardón de la academia de Hollywood, y precisamente ambas lo hicieron en esa misma década de los 50: La puerta del infierno (Jigokumon, Teinosuke Kinugasa, 1953) y la primera parte de la fundamental trilogía de Hiroshi Inagaki, Samurai (Miyamoto Musashi, Hiroshi Inagaki, 1954), que al igual que Rashomon, también estaba interpretada por el actor favorito de Kurosawa, Toshiro Mifune.
Seguramente ya han escuchado en alguna ocasión ese viejo problema filosófico que se plantea si se produce algún sonido cuando un árbol cae en el bosque y no hay nadie cerca para escucharlo; es más, si un árbol cae en el bosque y no hay nadie cerca para verlo ni oírlo, ¿Ha caído realmente? En Rashomon, la búsqueda de una respuesta al enigma que queda flotando en el ambiente al acabar la película es igual de complicada. Si un hombre muere violentamente en un claro del bosque tras la violación de su esposa a manos de un delincuente y cuatro personas lo han visto y lo han oído todo con pelos y señales, pero sus cuatro testimonios se contradicen a pesar de algunos puntos en común, ¿Qué es lo que ha sucedido realmente?
Kurosawa parte de los cuentos cortos "En el bosque" y "Rashomon" (1) del escritor japonés Ryunosuke Akutagawa (1892-1927) para construir junto a Shinobu Hashimoto el guión de la película, uno de sus films más breves junto con sus primeros trabajos, y también aquel por el que más frecuentemente se recuerda al director de imperecederas obras maestras como Vivir (Ikiru, 1952), Los siete samurais (Shichinin No Samurai, 1954) o Los canallas duermen en paz (Warui Yatsu Hodo Yoku Nemuru, 1960). La película comienza con la llegada de un campesino que busca protegerse de la lluvia al portal abandonado de Rashomon. Allí se encuentra con un leñador y un monje asombrados y confundidos ante lo que parece un misterio inexplicable. La curiosidad del recién llegado les mueve a explicarle aquello que turba sus pensamientos. La película se estructura en torno a las cuatro versiones distintas de lo ocurrido en el bosque, testimonios escuchados en la comisaria por el monje y el leñador, que resulta ser además el cuarto testigo. La parte desarrollada bajo el portal, al que regresa brevemente la narración entre testimonio y testimonio para escuchar las reflexiones de los tres personajes, está levemente inspirada en el relato Rashomon, mientras que lo sucedido en el bosque, así como la forma de contarlo a través de las cuatro versiones es singularmente fiel al otro cuento, En el bosque.
Igual que ocurre en la historia de Akutagawa, Kurosawa no trata de explicar lo que realmente ha ocurrido, limitándose a exponer las diferentes versiones y dejando que el espectador decida que creer y que no, o incluso llegue a plantearse si lo que ha pasado no será algo distinto que contenga elementos esenciales de las narraciones de los testigos. Pero de hecho, es mucho más complicado que todo eso. El primero de los cuatro en hablar es el delincuente Tajomaru –en lo que suponía la quinta colaboración de la prolífica relación actor-director de Mifune con Kurosawa, que se mantendría hasta Barbarroja (Akahige, 1965)– y mantiene que él es el asesino del hombre, pero que la mujer, de la que admite haberse enamorado, no opuso resistencia. Después, la mujer (Machiko Kyo) mantiene que Tajomaru la violó, pero que fue ella la que mató a su esposo, no pudiendo soportar la vergüenza y el odio que este la tendría en adelante. A continuación, escuchamos la voz del marido muerto –Masayuki Mori, que también protagonizó El idiota (Hakuchi, Akira Kurosawa, 1951) y Los canallas duermen en paz–, que habla a través de una médium. Éste, afirma que Tajomaru violó a su esposa, y que fue él mismo quien se suicidó. Al terminar el testimonio del marido muerto, finaliza el cuento de Akutagawa, pero Kurosawa todavía le da una vuelta de tuerca más al acontecimiento, desconcertando todavía más al espectador, que a esas alturas estará tanto o más confuso que los tres personajes. El leñador, que igual que ocurre en el relato, había confesado al principio haber sido el que descubrió el cadáver, pero no haber presenciado los hechos, se descubre ante sus compañeros de refugio, mientras la lluvia sigue cayendo torrencialmente, como el cuarto testigo con una declaración bastante parecida a la de Tajomaru, admitiendo no haber hablado ante la policía para no meterse en líos.
