por Corleone12 » 18 Ene 2011 01:22
Darren Aronofsky firma su mejor película. La mejor porque le ha caído un guión con las particularidades e ideas necesarias para que le sea posible hacer convivir armónicamente, por un lado, su gusto posmoderno por matizar y alterar la imagen de manera esquizoide, y por otro, el proseguir con su depuración visual, impuesta desde The Wrestler. Es decir, que gracias a un riguroso manejo de la historia, se hace una conjunción coherente entre lo operístico y lo sobrio. Poco a poco se naturaliza visualmente la veta histérica latente en la película de tal modo que se ejecuta una traslación de realismo a paranoia transparentemente, haciendo así algo que a mí particularmente me encanta: enfatizar la falibilidad de la narración pero mostrando todas las cartas desde el principio, sin trampas.
Pero marcas de autor a parte, esta pieza de aliento polanskiano es un ajustado retrato de un personaje soberbiamente definido, tanto en la parte escrita, como en la visual y la interpretativa (Natalie Portman hace la interpretación de su vida, superlativa en cada plano, en cada gesto). Pero como muchos sabrán, un señor tan gordo como sabio dijo que el demonio está en los detalles; y es por eso que esta película sublima un argumento conocido y de sobras reconocible, gracias a estar convenientemente matizada. En otras palabras, se le otorga la profundidad suficiente para sorprender y estimular fuera de su recipiente en bruto.
Esto se percibe, por ejemplo, en la apropiación que hace la historia de los elementos e imaginería del lago de los cisnes. Ya desde las primeras escenas, y reincidiendo en ello a lo largo de toda la película, Aronofsky realza las imágenes de dobleces, reflejos, miradas que parecen vislumbrar difusamente la verdad, pero que no muestra el todo.
Estos detalles no son ni un plano secuencia a lo de Palma, ni una celebración fastuosa del medio, pero son manifestaciones visuales extremadamente delatadoras de un impulso por plasmar la naturaleza de la película cinematográficamente y no ceñirse solo a la parte literaria, que es a lo que todo buen thriller psicológico debería aspirar: que haya una manipulación de la que te percates a posteriori, no in situ.
Pero, aprovechándose del ambiente en el que la película se enmarca y la dualidad como su leitmotiv, Aronofsky también añade algún que otro discurso paralelo, como el de qué entendemos por perfección. ¿Es la dominación –y por ende domesticación- del talento, matando así cualquier trazo de espontaneidad y creatividad? ¿O es el talento puro, sin encorsetamientos, en bruto? ¿Es posible acaso la reconciliación de ambos opuestos? Un subtexto que amplifica el calado de la película y la saca aún más de lo maquinal.
Pero no se preocupen, que no me cabe duda de que recibirá el comentario sobado de “este argumento lo hemos visto millones de veces” y derivados, por empeñarse en no ver más allá de la estructura inicial e ignorar los recursos que la engrandecen.
No es la que más me gusta de Aronofsky (esa es The Wrestler), pero creo que es la que más sólida y consistente le ha salido. Una película explosiva, malsana y personal, cimentada en buena parte por una extraordinaria Natalie Portman y un reparto sensacional. Nota: 8/10
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