Moderador: Damned Martian
Léolo escribió:El mejor western de los últimos 50 años, de largo.
Léolo escribió:El mejor western de los últimos 50 años, de largo.
katxan escribió:¿Por qué? Pues porque dentro de toda esa película perfecta, impoluta hay algo que no cuadra de ninguna de las maneras. Y ese algo es el tiroteo final en el Saloon, la conversión mágica del personaje de Eastwood, de un anciano acabado que apenas es capaz de sostenerse sobre la silla de su caballo en un ángel exterminador de pulso firme que mata sin apenas esfuerzo alguno a un grupo entero de enemigos más jóvenes y en mucha mejor forma que él, por no mencionar su abrumadora ventaja numérica.
Danny Rose escribió: Como siempre que hablamos de cine (y sino mira el comentario de Polcius) casi todo el valor de una película viene de la apreciación particular del espectador. Yo en ningún momento de la película veo al anciano acabado y frágil que ves tú. Al revés: veo a un hombre durísimo, un Hombre, con mayúscula, rodeado de críos. Un tío que intenta sacar adelante a su familia, solo, en una granja con un suelo ligeramente menos fértil que el de la Luna y que decide convertirse en asesino a sueldo para sacar adelante a sus dos críos. Con un par.
Experiencia le sobra: de joven fue uno de los forajidos más temidos del país. Ya no tiene ni la rabia ni la estupidez alcohólica que le llevó a hacer toda clase de salvajadas en su juventud, pero quien tuvo retuvo y lo que en su día pudo hacer borracho y rabioso ahora lo puede hacer frío y sereno. ¿Que de joven era capaz de montar durante tres días y pasarse un mes durmiendo al raso y ahora le duele la espalda y se pilla un catarro que casi lo tumba? Bueno, eso son cosas de la edad, pero no hacen de él un mal pistolero. El que ya no tiene estómago para matar a un tipo a sangre fría es su amigo Ned; el que está ciego como un topo es el chaval joven.
Si para el duelo final hubiese tenido que ponerse una armadura completa con triple loriga de malla y empuñar un mandoble a dos manos te daría la razón: es imposible que pudiese con un montón de hombres jóvenes, pero es que las armas de fuego han cambiado el mundo. En la película él entra al salón tranquilamente apunta con calma a sus víctimas a menos de tres pasos y dispara. Mientras va apuntando y disparando, entre el grupo de chiquillos hay quien huye corriendo, hay quien busca cobertura y hay quien le dispara un rosario de balas rezando porque alguna dé en el blanco. William Munny no es rápido sacando, ni se mueve con la agilidad de una serpiente, ni es fuerte como un toro ni pollas en vinagre. Sólo apunta con cuidado y dispara, tan rápido como puede, sí, pero siempre apuntando bien antes, sabedor de que no tiene sentido tirar a tontas y a locas. Cualquiera de los críos del salón hubiese podido tumbarlo haciendo lo mismo: apuntar bien y disparar. Pero para eso no basta con ser joven, rápido y fuerte. Hay que tener la sangre de horchata, y eso es lo que distingue a los bocachanclas como el joven que los acompaña o el escritor empeñado en mitificar a los pistoleros del salvaje Oeste. En la película, los únicos que saben qué es, de verdad, el Oeste de los pistoleros son el sheriff y Munny.
Corleone12 escribió:Danny Rose escribió: Como siempre que hablamos de cine (y sino mira el comentario de Polcius) casi todo el valor de una película viene de la apreciación particular del espectador. Yo en ningún momento de la película veo al anciano acabado y frágil que ves tú. Al revés: veo a un hombre durísimo, un Hombre, con mayúscula, rodeado de críos. Un tío que intenta sacar adelante a su familia, solo, en una granja con un suelo ligeramente menos fértil que el de la Luna y que decide convertirse en asesino a sueldo para sacar adelante a sus dos críos. Con un par.
Experiencia le sobra: de joven fue uno de los forajidos más temidos del país. Ya no tiene ni la rabia ni la estupidez alcohólica que le llevó a hacer toda clase de salvajadas en su juventud, pero quien tuvo retuvo y lo que en su día pudo hacer borracho y rabioso ahora lo puede hacer frío y sereno. ¿Que de joven era capaz de montar durante tres días y pasarse un mes durmiendo al raso y ahora le duele la espalda y se pilla un catarro que casi lo tumba? Bueno, eso son cosas de la edad, pero no hacen de él un mal pistolero. El que ya no tiene estómago para matar a un tipo a sangre fría es su amigo Ned; el que está ciego como un topo es el chaval joven.