Una de las posibles explicaciones sería que las versiones de Tajomaru (contada por el leñador) y del leñador son en esencia ciertas, es decir, Tajomaru es el asesino. La mujer mentiría porque se siente atraída por Tajomaru y decide salvarle, culpabilizándose ella del crimen (aquí es donde más flaquea esta interpretación) y el muerto decide que, ya que él no podrá dar la felicidad a su esposa, ésta al menos sea feliz, aunque sea en compañía de su asesino, así pues, dice que se suicidó, eximiendo a ambos de toda culpa. Termina su declaración comentando que notó cómo alguien extraía la daga con la que se mató, presumiblemente el leñador, razón fundamental por la que éste habría rehusado hablar con la policía. Pero lo cierto es que tanto ésta como cualquier otra versión de los hechos, presentan puntos débiles insalvables, desde el momento en que lo único que podemos saber es lo que nos cuentan esas cuatro personas y teniendo en cuenta, y ahí está la clave de todo, que aún siendo nosotros mismos los propios testigos de los hechos, lo único que sacaríamos en claro es una quinta versión, la nuestra, que en principio sólo a nosotros convencería. El leñador, contrariado, le dice al monje que todo eso son mentiras, en referencia a las historias de Tajomaru y la mujer, a lo que éste le responde: «Los hombres siempre mienten. A veces, hasta se engañan a sí mismos». La verdad es relativa al punto de vista del intérprete de la realidad, y desde el mismo momento en que éste puede engañarse a sí mismo, nadie puede tener la certeza de estar en posesión de una verdad absoluta, sino solamente su propia verdad, y nadie puede responder a esa pregunta que queda en el aire: ¿Qué es lo que ha sucedido realmente?.
En el desenlace del film, Kurosawa incorpora otra notable variación respecto al Rashomon de Akutagawa. En el cuento, el protagonista se encuentra con una anciana que está arrancándole los cabellos uno a uno a los cadáveres para construir pelucas. Éste le roba las ropas a la anciana y se marcha de Rashomon dejando a la mujer desnuda y desamparada. La incorporación del bebé abandonado en sustitución de la anciana es un elemento verdaderamente afortunado en la culminación de la película. Del mismo modo que el protagonista del cuento, en este caso es el campesino quien roba todas las ropas que cubren al bebé y se marcha ante la sorpresa y el terror del monje y el leñador, alegando simplemente que el mundo en el que viven es un infierno. Nadie da nada por nadie y cada cual ha de velar por sí mismo, aún a expensas de los demás. Sin embargo, al contrario que en el cuento, la película concluye de forma alentadora, con el leñador acogiendo al bebé en su familia como uno más y devolviendo un poco de esperanza y humanidad a este "infierno del odio" en el que habitamos.
No únicamente, pero sí en parte por todo esto, la película del director de Dodeskaden (Dodesukaden, 1970) atrajo el ojo mundial sobre ella, sin embargo su impecable realización y una incuestionable puesta en escena también fueron, son y serán dignas de admiración. Porque si tenemos en cuenta la brevedad del guión (sobre todo en lo referente a diálogos) junto con la escasez de escenarios (únicamente el bosque, el portal de Rashomon y la comisaría), es evidente que se hacía necesario dotar a la película de un envoltorio visual lo suficientemente poderoso y atractivo y una planificación que escapase de la monotonía. Todo eso lo consigue Kurosawa con un estilo perfeccionista en el que cuida al máximo la composición de los planos y el montaje logrando hacer de Rashomon una auténtica pieza de orfebrería. Inolvidable el paseo del leñador a través del bosque, sus árboles que a duras penas dejan atravesar la luz del sol, el inserto del hacha, que más tarde será complementado con otros análogos del resto de armas que aparecen en la película (la daga, la espada, el arco y las flechas) y que son elementos fundamentales en la consumación del crimen y en los relatos de cada uno de los testigos. Inolvidable la preciosa música de Fumio Hayasaka, con ecos del bolero de Ravel, inolvidable el portal de Rashomon bajo la lluvia intensa, inolvidable la médium a través de la que se comunica alguien desde el más allá, inolvidable Mifune, inolvidable Kurosawa, inolvidable Rashomon.