Si para el duelo final hubiese tenido que ponerse una armadura completa con triple loriga de malla y empuñar un mandoble a dos manos te daría la razón: es imposible que pudiese con un montón de hombres jóvenes, pero es que las armas de fuego han cambiado el mundo. En la película él entra al salón tranquilamente apunta con calma a sus víctimas a menos de tres pasos y dispara. Mientras va apuntando y disparando, entre el grupo de chiquillos hay quien huye corriendo, hay quien busca cobertura y hay quien le dispara un rosario de balas rezando porque alguna dé en el blanco. William Munny no es rápido sacando, ni se mueve con la agilidad de una serpiente, ni es fuerte como un toro ni pollas en vinagre. Sólo apunta con cuidado y dispara, tan rápido como puede, sí, pero siempre apuntando bien antes, sabedor de que no tiene sentido tirar a tontas y a locas. Cualquiera de los críos del salón hubiese podido tumbarlo haciendo lo mismo: apuntar bien y disparar. Pero para eso no basta con ser joven, rápido y fuerte. Hay que tener la sangre de horchata, y eso es lo que distingue a los bocachanclas como el joven que los acompaña o el escritor empeñado en mitificar a los pistoleros del salvaje Oeste. En la película, los únicos que saben qué es, de verdad, el Oeste de los pistoleros son el sheriff y Munny.
Qué jodidamente bien explicado coño
Danny Rose escribió:katxan escribió:¿Por qué? Pues porque dentro de toda esa película perfecta, impoluta hay algo que no cuadra de ninguna de las maneras. Y ese algo es el tiroteo final en el Saloon, la conversión mágica del personaje de Eastwood, de un anciano acabado que apenas es capaz de sostenerse sobre la silla de su caballo en un ángel exterminador de pulso firme que mata sin apenas esfuerzo alguno a un grupo entero de enemigos más jóvenes y en mucha mejor forma que él, por no mencionar su abrumadora ventaja numérica.
Como siempre que hablamos de cine (y sino mira el comentario de Polcius) casi todo el valor de una película viene de la apreciación particular del espectador. Yo en ningún momento de la película veo al anciano acabado y frágil que ves tú. Al revés: veo a un hombre durísimo, un Hombre, con mayúscula, rodeado de críos. Un tío que intenta sacar adelante a su familia, solo, en una granja con un suelo ligeramente menos fértil que el de la Luna y que decide convertirse en asesino a sueldo para sacar adelante a sus dos críos. Con un par.
Experiencia le sobra: de joven fue uno de los forajidos más temidos del país. Ya no tiene ni la rabia ni la estupidez alcohólica que le llevó a hacer toda clase de salvajadas en su juventud, pero quien tuvo retuvo y lo que en su día pudo hacer borracho y rabioso ahora lo puede hacer frío y sereno. ¿Que de joven era capaz de montar durante tres días y pasarse un mes durmiendo al raso y ahora le duele la espalda y se pilla un catarro que casi lo tumba? Bueno, eso son cosas de la edad, pero no hacen de él un mal pistolero. El que ya no tiene estómago para matar a un tipo a sangre fría es su amigo Ned; el que está ciego como un topo es el chaval joven.
Si para el duelo final hubiese tenido que ponerse una armadura completa con triple loriga de malla y empuñar un mandoble a dos manos te daría la razón: es imposible que pudiese con un montón de hombres jóvenes, pero es que las armas de fuego han cambiado el mundo. En la película él entra al salón tranquilamente apunta con calma a sus víctimas a menos de tres pasos y dispara. Mientras va apuntando y disparando, entre el grupo de chiquillos hay quien huye corriendo, hay quien busca cobertura y hay quien le dispara un rosario de balas rezando porque alguna dé en el blanco. William Munny no es rápido sacando, ni se mueve con la agilidad de una serpiente, ni es fuerte como un toro ni pollas en vinagre. Sólo apunta con cuidado y dispara, tan rápido como puede, sí, pero siempre apuntando bien antes, sabedor de que no tiene sentido tirar a tontas y a locas. Cualquiera de los críos del salón hubiese podido tumbarlo haciendo lo mismo: apuntar bien y disparar. Pero para eso no basta con ser joven, rápido y fuerte. Hay que tener la sangre de horchata, y eso es lo que distingue a los bocachanclas como el joven que los acompaña o el escritor empeñado en mitificar a los pistoleros del salvaje Oeste. En la película, los únicos que saben qué es, de verdad, el Oeste de los pistoleros son el sheriff y Munny.
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